“Paren el castigo colectivo y el baño de sangre en Gaza”: Médicos Sin Fronteras
David Cantero, coordinador general de Médicos Sin Fronteras en Israel, y Raúl Incertis, anestesista que hace poco fue evacuado de Gaza, hablan sobre el colapso de los hospitales en la Franja y reflexionan sobre la crisis humanitaria que viven los palestinos en el enclave.
“Hoy sigo vivo” es la respuesta que Raúl Incertis, anestesista de Médicos Sin Fronteras, recibe de sus colegas en Gaza cuando les escribe preguntándoles cómo están. “No hay lugar para grandes explicaciones”, dice. Su realidad cambió en cuestión de instantes. Si el 1 de octubre llegó a la Franja con la idea de operar a jóvenes y hombres gazatíes que recibieron disparos en sus tobillos por parte de los soldados israelíes, luego de que les lanzaran piedras desde el otro lado del muro, una semana después tenía ante sus ojos el inicio de una catástrofe humanitaria, una que, para él, ha adquirido el doloroso rostro de los niños en medio de la guerra. Si el viernes 6, el día antes del ataque de Hamás contra Israel, estaba en una playa, en medio de la calma y la tranquilidad, días después se sorprendería de ver que no hay vendajes suficientes para tratar las quemaduras de los heridos y que cientos de personas, como él, se movieron de norte a sur, huyendo.
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“Hoy sigo vivo” es la respuesta que Raúl Incertis, anestesista de Médicos Sin Fronteras, recibe de sus colegas en Gaza cuando les escribe preguntándoles cómo están. “No hay lugar para grandes explicaciones”, dice. Su realidad cambió en cuestión de instantes. Si el 1 de octubre llegó a la Franja con la idea de operar a jóvenes y hombres gazatíes que recibieron disparos en sus tobillos por parte de los soldados israelíes, luego de que les lanzaran piedras desde el otro lado del muro, una semana después tenía ante sus ojos el inicio de una catástrofe humanitaria, una que, para él, ha adquirido el doloroso rostro de los niños en medio de la guerra. Si el viernes 6, el día antes del ataque de Hamás contra Israel, estaba en una playa, en medio de la calma y la tranquilidad, días después se sorprendería de ver que no hay vendajes suficientes para tratar las quemaduras de los heridos y que cientos de personas, como él, se movieron de norte a sur, huyendo.
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En compañía de otros más, se desplazó cuatro veces en tres semanas. Sí, tuvo miedo por su vida y, cómo no, si es una guerra, admite, pero no lo compara con lo que han sufrido los palestinos dentro del enclave. “A las personas se les avisa de los bombardeos por mensaje de texto, por lo que es difícil para quienes no tienen un celular. Se les anuncia que en cinco minutos tomará lugar el ataque. Bajan y bombardean el edificio, esa es la modalidad. Pero también pasa que las personas evacúan y no ocurre el ataque, lo que genera terror psicológico, o también sucede que bombardean un edificio que no ha sido abandonado”. Recuerda, por ejemplo, que Ibrahim, uno de los conductores que acompañaba al equipo de médicos, iba para la casa de su hermano. En el camino, decidió visitar a un amigo. “En cuestión de diez minutos, ese pequeño desvío le salvó la vida. Una bomba cayó en la casa de su hermano”.
“Nadie está seguro. Trabajar en Gaza es extremadamente difícil”, afirma David Cantero, coordinador general de Médicos Sin Fronteras en Israel. Desde Jerusalén, comenta que los médicos se juegan la vida con solo desplazarse hacia los hospitales. Una vez dentro, tampoco están seguros. “Ellos han estado en un dilema imposible: marcharse hacia el sur o quedarse a cuidar pacientes. Un médico nunca debería estar expuesto a eso”. Admite que no había estado en medio de algo así: “Gaza es una jaula humana. No había visto una situación similar, un contexto en el que bloquearan la ayuda humanitaria por tantos días, en el que no hubiera forma de escape, en el que se esté dando esta magnitud de muerte de civiles”.
Dice que han logrado sacar a varios de sus equipos en terreno, como sucedió con Incertis, pero que no han logrado ingresar a aquellos especializados en este tipo de emergencias. Ellos están en El Cairo, en Egipto, esperando luz verde para su ingreso. Mientras, conoce que, en medio de la escasa energía que tienen los hospitales, pues Israel no ha permitido el ingreso de combustible, los médicos han tenido que elegir entre un paciente y otro para apagar las máquinas (respiradores e incubadoras) y no hay analgésicos. Incluso, algunos están desinfectando heridas con vinagre. “Uno de nuestros cirujanos tuvo que realizarle una amputación parcial a un niño con sedación parcial, frente a su mamá y a su hermana. Eso muestra que los hospitales están al límite, que están al borde del colapso. Otro caso es el de un niño completamente quemado, a quien, cambiándole los vendajes, no le pudieron dar ningún tipo de calmante”.
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Confiesa que es difícil encontrar las palabras precisas, los adjetivos justos, para describir lo que está pasando en Gaza. “La situación es terrorífica. Pedimos un cese al fuego inmediato, duradero e incondicional. Tiene que parar esta masacre, esta matanza indiscriminada de población civil, este baño de sangre”. Pero su preocupación no se queda allí, también está latente en Cisjordania, donde, según cuenta, 2023 ha marcado un récord en número de fallecidos, heridos y personas desplazadas forzosamente: “Desde el principio de la guerra, han muerto más de 140 palestinos, entre ellos, 43 niños, hay más de 2.300 heridos y se presenta un incremento de los ataques de los colonos a la población palestina, tanto en el número como en la violencia”.
Incertis ha estado en Afganistán y Yemen. Le preocupa que esas guerras queden en el olvido y que en la actual, en la que transcurre en la Franja de Gaza, se acentúen los traumas psicológicos con los que han crecido varias generaciones allí. Cantero, por su parte, cree que no se está haciendo lo suficiente a nivel internacional, que la ayuda humanitaria es un goteo, que no se puede apagar un incendio con un vaso de agua, y que este castigo colectivo contra los palestinos debe parar.
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