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En su gira por Latinoamérica, usted aseguró desde Bogotá que “Europa está del lado de Colombia”. ¿Cuál es la importancia geopolítica y estratégica del país para la Unión Europea?
Colombia es la última etapa de mi gira latinoamericana, que inicié el miércoles pasado. Empecé en Brasil, seguí a Perú y México, y terminé aquí. Mi visita busca reconfirmar la voluntad de la Unión Europea de profundizar nuestra relación con América Latina. En Europa tenemos una guerra y, además, tenemos la crisis de Medio Oriente, y eso absorbe recursos y capital político. Sin embargo, esto no puede debilitar nuestro interés estratégico hacia esta región. En ese contexto, Colombia es un país importante en varios aspectos, y muchos de ellos dependen de mi cartera en la Comisión Europea, como la migración y la seguridad. Tengo la impresión de que nuestra relación bilateral sigue siendo importante, como algo que también pidieron otros países: la capacidad de influir juntos, latinoamericanos y europeos, en la agenda global.
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Usted visitó Cúcuta, que es uno de los puntos claves de ingreso de migrantes a Colombia, principalmente, claro, venezolanos, por la condición fronteriza. ¿Cómo le parece que Colombia maneja el tema y qué retos hay en este sentido?
Visité el paso transfronterizo en el puente Simón Bolívar, que es uno de los puntos de intercambio de movilidad entre personas más importantes del mundo, diría yo, y tengo que decir que lo que vi sobre el terreno fue una situación normalizada, con unos procedimientos claros, fluidos, con una buena comunicación entre los dos lados de la frontera. La Unión Europea contribuye y apoya la gestión migratoria en Colombia, con asesores, equipamiento y formaciones, porque, entre otras cosas, esto no va a parar, el mundo no va a vivir con migración cero. Lo que nos conviene es depurar el debate sobre migración y trabajar para buscar vías legales de acceso. Dentro de unas semanas, nosotros presentaremos un nuevo esquema de movilidad legal hacia Europa y hay que seguir trabajando de esa forma. No hay alternativa, no hay otra forma de gestionar la migración en el mundo.
Le hago esta pregunta porque el Estatuto Temporal de Protección para Migrantes, vigente desde hace un par de años en Colombia, ha recibido reconocimiento internacional. ¿Cómo ve este instrumento y qué posibilidades hay de mejorarlo?
Eso también lo tenemos en Europa. Lo hemos activado para acoger a siete millones de refugiados ucranianos que huyeron de la invasión rusa para salvarse en Europa, y les hemos dado este estatuto de protección temporal, que les da acceso, sin condiciones, a nuestro mercado de trabajo, así como a nuestros colegios y hospitales. Es decir, es una herramienta que hay que usar en momentos adecuados, pero no es la única. Hay que ofrecer vías de migración legal y seguir en la lucha contra los traficantes de personas, que se están convirtiendo en una industria global. Tenemos el interés de acabar con su modelo de negocio y de eso, justamente, discutí con mis interlocutores colombianos.
Varios líderes visitan Colombia por la preocupación sobre la migración, en un intento por, como usted dice, buscar salidas legales frente a este fenómeno. Hace poco, por ejemplo, el alcalde de Nueva York, Eric Adams, estuvo en la frontera entre Colombia y Panamá, sobrevolando el Tapón del Darién. Desde su posición como representante de la Unión Europea, ¿qué puede aportar Colombia en el manejo migratorio?
Colombia, efectivamente, es uno de los países más afectados por los flujos migratorios. Está en una región que produce migración y lo que está pasando aquí determina, de alguna manera, la evolución del corredor migratorio hacia América Central, México y Norteamérica. Por eso, la gestión que se hace aquí importa, no solo para Colombia, sino también para sus socios internacionales. Desde Europa, seguiremos apoyando este esfuerzo con formaciones, personal y equipamiento.
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Le pregunto todo eso porque se ha hablado de la necesidad de que la región desarrolle una política regional migratoria. De eso, por ejemplo, trata la Declaración de Los Ángeles, firmada en la última Cumbre de las Américas, llevada a cabo en Estados Unidos. La migración se extiende a lo largo del continente, pasando por Brasil, Chile, Ecuador, Colombia, Panamá y de ahí para arriba, hasta llegar a Estados Unidos. ¿Cómo se podría generar esa coordinación regional?
Todo lo que se podría hacer en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en avanzar y profundizar la cooperación en migración y seguridad, es algo que tendrá un efecto positivo para las relaciones con Europa y, desde luego, para las relaciones de esta región con el resto del planeta. Ya se están haciendo cosas: Bogotá es la sede de Ameripol, que es la asociación de policías de América, en la que Colombia tiene un papel importante. Nuestra agencia, Europol, está en contacto con ella. Mi presencia aquí demuestra, otra vez, la voluntad de seguir trabajando juntos, pero, claro, un elemento interamericano ayudaría a la proyección de soluciones a nivel global.
