Santa Rosa, ¿tierra de nadie?
La isla emergió en el río Amazonas después de que Colombia y Perú pactaran sus fronteras.
Daniel Salgar Antolínez
La frontera entre Colombia y Perú, marcada por los ríos Putumayo y Amazonas, es muy dinámica. Los cambios hidromorfológicos hacen que aparezcan, desaparezcan, se separen y se unan pequeñas formaciones e islas, alterando lo pactado en los tratados fronterizos. Una de esas formaciones es la isla de Santa Rosa, ubicada justo al frente de Leticia, al otro lado del río Amazonas.
En la práctica se asume que esta isla es peruana. Tiene banderas peruanas y presencia de las autoridades y el Estado peruanos. Sin embargo, la debilidad institucional (común en estas zonas de frontera) y la dificultad para ejercer control permanente han hecho que esta isla de alrededor de 2.000 habitantes se convierta en un centro de negocios del narcotráfico. Por estar ubicada en la triple frontera entre Perú, Colombia y Brasil, Santa Rosa es inevitablemente un lugar de paso de pequeños narcotraficantes que llevan pasta básica de cocaína desde los dos mayores productores (Perú y Colombia) hacia el segundo mayor consumidor (Brasil) en el mundo.
Santa Rosa emergió con posterioridad a que Colombia y Perú firmaran sus tratados fronterizos. Consultado por El Espectador, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia afirma que la isla “es una formación nueva, colindante a la isla de Chinería, que surgió con posterioridad a 1929, fecha en la que se estableció el régimen de islas en el río Amazonas y se hizo la única asignación hasta la fecha, desde el tratado Lozano-Salomón de 1922. El movimiento de sedimentación del río Amazonas ha hecho que éstas se hayan movido y, como en el caso de Santa Rosa, hayan surgido nuevas islas en el transcurso de los años”.
La Cancillería aclara que la isla de Chinería pertenece a Perú desde 1929, cuando se asignaron las islas en el río Amazonas. ¿A quién pertenece la isla de Santa Rosa? Esta sería hasta ahora una pregunta sin respuesta, un tema pendiente. Según la Cancillería, “es importante resolver jurídicamente un hecho que surge después de un tratado y de unas definiciones derivadas de este tratado. Hay que asignar las nuevas islas que se han formado desde 1929 y eso lo deben tratar las armadas de los dos países y las cancillerías. Por el momento, cada país ha manifestado su punto de vista”.
Un estudio de Fabián Novak y Sandra Namihas titulado Perú-Colombia: La construcción de una asociación estratégica y un desarrollo fronterizo, publicado en 2011 por la Universidad Católica del Perú, indica que Santa Rosa emergió en 1965 y registra otras “islas nuevas”, como la isla Patrulleros-Vamos, que apareció a inicios de 1950, y las islas Corea y Coreíta, emergidas a finales de 1940, entre otras.
El documento indica que el artículo 1º del Tratado de Límites y Navegación Fluvial de 1922, celebrado entre Perú y Colombia, fija como límite entre ambos países, en el sector comprendido entre la confluencia del río Atacuari con el río Amazonas hasta el límite entre el Perú y el Brasil de 1851, el thalweg del Amazonas. El thalweg se define como “la línea no interrumpida determinada por los puntos más profundos de un río, a lo largo de su cauce”.
El problema es que, debido a los cambios hidromorfológicos, el thalweg cambia y se desplaza. Asimismo se producen variaciones continuas en el lecho del río, “cambiando totalmente el curso principal o abriendo nuevos cursos secundarios que causan alteraciones en las islas existentes, desaparición y aparición de nuevas islas, lo cual, como regla general, altera el trazo del límite en el thalweg. A esta situación debemos añadir que por la variación y el desplazamiento del thalweg, las islas también han variado de posición, pasando de un lado a otro del thalweg”.
Así, pues, las fronteras existentes hoy entre Perú y Colombia, al menos en ese tramo del río Amazonas, son muy diferentes a las pactadas en los tratados. Según el estudio, existen posiciones divergentes entre ambos países en relación a cuál debe ser considerada la línea de frontera, así como respecto a la soberanía de las islas que ahí se encuentran.
