Submarinos de propulsión nuclear, la nueva tensión entre Estados Unidos y China
Joe Biden, presidente estadounidense; Rishi Sunak, primer ministro británico, y Anthony Albanese, jefe del gobierno australiano, acordaron trabajar en conjunto para construir submarinos de propulsión nuclear, lo que no implica, necesariamente, desarrollar armas nucleares. China reaccionó en contra de estos esfuerzos.
María José Noriega Ramírez
California fue el escenario del pacto que sellaron Estados Unidos, el Reino Unido y Australia: crear un nuevo tipo de submarino de propulsión nuclear para, según ellos, disuadir a China frente a esta alianza del Pacífico. Las respuestas de Beijing no se hicieron esperar. “La última declaración conjunta demuestra que los tres países, por el bien de sus propios intereses geopolíticos, ignoran por completo las preocupaciones de las comunidades internacionales y caminan cada vez más por el camino del error y el peligro”, comentó el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Wang Wenbin, durante una conferencia de prensa el martes.
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California fue el escenario del pacto que sellaron Estados Unidos, el Reino Unido y Australia: crear un nuevo tipo de submarino de propulsión nuclear para, según ellos, disuadir a China frente a esta alianza del Pacífico. Las respuestas de Beijing no se hicieron esperar. “La última declaración conjunta demuestra que los tres países, por el bien de sus propios intereses geopolíticos, ignoran por completo las preocupaciones de las comunidades internacionales y caminan cada vez más por el camino del error y el peligro”, comentó el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Wang Wenbin, durante una conferencia de prensa el martes.
Los reparos también llegaron desde la misión china ante la ONU, que, a través de un mensaje publicado en Twitter, acusó a los tres Estados de impulsar una carrera armamentista. “El plan de cooperación de submarinos nucleares publicado por Aukus es un acto flagrante que constituye graves riesgos de proliferación nuclear, socava el sistema internacional de no proliferación, alimenta las carreras armamentistas y daña la paz y la estabilidad en la región”. Además, “la ironía de Aukus es que dos Estados con armas nucleares, que afirman mantener el más alto estándar de no proliferación nuclear, están transfiriendo toneladas de uranio enriquecido apto para armas a un Estado sin armas nucleares, violando claramente el objeto y el propósito del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP)”.
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Los planes de la alianza, encabezada por Joe Biden, presidente de Estados Unidos; Rishi Sunak, primer ministro británico, y Anthony Albanese, jefe del gobierno australiano, se dieron a conocer pocos días después de que Xi Jinping, que lleva 10 años a la cabeza del gigante asiático, fuera designado por la Asamblea Nacional Popular para un tercer mandato. Sin embargo, para Florent Frasson-quenoz, profesor de seguridad internacional en el Instituto de Gestión y Comunicación Intercultural (ISIT) de París, esta coincidencia temporal no es tan relevante. Más allá de la concordancia entre el lanzamiento del programa de submarinos con el nuevo período de Xi, el asunto tiene que ver con los efectos de la Nueva Ruta de la Seda, anunciada por Beijing desde 2013. “Washington conoció un período de relativo aislamiento, de acción unilateral, con Donald Trump y, en ese entonces, no era de esperar que Estados Unidos reactivara antiguas alianzas o propusiera nuevas. Es Biden quien llega, de alguna manera, como el nuevo garante de esta relación estratégica y como oposición, en el rol de presidente, a la estrategia china”.
El docente no deja de mencionar que el gigante asiático, históricamente, se ha sentido arrinconado por Estados Unidos. Por mencionar algunos ejemplos, recuerda que China ha percibido amenazas por la estrategia estadounidense desde antes del final de la Segunda Guerra Mundial: ellos apoyaron el movimiento nacionalista de derecha durante la Revolución Comunista, liderada por Mao Tsé Tung, y Taiwán ocupó el puesto de China como miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas hasta la mitad de los años 70. Menciona, además, que el país norteamericano ha multiplicado sus bases para reforzar su presencia política en la región, en lugares como Filipinas, Japón, Corea del Sur y diferentes islas en el Pacífico, como Guam. Así, “la República Popular China, desde su creación en 1949, se ha sentido amenazada por Estados Unidos, pero, a la vez, no ha dejado de reafirmar su presencia territorial, tanto en tierra como en mar: ha recuperado territorios entregados a los colonos europeos, como Hong Kong, pero también ha integrado territorios que a principios del siglo XX no eran parte del imperio chino, como el Tíbet y el Xinjiang”.
Es una realidad que Asia vive tiempos de grandes tensiones, sobre todo en el mar de China, incluyendo Taiwán. “Es cierto que un desliz, un mal cálculo, una mala expresión política, podría desencadenar en una serie de enfrentamientos. La multiplicación de actores con capacidades nucleares en la región (Corea del Norte, China, Rusia, Pakistán e India, incluido Estados Unidos) hace de esta zona, en particular, un lugar de alta preocupación”, agrega Frasson-Quenoz. En medio de ello, Angélica Alba, profesora del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, se refiere al Tratado de No Proliferación Nuclear y, ante los argumentos de China frente al proyecto de Aukus, comenta que la transferencia de tecnología y de elementos que pueden hacer posible la construcción de armas nucleares por parte de Estados Unidos y el Reino Unido a Australia no implica que esto se destine para construir ese tipo de armamento, sino que se usará para desarrollar y operar submarinos de propulsión nuclear, que no es lo mismo.
“Dentro del tratado hay disposiciones que permiten eso, y es la primera vez que se recurre a ello. En términos prácticos, no se está violando lo pactado”, afirma la docente, quien recuerda que Australia ha enfatizado en que no va a convertirse en un Estado nuclear, que no va a desarrollar armas nucleares con fines militares. Si bien uno de sus temores frente a lo sucedido tenía que ver con quién supervisará el intercambio entre las potencias nucleares y Canberra, recientemente se conoció que el Organismo Internacional de Energía Atómica va a mediar en el asunto. A través de una declaración, el director de la entidad estableció que “el organismo seguirá teniendo su mandato de verificación y no proliferación como principio rector básico. Lo ejercerá de manera imparcial, objetiva y técnica”. Esto, según Alba, puede ser un parte de tranquilidad, pues se controla el riesgo, presente y futuro, en los casos similares que puedan apelar a la misma figura.
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