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Los yazidíes: víctimas del horror del Estado Islámico

A seis años del genocidio de las comunidades yazidíes a manos de la organización criminal Estado Islámico, muy poca gente sabe de esta comunidad y sobre todo, de los horrores que pasaron en los últimos años. ¿Quiénes son? ¿qué sucedió? ¿por qué es importante conocer de su sufrimiento?

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Felipe Medina Gutiérrez*
03 de agosto de 2020 - 12:59 p. m.
Foto de archivo del 11 de agosto de 2014. Los iraquíes desplazados de la comunidad yazidí cruzan la frontera sirio-iraquí a lo largo del puente Fishkhabur sobre el río Tigris en el cruce de Fishkhabur, en el norte de Irak.
Foto de archivo del 11 de agosto de 2014. Los iraquíes desplazados de la comunidad yazidí cruzan la frontera sirio-iraquí a lo largo del puente Fishkhabur sobre el río Tigris en el cruce de Fishkhabur, en el norte de Irak.
Foto: AFP - AHMAD AL-RUBAYE
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Se cumplen seis años del genocidio de las comunidades yazidíes a manos de la organización criminal Estado Islámico (o Daesh, acrónimo en árabe de ad-Dawla al -Islamiyya fi al-Iraq wa ash-Sham). Muy poca gente en Colombia sabe de esta comunidad y sobre todo, de los horrores que tuvo que pasar en los últimos años. ¿Quiénes son? ¿qué sucedió? ¿por qué es importante conocer de su sufrimiento?

Los yazidíes (cuyo nombre correcto es ezdí o ezídi) no son musulmanes ni árabes. Se trata de una de las tantas minorías étnicas y religiosas que hay en Oriente Medio, con presencia en distintas regiones de los actuales Estados de Siria e Iraq (especialmente Lalish cerca de Mosul y Shengal). Étnicamente, algunos se identifican con los kurdos (de hecho, hablan el dialecto Kumanyi), mientras que otros se ven como un grupo étnico diferente.

Los ezídi constituyen entre 200.000 y 700.000 personas de acuerdo al Pew Research Center. Algunos opinan que su origen se remonta al califa omeya Yazid bin Muawiyya (m. 683 EC), otros lo sitúan en la antigua Persia o relacionado a la ciudad iraní de Yazd (centro importante del Zoroastrismo). Muchos también rastrean su origen directo a Adán. Sin embargo, no hay consenso acerca de este punto.

Su creencia se relaciona con muchos pensamientos. En líneas generales, denota un sincretismo que incluye al islam (elementos del sufismo o tasawwuf), pero también ideas preislámicas como el zoroastrismo, judaísmo y cristianismo. Su fe se ha transmitido por generaciones de manera oral (preminencia de historias e himnos llamados Qawl), adoración a un solo dios, figuras veneradas (Jass) y una serie de ángeles como Malak Taus (cuya representación recibe el nombre de Sanyak). Los santuarios de los santos y la figura del sheij o líder también tienen importancia.

En junio de 2014, el destino de esta comunidad cambiaría con la proclamación del Estado Islámico liderado por Abu Bakr al-Bagdadi (aparentemente muerto en 2019 en un operativo estadounidense en Siria). Se trata de una organización criminal que debe comprenderse a la luz del contexto de vacío de poder y destrucción que generó la ocupación ilegal de Iraq en 2003, liderada por Estados Unidos, pero también teniendo en cuenta la diversidad de sus militantes: una mezcla de exfuncionarios del antiguo partido político iraquí Baath y de las fuerzas armadas, nacionalistas, extremistas musulmanes y no musulmanes.

Su ambición territorial se extendería hacia las zonas históricamente habitadas por los ezídi (incluso en los tiempos de Saddam Hussein, hubo sucesos de desplazamiento y violencia contra estas comunidades). En agosto del mismo año, las montañas de Shengal (Yebel Sinyar en árabe) fueron atacadas por fuerzas del Estado Islámico. Cerca de 3.000 personas fueron masacradas, algunos lograron escapar (aprox. 30.000) pero muchas otras cayeron en cautiverio.

Hombres, mujeres y niños fueron víctimas, sin embargo el caso de las mujeres ezídi es realmente aterrador. De acuerdo a Amnistía Internacional, cerca de 7.000 mujeres (adultas y niñas) sufrieron del secuestro, abuso, esclavitud sexual, tortura, violación y del comercio en mercados (o entre los mismos militantes). Algunas sobrevivientes cuentan que las ofrecieron por 100 dólares. Los perpetradores fueron hombres de las más de 80 nacionalidades que en algún momento componían las filas del Estado Islámico.

Una de las tantas voces de las mujeres ezídi es Nadia Murad. Estuvo secuestrada durante tres años y fue galardonada en 2018 con el premio Nobel de la Paz, junto a Denis Mukwege. “No tenía idea de que los seres humanos pudieran perpetrar crímenes abominables contra unos y otros. Perdí a mi madre, a seis hermanos y sobrinos. Cada familia ezídi tiene una historia similar. El Daesh trató de erradicar a los ezídi de Iraq por medio del secuestro, el homicidio y la destrucción de su patrimonio cultural y religioso”. Fueron algunas palabras en su discurso.

Muchas mujeres prefirieron suicidarse a seguir viviendo aquella pesadilla. Otras fueron rescatadas por distintas fuerzas del Kurdistán iraquí y algunas activistas lograron negociar con el Estado Islámico para que liberaran rehenes y regresaran a sus hogares. Muchas de ellas también tomaron las armas (ej. las Unidades de Protección y Resistencia de Shengal), siguiendo el ejemplo de las mujeres kurdas para combatir la amenaza del Estado Islámico. No todos los ezídi pudieron regresar a sus tierras, pues muchos permanecen en campos de refugiados.

El Estado Islámico demostró ser un proyecto rechazado por la mayoría de la población autóctona de las zonas donde tuvo presencia (aunque su nivel de convocatoria no fuese un asunto menor). Sus principales víctimas fueron los musulmanes sunníes y chiíes (árabes y kurdos), pero también cristianos y ezídi en diferentes zonas de Siria e Iraq. Esta organización criminal está debilitada pero no extinta. Hay una cuestión de ideología pero también de un contexto político, económico y social en Medio Oriente que es necesario atender con urgencia.

La comunidad ezídi pide justicia y no simpatía. Cerca de 3.000 mujeres siguen desaparecidas y sus familias mantienen la fe de que están vivas y puedan regresar a casa. En aquel discurso Nadia le preguntaba al mundo: ¿por qué no se moviliza la comunidad internacional para su liberación? ¿Qué pasaría si fuesen un pozo petrolífero? Su dolor se asemeja al de mucha gente en Colombia que ha sufrido del desplazamiento, abusos sexuales de diferentes actores del conflicto y diversos crímenes de guerra y de lesa humanidad. Es a partir de estas experiencias tan dolorosas para la humanidad que podemos reflexionar y ser más solidarios y conscientes de otras realidades en el mundo, que desde hace mucho tiempo sufren de males iguales o peores al coronavirus. Mi más sincero respeto y admiración por la lucha y perseverancia de las mujeres ezídi.

*Profesor Universidad Externado de Colombia

Por Felipe Medina Gutiérrez*

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