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Los terremotos más mortíferos del siglo: la esperanza se apaga en Turquía

Cada vez hay menos optimismo en las áreas en donde se adelantan labores de rescate ante las gélidas temperaturas y la superación del plazo de 72 horas, que se considera crucial para salvar vidas.

10 de febrero de 2023 - 12:31 a. m.
Aún en medio de la guerra, para muchos sirios esta catástrofe es lo peor que han vivido.
Aún en medio de la guerra, para muchos sirios esta catástrofe es lo peor que han vivido.
Foto: AFP - AAREF WATAD

El terremoto que golpeó a Turquía y Siria este 6 de febrero, que ha dejado más de 21.000 muertos (una cifra todavía provisional y que sigue aumentando), ya figura entre los 10 más mortíferos del siglo XXI.

La esperanza de encontrar más supervivientes se desvanecía este jueves en las zonas afectadas por este desastre natural. Los equipos de rescate continúan la búsqueda de miles de personas que se sospecha están atrapadas entre los escombros, pero el optimismo mengua ante las gélidas temperaturas y la superación del plazo de 72 horas, que se considera crucial para salvar vidas.

El nuevo balance, basado en datos oficiales y médicos, es de 17.674 muertos en Turquía y 3.377 en Siria, aumentando el total de víctimas fatales a 21.051 personas. Los expertos consideran que esta cifra seguirá creciendo.

A ello hay que sumar las pérdidas económicas, que según la agencia de calificación Fitch probablemente pueden “superar los US$2.000 millones” y “podrían alcanzar los US$4.000 millones o más”.

El Banco Mundial anunció este jueves que aportará US$1.780 millones a Turquía para ayudar en los esfuerzos de asistencia y recuperación. Estados unidos anunció el jueves un paquete inicial de US$85 millones para ayuda de emergencia.

Una misión de 32 rescatistas, médicos y técnicos de Argentina viaja la noche del jueves para colaborar con los equipos de rescate.

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Unos 23 millones de personas están “potencialmente en riesgo, incluidos unos cinco millones de personas vulnerables”, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), que teme una grave crisis sanitaria, con enfermedades como el cólera, que causaría aún más daños que el terremoto.

El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) Tedros Adhanom Ghebreyesus anunció el jueves que viaja rumbo a Siria.

Casi al mismo momento, Naciones Unidas anunció que el Secretario general adjunto de asuntos humanitarios y Coordinador de los servicios de urgencia, Martin Griffiths, iría este fin de semana a las zonas afectadas.

En la ciudad turca de Antakya, los supervivientes buscaban a sus familiares difuntos entre bolsas mortuorias depositadas en un estacionamiento convertido en una morgue improvisada.

El secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, instó el jueves al Consejo de Seguridad a autorizar la apertura de nuevos puntos fronterizos entre Turquía y Siria para entregar ayuda humanitaria de la ONU a las víctimas del terremoto.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) informó que un primer convoy de ayuda a las zonas rebeldes del noroeste de Siria ingresó el jueves por el puesto fronterizo de Bab al-Hawa, según la ONU y un responsable en ese lugar.

La entrega incluye mantas, colchones, tiendas de campaña y artículos básicos de socorro para cubrir las necesidades de al menos 5.000 personas.

Crece el descontento por la falta de preparación

Al otro lado de la frontera, el descontento crece ante la reacción de las autoridades al terremoto que, según admitió el miércoles el mismo presidente Recep Tayyip Erdogan, tuvo “deficiencias”.

Numerosos supervivientes tuvieron que buscar por sí mismos comida y refugio. Sin equipos de rescate en varias zonas, algunos contemplaron impotentes cómo sus familiares atrapados pedían ayuda hasta que sus voces se apagaban.

El frío agrava la situación. Aunque con temperaturas de -5 ºC, miles de familias en Gaziantep pasaron la noche en coches o tiendas de campaña al no poder volver a sus casas o tener demasiado miedo de hacerlo.

Los padres paseaban por las calles de esta ciudad del sureste de Turquía cargando a sus hijos, envueltos en mantas, porque pasaban menos frío que en las tiendas.

“Cuando nos sentamos, duele. Me da miedo por la gente atrapada bajo los escombros”, dijo Melek Halici, con su hija de dos años cubierta por una manta.

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