“Niveles de pesadilla”: el éxodo de Rafah agrava la situación en la Franja de Gaza
La ciudad sureña del enclave va a completar cuatro días bajo asedio militar de Israel, que ahora controla todos los pasos fronterizos y ha desplazado a más de 100.000 personas que se refugiaban allí.
Hugo Santiago Caro
A pocas horas de cumplirse el cuarto día desde que Israel dio la orden a los habitantes de los barrios periféricos de Rafah de evacuar sus casas advirtiendo el inicio de una incursión militar terrestre, ya van más de 100.000 refugiados que han partido de la ciudad fronteriza con Egipto con el fin de proteger sus vidas frente a la ofensiva de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI).
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A pocas horas de cumplirse el cuarto día desde que Israel dio la orden a los habitantes de los barrios periféricos de Rafah de evacuar sus casas advirtiendo el inicio de una incursión militar terrestre, ya van más de 100.000 refugiados que han partido de la ciudad fronteriza con Egipto con el fin de proteger sus vidas frente a la ofensiva de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI).
La instrucción era que se movieran hacia Al Mawasi, donde presumiblemente Israel había acondicionado un campamento para que se alojaran las personas que dejaran Rafah. Sin embargo, desde Estados Unidos hasta organizaciones como Naciones Unidas han cuestionado constantemente las garantías de derechos humanos que ofrece este campamento. “Estas personas se ven nuevamente desplazadas por la fuerza, pasando de tiendas de campaña improvisadas a otro lugar sin alojamiento, comida, agua ni atención médica adecuadas. Corren el riesgo de caer aún más en las profundidades de un desastre humanitario masivo que ha alcanzado niveles de pesadilla”, afirma Aurelie Godard, líder del equipo de Médicos Sin Fronteras en Gaza.
Desde entonces no solo ha sido Al Mawasi, que queda a unos ocho kilómetros de Rafah. La destruida ciudad del centro de Gaza, Jan Yunis, y la localidad costera de Deir al-Balah están recibiendo de vuelta a cientos de personas que ya habían huido ante la ofensiva de Israel y que ahora vuelven a recoger los escombros. “Marchamos de los escombros de nuestra casa en Al Bureij y ahora, a causa de los bombardeos intensos en Rafah, mis niños y yo estamos en la calle. No sabemos adónde ir, no hay ningún lugar seguro”, afirma a AFP Ibtihal al Arouqi, una mujer de 39 años que huye de Rafah y recientemente dio a luz por cesárea.
Muchas de estas personas están tomando un camino aún más largo que el propuesto en el plan de evacuación de Israel, ya que Deir al-Balah está a 20 kilómetros de Rafah y en su camino deben recorrer las ruinas de lo que queda de las otras dos ciudades cercanas y arrasadas (Jan Yunis y Al Mawasi). Para Godard, uno de los riesgos que corren los refugiados al regresar es que son territorios que acaban de ser devastados militarmente y muchos de ellos no han sido desminados.
“La gente tiene miedo, se está yendo hacia lugares donde apenas hay infraestructuras. Conseguir agua a día de hoy es todo un desafío. En Jan Yunis, además, hay muchos escombros por todas partes. Por lo que sé, la ciudad aún no ha sido completamente despejada de los artefactos explosivos que no detonaron. La vida sigue siendo muy difícil allí, pero al menos resulta un poco menos aterradora que quedarse en Rafah”, añade.
Cabe resaltar que la situación humanitaria tiende a volverse cada día más crítica, pues el ingreso de Israel a Rafah trajo consigo la toma del último cruce fronterizo con el exterior que no controlaban en el enclave, la frontera con Egipto. Con esta toma, según denuncias desde el terreno, vino el cierre total, lo que afecta el ingreso de ayuda humanitaria desde la península del Sinaí y estaría dejando fuera a organizaciones humanitarias como la agencia para refugiados palestinos de la ONU, UNRWA. Los recursos en Rafah comienzan a escasear y las voces que hablan desde la ciudad dan cuenta del miedo que se vive en las calles.
“La vida se ha parado por completo en el centro de Rafah (...). Las calles están vacías, los mercados paralizados. Todos tememos un avance como en los barrios del este”, afirma a AFP Marwan al Masri, un refugiado en Rafah. Los barrios del este fueron los primeros en ser tomados, de allí han salido los más de 100.000 ciudadanos que se han ido. Al Masri también dejó claro que tanto él como su familia tienen miedo de lo que pueda pasar con el desarrollo de la ofensiva. “La población teme que los precios de los alimentos frescos suban mucho y muy deprisa, porque estos comenzarán a escasear si el paso fronterizo permanece cerrado. Y, por supuesto, todos los suministros médicos se están viendo ya amenazados por este cierre”, explica Godard.
Ya durante la semana, la Organización Mundial de la Salud adelantó que a los hospitales de Gaza les quedaban pocos días de combustible para seguir funcionando, pero el personal de Médicos Sin Fronteras ha adelantado que las acciones en dichos centros médicos ya se están comenzando a detener. “A principios de esta semana, el personal médico y los pacientes tuvieron que ser evacuados del hospital Al-Najjar, mientras que el Hospital Europeo de Gaza (EGH) ya no es accesible. Nuestros equipos han comenzado a dar de alta a los pacientes del Hospital de Campaña Indonesio de Rafah, donde apoyamos la prestación de atención postoperatoria, y suspenderemos nuestras actividades en la Clínica Al-Shaboura hasta nuevo aviso”, informó la organización en un comunicado.
El hospital Al Najjar fue cerrado por completo para evitar que, como ocurrió con Al Shifa y Nasser, los otros dos hospitales más grandes de Gaza, fueran blanco de ataques israelíes, quienes argumentaron que eran utilizados por Hamás como refugio para camuflar sus actividades militares. En carros, camiones, en vehículos de tracción animal o a pie, el éxodo de retorno hacia el norte de Gaza sigue constantemente y según relata AFP, ya se está hablando de una superpoblación en los improvisados campamentos en Deir al-Balah. “Es una ciudad muy pequeña que ahora está extremadamente superpoblada. No hay lugar ni infraestructuras para acoger a esta gente”, afirma la agencia con el testimonio de un comerciante local. Con los bombardeos en marcha, la comunidad internacional sigue expresando su rechazo a la incursión, incluyendo el principal aliado de Israel, el gobierno de Estados Unidos.
“Han muerto civiles en Gaza como consecuencia de esas bombas. Está mal”, dijo el presidente Joe Biden en una entrevista a CNN. Biden también amenazó con cortar su envío de armas a Israel si seguía adelante con la invasión, pero la respuesta fue contundente: seguirán adelante con o sin el apoyo de EE. UU. “Las Fuerzas de Defensa de Israel tienen armamento para las misiones que están planeando y también para las misiones en Rafah. Tenemos lo que necesitamos”, afirmó el portavoz de las FDI a The Times of Israel. Sin embargo, para el analista y docente de la Universidad Externado de Colombia Alejandro Bohórquez-Keeney, la presión de Biden tiene plenos tintes electorales.
“Vemos ahora muchas protestas estudiantiles y demás en apoyo a Palestina, y pues ahí muchas de la base votante del Partido Demócrata, ¿no? Entonces, finalmente tiene alguien que atender estas demandas. Sabemos que Biden es más bien un candidato centrista. No es como Bernie Sanders, que gusta más a la mayoría de la población estudiantil universitaria americana. Entonces, esas son las presiones. Estamos en elecciones y otros grupos, además de los estudiantes, que han hecho sentir que Estados Unidos no debería seguir apoyando a Israel”, explica el docente.
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