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El túnel no tenía más de dos metros de ancho y de alto. La mayoría de sus paredes eran de tierra compacta y solo algunos tramos tenían una cubierta de concreto. Este agujero en las entrañas de la frontera entre Gaza y Egipto alcanza al kilómetro de largo. Hace apenas unos días, el gobierno egipcio dinamitó su lado del túnel. Quienes trabajan allí están acostumbrados a vivir en medio de la tierra, incluso cuando hay guerra y los aviones israelíes lanzan sus bombas sobre esta zona de Rafi Ha, en el sur de Gaza.
En solo 11 kilómetros de frontera que separan el territorio Palestino de Egipto puede haber más de 2.000 túneles por donde se comercializa todo tipo de mercancías. En ellos trabajan como topos cientos de palestinos, que de manera artesanal construyen estos túneles para abastecerse de hierro, tejas, alimentos y madera. Israel sospecha que por esta zona es por donde entran las armas con las que el grupo extremista Hamás ataca a los israelíes.
Para llegar hasta Rafí’ha hay que cruzar toda Gaza de norte a sur. El recorrido solo tarda hora y media. Así de pequeña es la franja. Solo tiene 40 kilómetros de largo sobre su costa y 11 de ancho sobre la frontera con Egipto. El tráfico es un caos, no hay semáforos ni señales de tránsito y los peatones huyen de los conductores. Así se llega hasta los túneles, que del lado palestino son legales.
La franja de Gaza tiene en sus calles las cicatrices que deja la guerra. Edificios colapsados o con esquirlas en su fachada son la muestra de los bombardeos israelíes en junio como represalia por el continuo lanzamiento de cohetes por parte de los miembros de Hamás hacia la población civil en diferentes ciudades de Israel. En cada cuadra sobresalen vallas con las fotos de los soldados muertos en la guerra o invitaciones a que el pueblo se arme para luchar contra Israel.
Alaá es palestino, tiene cuatro hijos y apenas llega a los 30 años. Trabaja en las entrañas de la tierra. Es un topo. Desde niño aprendió a cavar túneles para ganarse la vida. “Antes era algo raro que un niño de 10 o 12 años trabajara en los túneles, pero se empezó a volver costumbre y hoy lo usual es ver a niños de esta edad trabajando en ellos”, dice.
La zona de túneles está llena de carpas blancas. Cada carpa es un túnel, se ven a lo largo de toda la frontera. Este lugar es controlado por hombres del Hamás armados con fusiles AK 47. Patrullan centímetro a centímetro la zona y tienen orden de disparar hasta por sospecha. Ellos deciden quién entra y quién no a este lugar. Por fortuna, y después de muchos permisos, nos autorizan entrar, acompañados por un soldado armado.
La explosión de un túnel del lado egipcio fue la primera sorpresa al llegar al lugar; sin embargo, para ellos es parte del paisaje. Los topos que se encuentran adentro de los otros túneles ni se inmutan. Siguen trabajando. Por estos días, la mayoría están dedicados a sacar tierra de los que han sido destruidos. Ahora tendrán que cavar mucho más. El gobierno egipcio compró todas las edificaciones tres kilómetros hacia adentro de su frontera, y si los palestinos quieren seguir pasando mercancías por esta zona, tendrán que hacer los túneles mucho más largos.
Alaá dice que la única manera de sobrevivir como palestino es trabajando en los túneles. “Existen dos maneras de tener un sueldo en los túneles: te pagan 70 chekels al día (unos 35 mil pesos), o la otra forma es seguir cavando hasta el fondo del túnel y ya cuando se abre al otro lado de la frontera en Egipto, empiezas a traer mercancía a Gaza y de esa forma nosotros nos ganamos un porcentaje de las ventas de esa mercancía. Si mientras estoy cavando el túnel lo descubren y lo destruyen, entonces en ese momento habré trabajado gratis, porque no voy a tener ninguna ganancia”.
Los productos que cruzan por los túneles de construcción más sencilla los transportan en lonas de plástico que hacen el papel de bandas, jaladas por guayas de acero. Cada doscientos metros hay topos que vigilan que la mercancía no se caiga. Así se pasa el acero, el té e infinidad de cosas que son esperados por camiones en el lado palestino.
Construir túneles tiene un costo que oscila entre los cien mil y el millón de dólares. Los de mayor costo son contados con los dedos de la mano, pero su dimensión es impresionante, por allí transitan hasta carros. Las ganancias se distribuyen en un 50 por ciento para el dueño del túnel, 25 por ciento para los que cargan en Egipto y 25 por ciento para los que descargan en Gaza.
Muchos palestinos mueren dentro de estos túneles cuando la tierra parece cansarse de sostener las débiles columnas que quedan en la zona. Mousa, el hermano de Alaá, sabe lo que es sobrevivir al colapso de un túnel. “Estaba con un amigo y de repente nos desconectamos, entonces no supe dónde estaba y lo fui a buscar… ahí fue cuando el túnel colapsó. Mis amigos empezaron a cavar nuevamente todo lo que se había colapsado dentro del túnel hasta que llegaron a mí, tardaron más o menos 15 minutos, ya habían llamado a la ambulancia, pero los médicos que llegaron en la ambulancia se rehusaron a entrar a recogerme, entonces fueron mis mismos compañeros de trabajo quienes me cargaron hasta afuera del túnel y me pusieron en la ambulancia. Estaba totalmente despierto y consciente de lo que estaba pasando todo el tiempo. La verdad es que todo mi cuerpo estuvo cubierto con los escombros del colapso, inclusive mi cara”.
Mientras la guerra entre israelíes y palestinos continúe, los túneles seguirán siendo una mina de oro para unos pocos dueños. También seguirán siendo un peligro latente para los que se arriesgan a buscar su sustento sin temor a morir aplastados, como Alaá y sus hermanos.
“Si realmente existiera un trabajo afuera en Gaza, donde me pagaran 20 chekels, yo me saldría de aquí, pero en este momento no hay opciones: si no trabajo en los túneles y si no traigo plata a la casa, mi familia y yo nos vamos a morir de hambre”, sentencia Alaá.