¿Quién es Boris Johnson, el nuevo primer ministro británico?
Es un hombre que divide, pero está convencido de que es el único que puede lograr el Brexit antes del 31 de octubre. Lo cierto es que encaja en la tendencia del líder político moderno: polémico, radical, imprudente y nacionalista.
Daniela Quintero Díaz
Tres años después del referéndum que determinó la salida de Reino Unido de la Unión Europea, los británicos, que continúan profundamente divididos sobre el tema, ya saben quién será su nuevo gobernante y líder del partido conservador, que se convertirá automáticamente en el reemplazo de la primera ministra, Theresa May.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Tres años después del referéndum que determinó la salida de Reino Unido de la Unión Europea, los británicos, que continúan profundamente divididos sobre el tema, ya saben quién será su nuevo gobernante y líder del partido conservador, que se convertirá automáticamente en el reemplazo de la primera ministra, Theresa May.
(En contexto: Boris Johnson lanza oficialmente su campaña para suceder a Theresa May)
A partir del miércoles, una vez May se presente en el palacio de Buckingham ante la reina Isabel para anunciar su dimisión, Downing Street, la residencia oficial de gobierno, será ocupada por el polémico Boris Johnson, que llegó al poder tras una semana de votaciones en la que más de 160.000 miembros registrados del partido conservador participaron con su voto.
Johnson parecía tener la victoria en el bolsillo, pues las encuestas lo anticipaban como ganador. El político británico recibió 92.153 votos frente a los 46.656 de su contrincante, Jeremy Hunt, secretario de Relaciones Exteriores, un inglés tradicional, de traje impecable, palabras medidas y estilo discreto. Aunque, para muchos, el único rival del esperado nuevo primer ministro era él mismo.
Johnson es un hombre que divide. Para algunos, es un político carismático que puede cumplir los deseos plasmados en el referéndum de 2016, pero para otros es un simple bufón. Lo cierto es que está convencido y se había autoproclamado como el único candidato que podía hacer que se cumpla el Brexit el próximo 31 de octubre… a como dé lugar.
Fue uno de los artífices de la campaña por la salida de la Unión Europea en 2016. De hecho, decidió montarse en un autobús y recorrer el país para promover el voto por el Brexit. Aunque su propaganda estuvo fundada en una mentira: aseguraba (y estaba escrito en su autobús) que los británicos se ahorrarían 350 millones de libras por semana (cerca de $1,4 billones) si salían de la UE.
Su historial tampoco es intachable, y su vida ha estado llena de polémicas. Tras estudiar en el reconocido colegio privado de Elton y en la Universidad de Oxford, comenzó su carrera como periodista en The Times, pero fue despedido un año después por inventarse unas declaraciones que su fuente no había dicho. Cuando fue corresponsal de The Daily Telegraph en Bruselas, sus historias ridiculizaban las decisiones europeas, llegando a afirmar que la UE regularía hasta el tamaño de los condones. Hace un mes, la policía tuvo que acudir a su domicilio tras la llamada de un vecino que alertó de “gritos, portazos y golpes” en un altercado con su pareja, Carrie Symonds.
Su tono sarcástico y de comediante en declaraciones ha ido más allá, y ha llegado a ser ofensivo (y peligroso): en una ocasión llegó a comparar a las mujeres musulmanas que usan burka con “buzones de correo” o “ladrones de banco”; en otra llamó a las personas negras “piccaninnies” (un término despectivo para los niños negros) y se burló de sus “sonrisas de sandía”. También ha asegurado que el islam ha mantenido al mundo musulmán “con un retraso de siglos con respecto a Occidente”. Y los homosexuales tampoco han podido librarse de sus juicios. “Si vamos a autorizar que se casen dos hombres, no sé por qué no podemos autorizar que lo hagan tres, o dos y un chimpancé”, dijo.
