'Los de la CIA ensuciaron mi nombre'
Desde israel, para ‘Los Informantes’ del Canal Caracol, habló el excoronel israelí Yair Klein. Dice que siempre entrenó ganaderos y que se entrevistó con oficiales de las Fuerzas Armadas y autoridades civiles. Atribuye sus líos judiciales a la CIA.
El Espectador
Un capítulo sin aclarar de la violencia de los años 80 en Colombia fue el protagonizado por el coronel israelí Yair Klein, quien entrenó grupos paramilitares en el Magdalena Medio. Ahora dedicado a escribir libros, habló para Los Informantes con Federico Benítez y Valerie Varty.
¿Cómo llega usted a Colombia?
Me contactaron de una compañía israelí que se llamaba Hancal y trabajaba con el Ministerio de Seguridad. Querían que entrenara campesinos de la zona del Urabá. Había un hombre llamado Shoshani que era el contacto con agricultores de banano y decidieron que viajara a Colombia y les dijera qué tenían que hacer para protegerse. Aterricé en Colombia y al día siguiente me reuní con alguien de las Fuerzas Armadas. Luego salimos a terreno con tres personas del Ejército. Nos reunimos con los agricultores, nos explicaron sobre la situación de seguridad. Volví a Israel y les dije: “Si no salgo ahora no va a haber a quien darle instrucciones”. Cuando tomaron la decisión, la guerrilla se había tomado la zona. Volví a Colombia, nos reunimos con el director del Banco Agrario y un representante del Ministerio de Agricultura, alguien de los servicios de seguridad y los directores de Agdegam.
¿Tenía claro que esos entrenamientos eran ilegales en Colombia?
Llegué a Colombia por una empresa del Ministerio de Seguridad de Israel. La persona que me llevó era director de ventas de Tas en Colombia. Apenas llegué me reuní en Puerto Boyacá con el alcalde y el jefe de la unidad del Ejército en Puerto Boyacá y con un representante del Ministerio de Agricultura. Además me mostraron los papeles de Agdegam, la empresa con la que tenía que trabajar. Al final de cada entrenamiento recaudaban el dinero entre todos los ganaderos para pagarme. Eran 100% ganaderos. Después asesinaron a la persona que era el contacto entre ellos y yo, que era Luis Meneses.
¿Cómo eran sus entrenamientos?
El terreno estaba en el centro de varias bases militares. Todas las armas que utilizamos venían del Ejército. Los fines de semana íbamos a peleas de gallos donde había personas del Ejército. Aprendieron a defenderse y a atacar. Hice tres entrenamientos. Por cada uno recibimos US$70.000. El 50% se fue para pagar seguros porque nadie quería hacerlo para ir a Colombia.
Muchos lo acusan de haber trabajado para Gonzalo Rodríguez Gacha y Pablo Escobar. ¿Usted los conoció?
Es un interés estadounidense contar esas historias. Nunca me reuní con organización alguna relacionada con drogas. Los que se encargaron de ensuciar mi nombre fueron los de la CIA, porque me contrataron para hacer un trabajo en Panamá, y como no finalizó decidieron ensuciarme. Buena parte de los asesinatos que ocurrieron en Colombia se debieron a que el Gobierno permitió a los estadounidenses hacer lo que quisieron.
Qué sintió cuando se enteró de que esos hombres que usted entrenó terminaron descuartizando campesinos?
Cuando supe que habían asesinado al hijo y al padre que eran los líderes de la organización de ganaderos, y después a Luis Meneses, me quedó claro que esa organización había perdido su forma. No me arrepiento de lo que hice, pero ese no era mi objetivo. Todo sucedió después de que me fui.
También lo acusan de que ayudó con un cargamento de armas donde iba la que fue utilizada en el asesinato de Galán.
