“No llega la ayuda humanitaria”, colombiana al frente de MSF sobre guerra en Sudán
La guerra civil, que transcurre desde hace un año exactamente en el país africano, ha dejado consecuencias devastadoras: miles de muertos y millones de personas huyendo dentro y fuera de sus bordes. La poca ayuda que ingresa se expone a la inseguridad y a la dificultad de hacerle entender a las fuerzas regulares y paramilitares que se debe respetar la asistencia médica y humanitaria. Entrevista con Mónica Camacho, responsable de asuntos humanitarios para África Oriental de Médicos Sin Fronteras.
María José Noriega Ramírez
Se cumple un año desde que en Sudán empezaron los enfrentamientos entre el Ejército nacional y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido, dando paso a una crisis que traspasa las fronteras y aqueja a la región africana: más de 12.000 muertos, ocho millones de desplazados internos, de los cuales dos millones han huido a otros países (37 % a Chad, 30 % a Sudán del Sur y 25 % a Egipto, según la Organización Internacional de las Migraciones), y 25 millones en necesidad de ayuda humanitaria. La UNICEF calcula que 3,7 millones de niños podrían sufrir de desnutrición aguda este año, teniendo en cuenta que, de por sí, en un terreno caracterizado por la sequía, el acceso a mercados es, si no nulo, bastante restrictivo.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Se cumple un año desde que en Sudán empezaron los enfrentamientos entre el Ejército nacional y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido, dando paso a una crisis que traspasa las fronteras y aqueja a la región africana: más de 12.000 muertos, ocho millones de desplazados internos, de los cuales dos millones han huido a otros países (37 % a Chad, 30 % a Sudán del Sur y 25 % a Egipto, según la Organización Internacional de las Migraciones), y 25 millones en necesidad de ayuda humanitaria. La UNICEF calcula que 3,7 millones de niños podrían sufrir de desnutrición aguda este año, teniendo en cuenta que, de por sí, en un terreno caracterizado por la sequía, el acceso a mercados es, si no nulo, bastante restrictivo.
La ONU, que ha recaudado apenas el 5 % de los 2.500 millones de euros que se necesitan para cubrir las necesidades de los sudaneses, calificó esto como una “crisis humanitaria de proporciones épicas”. Allí, en medio de la destrucción y el caos, Médicos Sin Fronteras presta asistencia humanitaria a la población. La organización cuenta que las consecuencias sanitarias de la guerra han sido devastadoras: entre el 70 % y el 80 % de los hospitales de las zonas afectadas por el conflicto ya no funcionan, además de que hay niveles extremadamente altos de necesidades médicas. Su personal ha atendido a personas heridas directamente en los combates, como heridas de metralla, heridas por explosiones y heridas de bala, incluso por balas perdidas, tras recibir más de 22.800 casos de lesiones traumáticas.
Sin combustible, agua y luz, en un contexto en el que los materiales que logran ingresar también han sido robados, Mónica Camacho, responsable de asuntos humanitarios para África Oriental de Médicos Sin Fronteras, radicada en Nairobi, Kenia, cuenta que el foco de las labores en Sudán ha sido el de reactivar los servicios críticos, apoyar las unidades de urgencias, pediatría y maternidad, además de reabastecer los centros de salud y adecuarlos para tener algo de funcionalidad, con, por ejemplo, bombas de agua o reparación del sistema de energía. Esto lo define como una labor “titánica” y como una crisis que le ha tocado competir con otras, como Ucrania y Gaza, en términos de recursos.
Médicos Sin Fronteras alertó en 2022 que Sudán atravesaba el nivel más alto en la década en cuanto a necesidades humanitarias. ¿Cómo se ha acentuado este panorama un año después de haber estallado la más reciente guerra civil?
El punto de partida ya era malo: veníamos con un sistema de salud frágil y ya había comunidades expuestas a un nivel de violencia alto. El conflicto exacerbó todo esto. En consecuencia, hoy tenemos una población que no tiene acceso a servicios de salud. Es decir, hay personas que físicamente no pueden desplazarse a centros médicos por la inseguridad. Otras, en cambio, aunque lleguen, se encuentran con lugares destruidos o que no tienen personal, pues muchos doctores y enfermeros han huido. Es una situación de extrema vulnerabilidad: no hay vacunación (ya tenemos casos de sarampión), no hay agua y hay desnutrición. A la par, los números de refugiados y de desplazados internos están llegando a límites inimaginables, mientras hay gente, como adultos mayores, que está atrapada, que no puede salir, y que no cuenta con medicamentos para tratar enfermedades crónicas, como la diabetes o la presión alta.
Ustedes brindan apoyo a más de treinta centros de salud en diez estados de Sudán: ¿cómo es ofrecer asistencia humanitaria en medio de este contexto de represión e inseguridad, de necesidades insatisfechas y vulnerabilidad?
