¿Por qué hablamos de una tercera guerra mundial?
El mundo contiene la respiración: los 60 días más tensos del siglo comenzaron con misiles, advertencias nucleares y la sombra de Trump preparando el tablero de la geopolítica global.
Camilo Gómez Forero
Maria Zakharova, vocera del Ministerio de Exteriores de Rusia, interrumpió una conferencia de prensa que daba el viernes para recibir una llamada frente a las cámaras. No se molestó en cerrar el micrófono: la idea era que el mundo escuchara qué le decían, por eso puso el altavoz. La persona al otro lado de la línea le dio una instrucción clara: “No hablamos sobre el misil en Dnipro”. Ahí acabó su mensaje.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Maria Zakharova, vocera del Ministerio de Exteriores de Rusia, interrumpió una conferencia de prensa que daba el viernes para recibir una llamada frente a las cámaras. No se molestó en cerrar el micrófono: la idea era que el mundo escuchara qué le decían, por eso puso el altavoz. La persona al otro lado de la línea le dio una instrucción clara: “No hablamos sobre el misil en Dnipro”. Ahí acabó su mensaje.
En los últimos días hemos visto una combinación de acciones performáticas y teatrales, como esta de Zakharova, mezcladas con ofensivas tangibles entre Rusia y los aliados occidentales de Ucrania, que han encendido las alarmas sobre la posibilidad de un conflicto mucho mayor en el mundo: una Tercera Guerra Mundial.
Por un lado, Ucrania lanzó misiles de largo alcance de fabricación estadounidense y británica sobre Rusia, apenas horas después de recibir la luz verde de sus principales aliados. Moscú, por su parte, lanzó sobre Dnipro (Ucrania) un misil que ha dejado perplejos a los gobiernos occidentales por la falta de detalles que se conocen sobre este nuevo armamento. Rusia, como quedó claro con el espectáculo en el que participó Zakharova, quiere conservar el misterio sobre ese misil. Eso sí: en lo único que coinciden expertos en la materia parece ser que este tenía capacidad nuclear, alimentando más la incertidumbre.
La razón detrás de toda esta exposición de poder es bastante sencilla: tanto los rusos, con Vladimir Putin a la cabeza, como las potencias occidentales y aliados de Kiev, como Estados Unidos y Reino Unido, están tratando de obtener la mejor posición posible en la guerra ucraniana antes de que Donald Trump vuelva a la Casa Blanca, el próximo 20 de enero. Con ese telón de fondo, el mundo entró esta semana en el período de 60 días más angustiante en lo que va del milenio. Es decir, hasta que Trump asuma el poder.
Mientras ambas partes luchan por fortalecer su posición para esa negociación, el resto del mundo observa con miedo hasta dónde son capaces de llegar. La primera duda es: ¿por qué llegamos a esto y qué tan grave es realmente? Como explicamos al inicio, la idea de ambas partes en el conflicto es llegar mejor posicionados a la investidura de Trump, quien será el que decida la dirección de la geopolítica en enero, pero la escalada de tensiones es innegable.
Hay muchos comentaristas culpando de la escalada al presidente Joe Biden, quien al aceptar el lanzamiento de misiles de largo alcance por parte de Ucrania propició este escenario. El demócrata, además, dio otro paso que para muchos es una imprudencia: facilitó a Ucrania para usar minas antipersonales que son rechazadas por los signatarios de la Convención de Ottawa (164 países).
Estas decisiones serán vistas como demasiado débiles y tardías (no acabarán el conflicto y pudieron tomarse hace meses), además de imprudentes, pero parecía ser la única vía que tenía Kiev sobre el papel en este momento para mantener algo de margen de negociación con Trump.
En el frente de guerra, Rusia está ganando sin discusión en esa mesa: controla el 18 % de Ucrania, contando Crimea, el 80 % del Donbás y el 70 % de Zaporizhia y Jersón. Esto supone unos 110.000 kilómetros cuadrados. Ucrania, por otro lado, cuenta con el control de 650 kilómetros cuadrados de la región rusa de Kursk, que no puede darse el lujo de perder, y para mantener sus posiciones allí necesitaba sí o sí de los misiles de largo alcance. En una negociación, esta pequeña parte de Kursk es la que mantiene vivo a Kiev en esas conversaciones.
Por otro lado, David Galbreath, experto en seguridad internacional de la Universidad de Bath, explicó que las minas son la única vía rápida que le quedaba a Ucrania para detener a la infantería rusa que sigue avanzando y haciéndose con territorios claves en Ucrania. Rusia, por su lado, ya ha usado 13 tipos de minas terrestres desde que invadió Crimea en 2014. Acá cabe destacar también lo que dice Rafael Piñeros, profesor de la Universidad Externado: “Toda acción tiene una reacción”, y no hay que olvidar que Rusia convocó a tropas norcoreanas, por lo que lo de esta semana también responde a esa ofensiva rusa. Galbreath remata diciendo que ve el uso de estas armas como “eficaz” para Ucrania, pero igual es una señal “deprimente” del desarrollo de la guerra.
Haciendo un paralelo histórico, la situación parece recordar la trama de la película “Sin novedad en el frente”, en la que alemanes y franceses se disputaban apenas centímetros en el norte de Francia, mientras se negociaba el fin de la Primera Guerra Mundial de fondo. Hubo mucha carnicería en el frente de guerra mientras transcurría la negociación.
“Es probable que se intensifique el impulso para conservar y tomar territorio”, escribió Galbreath en The Conversation.
Entonces, al llegar Trump, ¿cómo podría verse una negociación? Según funcionarios rusos, la base de un acuerdo sería un proyecto que se había estudiado en 2022 en las conversaciones en Estambul. Este plantea que Ucrania asuma una posición neutral en la zona a cambio de garantías de seguridad. El problema es que hace 10 años, en este mismo conflicto, los Acuerdos de Minsk prometieron algo similar y los resultados no fueron positivos, como podemos ver.
Se han estudiado muchas opciones sobre el plan de paz de Trump, incluyendo la posibilidad de dejar una zona desmilitarizada al estilo de la península coreana (que no logró poner fin a las tensiones, como podemos ver). Y, sobre todo, se ha comentado que él sería laxo con Putin. Sin embargo, él mantiene la incertidumbre. Viola Gienger, experta de Just Security, expuso que Trump podría ser más duro con su homólogo ruso de lo que esperan sus críticos. Lo último que él quiere, explica la experta, es que Putin se rearme durante sus cuatro años de gobierno e invada toda Ucrania, por lo que necesita pactar un acuerdo que le evite riesgos en el futuro inmediato. Por ahora el mundo contiene la respiración y busca señales de Trump. Él ha sorprendido por un silencio que, para el periodista Ignacio Montes, ha sido muy ruidoso. Incluso se ha especulado que Biden habló con Trump para informarle de sus últimas decisiones, con el objetivo de facilitarle el camino a la negociación con Putin y que también tenga margen de maniobra para poder reimponer las limitaciones sobre misiles de largo alcance a cambio de concesiones del Kremlin.
📧 📬 🌍 Semana a semana tendremos un resumen de las noticias que nos harán sentir que No es el fin del mundo. Si desea inscribirse y recibir todos los lunes nuestro newsletter, puede hacerlo en el siguiente enlace.
👀🌎📄 ¿Ya se enteró de las últimas noticias en el mundo? Invitamos a verlas en El Espectador.
Si le interesa algún tema internacional, quiere enviarnos una opinión sobre nuestro contenido o recibir más información, escríbanos al correo mmedina@elespectador.com o aosorio@elespectador.com