Ramadán: sin celebración y sin tregua, con Al Aqsa en el centro de las tensiones
La posibilidad de un cese al fuego en una fecha tan importante nunca llegó a buen término. En el noveno mes del calendario musulmán, los creyentes de Islam se enfrentan a una celebración en medio de la devastación.
El ayatef es una tortilla hecha de harina de trigo, levadura, azúcar y agua, se rellena con nuez moscada, nueces pecanas, azúcar y agua de flor de naranjo. Es un plato simple, consumido regularmente durante el mes de Ramadán. Pero este año, las cosas han cambiado. El azúcar que solía costar 95 séqueles (US$26) ahora está en 3.000 séqueles (US$831). Es el resultado de un enfrentamiento que se ha extendido por más de 150 días y ha generado el asesinato de al menos 30.000 palestinos en la Franja de Gaza, según cifras del Ministerio de Salud de Hamás.
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El ayatef es una tortilla hecha de harina de trigo, levadura, azúcar y agua, se rellena con nuez moscada, nueces pecanas, azúcar y agua de flor de naranjo. Es un plato simple, consumido regularmente durante el mes de Ramadán. Pero este año, las cosas han cambiado. El azúcar que solía costar 95 séqueles (US$26) ahora está en 3.000 séqueles (US$831). Es el resultado de un enfrentamiento que se ha extendido por más de 150 días y ha generado el asesinato de al menos 30.000 palestinos en la Franja de Gaza, según cifras del Ministerio de Salud de Hamás.
Jabr Mushtaha, de 45 años, era un reconocido pastelero en la ciudad de Gaza. Su tienda y su hogar fueron bombardeados. Fue desplazado de la ciudad en la que había crecido su familia de 11 personas y ahora trata de vender lo que puede para sostener. No es tan fácil. Los materiales cada vez cuestan más y, en medio de la escasez, las personas no tienen los medios para pagar los dulces con los que antes pasaban este mes de celebración.
“Mi tienda de dulces en Gaza solía estar muy llena con clientes de Ramadán todos los días”, dice Mushtaha a Al Jazeera. “Ahora es tan diferente. La tienda fue bombardeada, mi casa fue bombardeada y soy una persona desplazada”.
En el noveno mes del año musulmán se celebra el Ramadán. Un tiempo para el ayuno, la oración, la peregrinación y la entrega a los otros celebra las primeras revelaciones del profeta Mahoma, que componen el Corán, el texto sagrado en el islam. Esta vez, las oraciones están dirigidas a una tregua que lleve a un cese permanente al fuego.
“Estábamos esperando que hubiera un alto al fuego para Ramadán. Qué horrible que ni siquiera parara por un minuto”, lamentó Mushtaha.
La identidad musulmana en medio del conflicto
A la mezquita Al Aqsa llegan generalmente 200.000 fieles en este mes de celebración, algunos haciendo el mismo recorrido que habría hecho el profeta Mahoma. Es un sitio de 14 hectáreas, en el que está ubicada la mezquita y la Cúpula de la Roca. Además de ser uno de los centros religiosos más importantes para la fe musulmana, ha sido, históricamente, un foco de tensiones entre el Gobierno israelí y el pueblo palestino.
Su historia conflictiva se remonta hasta la guerra de 1967, cuando Israel capturó la zona, en manos de Egipto y Jordania en ese momento, y la anexó a su territorio. Nunca recibió reconocimiento internacional, por lo que el monarca hachemita de Jordania siguió como el custodio oficial del lugar.
En el 2000, Israel se negó a ceder la soberanía sobre la zona, lo que causó el líder de la Autoridad Nacional Palestina, Yaser Arafat, abandonara las negociaciones de los acuerdos de paz en Camp David. Dos meses después, Ariel Sharon, el líder de la oposición israelí, asaltó el lugar con más de 1.000 efectivos policiales y militares para promover el control de Israel. La acción desató la indignación palestina y llevó a que ocurriera la segunda Intifada, llamada Intifada de al-Aqsa.
Para septiembre de 2015, ocurrió el acuerdo sobre el statu quo de la zona, después de que escalaran los ataques entre palestinos y las fuerzas israelíes. La razón de los enfrentamientos, que cobraron la vida de 52 palestinos y nueve israelíes, fue que aumentaron las visitas de grupos de judíos en la zona y el ministro de Defensa israelí de ese entonces, Moshe Yaalon, prohibió el trabajo de la organización las Guardianas de Al Aqsa, integrada por mujeres musulmanas que estaban en contra de la presencia de personas judías en el santuario.
En ese momento, se acordó un principio básico para la llegada de personas al lugar: los musulmanes podrían ir a rezar, pero quienes no practicaran esta fe solo irían a visitar, en horarios estrictamente determinados. Un comunicado publicado en ese entonces por Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí en ese momento y ahora, declaraba que Israel respetaba la autoridad de Jordania sobre ese territorio y aceptaba un incremento en la coordinación conjunta.