Cambiando de tema, hablemos de la asociación que usted menciona sobre la transición digital y el fortalecimiento de la economía. ¿Cómo ayuda la una a la otra?
No cabe la menor duda de que el mundo enfrenta tres transiciones trascendentales: la verde, la digital y la de la inteligencia artificial. En Europa, de alguna manera, lideramos la transición verde y la transición digital. Con respecto a la primera, hemos legislado para ser el primer continente totalmente descarbonizado de aquí al 2050 y hemos eliminado los coches convencionales de aquí a un horizonte de 15 años. Con respecto a la transición digital, hemos puesto reglas a las grandes plataformas tecnológicas, que saben que en Europa no vale todo, en términos de protección de datos, de acceso a la información comercial, desinformación, contenidos terroristas, etc. Ahora, además, tenemos la inteligencia artificial, que es un desafío planetario, global. De hecho, en pocos días es el G7, que por primera vez abordará esa cuestión. Menciono esto porque América Latina y Colombia tienen todo el interés y el potencial de ser parte de este trabajo conjunto en las transiciones. Aquí está el 50 % de la biodiversidad mundial y hay jóvenes que van a vivir en medio de una economía digitalizada.
Ya que menciona la inteligencia artificial, en la Universidad Externado de Colombia, usted aludió al tema y dijo que las autoridades, la sociedad civil y el Gobierno deben involucrarse en su regulación. ¿Por qué cree que esto es una acción urgente?
Primero, porque veo que los mismos creadores de esta capacidad de inteligencia artificial son los que llaman públicamente a los poderes, a las autoridades, para encontrar un marco regulatorio. Para mí, esto es lo más importante: si los creadores de esta tecnología ven que hay un riesgo que se nos puede salir de las manos, eso lo dice todo. La inteligencia artificial tiene el potencial de ser muy intrusiva, no solo en nuestra vida profesional, sino también en la personal. Viviremos en un mundo donde todo estará interconectado, entonces, no veo por qué tenemos que confiar en la gestión algorítmica de todas estas partes de nosotros a los ingenieros. Esto tiene que, de alguna manera, quedarse en la sociedad y el control tiene que pasar por sus representantes. Es decir, al final o al principio de esta cadena algorítmica, hay que tener una regulación antropocéntrica. Sin embargo, veo oportunidades, pues nos puede ayudar en la gestión de recursos, así como en la seguridad, la investigación farmacéutica y en la medicina, pero no quiero que esto se haga a costa de nuestras libertades y nuestro modo de vida.
De hecho, hace pocos días, Joe Biden firmó un decreto para regular la inteligencia artificial en Estados Unidos. Él dijo que su país sería un líder en ese sentido. ¿Cómo han abordado este tema de la inteligencia artificial y qué tipo de legislación intentan impulsar en la Unión Europea? ¿Esto podría servir de ejemplo para hacer algo similar en Colombia, en Latinoamérica?
Nosotros tenemos unos códigos muy parecidos a los que tienen los norteamericanos, que corresponden a principios que hacen parte de nuestras reglas de gobernanza digital. Efectivamente, como decía antes, estamos en el G7 y trabajamos con todos los Estados importantes del planeta para encontrar soluciones globales a eso. Esto no se debe reglamentar de manera fragmentada, tampoco se tienen que crear agujeros negros en la gestión de la inteligencia artificial. Colombia, como socio y amigo, como todos los países de la CELAC, puede aprovechar estas tendencias y creo que no tendrá inconveniente en seguir nuestras reglas.
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Además de lo anterior, entiendo que usted está tratando de impulsar un proyecto para resolver la falta de mano de obra en algunos países europeos. ¿En qué consiste esa idea? ¿Cómo ha avanzado ese proyecto?
Esta iniciativa, que es nueva, la presentaremos en unos días, a mediados de noviembre. La consideramos un paquete de reserva de talento, así será el título, y será la primera vez que se haga algo así a nivel europeo. Aunque no concernirá únicamente a América Latina, sino a todos los socios de Europa, será un sistema que presentará vacantes en sectores críticos de la economía europea y permitirá a nuestros socios internacionales que sus ciudadanos se postulen, si creen que sus calificaciones se alinean con las ofertas que publicaremos. En el momento que haya un match, una alineación, el sistema notificará al Estado miembro de la cuestión para seguir el procedimiento. La idea es abrir una puerta legal a la movilidad. El sistema cubrirá vacantes de todo tipo de especialización y competencia. No será una plataforma que privilegiará a los individuos de muy alta cualificación ni de no cualificación, y estará abierta a todo tipo de habilidades.
