"Redescubramos el potencial de Irán": Javier Solana
El exsecretario General de la OTAN y exalto comisionado para las relaciones externas y seguridad política de la Unión Europea aporta luces sobre la nación del Golfo Pérsico que recobra vigencia por las tensiones con el gobierno de los Estados Unidos.
Javier Solana * / Especial para El Espectador / Madrid
Hace prácticamente un milenio nació en la ciudad de Nishapur, en el actual Irán, uno de los persas más célebres de la historia: Omar Khayyam. En Occidente, Khayyam es conocido principalmente por su faceta como poeta, gracias a que sus obras más destacadas fueron traducidas al inglés en el siglo XIX. Las disciplinas donde Khayyam se labró inicialmente su reputación, sin embargo, fueron las matemáticas y la astronomía. De hecho, se cree que la práctica de representar la incógnita de una ecuación con una x es herencia del propio Khayyam. Este se refería a las incógnitas como shay (“cosa”, en árabe), término que el español antiguo transcribió como xay, de donde surgiría la x de uso universal.
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Hace prácticamente un milenio nació en la ciudad de Nishapur, en el actual Irán, uno de los persas más célebres de la historia: Omar Khayyam. En Occidente, Khayyam es conocido principalmente por su faceta como poeta, gracias a que sus obras más destacadas fueron traducidas al inglés en el siglo XIX. Las disciplinas donde Khayyam se labró inicialmente su reputación, sin embargo, fueron las matemáticas y la astronomía. De hecho, se cree que la práctica de representar la incógnita de una ecuación con una x es herencia del propio Khayyam. Este se refería a las incógnitas como shay (“cosa”, en árabe), término que el español antiguo transcribió como xay, de donde surgiría la x de uso universal.
La humanidad debe innumerables avances a los pensadores persas, que se han caracterizado durante siglos por su extraordinaria sofisticación científica. Hoy en día, Irán es el quinto país a nivel mundial con un mayor número de graduados recientes en disciplinas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), situándose únicamente por detrás de China, India, Estados Unidos y Rusia. En esta faceta, Irán supera holgadamente a un país tan puntero como es Japón, que además cuenta con una población mucho más grande (unos 125 millones de habitantes, frente a los 80 millones que tiene Irán aproximadamente).
No obstante, es bien sabido que la ciencia puede ser una herramienta de doble filo. Un ejemplo de ello sería el programa nuclear clandestino de Irán, que salió a la luz en 2002. Pese a que los dirigentes iranís insistieron en que los fines del programa eran pacíficos y plenamente compatibles con el Tratado de No Proliferación, la comunidad internacional se rigió por el principio de precaución. Así pues, como alto representante de la Unión Europea se me encomendó la tarea de llegar a un entendimiento diplomático con Irán, cuyo primer negociador fue Hasán Rohaní, por aquel entonces consejero de seguridad nacional. Tras múltiples altibajos y sinsabores, el círculo se cerró por fin cuando Irán alcanzó en 2015 —ya con Rohaní de presidente— un acuerdo nuclear verdaderamente histórico con las principales potencias mundiales.
La diplomacia nunca es un camino de rosas, ni ofrece atajos a quienes la practican. Rohaní fue en todo momento un duro negociador, como cabía esperar, pero siempre aprecié en él un talante abierto y receptivo. En 2013, cuando yo ya había abandonado la política activa, Rohaní tuvo a bien invitarme a asistir a su primera toma de posesión como presidente, lo cual acepté encantado. Tras explicarme sus planes en detalle, no me quedó la menor duda de que el nuevo presidente estaba totalmente decidido a superar el oscuro período de su predecesor, Mahmud Ahmadineyad. Construir siempre requiere tesón e imaginación, y Rohaní tenía ambas cosas. Destruir, por otro lado, no requiere mucho más que ambición. Por desgracia, esto último le sobra al presidente Trump, que se desmarcó del acuerdo nuclear con Irán y se ha afanado en enterrar los frutos de tan arduos esfuerzos diplomáticos.
Pese a sus incesantes contradicciones, el propósito último de Trump puede intuirse, ya que ha apostado por un modus operandi similar en diversos escenarios. Su estrategia de “presión máxima” estaría encaminada a desnivelar el terreno de juego económico, con la esperanza de que Irán no tenga más remedio que sentarse a negociar de nuevo desde una posición más débil. Sin embargo, el comportamiento de cualquier país responde a factores extremadamente complejos, que no pueden capturarse en una simple hoja de cálculo. Ciertamente, la economía de Irán se encuentra muy magullada como producto de las sanciones estadounidenses, pero eso no implica que el régimen iraní esté más cerca del abismo. En definitiva, los “palos” no surtirán efecto sin las “zanahorias”: la cúpula iraní carece de incentivos para negociar si Estados Unidos no ofrece antes algún tipo de concesión.
Existe incluso un sector del espectro político iraní que ha salido reforzado de la ofensiva estadounidense, y que no es precisamente el que representa el moderado Rohaní. En concreto, los principales beneficiarios han sido los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria. Desde la Revolución Islámica de 1979, este brazo semiautónomo del ejército iraní se ha encargado de proteger la integridad del régimen, para lo cual ha abrazado últimamente un discurso más nacionalista que religioso. Este nuevo barniz ha realzado la popularidad doméstica de los Guardias Revolucionarios, cuya designación como grupo terrorista por parte de Estados Unidos ha sido percibida por la ciudadanía iraní como una afrenta nacional. Además, al obstaculizar el comercio global con Irán, las sanciones estadounidenses contribuyen a llenar las arcas de los Guardias Revolucionarios, ya que estos llenan los huecos que dejan las multinacionales y controlan los canales de contrabando.
