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El talibán prometió prohibir la heroína, ¿podrá sobrevivir sin sus ingresos?

La producción de heroína se ha disparado en Afganistán en los últimos años, lo que ha ayudado a financiar a los talibanes, y los expertos afirman que les costará alejarse de este rentable comercio a pesar de su promesa de hacerlo.

19 de agosto de 2021 - 01:11 p. m.
Un grupo de talibanes hace guardia en Afganistán.
Un grupo de talibanes hace guardia en Afganistán.
Foto: afp - Agencia AFP
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En su primera rueda de prensa el martes, el portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid, prometió que el nuevo régimen no convertirá al primer productor mundial de opio en un narcoestado.

“Aseguramos a nuestros compatriotas y a la comunidad internacional que no produciremos ningún narcótico”, dijo Mujahid a los periodistas en Kabul.

“A partir de ahora, nadie estará involucrado (en el tráfico de heroína), nadie puede participar en el contrabando de drogas”, añadió.

Sin embargo, los analistas consideran que la retórica contra la heroína -al igual que las promesas similares de respetar los derechos de las mujeres y la libertad de los medios de comunicación- forma parte de los esfuerzos de los nuevos líderes talibanes por mostrar una cara más moderada con el fin de asegurarse el apoyo internacional.

La mayor parte del opio y la heroína del mundo procede de Afganistán, y su producción se centra en las zonas controladas por los talibanes, que han aplicado fuertes impuestos a la droga durante sus 20 años de insurgencia.

Se ha convertido en un recurso clave para el grupo y podría resultar difícil prohibirlo, afirma Jonathan Goodhand, experto en el comercio internacional de drogas de la Universidad SOAS de Londres.

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Goodhand predice que las drogas “harán aflorar una serie de tensiones dentro del movimiento”.

Por un lado, “quieren crear esta imagen de sí mismos como más moderados y más abiertos al compromiso con Occidente y se dan cuenta de que las drogas son una forma de hacerlo”, explica.

Pero, por otro lado, cualquier represión afectaría especialmente a los agricultores de las provincias de Helmand y Kandahar, el corazón político de los talibanes.

“Les va a costar adoptar un enfoque agresivo con respecto a las drogas”, añade.

Casi un monopolio

En su rueda de prensa, Mujahid pidió “ayuda internacional” para proporcionar a los agricultores cultivos alternativos a la amapola, de la que se obtiene la savia para la producción de opio y heroína.

Estados Unidos gastó alrededor de 8.600 millones de dólares (7.400 millones de euros) entre 2002 y 2017 en su esfuerzo por combatir el tráfico de drogas, según un informe de 2018 del Inspector General Especial de Estados Unidos para Afganistán (SIGAR).

Esos esfuerzos incluyeron ayudas financieras a los agricultores para que cultivaran trigo o azafrán, entre otros.

Pero sus esfuerzos se veían constantemente frustrados por los talibanes que controlaban las principales regiones de cultivo y obtenían gracias a esto cientos de millones de dólares, según estimaciones de los gobiernos estadounidense y afgano.

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Los agricultores de las zonas controladas por los talibanes eran presionados para plantar amapolas, según investigaciones.

Como resultado, el país tiene un casi monopolio sobre el opio y la heroína, ya que representa entre el 80 % y el 90 % de la producción mundial, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD).

La cantidad de tierras plantadas con amapolas alcanzó un récord en 2017, con un promedio de alrededor 250.000 hectáreas en los últimos cuatro años, según cifras de la ONU.

Una prohibición “táctica”

La política de estupefacientes del nuevo régimen tendrá un impacto en los precios mundiales de la heroína, con repercusiones para los países occidentales, así como para Rusia, Irán, Pakistán y China, todas ellas importantes rutas de contrabando pero también enormes mercados para las drogas afganas.

En los últimos años, los traficantes también han descubierto que una planta comúnmente encontrada en Afganistán, llamada efedra, puede utilizarse para crear un componente clave de la metanfetamina, más conocida como “cristal”.

No es la primera vez que el grupo fundamentalista promete prohibir el comercio de drogas. La producción se prohibió en 2000, justo antes de que el grupo fuera derrocado por las fuerzas lideradas por Estados Unidos.

Gretchen Peters, autora del libro “Seeds of Terror: How Heroin Is Bankrolling the Taliban and Al-Qaeda” (Semillas de terror: cómo la heroína financia a los talibanes y a Al-Qaida), afirma que la anterior prohibición de la amapola por parte de los talibanes era táctica.

“Estaban sometidos a una inmensa presión internacional”, dice. “No van a deshacerse del tráfico de drogas porque están demasiado atados a él”, añade.

Además, los talibanes tendrán ahora acceso a las compañías aéreas, a la burocracia estatal y a los bancos, que podrían utilizar para facilitar el contrabando de drogas y el blanqueo de dinero, explica.

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