Esas armas fueron vendidas por medio del Ministerio de Defensa israelí y debían llegar a la isla de Antigua para entrenar a quienes iban a dar un golpe de Estado en Panamá. Los que entrenaron a ese comando fueron los estadounidenses y a quien contrataron para hacerlo fue a mí. Esas armas pasaron de la CIA a Antigua. Luego llegó un barco de Colombia con madera para construir el terreno de entrenamiento en Antigua, porque además los guerreros que iban a ser utilizados para el golpe eran colombianos. Una semana antes de que comenzara todo, el asunto se canceló. El mismo barco, con Luis Meneses a bordo, tenía que llevar las armas a Panamá. Él se dirigió al encargado para saber qué hacer y él le contestó: “Haga lo que quiera con eso”. El gobierno de Antigua no hizo nada sin permiso de la CIA. A mí me dijeron que me saliera y dije: “Bueno, ¿entonces me puedo quedar con estas armas y construir un colegio de entrenamiento privado en Antigua?”. No lo aceptaron. Entonces Luis Meneses se quedó con un barco lleno de armas y las vendió. Así llegaron a Colombia. Cuando los estadounidenses decidieron invadir Panamá, no podían permitir que la historia de los mercenarios se supiera, y ahí fue cuando publicaron el video que grabé en Colombia, para decir que un coronel israelí había entrenado a carteles de la droga en Colombia.
¿Qué piensa cuando se dice que usted estuvo vinculado con el crimen de Luis Carlos Galán?
Estuve tres años en Rusia en una cárcel y me dijeron que una de las personas que más intentaron que fuera extraditado a Colombia fue un senador hijo de él. Lo dije y lo repito: estaría dispuesto a reunirme con él y explicarle quién asesinó a su padre. No tengo relación alguna con ese crimen. La información que tengo y me llegó de Luis Meneses es que fueron personas en el Gobierno y los narcotraficantes. Me preguntaron si estaría dispuesto a participar en una videoconferencia con la Corte Suprema de Justicia de Colombia y dije que no tengo problema. Estoy limpio y Colombia tiene que entender lo que sucedió.
¿Ya ha dicho todo sobre Colombia o tiene algún secreto guardado?
Nunca he guardado secretos. Pedí perdón una vez y estoy dispuesto a seguir haciéndolo.
Un capítulo sin aclarar de la violencia de los años 80 en Colombia fue el protagonizado por el coronel israelí Yair Klein, quien entrenó grupos paramilitares en el Magdalena Medio. Ahora dedicado a escribir libros, habló para Los Informantes con Federico Benítez y Valerie Varty.
¿Cómo llega usted a Colombia?
Me contactaron de una compañía israelí que se llamaba Hancal y trabajaba con el Ministerio de Seguridad. Querían que entrenara campesinos de la zona del Urabá. Había un hombre llamado Shoshani que era el contacto con agricultores de banano y decidieron que viajara a Colombia y les dijera qué tenían que hacer para protegerse. Aterricé en Colombia y al día siguiente me reuní con alguien de las Fuerzas Armadas. Luego salimos a terreno con tres personas del Ejército. Nos reunimos con los agricultores, nos explicaron sobre la situación de seguridad. Volví a Israel y les dije: “Si no salgo ahora no va a haber a quien darle instrucciones”. Cuando tomaron la decisión, la guerrilla se había tomado la zona. Volví a Colombia, nos reunimos con el director del Banco Agrario y un representante del Ministerio de Agricultura, alguien de los servicios de seguridad y los directores de Agdegam.
¿Tenía claro que esos entrenamientos eran ilegales en Colombia?
Llegué a Colombia por una empresa del Ministerio de Seguridad de Israel. La persona que me llevó era director de ventas de Tas en Colombia. Apenas llegué me reuní en Puerto Boyacá con el alcalde y el jefe de la unidad del Ejército en Puerto Boyacá y con un representante del Ministerio de Agricultura. Además me mostraron los papeles de Agdegam, la empresa con la que tenía que trabajar. Al final de cada entrenamiento recaudaban el dinero entre todos los ganaderos para pagarme. Eran 100% ganaderos. Después asesinaron a la persona que era el contacto entre ellos y yo, que era Luis Meneses.