Es una labor titánica. En áreas en disputa por las dos partes, tenemos personal que está muy cerca de la línea de fuego. Tenemos equipos, tanto nacionales como internacionales, que trabajan en un ambiente hostil, agresivo, violento. Entonces, hay un esfuerzo institucional enorme para apoyarlos, es decir, de hablar y sensibilizar a las dos partes en el respeto a la acción humanitaria con respecto a los hospitales y a la ayuda médica. Sin embargo, muchas veces no lo hacen. A la par, los equipos que trabajan en zonas que no son tan sensibles no tienen luz ni agua. Todo está dañado. También hay robos.
¿A qué otros obstáculos se enfrentan?
Normalmente, los médicos tienen la posibilidad de incrementar los servicios y la capacidad. Es decir, aumentar el personal e ingresar material. Aquí, dadas las restricciones que nos ponen las partes, hacer eso es muy difícil. El nivel de obstrucción que instauran hace que nos den las visas de forma lenta e irregular, cuando necesitamos mucha gente (por ende, visas), debido a la rotación de personal, ya que trabajar en estas circunstancias es muy difícil. Además, no contamos con los permisos de viaje para movernos a otros pueblos o aldeas, pues en Sudán, el personal, los medicamentos y el material logístico necesitan una autorización para moverse dentro del país. Nuestro reto está en ser capaces de responder a las necesidades, en medio de este bloqueo sistemático.
¿Cómo ha sido ese diálogo con los actores involucrados en el estallido?
Además de que se ha demorado en reconstruir, el Gobierno de Sudán siempre ha sido débil, siempre se ha mostrado reacio a dejar entrar ayuda humanitaria, y tiene récords en eso: la crisis de Darfur de los años 2000 mostró su poca apertura. A esto se suman las sanciones de los americanos y el sentimiento antioccidental, antiextranjero, que dificulta las negociaciones. Ahora, que está más destruido, es más difícil hacerlo, porque, además, nadie confía en nadie. Por otro lado, las Fuerzas de Apoyo Rápido no son un ejército estructurado ni entrenado, entonces es difícil explicarles la acción humanitaria, decirles que un hospital se respeta, que podemos atender a los heridos de guerra, pero bajo unas reglas, como dejar el arma y el uniforme. Es complicado tener esa conversación y esto hace que los equipos estén en una situación de riesgo y de exposición muy alta. De alguna manera, esto también aplica para lo que queda del Ejército regular, porque las Fuerzas Armadas también han tenido que reclutar y entrenar muy rápido, pero no tienen tiempo de llevar a cabo discusiones sobre lo que a nosotros nos asiste en el trabajo. Nuestra organización tiene que hacer una inversión muy grande de recursos humanos y de tiempo para explicarles todo esto a las partes en conflicto.
Hay quienes dicen que lo que está pasando en Sudán es una crisis regional, ¿cómo ve esto?
Efectivamente, el nivel de inestabilidad que la crisis de Sudán genera en la región es considerable: hay más de medio millón de personas que han entrado como refugiadas a Chad, que es desierto y tiene conflictos tribales, y a Sudán del Sur, que está en año electoral, países que de por sí ya son vulnerables. Al llegar esta masa crítica de gente, hay más inestabilidad y más tensión entre las comunidades locales, y por eso se considera que es una crisis regional. Un grupo pequeño también ha llegado a Etiopía, a la zona Amhara, que hoy está en conflicto. Otros también han ingresado a Libia, Egipto y República Centroafricana. Entonces, los sudaneses están entrando a lugares en problemas, a zonas que económicamente están deprimidas, necesitando agua, comida, salud y educación. Estos países con frontera con Sudán son zonas bastante vulnerables, abandonadas y remotas, con problemas socioeconómicos de antemano.
Frente a otras emergencias humanitarias, como Gaza y Ucrania, ¿qué pasa con la ayuda para Sudán?
No le llega nada, esa es la verdad. Hoy en día, del pedido que hizo Naciones Unidas, ni siquiera el 5 % asignado para este año ha llegado. Los donantes están destinando el dinero a otros lados. La ONU, como otras organizaciones humanitarias, no puede responder ni hacer un aumento de recursos para mandar material y gente. Nosotros porque tenemos recursos propios y tenemos la capacidad de aumentarlos, pero aun así nos enfrentamos a la inseguridad, a los permisos, a que no podemos entrar como quisiéramos. Hay que sensibilizar a la gente, porque, efectivamente, los donantes están compitiendo con otras prioridades, con Gaza y Ucrania, por ejemplo, y el esfuerzo nuestro es tratar de crear visibilidad frente a la magnitud de crisis que vive Sudán.
📧 📬 🌍 Semana a semana tendremos un resumen de las noticias que nos harán sentir que No es el fin del mundo. Si desea inscribirse y recibir todos los lunes nuestro newsletter, puede hacerlo en el siguiente enlace.
👀🌎📄 ¿Ya se enteró de las últimas noticias en el mundo? Invitamos a verlas en El Espectador.
Si le interesan los temas internacionales, quiere opinar sobre nuestro contenido o recibir más información, escríbanos al correo mmedina@elespectador.com o aosorio@elespectador.com