El punto de vista de Perú no estaría tan apegado a la naturaleza cambiante del thalweg sino al límite que quedó definido en los tratados: “Más allá de las alteraciones ocurridas en el río y en el thalweg del río, el Perú considera que el thalweg pactado en 1922 debe ser respetado”.
Esto con base en tres argumentos: primero, principios del derecho internacional que obligan a las partes de un tratado a respetar la letra y el espíritu de las disposiciones, “específicamente, el artículo 1º del tratado Salomón-Lozano de 1922, en virtud del cual las partes niegan la posibilidad de que alguna circunstancia futura pudiera modificar la línea de frontera pactada”. Segundo, “respecto a los trabajos de la Comisión Mixta Demarcadora peruano-colombiana, cuyos trabajos tienen carácter definitivo, según el propio tratado de 1922 y la jurisprudencia arbitral internacional”. Tercero, “respecto al principio de intangibilidad de las fronteras y de los tratados de límites, los mismos que tienen carácter definitivo y perpetuo”.
Lo más probable es que el caso de la isla de Santa Rosa y otras islas nuevas no se resuelva en un diferendo ante tribunales internacionales, sino a través del diálogo bilateral y en el marco de las relaciones armoniosas que se han desarrollado desde el fin del conflicto entre Colombia y Perú en 1934. Así lo indica la Cancillería colombiana:
“El tema se debe aclarar dentro de las buenas relaciones con Perú. Es una formación, como varias otras en el Amazonas, donde se debe aclarar la jurisdicción de cada país”. Y agrega que el año pasado se acordó conformar un grupo técnico que propusiera la metodología para la asignación de las islas surgidas con posterioridad al Acta 4 de 1929. “Debe haber una reunión para definir este tema. Pero sobre todo hay que resaltar el formidable trabajo entre los dos países en la frontera y aprovechar ese buen entendimiento para definir jurídicamente el tema”. No obstante, en la reunión bilateral celebrada el pasado martes en Iquitos no se habló del caso. El tema sigue pendiente.
dsalgar@elespectador.com
@DanielSalgar1
La frontera entre Colombia y Perú, marcada por los ríos Putumayo y Amazonas, es muy dinámica. Los cambios hidromorfológicos hacen que aparezcan, desaparezcan, se separen y se unan pequeñas formaciones e islas, alterando lo pactado en los tratados fronterizos. Una de esas formaciones es la isla de Santa Rosa, ubicada justo al frente de Leticia, al otro lado del río Amazonas.
En la práctica se asume que esta isla es peruana. Tiene banderas peruanas y presencia de las autoridades y el Estado peruanos. Sin embargo, la debilidad institucional (común en estas zonas de frontera) y la dificultad para ejercer control permanente han hecho que esta isla de alrededor de 2.000 habitantes se convierta en un centro de negocios del narcotráfico. Por estar ubicada en la triple frontera entre Perú, Colombia y Brasil, Santa Rosa es inevitablemente un lugar de paso de pequeños narcotraficantes que llevan pasta básica de cocaína desde los dos mayores productores (Perú y Colombia) hacia el segundo mayor consumidor (Brasil) en el mundo.
Santa Rosa emergió con posterioridad a que Colombia y Perú firmaran sus tratados fronterizos. Consultado por El Espectador, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia afirma que la isla “es una formación nueva, colindante a la isla de Chinería, que surgió con posterioridad a 1929, fecha en la que se estableció el régimen de islas en el río Amazonas y se hizo la única asignación hasta la fecha, desde el tratado Lozano-Salomón de 1922. El movimiento de sedimentación del río Amazonas ha hecho que éstas se hayan movido y, como en el caso de Santa Rosa, hayan surgido nuevas islas en el transcurso de los años”.
La Cancillería aclara que la isla de Chinería pertenece a Perú desde 1929, cuando se asignaron las islas en el río Amazonas. ¿A quién pertenece la isla de Santa Rosa? Esta sería hasta ahora una pregunta sin respuesta, un tema pendiente. Según la Cancillería, “es importante resolver jurídicamente un hecho que surge después de un tratado y de unas definiciones derivadas de este tratado. Hay que asignar las nuevas islas que se han formado desde 1929 y eso lo deben tratar las armadas de los dos países y las cancillerías. Por el momento, cada país ha manifestado su punto de vista”.
