Los Juegos Olímpicos necesitan una revisión
Las Olimpiadas ya tienen un claro ganador: el machismo. Abuso sexual, brecha salarial de género y objetivación de las atletas son solo algunas de las facetas que marcan este evento.
María Paula Ardila
Camilo Gómez Forero
Unos Olímpicos con mujeres serían “poco prácticos, poco interesantes, antiestéticos e inadecuados”, o eso era lo que decía el patriarca de los Juegos modernos, el barón Pierre de Coubertin a finales del siglo XIX. Esa idea no solo les impidió a las mujeres competir en los Juegos de Atenas en 1896, sino que también las encasilló durante años en deportes “femeninos” como la equitación, el golf, el tenis y el cróquet. “De hecho, cuando Charlotte Cooper ganó el oro en tenis femenino en los Juegos Olímpicos de París de 1900, fue nada menos que notable”, escribió hace unos años Cathy Russell, embajadora de Estados Unidos para Asuntos Globales de la Mujer.
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Unos Olímpicos con mujeres serían “poco prácticos, poco interesantes, antiestéticos e inadecuados”, o eso era lo que decía el patriarca de los Juegos modernos, el barón Pierre de Coubertin a finales del siglo XIX. Esa idea no solo les impidió a las mujeres competir en los Juegos de Atenas en 1896, sino que también las encasilló durante años en deportes “femeninos” como la equitación, el golf, el tenis y el cróquet. “De hecho, cuando Charlotte Cooper ganó el oro en tenis femenino en los Juegos Olímpicos de París de 1900, fue nada menos que notable”, escribió hace unos años Cathy Russell, embajadora de Estados Unidos para Asuntos Globales de la Mujer.
Algunas cosas han cambiado en los últimos 121 años. El Comité Olímpico Internacional (COI) anunció que Tokio 2020 sería un hito en igualdad de género: casi el 49 % de los participantes son mujeres, frente al 45 % de los Juegos de Río de 2016 y al 34,5 % de los Olímpicos de Beijing de 2008. Ahora estamos hablando de más de 5.000 mujeres que competirán en 300 eventos este año, en los que se incluirán al menos 18 de género mixto. Unas cifras históricas que no solo llegaron hasta las canchas: el 53 % de los empleados administrativos del COI son mujeres, y ellas representan el 47,8 % de los miembros de las comisiones que asesoran a la organización.
Sin embargo, por muy importantes que sean estos números, aún quedan varios asuntos por resolver. “Este no es un problema de escasez de mujeres, es un problema de falta de oportunidades para ellas”, dijo Maureen Smith, coautora del Manual de deporte, género y sexualidad de Routledge. Algo similar opinó Jorge Knijnik, profesor de la Universidad de Western Sydney: "Los números son solo un pequeño elemento: ¿dónde están sus voces?". Knijnik incluso fue un poco más allá. “¿Dónde están los mecanismos que garantizan que las mujeres y las personas con diversidad de género tengan el apoyo y la capacidad de romper el techo de género deportivo?”, sostuvo el profesor al South China Post.
Aunque las mujeres se aproximan a una paridad en la participación, lo cierto es que la igualdad en el deporte está muy lejos: los hombres tienen más financiación, cobertura de noticias y protección que sus contrapartes femeninas. Muchas barreras que impiden el buen desarrollo del deporte femenino persisten y están evidenciadas hoy en estos Juegos Olímpicos que se desarrollan en Japón. El evento es una buena oportunidad para examinarlas y demostrar por qué se necesita una conversación urgente sobre el machismo en el deporte.
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Uniformes y sexismo
La selección femenina de balonmano de Noruega fue multada hace menos de una semana por no jugar en bikini (sí, en bikini). La Federación Internacional de Balonmano exige que las mujeres lleven la parte inferior del uniforme con un ajuste ceñido, sin que los lados del bikini reglamentario superen los diez centímetros de ancho. Una regla que podría resultar en la salida de algunas de las deportistas de los torneos internacionales. “Es muy triste, porque quizá las mejores jugadoras no participen por los requisitos del uniforme”, dijo una de las deportistas a The New York Times.
Janice Forsyth, exdirectora del Centro Internacional de Estudios Olímpicos de la Universidad de Western, en Canadá, dijo que hay ciertos uniformes, especialmente en atletismo y natación, que podrían dar una ventaja a los atletas, pero no es el caso del balonmano. “No veo que ese argumento tenga peso. Decir que llevar menos ropa, como se les exige a las mujeres, les permite ser mejores atletas, es una tontería”, dijo Forsyth al Times.
Y aunque esta vez cada jugadora fue multada con 150 euros por llevar uniformes demasiado largos, hay otros casos en los que las deportistas también son señaladas por llevar pantalones cortos. Olivia Breen, dos veces campeona mundial paralímpica en salto, dijo que una funcionaria de un campeonato inglés le insinuó que su uniforme era muy corto e inapropiado. “Reconozco que tiene que haber regulaciones y directrices en relación con el kit de competencia, pero las mujeres no deberían sentirse cohibidas por lo que llevan puesto cuando compiten, sino que deberían sentirse cómodas y a gusto”, dijo Breen.