¿Cómo eran sus entrenamientos?
El terreno estaba en el centro de varias bases militares. Todas las armas que utilizamos venían del Ejército. Los fines de semana íbamos a peleas de gallos donde había personas del Ejército. Aprendieron a defenderse y a atacar. Hice tres entrenamientos. Por cada uno recibimos US$70.000. El 50% se fue para pagar seguros porque nadie quería hacerlo para ir a Colombia.
Muchos lo acusan de haber trabajado para Gonzalo Rodríguez Gacha y Pablo Escobar. ¿Usted los conoció?
Es un interés estadounidense contar esas historias. Nunca me reuní con organización alguna relacionada con drogas. Los que se encargaron de ensuciar mi nombre fueron los de la CIA, porque me contrataron para hacer un trabajo en Panamá, y como no finalizó decidieron ensuciarme. Buena parte de los asesinatos que ocurrieron en Colombia se debieron a que el Gobierno permitió a los estadounidenses hacer lo que quisieron.
Qué sintió cuando se enteró de que esos hombres que usted entrenó terminaron descuartizando campesinos?
Cuando supe que habían asesinado al hijo y al padre que eran los líderes de la organización de ganaderos, y después a Luis Meneses, me quedó claro que esa organización había perdido su forma. No me arrepiento de lo que hice, pero ese no era mi objetivo. Todo sucedió después de que me fui.
También lo acusan de que ayudó con un cargamento de armas donde iba la que fue utilizada en el asesinato de Galán.
Esas armas fueron vendidas por medio del Ministerio de Defensa israelí y debían llegar a la isla de Antigua para entrenar a quienes iban a dar un golpe de Estado en Panamá. Los que entrenaron a ese comando fueron los estadounidenses y a quien contrataron para hacerlo fue a mí. Esas armas pasaron de la CIA a Antigua. Luego llegó un barco de Colombia con madera para construir el terreno de entrenamiento en Antigua, porque además los guerreros que iban a ser utilizados para el golpe eran colombianos. Una semana antes de que comenzara todo, el asunto se canceló. El mismo barco, con Luis Meneses a bordo, tenía que llevar las armas a Panamá. Él se dirigió al encargado para saber qué hacer y él le contestó: “Haga lo que quiera con eso”. El gobierno de Antigua no hizo nada sin permiso de la CIA. A mí me dijeron que me saliera y dije: “Bueno, ¿entonces me puedo quedar con estas armas y construir un colegio de entrenamiento privado en Antigua?”. No lo aceptaron. Entonces Luis Meneses se quedó con un barco lleno de armas y las vendió. Así llegaron a Colombia. Cuando los estadounidenses decidieron invadir Panamá, no podían permitir que la historia de los mercenarios se supiera, y ahí fue cuando publicaron el video que grabé en Colombia, para decir que un coronel israelí había entrenado a carteles de la droga en Colombia.
¿Qué piensa cuando se dice que usted estuvo vinculado con el crimen de Luis Carlos Galán?
Estuve tres años en Rusia en una cárcel y me dijeron que una de las personas que más intentaron que fuera extraditado a Colombia fue un senador hijo de él. Lo dije y lo repito: estaría dispuesto a reunirme con él y explicarle quién asesinó a su padre. No tengo relación alguna con ese crimen. La información que tengo y me llegó de Luis Meneses es que fueron personas en el Gobierno y los narcotraficantes. Me preguntaron si estaría dispuesto a participar en una videoconferencia con la Corte Suprema de Justicia de Colombia y dije que no tengo problema. Estoy limpio y Colombia tiene que entender lo que sucedió.
¿Ya ha dicho todo sobre Colombia o tiene algún secreto guardado?
Nunca he guardado secretos. Pedí perdón una vez y estoy dispuesto a seguir haciéndolo.