Misiones incompatibles y un gobierno agrietado en Israel: la realidad de Netanyahu
Cada operativo militar de Israel parece complicar el futuro de los rehenes que permanecen en poder de Hamás.
Camilo Gómez Forero
En una crisis de rehenes, y el mundo ha tenido que enfrentar y aprender de varias en el último siglo, siempre van a coexistir dos opciones en la mesa para resolver el problema: la vía diplomática y la vía militar. Y en el caso de los rehenes que hoy están en posesión de Hamás, hemos podido ver cómo Israel ha optado por poner en práctica ambas opciones, con resultados notablemente diferentes en cada caso.
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En una crisis de rehenes, y el mundo ha tenido que enfrentar y aprender de varias en el último siglo, siempre van a coexistir dos opciones en la mesa para resolver el problema: la vía diplomática y la vía militar. Y en el caso de los rehenes que hoy están en posesión de Hamás, hemos podido ver cómo Israel ha optado por poner en práctica ambas opciones, con resultados notablemente diferentes en cada caso.
El pasado domingo las fuerzas de Israel lograron liberar a dos de los más de 100 rehenes que se estima todavía siguen en territorio controlado por Hamás. Se trata de los ciudadanos de origen argentino Fernando Marman, de 60 años, y Louis Har, de 70. Llevaban 128 días inmersos en una pesadilla de la que pensaron que no iban a salir. Se necesitó casi un millar de uniformados de Israel para ejecutar la operación de rescate, y al menos 67 civiles del lado palestino murieron como resultado de la misión. Según Israel, son terroristas.
Decir que esta operación fue un “éxito”, como lo calificó Israel, sería ignorar el riesgo o incluso la muerte de decenas de inocentes del lado palestino. Por la vía militar siempre se va a correr el riesgo de tener efectos y víctimas colaterales. Incluso, puede ocurrir que los rehenes mueran en medio de la intervención militar. Eso también le pasó a Israel en medio de esta crisis, cuando una misión de rescate terminó con la muerte de Yotam Haim, Alon Shamriz y Samer Talalka, los rehenes que se pretendía liberar.
Según una investigación preliminar, los soldados israelíes no estaban preparados para la posibilidad de que los rehenes se acercaran a ellos y terminaron disparándoles en medio de la confusión. Israel lo reconoció días después de la fallida misión.
Por otro lado, a través de la vía diplomática, y tras acuerdos entre Israel y los captores de Hamás, con la mediación de gobiernos del exterior se han logrado cuatro tandas de liberación de rehenes que les han permitido el regreso a la libertad a unos 105 ciudadanos del lado israelí, a cambio de la excarcelación de docenas de presos palestinos. Si este camino parece ser menos peligroso que el primero, ¿por qué Israel insiste en optar por la vía militar como lo hizo el fin de semana?
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Por un lado, hay que destacar que la vía diplomática también tiene sus riesgos. Un ejemplo: algunos de los militantes de Hamás liberados por Israel en 2011, en un canje para que el grupo palestino dejara ir al soldado Gilad Shalit, estuvieron implicados en el ataque del 7 de octubre de 2023. Esto se convirtió en una de las tantas razones por las que en Israel hay resistencia a un intercambio que involucre a miembros de Hamás. Pero por encima de esto está la cuestión sobre el discurso del gobierno.
“Sin duda alguna, la opción militar es la más peligrosa para los rehenes. Sin embargo, Israel es presa de su propia lógica”, dice Mauricio Jaramillo, profesor de la Universidad del Rosario, doctor en ciencia política. Con esto se refiere a que, “al igual que Rusia con Ucrania, Israel hizo tal demostración de fuerza que cualquier retiro o negociación va a ser visto como un fracaso”.
Tras los ataques del 7 de octubre, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, prometió la aniquilación “total” de Hamás. Ese discurso belicista se fue alimentando cada día con declaraciones más y más combativas que integraron otros elementos, como el patriotismo.
“En las últimas semanas (Netanyahu) ha tratado de argumentar que Hamás quiere ver a Israel sumido en elecciones en medio de la guerra, y que él se vaya, con el mensaje implícito de que oponerse a su actual cargo de primer ministro es oponerse al esfuerzo bélico y, por extensión, antipatriótico”, escribió David Horowitz en el periódico Times of Israel.
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Así, bajo este discurso, como dice Jaramillo, se solidificó una idea en la que cualquier muestra de acercamiento con el grupo palestino sería interpretado como un alejamiento del propósito inicial, como explica Jaramillo.
Fue entonces cuando surgieron dos misiones sobre el tablero que resultan incompatibles: liberar a todos los rehenes y el fin total de Hamás. Esta última implica una serie de ofensivas militares que ponen en riesgo la primera misión, y las negociaciones diplomáticas para llevar a cabo el primer objetivo no pueden darse si se continúa con los bombardeos a Hamás, necesarios para el segundo.
Es un escenario difícil para Netanyahu, quien ve en la continuación de la guerra su única esperanza para recuperar su imagen. No obstante, algunos expertos leen que el primer ministro ha quedado atrapado en una encerrona.
“Si no logra cumplir con esto (el fin de Hamás) y con la liberación de los rehenes, su partido Likud probablemente perderá las próximas elecciones y él quedará fuera del cargo”, escribe Dov Waxman, profesor de estudios israelíes de la Fundación Rosalinde, y Arthur Gilbert en The Conversation.
No parece haber una fórmula para lograr ambos objetivos. Esta incompatibilidad entre las misiones ya ha sido identificada por funcionarios israelíes. Según fuentes israelíes consultadas por The New York Times, los militares de Israel reconocen que “una batalla prolongada destinada a desmantelar completamente a Hamás probablemente costaría la vida de los rehenes israelíes retenidos en Gaza”.
Y este dilema ya ha llevado incluso a que se fracture la cúpula del poder. Por un lado, están figuras como el ministro del gabinete de guerra, Benny Gantz, quien sostiene que los rehenes son la prioridad, más allá del fin de Hamás. Y del otro está Netanyahu, quien ofrece declaraciones combativas. Ellos ya no conceden conferencias de prensa conjuntas, lo que refleja una “animadversión tóxica” en el gobierno, según Horowitz.
Por ahora Israel parece mantener sus objetivos ambiguos, a pesar de las grietas internas y las contradicciones. Las vías diplomáticas, dice Jaramillo, siempre están abiertas. Sobre todo ante el trabajo incansable de países como Catar y Egipto, que mantienen “una relación tensa, pero fluida con Israel”. Pero la cuestión, dice el experto, “recae en la sociedad israelí. Son ellos quienes tienen que exigir la salida diplomática”. Pero esto no se dará mientras no se entienda lo que ocurre en Gaza.
“En lo que la mayoría de los israelíes no se centran es en el sufrimiento de los civiles palestinos en Gaza. Muchos ni siquiera son conscientes de lo que les está sucediendo a los palestinos en Gaza, porque recibe poca cobertura en los medios israelíes”, resalta Waxman.
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