“El culto y las visitas deben estar exentos de violencia, amenazas, intimidación o provocaciones”, se leía en el texto. “Hacemos un llamado a la restauración de la calma y a tomar todos los pasos apropiados para que cese la violencia”.
La situación estallaría otra vez en el 2021, cuando ocurrieron combates a lo largo de 11 días entre Hamás e Israel, porque las fuerzas israelíes estaban atacando los fieles que visitaban la mezquita y los sacaban de la zona a la fuerza. Hace un año, en estas mismas fechas, los palestinos musulmanes que visitaron el templo para llevar a cabo las celebraciones de Ramadán tuvieron que hacer una barricada dentro de la mezquita para evitar que la policía israelí interfiriera con el itikaf, en el que las personas pasan noches enteras rezando. Sin embargo, la situación terminó con disparos israelíes con granadas aturdidoras y gases lacrimógenos, la detención de 450 palestinos y al menos 50 heridos.
El waqf islámico, una fundación independiente del gobierno de Israel designada por Jordania para supervisar el sitio, aseguró que la incursión de las fuerzas israelíes había sido “una flagrante violación de la identidad y función de la mezquita como lugar de culto exclusivo para los musulmanes”.
Seis meses después ocurrieron los ataques del 7 de octubre, cuando Hamás irrumpió en territorio israelí, asesinando a al menos 1.160 personas y secuestrando a 250, según las Fuerzas de Defensa de Israel. Ahora, la mezquita se mantiene como uno de los pocos símbolos de la identidad palestina que no han sido afectados por la destrucción de los bombardeos, pero sigue estando marcada por el conflicto.
Este domingo, la policía israelí no permitió la entrada a Al Aqsa y echó a los creyentes pegándoles con bastones. En febrero, el ministro ultraderechista de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, abogó por una prohibición total del paso de la población musulmana. Sin embargo, su orden fue desautorizada por el mismo Netanyahu, quien afirmó que, en la primera semana de Ramadán, permitirían el acceso a casi todo el mundo, pero cada semana posterior se haría una evaluación de qué personas podrían ingresar. Para muchos, esto significa una violación a los acuerdos del 2015 y una posible incitación a una escalada en la guerra, que podría tomar un tinte religioso.
“Esto es lo que queda para los palestinos como identidad”, relata Zakariya al Qaq, experto en seguridad nacional de Palestina, a NPR. “Y esto es muy importante. Ellos sienten que está bajo amenaza. Y si lo pierden o algo sucede en la mezquita de al Aqsa, entonces todo está perdido”.
Para Lorenzo Maggiorelli, doctor en Ciencia Política y profesor de Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana, una guerra religiosa no estaría en el abanico de posibilidades. Especialmente, asegura, porque “los países árabes y los demás países musulmanes no quieren entrar en una confrontación directa con Israel”.
“En este contexto, Hamás llamó a los musulmanes a redoblar la movilización contra la ocupación israelí. Podría haber mayores disturbios debido a que la población debe acudir a los lugares sagrados”, explicó.
Combates en Ramadán
Lo cierto es que la tregua no está a la vista, incluso frente a las presiones de otros Estados para poder llegar a un acuerdo, especialmente del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien aseguró que está especialmente preocupado por el sufrimiento del pueblo palestino en medio del conflicto y que Netanyahu condenó por obstaculizar la derrota de Hamás. Pero Israel fue claro: los enfrentamientos seguirán durante el Ramadán.
“Para los países mediadores seguramente puede ser visto como una derrota, ya que supuestamente el Ramadán es un periodo donde debería prevalecer la paz y la conciliación. Sin embargo, el gobierno de Israel está acudiendo a esas negociaciones solamente para cumplir con los pedidos de Estados Unidos y no está verdaderamente comprometido con la paz. Al contrario, la supervivencia del gobierno de Netanyahu está ligada al proseguir de la guerra en Gaza”, asevera Maggiorelli.
Mientras la ayuda humanitaria que llega a territorio gazatí no es suficiente para la población, que vive una hambruna generalizada “casi inevitable”, según la ONU, las celebraciones han sido pausadas en medio de la devastación. Los deseos de los palestinos están concentrados en una sola cosa: el fin del fuego.
“Y creo que nos da una capa añadida a nuestros rezos de este año. Siempre decimos a la gente que rece por los demás y que utilice lo que está ganando en términos de alimento del alma para alimentar física, emocional y espiritualmente a los demás. Creo que para este año, nuestras oraciones, espero, serán más sinceras. Espero que nuestras súplicas sean más profundas, pero también espero que veamos cambios tangibles sobre el terreno en Gaza”, dijo Imam Omar Suleiman, pensador palestino-americano y activista de derechos civiles, a NPR.
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