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Este martes ha traído una importante noticia y una preocupación por las tensiones crecientes entre EE. UU. y China. Se trata de la visita a Taiwán de la señora Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de EE. UU., y por ello segunda en la línea de sucesión presidencial, después de Kamala Harris, en la eventualidad de falta del presidente. Esta visita se había programado desde comienzos del año, y debía hacerse efectuado en abril pero, por Covid de la señora Pelosi, se aplazó. Solo hace dos semanas se hizo público que sería probablemente en la primera semana de agosto.
En el curso de los últimos 20 años, no habían existido visitas de funcionarios de tan alto nivel de los Estados Unidos a Taiwán. Veamos entonces las razones esgrimidas por la visitante, la reacción en EE. UU. y el punto de vista chino. Con ello, podríamos tener los elementos para que cada quien se haga con un punto de vista consistente, y no solo de opinión acalorada, sobre este espinoso asunto.
En primer lugar, no hay que olvidar que en noviembre, es decir, en solo tres meses, habrá elecciones parlamentarias en EEUU. Se renueva una parte del Senado, y la Cámara de Representantes. En el Senado, la situación es particularmente delicada. En la actualidad hay un empate entre el número de miembros demócratas y republicanos. Como en casos de empate, el voto de quien ejerza la vicepresidencia cuenta por dos, los demócratas pueden hacer mayoría hoy día para sus proyectos legislativos. Si pierden una sola curul, habría mayoría republicana en el Senado. Por otra parte, para la Cámara, las campañas políticas han sido intensivas y se espera que el tono suba las próximas semanas. Es decir, los políticos estadounidenses están en plena campaña electoral del Congreso.
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Del lado republicano, el expresidente Trump participa indirectamente de manera certera. En su época de presidente tuvo posiciones muy fuertes en relación con China, argumentando que los gobiernos anteriores habían sido débiles en el tema. Trump practicó además el imperio de la “real politik”, por encima de consideraciones ideológicas referidas a si un país era democrático o no. La administración Biden ha insistido desde el comienzo en que EE. UU. tendría una buena relación con las democracias, y no sacrificaría sus principios por cercanía a países autoritarios. Uno de los argumentos de la señora Pelosi es que Taiwán tiene un sistema democrático y por ello EE. UU. debe apoyarla.
Una fuerte posición frente al tema de Rusia en Ucrania, o frente al tema de Taiwán, tiene un triple propósito: En política interna, que es lo que más cuenta a tres meses de elecciones de Congreso, y con el desarrollo actual del proceso a los asaltantes del Capitolio en enero del año pasado, se intenta poner énfasis en las reglas de juego democrático. Es un argumento fuerte para las campañas y para contrarrestar los permanentes mensajes de Trump. También, se busca reafirmar el punto de vista de que las alianzas deben ser con los países de régimen democrático, y no solo con los países más importantes. Tiene, sin embargo, una limitación: El propio presidente Biden ha tenido que aceptar que, si necesita más petróleo en el mercado, debe acercarse (y lo ha hecho) a gobiernos de otros países, con independencia de su sistema de gobierno.
Y en la política internacional, es un mensaje en la misma dirección, en el juego entre énfasis en las democracias o en el realismo político. Sin embargo, debe recordarse que normalmente la política internacional no es un tema de agenda en las confrontaciones políticas en EE. UU., en especial en las campañas para Congreso. Los grandes temas que se jugarán para noviembre deben ser los de la inflación, el empleo y la salud; y en los estados del sur, la migración.
Ahora bien, el gobierno central de los EE. UU. parece haber estado en desacuerdo con la visita de la señora Pelosi, máxime que la primera semana de agosto es el aniversario del “Ejército Rojo” en China y el comienzo de una reunión anual de reflexión de la dirigencia de ese país (o sea un factor de altísima sensibilidad). Para los chinos, el tema de Taiwán es también de alta sensibilidad, no solo porque Taiwán lo es, sino precisamente por las fechas escogidas para su visita.
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China ha mostrado su desacuerdo radical con el asunto, pero hasta ahora se ha manejado dentro de mensajes más simbólicos que reales. Ha habido declaraciones fuertes e incluso han realizado maniobras “con fuego real” frente a la provincia china de Quanzhou, que está a menos de 200 km del occidente de Taiwán, o sea a pocos minutos de vuelo. Pero no hay un bloqueo de Taiwán, ni por el sur, ni por el norte, ni por el oriente de la isla. Fuera de que ello implicaría una peligrosa escalada de los dos lados, muestra que el tema aún no se ha radicalizado. Por ello, el avión que transportada a la señora Pelosi pudo entrar por el sureste de Taiwán, sin el menor problema. China nunca responde de inmediato, así que en algún momento en los próximos meses puede responder con alguna medida no necesariamente militar, frente a estos temas.
De momento, viendo el asunto con cabeza fría, el tema incrementaría la popularidad de la señora Pelosi en EE. UU., salvo entre los miembros del Partido Republicano. Como ella apoya campañas diversas en los diferentes estados, podría tener algún impacto electoral.
Pero, paradójicamente, es factible que se perciba un mayor acercamiento estratégico entre China y Rusia en el próximo futuro. Es lo que siempre los gobiernos de EE. UU. quisieron evitar, en ocasiones con éxito. Desde Nixon hasta Obama se hizo, atrayendo a China. Trump lo intentó evitando confrontaciones con Rusia. Ese acercamiento, que puede incrementarse ahora, en el mediano plazo podría favorecer la posición electoral de Trump. Una enorme paradoja, proviniendo de acciones de la que fue su más valerosa crítica en el Congreso de los Estados Unidos.
* PhD en Relaciones Internacionales. Escritor, profesor universitario, diplomático.