Un estudio de Fabián Novak y Sandra Namihas titulado Perú-Colombia: La construcción de una asociación estratégica y un desarrollo fronterizo, publicado en 2011 por la Universidad Católica del Perú, indica que Santa Rosa emergió en 1965 y registra otras “islas nuevas”, como la isla Patrulleros-Vamos, que apareció a inicios de 1950, y las islas Corea y Coreíta, emergidas a finales de 1940, entre otras.
El documento indica que el artículo 1º del Tratado de Límites y Navegación Fluvial de 1922, celebrado entre Perú y Colombia, fija como límite entre ambos países, en el sector comprendido entre la confluencia del río Atacuari con el río Amazonas hasta el límite entre el Perú y el Brasil de 1851, el thalweg del Amazonas. El thalweg se define como “la línea no interrumpida determinada por los puntos más profundos de un río, a lo largo de su cauce”.
El problema es que, debido a los cambios hidromorfológicos, el thalweg cambia y se desplaza. Asimismo se producen variaciones continuas en el lecho del río, “cambiando totalmente el curso principal o abriendo nuevos cursos secundarios que causan alteraciones en las islas existentes, desaparición y aparición de nuevas islas, lo cual, como regla general, altera el trazo del límite en el thalweg. A esta situación debemos añadir que por la variación y el desplazamiento del thalweg, las islas también han variado de posición, pasando de un lado a otro del thalweg”.
Así, pues, las fronteras existentes hoy entre Perú y Colombia, al menos en ese tramo del río Amazonas, son muy diferentes a las pactadas en los tratados. Según el estudio, existen posiciones divergentes entre ambos países en relación a cuál debe ser considerada la línea de frontera, así como respecto a la soberanía de las islas que ahí se encuentran.
El punto de vista de Perú no estaría tan apegado a la naturaleza cambiante del thalweg sino al límite que quedó definido en los tratados: “Más allá de las alteraciones ocurridas en el río y en el thalweg del río, el Perú considera que el thalweg pactado en 1922 debe ser respetado”.
Esto con base en tres argumentos: primero, principios del derecho internacional que obligan a las partes de un tratado a respetar la letra y el espíritu de las disposiciones, “específicamente, el artículo 1º del tratado Salomón-Lozano de 1922, en virtud del cual las partes niegan la posibilidad de que alguna circunstancia futura pudiera modificar la línea de frontera pactada”. Segundo, “respecto a los trabajos de la Comisión Mixta Demarcadora peruano-colombiana, cuyos trabajos tienen carácter definitivo, según el propio tratado de 1922 y la jurisprudencia arbitral internacional”. Tercero, “respecto al principio de intangibilidad de las fronteras y de los tratados de límites, los mismos que tienen carácter definitivo y perpetuo”.
Lo más probable es que el caso de la isla de Santa Rosa y otras islas nuevas no se resuelva en un diferendo ante tribunales internacionales, sino a través del diálogo bilateral y en el marco de las relaciones armoniosas que se han desarrollado desde el fin del conflicto entre Colombia y Perú en 1934. Así lo indica la Cancillería colombiana:
“El tema se debe aclarar dentro de las buenas relaciones con Perú. Es una formación, como varias otras en el Amazonas, donde se debe aclarar la jurisdicción de cada país”. Y agrega que el año pasado se acordó conformar un grupo técnico que propusiera la metodología para la asignación de las islas surgidas con posterioridad al Acta 4 de 1929. “Debe haber una reunión para definir este tema. Pero sobre todo hay que resaltar el formidable trabajo entre los dos países en la frontera y aprovechar ese buen entendimiento para definir jurídicamente el tema”. No obstante, en la reunión bilateral celebrada el pasado martes en Iquitos no se habló del caso. El tema sigue pendiente.
dsalgar@elespectador.com
@DanielSalgar1