(Le recomendamos: En Reino Unido, Boris Johnson fue acusado por la justicia de mentir para conseguir votos)
Eurófobo, desaliñado, imprudente, varias veces mentiroso. No se rige por las normas de comportamiento convencionales de la mayoría de políticos ingleses —anda despeinado, descamisado y no mide sus palabras—, pero tampoco se esfuerza por disimular sus torpezas y defectos. Por el contrario, los convierte en su principal virtud: “La gente merece saber qué es lo que piensan realmente los políticos”, se justifica.
Y parece tener razón. Johnson se ha convertido en el portavoz irreverente de todos esos conservadores que, hasta ahora, solo podían hablar en voz baja sobre su repulsión hacia la Unión Europea y que se refugiaban en lo políticamente correcto, pero que ahora adulan y responden afirmativamente a su retórica.
El tiempo parece haberlo borrado todo, incluso los gazapos del próximo primer ministro británico.
La cercanía con Donald Trump
Boris Johnson también ha sido comparado innumerables veces con el mandatario estadounidense, Donald Trump, no solo por su indiscutible parecido físico: pelo rubio, amarillo, casi blanco (que Johnson se desordena antes de sus apariciones públicas), sino también por sus formas poco convencionales de hacer política.
(Le puede interesar: Boris Johnson espera un Brexit negociado a la forma Trump)
Comparten un discurso lleno de patriotismo y nacionalismo, son versátiles, mutables (casi impredecibles) y con una gran oratoria capaz de mover masas. Son excéntricos, están llenos de comentarios polémicos y se enfrascan en promesas inviables (como el muro fronterizo o el Brexit sin acuerdo), pero, sobre todo, se parecen el uno al otro en su amor por sí mismos. Y, al parecer, ellos también ya lo notaron. El pasado viernes, Trump aseguró que Johnson haría “un gran trabajo” en Reino Unido. “Me gusta”, reiteró.
De hecho, al igual que el famoso “Baby Trump”, al electo primer ministro británico también le construyeron su muñeco inflable que ahora acompaña las protestas en su contra, como la que hubo el sábado pasado, en la que miles de británicos pidieron la permanencia en la Unión Europea.
(Ver más: La “relación especial” entre Londres y Washington, en estado de prueba)
Johnson ha asumido la causa del Brexit como suya. “Do or die” fue su lema de campaña, envuelta en la dicotomía del todo o nada. Tiene la certeza de que el país saldrá de la Unión Europea el 31 de octubre, y aunque aún no ha sido claro sobre cómo lo va a lograr, ha llegado a afirmar que lo hará como algo de “vida o muerte, caiga quien caiga”.
(Le puede interesar: ¿Qué piensan del "brexit" los dos candidatos conservadores que pueden reemplazar a May?)
Sin embargo, no la va a tener fácil. En principio, la Unión Europea ya ha asegurado en reiteradas ocasiones que no piensa renegociar el acuerdo firmado con May, lo que le ha hecho radicalizar su posición y afirmar que saldrán entonces sin un acuerdo, con un Brexit duro. Sin embargo, esta opción tendrá también que ser aprobada por el Parlamento, donde varios de sus compañeros están en desacuerdo.
— Boris Johnson (@BorisJohnson) July 16, 2019
Incluso, temiendo una postura extremista, la Cámara de los Comunes decidió adelantarse y votó el pasado jueves un proyecto de ley que impide que el primer ministro suspenda al Parlamento para facilitar un Brexit sin acuerdo. La enmienda se interpreta, desde ya, como la primera derrota parlamentaria de Johnson.
Ahora tendrá que hacer frente a varios enemigos fuera y dentro de su partido. Ministros como Philip Hammond, de Economía; David Gauke, de Justicia, y Alan Duncan, secretario de Estado de la Oficina Exterior, anunciaron su dimisión con la llegada de Johnson e insisten en el desastre económico que supondría un Brexit duro.
Ahora, el que podría ser el nuevo primer ministro, gran crítico de May, a quien le renunció con una carta en la que la señalaba de “incapaz y débil” y presagiaba su “estruendoso fracaso”, tiene en sus manos el futuro del Reino Unido en el momento de mayor incertidumbre de su historia.