Hay que cerrar la brecha salarial
Desde 1991, el equipo de fútbol más exitoso del mundo a nivel de naciones -y quizás en todos los niveles- ha sido la selección femenina de Estados Unidos. Esta escuadra ha conseguido cuatro Mundiales de Fútbol y cuatro medallas de oro olímpicas: un logro impresionante. Sin embargo, a pesar de su éxito, las atletas han sido defraudadas y aún no son compensadas al mismo nivel que sus contrapartes masculinas. Según cifras, las jugadoras del equipo nacional femenino desembsolsan 89 centavos de dólar por cada dólar que reciben los hombres. Y esta es una constante en otros deportes. Para las deportistas afros en general la brecha es mayor: 63 centavos de dólar por cada dólar que reciben los hombres.
La brecha salarial de género, un porcentaje que resulta de la diferencia entre el salario de hombres y mujeres, es una de las mayores amenazas para el deporte femenino -y para las carreras profesionales de las mujeres en general-. ¿Por qué? Porque el que las mujeres no reciban el mismo dinero por realizar el mismo trabajo que un hombre las deja con menos activos, menos dinero para su jubilación, más deudas y, sobre todo, las obliga a buscar otras opciones para equilibrar sus gastos personales.
Algunas, como la rugbista neozelandesa Chelsea Alley, deben equilibrar su carrera profesional en el rugby con otros tres trabajos. Este nivel de esfuerzo conduce a las deportistas a la fatiga, lo que lleva a que no estén a su nivel más óptimo en las competencias o a que, eventualmente, abandonen su carrera deportiva profesional, como sucede en otros campos diferentes al deporte.
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¿Por qué es tan difícil lograr la igualdad de remuneración en el deporte? Nada tiene que ver con el rendimiento, pues las estadounidenses han demostrado ser más exitosas que los hombres en el fútbol, sino con la falta de iniciativas de las corporaciones y organizaciones pertenecientes a esta industria para terminar con las políticas discriminatorias. Los hombres que dominan la industria del deporte apuntan que como hay menos mercado y las mujeres generan menos ingresos, “deberían cobrar menos que los hombres”, algo totalmente machista. La doctora Laura Claus, profesora adjunta de The School of Managment, sostiene que el mercado sigue al dinero: “Más salario para las atletas hace más interesante el deporte para el público, como lo demuestra el fútbol masculino. Por eso se podría argumentar que primero debemos pagar más a las mujeres y luego el mercado las seguirá”.
Hay mucho por ver
En la misma línea de los inconvenientes que proporciona la brecha salarial de género para el desarrollo del deporte femenino está la falta de visibilidad de las mujeres en las actividades deportivas. Sport New Zealand estimó que la cobertura de mujeres en el deporte es apenas el 15 % de toda la cobertura deportiva, un número extremadamente bajo considerando que la mitad de la población mundial son mujeres. En Reino Unido, esta cifra se ubica en el 4 % y rara vez supera el 10 %.
Pero no solo hay una falta de cobertura, sino que la poca cobertura que existe no se hace de la mejor manera, pues hay menor calidad técnica y de producción. Y esto no ha cambiado en los últimos 30 años, a pesar de la aparición de medios digitales y herramientas como las redes sociales. El poco cubrimiento deportivo que existe se destaca por la sexualización, un humor trivializante o por enfoques que disminuyen las habilidades de las atletas en sus campos y se ajustan a las expectativas heteronormativas institucionalizadas por los hombres.
“La cobertura de mujeres está ausente, en gran medida, de los elementos que sabemos que hacen que ver los momentos destacados de los deportes sea convincente e interesante: comentarios emocionantes, coloridos, descriptivos, entregados, animados y entrevistas reflexivas y de alto valor de producción y metraje de juegos. Cuando se compara la cobertura de las mujeres con la de los hombres, la de las mujeres resulta bastante insípida”, señaló Cheryl Cooky, profesora de la Universidad de Purdue.
La marginación de las mujeres en la cobertura del deporte, en distintos roles, se traduce en mayor dificultad para que ellas puedan acceder a una carrera deportiva, menos posiciones de poder en instituciones deportivas y, sobre todo, consolida mitos sobre la mujer como la fragilidad femenina al no existir archivo para mostrar su desempeño. También refuerza la ausencia de inversionistas en el deporte femenino, pues si la televisión, radio y prensa escrita no les dan espacio a ellas, poco interés van a tener las marcas por pautar, y silencia el activismo de las mujeres en movimientos como el feminisimo y las luchas contra el racismo, entre otros.
Cuando el sueño se hace pesadilla
Hace cinco años el organismo rector de la gimnasia en Estados Unidos (USAG) estaba en la cima del mundo con su equipo artístico femenino, brillando en todas las competencias y atrayendo a poderosos patrocinadores. Sin embargo, tras bambalinas se estaba tejiendo un escándalo de grandes proporciones: miles de niñas y mujeres eran víctimas de una cultura que permitía el abuso sexual. El médico del equipo, Larry Nassar, habría violado a varias atletas, pero las acusaciones permanecían en secreto por el miedo a que estas destruyeran la imagen de la organización. El propio USAG adoptó una política para no informar a las autoridades las acusaciones de abuso, constituyendo así el mayor escándalo en la historia del deporte.
