Polonia, el país que se resiste a aceptar a la comunidad LGBT

Polonia ha sido, desde hace mucho, el bastión de la moral ultraconservadora y cristiana de Europa. La más damnificada es la comunidad LGBT, que se ha convertido en el objetivo número uno de las altas esferas del poder.

Nicolás Marín Navas
31 de julio de 2019 - 02:00 a. m.
Manifestantes marchan con una bandera multicolor frente al parlamento polaco. / AFP
Manifestantes marchan con una bandera multicolor frente al parlamento polaco. / AFP
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De todos los países de Europa, Polonia es, posiblemente, el menos recomendado para la comunidad LGBT. Gran parte del movimiento político en el poder, Ley y Justicia (PiS) no solo la ven como un estorbo, sino que se convirtió en un objetivo a atacar para lograr resultados electorales. La gravedad del asunto va más allá. Por poner solo un ejemplo de la seguidilla de actos represivos, justo la semana pasada el Tribunal Regional de Varsovia ordenó al semanario Gazeta Polska, un importante medio nacional, la retirada provisional de unos adhesivos homófobos con una cruz negra sobre un arcoíris.

En épocas de Trumps, Bolsonaros y Salvinis, la agresividad con la que la clase política y los medios atacan a la comunidad gay en Polonia no desentona ni genera el ruido que debería. De hecho, cayó como un bombazo la noticia de que en los últimos meses cerca de treinta pueblos y comunas de Polonia, así como una asamblea regional, se declararon “libres de la ideología LGBT”, según denunció hace unas semanas la ONG Campaña contra la Homofobia (KPH).

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De hecho, durante las elecciones europeas de mayo, Jaroslaw Kaczynski, líder de los conservadores nacionalistas en el poder y exministro del país, denunció a la comunidad LGBT, la teoría de género e incluso algunas recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una “amenaza a la identidad, la nación y el Estado polaco”. Teoría respaldada por algunos obispos católicos del país, quienes denunciaron en las últimas semanas un “adoctrinamiento LGBT”, pese a que el papa Francisco ha hecho un esfuerzo por flexibilizar algunas de las posturas más férreas de la institución.

Durante la campaña, el político afirmó: “Todo se reduce a, como sabemos hoy, la sexualización de los niños desde la primera infancia. Necesitamos luchar contra esto. Necesitamos defender a la familia polaca. Necesitamos defenderla furiosamente porque es una amenaza para la civilización, no solo para Polonia sino para toda Europa, para toda la civilización basada en el cristianismo”.

“La situación del colectivo LGBT en Polonia es sin duda dramática, no contamos con igualdad de derechos, las parejas no pueden acceder a un sistema de unión de hecho, y ni hablar de matrimonio, mientras que el código penal no protege al colectivo de forma apropiada”, señaló Cecylia Jakubczak, portavoz de KPH.

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De hecho, la mujer lamentó la homofobia que impera entre algunos sectores de la sociedad polaca, azuzada desde las altas esferas del gobierno, y puso como ejemplo los actos violentos que tuvieron lugar el pasado sábado en la localidad de Bialystok, al este de Polonia, donde un grupo de ultras intentó frustrar la primera Marcha del Orgullo que se organizaba en la historia del lugar.

Los violentos videos se viralizaron de inmediato. La contramanifestación trató primero de impedir la marcha LGBT y luego se les vio quemando banderas arcoíris al grito de “¡No a la sodomía en Polonia!”. Luego, varios grupos lanzaron piedras y botellas a la Policía.

Esto explica por qué la búsqueda sobre “qué tan tolerantes son los polacos” es popular en las grandes plataformas de turismo web. En uno de los portales más conocidos, las respuestas de los usuarios son reveladoras. “Definitivamente es mucho mejor ser discreto, especialmente fuera de las grandes ciudades. La sociedad polaca generalmente tolera a la comunidad LGBT, pero estamos muy lejos de ser aceptados como abiertamente gais”, asegura un internauta.

Otro, por su parte, escribe: “Hay que tener cuidado, a veces pienso que nosotros (los polacos) todavía vivimos en la época medieval. Lo mismo ocurre con la religión. Los polacos son religiosos pero intolerantes. Es una paradoja”.

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El portal Rainbow Europe, que mide el grado de aceptación de los países a la comunidad LGBT según diferentes variables, asegura en su listado que Polonia, de todos los países de la Unión Europea, es el que peor está justo antes de Letonia. En cuanto a discriminación, ocupa el puesto 25, por encima solo de Letonia e Italia, donde Matteo Salvini, ministro del Interior, libra una batalla ideológica que raya con la homofobia y el racismo. En estos tres países, además, los datos sobre discurso de odio son aterradores. Según Rainbow Europe en ninguno se respetan los derechos humanos ni hay políticas públicas para evitarlo.

La Constitución polaca define el matrimonio como la “unión entre un hombre y una mujer”. De acuerdo con varias ONG, tres de cada cuatro personas homosexuales han sido agredidas en algún momento en Polonia, por cuenta de sus preferencias sexuales. El 90 % de estas agresiones nunca se denuncia porque el Gobierno no las incluye en la lista de “crímenes de odio”. Periódicos europeos incluso recuerdan que en 2016, un reconocido periodista incitó a “disparar a los LGBTI (…) porque no son gente de buena voluntad ni defienden los derechos de nadie y su movimiento es una mutación entre los bolcheviques y los nazis”.

Sorpresa causó hace unos años la declaración de Lech Walesa, el famoso Nobel de Paz polaco, quien dijo: “Los gais no pueden ir por ahí seduciendo a mis nietos”, para luego agregar que “no se debería tampoco oprimirlos porque después de todo Dios los creó”. Unas palabras que tuvieron fuerte eco dentro de su país.

 

En búsqueda de la primavera

Una de las pocas personas que se han opuesto a ola de discriminación es el alcalde de Varsovia, Rafal Trzaskowski, quien desde hace algún tiempo no solo se declaró tolerante, sino que advirtió su preocupación sobre el problema que el gobierno y los medios de comunicación están creando.

En una entrevista que dio en el ayuntamiento de su ciudad, el alcalde señaló: “Están basando su política en el miedo. Comenzaron hace unos años, en 2015, con los refugiados cuando pintaron esta imagen abismal de que cientos de miles de inmigrantes nos invadirán para violar a nuestras mujeres e introducir enfermedades en Polonia. Ahora están haciendo exactamente lo mismo”.

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Otro intento desesperado es el del activista Robert Biedron, abiertamente ateo y homosexual, quien formó su propio movimiento, bautizado bajo el nombre de Wiosna (Primavera), y llegó a la Alcaldía de Slupsk, una ciudad polaca de apenas 100.000 habitantes. Si bien no logra perforar por completo la coraza del partido Ley y Justicia, ha ganado terreno hasta en zonas alejadas de las ciudades con un discurso liberal. Tanto así que en las pasadas elecciones europeas logró el 6 % de los votos, cifra que le permitió entrar a la Eurocámara.

En una entrevista al periódico La Razón, de España, el pasado junio, Biedron señaló: “Para asegurar la confianza en el proyecto europeo, debemos dar un nuevo significado a nuestras ideas políticas. Quiero ver una Europa que luche ambiciosamente contra el cambio climático, que encuentre soluciones inteligentes para prolongar la forma de hacer negocios dentro de nuestro mercado. Una comunidad que lidere el nuevo entorno digital del big data y la revolución de la inteligencia artificial. Abordar de manera eficiente las desigualdades económicas y hacer que la UE sea más democrática y más cercana a la realidad de sus ciudadanos”.

Por Nicolás Marín Navas

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