Pobreza e inestabilidad: así es Sudán, el país donde se dio un golpe de Estado
Desde 1989, Sudán ha vivido tres golpes de Estado. El primero de ellos instauró el gobierno dictatorial de Omar al Bashir, quien duró en el poder treinta años, hasta que llegó el segundo intento de los militares por cooptar el poder. Dos años después, el país africano se enfrenta a las tensiones sociales y políticas provocadas por un tercer golpe de Estado.
Apenas en 2019, Sudán vivió un golpe de Estado con el que los militares removieron del poder a Omar al Bashir, quien, gracias a otro asalto de la mano de los militares, estuvo a la cabeza del régimen por treinta años. Desde entonces, el país experimentó una transición en la que militares y civiles compartían el poder. Fruto de las tensiones entre ellos, se dio el más reciente golpe de Estado, con el que se disolvió la cúpula civil del gobierno de transición.
Omar al Bashir fue traicionado por quienes una vez lo apoyaron
En medio de una crisis por la alta inflación y el desabastecimiento de pan y otros productos, creció la demanda por la renuncia de Al Bashir, en el poder desde 1989, y quien resistió tres décadas en la presidencia de Sudán, sobreviviendo a guerras y a sanciones, hasta que fue apartado del poder por los mismos militares que lo apoyaron en sus acciones represivas. Así fue como en abril de 2019, a través de un comunicado leído por Awad Ibnouf, el entonces ministro de Defensa, se informó al país “la caída del régimen y la detención de su jefe en un lugar seguro”.
Respaldado por el Ejército y los partidos islámicos, Al Bashir ascendió al poder mediante un golpe de Estado contra el único gobierno democrático de la historia del país. Luego impuso la ley islámica, la sharía, agravando el resentimiento de las provincias del sur, de religiones cristiana y animista, y alimentando una guerra que se desató en 1983 y solo se cerró en 2005, con un acuerdo que conduciría a la independencia de Sudán del Sur en 2011. Pero mientras cerraba el conflicto con el sur, se levantaron los rebeldes de Darfur, a los que reprimió a sangre y fuego, lo que la Fiscalía de la Corte Penal Internacional (CPI) describió como “actos de exterminio” de las tribus Fur, Masalit y Zaghawa.
Le puede interesar: Golpe de Estado en Sudán: militares disuelven el Gobierno y le disparan a civiles
Tras la independencia de Sudán del Sur, el apoyo popular de Al Bashir se esfumó a la misma velocidad que se hundió la economía del país, generando las protestas que desembocaron en su salida del poder.
¿Qué vino después?
Según el profesor Felipe Medina Gutiérrez, “la era Al-Bashir dio paso a una transición dominada por los militares, a pesar de que la presión de diferentes comités de resistencia y sectores de la sociedad civil, especialmente a raíz de la masacre del 3 de junio de 2019, donde las fuerzas de seguridad mataron a más de 100 personas, hizo que se acordara un gobierno de transición conjunto entre militares y civiles, con el objetivo de celebrar elecciones en 2022, pero rechazado nuevamente por una pluralidad de sectores políticos y sociales del país. Así, la violencia permaneció″.
Para el académico, los rezagos del genocidio de Darfur y los problemas estructurales sin resolver con Sudán del sur, “debido al acuerdo de paz y a la comunidad de intereses”, así como la exclusión política, la crisis económica y la injusticia social, son aspectos que explican los tiempos convulsos que el país africano atravesaba hace algunos meses.
Un tercer golpe de Estado: los ciudadanos protestaron contra la toma militar
Luego de semanas de tensión entre los militares y civiles que compartían el poder en Sudán desde 2019, las Fuerzas Armadas se tomaron el poder, según afirmó el Ministerio de Información de ese país. El general sudanés Abdel Fattah al Burhan disolvió las autoridades de transición, y la mayoría de los miembros civiles fueron detenidos. Frente a ello, la sociedad civil no se quedó callada. La Asociación de Profesionales, una de las cabezas de la revuelta de 2019 que puso fin a los treinta años de la dictadura de Omar Al Bashir, llamó a la desobediencia civil en Jartum, la capital. El sindicato de médicos y bancarios también se unió a las protestas en Jartum, hundida ya en el caos, sin internet y con las calles repletas de gente, en un contexto de gran inestabilidad.
Con las comunicaciones restringidas, solo subsistía un canal abierto: los comunicados del Ministerio de Información publicados en Facebook. “Los miembros civiles del Consejo de Soberanía de transición y varios ministros del gobierno de transición fueron detenidos por las fuerzas militares conjuntas”, dijo esa fuente en un primer momento. “Tras haber rechazado apoyar el golpe de Estado, las fuerzas armadas detuvieron al primer ministro Abdallah Hamdok y lo llevaron a un lugar no identificado”, agregó el ministerio.
En Jartum, manifestantes se aglomeraron en las calles y quemaron llantas para protestar por los arrestos, constataron periodistas de la AFP. Según se lee en la agencia, dados los anuncios del jefe militar, sindicatos y activistas prodemocráticos llamaron a una “desobediencia civil” y de “huelga general”, en la línea del llamado a “manifestarse” contra el “golpe de Estado”. Así, Jonas Horner, investigador en el International Crisis Group, le afirmó a la agencia de noticias que “este es un momento existencial para ambos bandos”, civil y militar.