El abuso sexual no se limita a la gimnasia. Según el Centro SafeSport de Estados Unidos, de 4.000 atletas entrevistadas, en su mayoría mujeres blancas heterosexuales, el 93 % de las y los deportistas manifestó ser víctima de acoso sexual en más de 50 disciplinas. Los hechos son abrumadores y la situación tampoco se limita a Estados Unidos. Esta semana, mientras escribíamos este artículo, estallaron tres escándalos de abuso: uno con el esgrimista estadounidense Alen Hadzic, otro con la selección de baloncesto femenino de Malí, que no se clasificó en esta ocasión a los Juegos Olímpicos, y otro más en la Asociación de Ultimate de Suiza, en donde se apartó al entrenador de la selección nacional de césped y playa por denuncias de acoso sexual en su contra.
La objetivación de las deportistas, y de las mujeres en todos los campos, perpetúa la desigualdad de género. Lo mínimo que pueden hacer las autoridades es educar a las mujeres sobre los recursos que tienen para denunciar, pero están haciendo todo lo contrario. Es un problema institucional, como se evidenció en el caso de USAG que todavía ensombrece al deporte estadounidense, donde las mujeres no solo no saben cómo informar las situaciones de acoso y abuso, sino que se les dice que guarden silencio. Los hombres han demostrado fallar a la hora de crear un entorno seguro para las atletas, por lo que es necesario que más mujeres conduzcan programas para contrarrestar el abuso y la objetivación en el deporte.
No en todos los deportes son bienvenidas las mujeres
Jordan Gray tiene una meta clara para 2024: que las mujeres decatletas de todo el mundo puedan participar en los Juegos Olímpicos de ese año. Gray, de 25 años, tiene el puntaje más alto de Estados Unidos en decatlón, una serie de 10 eventos de pista y campo, pero por ahora solo puede competir por un cupo olímpico en el heptatlón. “Solo hay un evento que corona al mejor atleta del mundo. Y mujeres como Jordan Gray no pueden competir. Es difícil de imaginar, pero no hay un decatlón femenino en los Juegos Olímpicos”, se lee en la página web del movimiento Let Women Decathlon.
Lo mismo ocurre con la caminata de 50 kilómetros, que también es un evento olímpico solo para hombres, pese a los esfuerzos de la campeona del mundo en 2017, Inês Henriques, quien desafió al Mundial de Atletismo y al Comité Olímpico Internacional en la Corte de Arbitraje Deportivo.
Sin embargo, el tema no puede limitarse a Tokio 2020, porque cuando acabe el furor olímpico, cientos de mujeres en Japón, por ejemplo, seguirán enfrentando obstáculos para triunfar, incluso en deportes como el fútbol: solo 48 de las 10.324 escuelas secundarias tienen equipos de fútbol femenino, según la Asociación Nipona de Cultura Física. Y el problema continúa hasta la adultez; solo el 5 % de los jugadores registrados en la Asociación de Fútbol de Japón son mujeres.
Las pruebas de verificación de sexo
Cinco velocistas que competirán en los Juegos Olímpicos de Tokio fueron excluidas de eventos específicos debido a sus niveles de testosterona. El comité olímpico de Namibia dijo que Christine Mboma y Beatrice Masilingi fueron retiradas del evento de 400 metros después de haberles realizado pruebas médicas que resultaron en niveles de testosterona superiores a los establecidos. Lo mismo ocurrió con Francine Niyonsaba de Burundi y Margaret Wambui de Kenia que también fueron vetadas de participar en el evento de 800 metros en Tokio.
Los juegos también se descarrilaron para Caster Semenya, dos veces campeona olímpica. Su caso reveló las complejidades de separar a los atletas en categorías masculinas y femeninas para las competencias atléticas. En el caso de Semenya, sus niveles de testosterona superaron el límite de 5 nanomoles por litro de sangre, establecido en 2018, lo que significó que ya no clasificaba como atleta femenina, según las reglas oficiales. Pero, ¿realmente la testosterona es clave a la hora de competir?
“La testosterona no es el único factor importante para el rendimiento atlético de un individuo; no solo hay otros factores fisiológicos como el tamaño del corazón, y el VO₂ máx (el volumen máximo de oxígeno que puede procesar el organismo durante el ejercicio), también el tipo de nutrición y el entrenamiento son claves”, dijo Katrina Karkazis, antropóloga cultural con formación en estudios de ciencia y tecnología, y estudios de género y bioética, a Vox.
Mientras que el médico Tlaleng Mofokeng dice que el caso de Semenya se reduce a racismo: “Caster está sujeta a las ideas de los colonizadores sobre lo que ellos consideran apropiado para ser una mujer, cómo debería verse una mujer, y están usando políticas y regulaciones para hacer cumplir el racismo y el sexismo”, dijo Mofokeng al New York Times.