Entrando en otras discusiones, quisiera preguntarle sobre Ucrania. En pocos meses se cumplirán dos años de la guerra. ¿Qué balance tiene de esto, considerando que varios sectores, como el agrícola y el energético, han resultado afectados, así como se han cerrado algunos mercados por las sanciones a Rusia?
Es triste que, justo cuando la humanidad salía de la pandemia, vino esta guerra absurda, ilógica e ilegítima. Efectivamente, como dice, esto creó una serie de impactos globales, que algunos nos golpean más a los europeos, pero otros más llegan incluso hasta Latinoamérica. Desde el primer momento, hemos apoyado el esfuerzo de los ucranianos a resistirse, a defenderse, y hemos hecho cosas que no tienen precedentes en la historia de la Unión Europea: les hemos dado el estatuto de protección temporal a millones de refugiados, hemos comprado armas para Ucrania con el dinero del contribuyente europeo y hemos financiado al Estado ucraniano para que funcione mientras sigue en su esfuerzo bélico. A la par, con Naciones Unidas y otros más, estamos intentando solucionar algunos problemas de impacto planetario, como las exportaciones de granos y alimentos por el mar Negro y la inflación. Es cierto que Ucrania ganó esta guerra. Es más, no perderla es una victoria. Ahora llega el momento de empezar a pensar en la reconstrucción y las perspectivas de apoyar su camino europeo.
¿La Unión Europea tendrá algún rol en esa reconstrucción? ¿Cómo ve el interés de Ucrania de entrar a ese bloque de países? Ese ha sido un tema sensible en medio de la guerra...
Empiezo con lo segundo: es un interés legítimo, totalmente justificado, que Ucrania quiera ser parte de la familia europea. Es un país en nuestras fronteras, democrático y soberano, y reúne las condiciones para pedir su adhesión. De hecho, el 8 de noviembre decidiremos en la Comisión el calendario de las negociaciones para ello. Con respecto al rol que podría tener la Unión Europea en la reconstrucción ucraniana, efectivamente, Europa tendrá que liderar el proceso y hay muchas ideas de cómo lo podríamos hacer, utilizando, por ejemplo, algunas de las reservas del Banco Federal Ruso, que están congeladas en los mercados internacionales y en Europa. Hay ideas y hay voluntad.
Hablemos de lo que está sucediendo con Israel y Gaza. Tras los ataques de Hamás, la comunidad internacional le dio un apoyo casi que irrestricto al Estado judío, argumentando su derecho a la legítima defensa. Ha pasado un mes y estamos viendo la destrucción en la Franja, donde más de 9.000 personas han muerto y cerca de un millón han tenido que huir de sus casas. ¿Cuál es la posición de la Unión Europea frente a esto y cómo podría intervenir en una solución al conflicto? Hay muchos que hablan de la solución de dos Estados, entre ellos, Francia, pero algunas voces críticas dicen que eso no es viable...
Lo que pasó está muy claro y hay que decirlo con las palabras exactas: estamos hablando de una invasión de una organización terrorista en el Estado de Israel, que es un aliado de la Unión Europea, con un número de víctimas sin precedentes en su historia. Es el mayor ataque terrorista en la historia de ese país. Eso es lo que hay. Luego, está el derecho de Israel de responder a este ataque y hacerlo, como lo hemos dicho, compatible con el derecho internacional. Esta situación está en curso y espero que no se prolongue demasiado.
Nos interesa que esta situación en Oriente Medio, primero, no ponga en peligro a las comunidades judías en Europa. No queremos revivir los horrores del Holocausto y no queremos que nuestros conciudadanos judíos vivan bajo amenaza. Ahora, tampoco queremos una ola de islamofobia generalizada, que no es compatible con la sociedad europea y los principios que representamos. Cuando terminen las operaciones y nos encontremos en el momento del “día después”, efectivamente, habrá un esfuerzo internacional, no solo europeo, para encontrar soluciones viables. Todo eso pasará por algún sistema en el que habrá dos Estados, como en los Acuerdos de Oslo, pero también por garantías de seguridad.
¿Y la diáspora palestina? ¿En esos planes estarían contempladas las comunidades palestinas en Europa?
No quiero precipitarme a una realidad que está por verse. Lo que sí quiero resaltar es que tampoco hace falta rediseñar soluciones a problemas que llevan décadas. Aquí sabemos cuál es la esencia del problema: Israel tiene que vivir en seguridad y los palestinos merecen un futuro de paz y de crecimiento, de prosperidad, sin caer en manos de terroristas. Eso se habló y los parámetros de estos temas se solucionaron con los Acuerdos de Oslo. Creo, entonces, que la posibilidad de los dos Estados, ese futuro de estabilidad y prosperidad, junto con los acuerdos abrahámicos, que están en plena evolución, es por donde tendremos que buscar el “día después” en Oriente Medio.
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