Los niveles de tensión alcanzaron tal punto que tres manifestantes murieron y al menos 80 resultaron heridos, según reportes médicos. Esto, luego de que el ministerio de Información diera a conocer que “los soldados dispararon con balas reales sobre manifestantes opuestos al golpe de Estado militar frente al cuartel general del ejército”.
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Apenas en 2019, Sudán vivió un golpe de Estado con el que los militares removieron del poder a Omar al Bashir, quien, gracias a otro asalto de la mano de los militares, estuvo a la cabeza del régimen por treinta años. Desde entonces, el país experimentó una transición en la que militares y civiles compartían el poder. Fruto de las tensiones entre ellos, se dio el más reciente golpe de Estado, con el que se disolvió la cúpula civil del gobierno de transición.
Omar al Bashir fue traicionado por quienes una vez lo apoyaron
En medio de una crisis por la alta inflación y el desabastecimiento de pan y otros productos, creció la demanda por la renuncia de Al Bashir, en el poder desde 1989, y quien resistió tres décadas en la presidencia de Sudán, sobreviviendo a guerras y a sanciones, hasta que fue apartado del poder por los mismos militares que lo apoyaron en sus acciones represivas. Así fue como en abril de 2019, a través de un comunicado leído por Awad Ibnouf, el entonces ministro de Defensa, se informó al país “la caída del régimen y la detención de su jefe en un lugar seguro”.
Respaldado por el Ejército y los partidos islámicos, Al Bashir ascendió al poder mediante un golpe de Estado contra el único gobierno democrático de la historia del país. Luego impuso la ley islámica, la sharía, agravando el resentimiento de las provincias del sur, de religiones cristiana y animista, y alimentando una guerra que se desató en 1983 y solo se cerró en 2005, con un acuerdo que conduciría a la independencia de Sudán del Sur en 2011. Pero mientras cerraba el conflicto con el sur, se levantaron los rebeldes de Darfur, a los que reprimió a sangre y fuego, lo que la Fiscalía de la Corte Penal Internacional (CPI) describió como “actos de exterminio” de las tribus Fur, Masalit y Zaghawa.
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Tras la independencia de Sudán del Sur, el apoyo popular de Al Bashir se esfumó a la misma velocidad que se hundió la economía del país, generando las protestas que desembocaron en su salida del poder.
¿Qué vino después?
Según el profesor Felipe Medina Gutiérrez, “la era Al-Bashir dio paso a una transición dominada por los militares, a pesar de que la presión de diferentes comités de resistencia y sectores de la sociedad civil, especialmente a raíz de la masacre del 3 de junio de 2019, donde las fuerzas de seguridad mataron a más de 100 personas, hizo que se acordara un gobierno de transición conjunto entre militares y civiles, con el objetivo de celebrar elecciones en 2022, pero rechazado nuevamente por una pluralidad de sectores políticos y sociales del país. Así, la violencia permaneció″.
Para el académico, los rezagos del genocidio de Darfur y los problemas estructurales sin resolver con Sudán del sur, “debido al acuerdo de paz y a la comunidad de intereses”, así como la exclusión política, la crisis económica y la injusticia social, son aspectos que explican los tiempos convulsos que el país africano atravesaba hace algunos meses.
Un tercer golpe de Estado: los ciudadanos protestaron contra la toma militar
Luego de semanas de tensión entre los militares y civiles que compartían el poder en Sudán desde 2019, las Fuerzas Armadas se tomaron el poder, según afirmó el Ministerio de Información de ese país. El general sudanés Abdel Fattah al Burhan disolvió las autoridades de transición, y la mayoría de los miembros civiles fueron detenidos. Frente a ello, la sociedad civil no se quedó callada. La Asociación de Profesionales, una de las cabezas de la revuelta de 2019 que puso fin a los treinta años de la dictadura de Omar Al Bashir, llamó a la desobediencia civil en Jartum, la capital. El sindicato de médicos y bancarios también se unió a las protestas en Jartum, hundida ya en el caos, sin internet y con las calles repletas de gente, en un contexto de gran inestabilidad.
Con las comunicaciones restringidas, solo subsistía un canal abierto: los comunicados del Ministerio de Información publicados en Facebook. “Los miembros civiles del Consejo de Soberanía de transición y varios ministros del gobierno de transición fueron detenidos por las fuerzas militares conjuntas”, dijo esa fuente en un primer momento. “Tras haber rechazado apoyar el golpe de Estado, las fuerzas armadas detuvieron al primer ministro Abdallah Hamdok y lo llevaron a un lugar no identificado”, agregó el ministerio.
En Jartum, manifestantes se aglomeraron en las calles y quemaron llantas para protestar por los arrestos, constataron periodistas de la AFP. Según se lee en la agencia, dados los anuncios del jefe militar, sindicatos y activistas prodemocráticos llamaron a una “desobediencia civil” y de “huelga general”, en la línea del llamado a “manifestarse” contra el “golpe de Estado”. Así, Jonas Horner, investigador en el International Crisis Group, le afirmó a la agencia de noticias que “este es un momento existencial para ambos bandos”, civil y militar.
Los niveles de tensión alcanzaron tal punto que tres manifestantes murieron y al menos 80 resultaron heridos, según reportes médicos. Esto, luego de que el ministerio de Información diera a conocer que “los soldados dispararon con balas reales sobre manifestantes opuestos al golpe de Estado militar frente al cuartel general del ejército”.
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