No cabe duda de que los Guardias Revolucionarios ejercen una influencia muy problemática sobre otros países de Oriente Próximo. La llamada Fuerza Quds, unidad encargada de las operaciones extraterritoriales y comandada por el carismático general Qasem Soleimani, tiene socios en Irak, Siria, Líbano y Yemen, entre otros países. En 2016, se anunció la creación de un “ejército de liberación chií” bajo el paraguas de la Fuerza Quds, que estaría compuesto en gran medida por combatientes extranjeros. Este tipo de movimientos dañan, y mucho, la imagen internacional de Irán. Desde luego, aproximarse a sus dirigentes sería mucho más sencillo si aclarasen que se conforman con encabezar un Estado al uso, y no un movimiento de liberación de carácter expansionista.
En su proyección exterior, Irán ha obtenido ayuda de fuentes inesperadas. Si no fuese por los múltiples errores no forzados que han cometido países como Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí, la huella iraní sobre Oriente Próximo sería mucho más tenue. Estos errores, que van desde la guerra de Irak hasta la de Yemen, han brindado a Irán notables ganancias geopolíticas a costes muy reducidos. De hecho, un buen punto de partida para que las grandes potencias regionales limen asperezas podría ser precisamente la guerra de Yemen, donde la campaña de bombardeos instigada por el príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán, ha dado lugar a una tragedia humanitaria. La actual fragilidad de la coalición pro-saudí, en la que los Emiratos Árabes Unidos se han puesto más de perfil, podría allanar el camino hacia una salida negociada.
Aunque existan motivos sobrados para recelar de Irán, ninguna iniciativa diplomática podrá tener éxito si lo único que se pone sobre la mesa es el rencor. Con tal de no perderse en una espiral de acusaciones, todo diplomático que se precie ha de ser capaz de empatizar con comportamientos ajenos, lo cual no equivale a defenderlos. En el caso de Irán, esto obliga a tener en cuenta los factores contextuales que alimentan su sensación de inseguridad. Recordemos, por ejemplo, que los chiíes se encuentran en clara minoría en la región y que, a diferencia de otros grupos religiosos, no disponen de armas nucleares. A esto se añade que el deplorable historial estadounidense de cambios de régimen en tiempos de paz se inauguró precisamente en Irán, con el derrocamiento en 1953 del primer ministro Mohamed Mosaddeq, elegido democráticamente.
Este cúmulo de circunstancias, que están muy presentes en el relato oficial promulgado por Teherán, han calado hondo en la población iraní. Aun así, Rohaní consiguió escapar de la espiral de rencor, de la mano de los otros firmantes del acuerdo nuclear. Pero justo cuando empezaban a disiparse las nubes, Estados Unidos ha provocado que la lluvia arrecie repentinamente. Con su retirada del acuerdo y la reimposición de sanciones extraterritoriales, la Administración Trump ha situado a Gobiernos y empresas de todo el mundo ante una intolerable disyuntiva: o bien perder acceso al sistema financiero estadounidense, o bien condenar de nuevo a Irán a una estéril situación de aislamiento.
La tempestad causada por Estados Unidos amenaza con derribar todos los puentes con Irán, abandonando a su suerte a algunos sectores de claras tendencias aperturistas, como es el de la ciencia. Incluso los científicos iranís que se dedican a actividades incontrovertiblemente benignas han sufrido y siguen sufriendo los efectos de las sanciones estadounidenses. Mientras se mantenga el órdago lanzado por Estados Unidos, el enorme potencial que alberga la ciencia en Irán —no solo en cuanto a generar conocimiento, sino también en cuanto a promover la cooperación internacional— seguirá cercenado. Exactamente lo mismo puede decirse del bienestar de los iranís en su conjunto, que sufren en sus carnes las consecuencias de una larga retahíla de desmanes políticos, ya sean de origen doméstico o de origen internacional.
Para añadir una pizca más de complejidad, tanto Irán como Estados Unidos se encuentran a las puertas de sendos ciclos electorales. Las elecciones parlamentarias iranís se celebrarán en febrero de 2020, las presidenciales y legislativas estadounidenses en noviembre de ese mismo año, y las presidenciales iranís (a las que Rohaní no podrá concurrir por haber cumplido ya dos mandatos consecutivos) están previstas para 2021. Esta inminente vorágine electoral dificulta aún más que Irán suavice sus posturas, dado que el ala más moderada se está viendo muy presionada por la más conservadora, que busca capitalizar en las urnas los vaivenes de Estados Unidos. Si los extremos salen victoriosos en ambos países, es de esperar que sigan ahondando en la improductiva hostilidad mutua que ha marcado la mayor parte de los últimos 40 años. En caso contrario, todavía quedará un resquicio al que agarrarse: al fin y al cabo, la diplomacia ya dio frutos en una ocasión, y no debe descartarse que vuelva a hacerlo.
* Personaje invitado en la Brookings Institution y presidente de ESADEgeo, el Centro de Economía y Geopolítica Global de ESADE.
Copyright: Project Syndicate, 2019.www.project-syndicate.org
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Como ha ocurrido durante los últimos años, El Espectador empieza el nuevo año con la publicación, en exclusiva para Colombia durante enero, de 25 artículos en los que analistas de prestigio internacional revisan lo sucedido en 2019 y miran en perspectiva el 2020. Entre las firmas están lideresas como la directora de la London School of Economics, Minouche Shafik, el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, exprimeros ministros; los premios Nobel de Economía Angus Deaton (2015) y Abhijit Banerjee y Esther Duflo (2019); eminentes profesores de centros de pensamiento como Harvard, Yale, Columbia , Cambridge, Cornell, Oxford y el Instituto de Estudios Políticos de París, así como de Asia, África y Oriente Medio, al igual que economistas como Klaus Schwab, fundador y Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial.