Shanghái y el costo social de la apuesta política de Xi Jinping
La ciudad más grande de China, con cerca de 26 millones de habitantes, está viviendo uno de los confinamientos más estrictos de la pandemia. Mientras los habitantes protestan, el régimen se aferra a una premisa: asumir sacrificios en nombre del bien colectivo.
Las autoridades desalojando a las personas de sus apartamentos para aislar a los pacientes contagiados con coronavirus, los niños infectados separados de sus padres, los problemas en la cadena de suministros de los alimentos y el encierro de cerca de 26 millones de habitantes son las imágenes que dejan la política de tolerancia cero del covid-19 en Shanghái. Con 2.472 nuevos casos reportados el 25 de abril de 2022, según cifras de Our World in Data, frente a los 70.000 con los que empezó el mes de marzo, la ciudad se ha convertido, por un lado, en un bastión político del régimen de Xi Jinping, que aspira llegar a la tercera reelección tomando como bandera el control sobre el virus, y, por el otro, en un escenario de crisis social, donde la atención de pacientes con enfermedades crónicas, como la diabetes, no pueden acceder al servicio de salud.
Van casi cuatro semanas desde que la ciudad entró a un estricto confinamiento y el panorama parece empeorar. Una enfermera que sufrió un ataque de asma murió luego de que se le negara la atención debido a los controles del virus. Además, un hombre de 90 años falleció por complicaciones de la diabetes, después de que lo rechazaran de un hospital, informó The New York Times. “Si en ese momento hubiera podido recibir tratamiento, probablemente habría sobrevivido”, dijo Tracy Tang, su nieta, al diario estadounidense.
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La historia del padre de Jia Ruiling, que cambió su nombre por seguridad, no es muy distinta. Según se lee en The Guardian, él estaba sufriendo fuertes dolores desde el 17 de marzo. A pesar de padecer cáncer de estómago, el hospital se negó a atenderlo debido al confinamiento de la ciudad. “Le rogamos al hospital que lo aceptara una y otra vez”, dijo su hija. “En algún momento mi padre sintió tanto dolor, que quiso quitarse la vida. ¿Qué podemos hacer? Por favor, ayúdenos a informar al gobierno central”, afirmó al diario británico.
Otro caso es el de Yurley Benítez, una colombiana de 27 años que lleva cuatro años viviendo en Shanghái, la mitad de ellos bajo las restricciones de la pandemia. A comienzos de la semana pasada fue trasladada a un centro de confinamiento, al norte de la ciudad, por la policía. “Todos los días nos estaban haciendo tests”, señaló en entrevista a BBC Mundo. Según le comentó al medio británico, nunca recibió un resultado de prueba negativa, pero el 4 de abril le llegó una alerta al celular que decía que el resultado era “anormal”. “Cuando mi código QR cambió y se puso de color rojo, empecé a sospechar que algo andaba mal”. Luego de solicitar una prueba PCR, de la cual nunca obtuvo el resultado, su compañera de cuarto fue notificada con un resultado positivo y las autoridades le avisaron que en las próximas 48 horas iban a pasar por ella. Fue cuestión de tiempo para que también llegaran por Benítez, a pesar de que una prueba de antígenos del 12 de abril arrojara un resultado negativo. “Todo parece un trámite, como si las autoridades solo quisieran justificar la construcción de todos estos hospitales”, advirtió a la BBC Mundo.
El control del virus es un asunto central para el gobierno de Xi Jinping, pues es el instrumento idóneo para consolidar una imagen sólida del modelo chino y de su régimen. “Ellos prefieren asumir los costos económicos y sociales que quedar en vergüenza ante los demás”, afirmó Camilo Defelipe, especialista en China de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, a este diario. Finalmente, esa ha sido la filosofía del Partido Comunista: asumir sacrificios en nombre del bien colectivo. Sin embargo, esta narrativa se agota y los jóvenes, sobre todo, son quienes más escépticos se muestran ante ella, agregó el docente.
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Ahora bien, si bien es cierto que es insostenible mantener clausurada a Shanghái, que representa el 4 % del PIB nacional, Defelipe prefiere alejarse de los comentarios que se leen en algunos medios de comunicación. Yanzhong Huang, director del Centro de Estudios de Salud Global de la Universidad de Seton Hall, le dijo a The New York Times que, probablemente, ante el aumento vertiginoso de los casos durante el mes pasado, el gobierno central se puso nervioso. “Tenía miedo de que, tal vez, si esta situación no puede controlarse en un corto período, amenazará la estabilidad social y económica. También podría descarrilar la transición de liderazgo en los próximos meses”. No obstante, Defelipe considera que, aunque la política de tolerancia cero puede traer un costo político, este no va a afectar la legitimidad del gobierno.
Además, a su parecer, las protestas que han tomado lugar en la ciudad son localizadas, no son un movimiento a escala nacional, por lo que no considera que se avecine una fuerte inestabilidad política que lleve al debilitamiento del poder central. No hay que olvidar que la censura de publicaciones ha sido reiterativa en las últimas semanas: el video “Voces de abril”, que documenta el impacto del confinamiento, fue retirado de la internet, así como el artículo “El pueblo de Shanghái ha alcanzado el límite de su máxima tolerancia”, visto cerca de 20 millones de veces, fue eliminado de la web. Entretanto, por las calles de la ciudad, las personas, golpeando ollas y sartenes, gritaron: “¡Queremos suministros! No queremos morirnos de hambre”.
Para Defelipe, China debe transitar de una política de tolerancia cero frente al coronavirus hacia una política dinámica. Si bien esto no equivale a la idea de “convivir con el virus”, ese enfoque implicaría impulsar la vacunación, sobre todo en la gente mayor, y mejorar los antivirales que circulan en el país. El 18 de abril de 2022, según lo informó el diario del Partido Comunista, el Diario del Pueblo, el 62 % de los mayores de 60 años residentes en Shanghái fueron vacunados por completo, mientras que el 38 % había recibido una vacuna de refuerzo. El porcentaje de personas mayores de 80 años con todas las vacunas es aún menor: 15 %.
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Un factor determinante en medio del panorama será el fortalecimiento de la economía china y su capacidad para responder a los efectos del confinamiento. Métodos de compensación, como subsidios, pueden venir en un corto plazo, pero también la amplitud del gigante asiático hacia nuevos mercados, como los latinoamericanos, pueden ser una opción. Así, al parecer, la apuesta de Xi Jinping para su reelección consta de dos pilares: frenar el coronavirus y apostar por el crecimiento económico. Ahora bien, si bien China, a pesar de la pandemia, creció en un 2,3 % en su PIB en 2020, gracias a haber reducido o aplazado el pago de impuestos para que las empresas pudieran recuperarse y a la reducción de los intereses en los préstamos bancarios para promover la economía, este ha sido el menor incremento del país en los últimos 40 años, sin mencionar que los ciudadanos experimentaron una disminución en su capacidad adquisitiva.
Las autoridades desalojando a las personas de sus apartamentos para aislar a los pacientes contagiados con coronavirus, los niños infectados separados de sus padres, los problemas en la cadena de suministros de los alimentos y el encierro de cerca de 26 millones de habitantes son las imágenes que dejan la política de tolerancia cero del covid-19 en Shanghái. Con 2.472 nuevos casos reportados el 25 de abril de 2022, según cifras de Our World in Data, frente a los 70.000 con los que empezó el mes de marzo, la ciudad se ha convertido, por un lado, en un bastión político del régimen de Xi Jinping, que aspira llegar a la tercera reelección tomando como bandera el control sobre el virus, y, por el otro, en un escenario de crisis social, donde la atención de pacientes con enfermedades crónicas, como la diabetes, no pueden acceder al servicio de salud.
Van casi cuatro semanas desde que la ciudad entró a un estricto confinamiento y el panorama parece empeorar. Una enfermera que sufrió un ataque de asma murió luego de que se le negara la atención debido a los controles del virus. Además, un hombre de 90 años falleció por complicaciones de la diabetes, después de que lo rechazaran de un hospital, informó The New York Times. “Si en ese momento hubiera podido recibir tratamiento, probablemente habría sobrevivido”, dijo Tracy Tang, su nieta, al diario estadounidense.
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La historia del padre de Jia Ruiling, que cambió su nombre por seguridad, no es muy distinta. Según se lee en The Guardian, él estaba sufriendo fuertes dolores desde el 17 de marzo. A pesar de padecer cáncer de estómago, el hospital se negó a atenderlo debido al confinamiento de la ciudad. “Le rogamos al hospital que lo aceptara una y otra vez”, dijo su hija. “En algún momento mi padre sintió tanto dolor, que quiso quitarse la vida. ¿Qué podemos hacer? Por favor, ayúdenos a informar al gobierno central”, afirmó al diario británico.
Otro caso es el de Yurley Benítez, una colombiana de 27 años que lleva cuatro años viviendo en Shanghái, la mitad de ellos bajo las restricciones de la pandemia. A comienzos de la semana pasada fue trasladada a un centro de confinamiento, al norte de la ciudad, por la policía. “Todos los días nos estaban haciendo tests”, señaló en entrevista a BBC Mundo. Según le comentó al medio británico, nunca recibió un resultado de prueba negativa, pero el 4 de abril le llegó una alerta al celular que decía que el resultado era “anormal”. “Cuando mi código QR cambió y se puso de color rojo, empecé a sospechar que algo andaba mal”. Luego de solicitar una prueba PCR, de la cual nunca obtuvo el resultado, su compañera de cuarto fue notificada con un resultado positivo y las autoridades le avisaron que en las próximas 48 horas iban a pasar por ella. Fue cuestión de tiempo para que también llegaran por Benítez, a pesar de que una prueba de antígenos del 12 de abril arrojara un resultado negativo. “Todo parece un trámite, como si las autoridades solo quisieran justificar la construcción de todos estos hospitales”, advirtió a la BBC Mundo.
El control del virus es un asunto central para el gobierno de Xi Jinping, pues es el instrumento idóneo para consolidar una imagen sólida del modelo chino y de su régimen. “Ellos prefieren asumir los costos económicos y sociales que quedar en vergüenza ante los demás”, afirmó Camilo Defelipe, especialista en China de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, a este diario. Finalmente, esa ha sido la filosofía del Partido Comunista: asumir sacrificios en nombre del bien colectivo. Sin embargo, esta narrativa se agota y los jóvenes, sobre todo, son quienes más escépticos se muestran ante ella, agregó el docente.
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Ahora bien, si bien es cierto que es insostenible mantener clausurada a Shanghái, que representa el 4 % del PIB nacional, Defelipe prefiere alejarse de los comentarios que se leen en algunos medios de comunicación. Yanzhong Huang, director del Centro de Estudios de Salud Global de la Universidad de Seton Hall, le dijo a The New York Times que, probablemente, ante el aumento vertiginoso de los casos durante el mes pasado, el gobierno central se puso nervioso. “Tenía miedo de que, tal vez, si esta situación no puede controlarse en un corto período, amenazará la estabilidad social y económica. También podría descarrilar la transición de liderazgo en los próximos meses”. No obstante, Defelipe considera que, aunque la política de tolerancia cero puede traer un costo político, este no va a afectar la legitimidad del gobierno.
Además, a su parecer, las protestas que han tomado lugar en la ciudad son localizadas, no son un movimiento a escala nacional, por lo que no considera que se avecine una fuerte inestabilidad política que lleve al debilitamiento del poder central. No hay que olvidar que la censura de publicaciones ha sido reiterativa en las últimas semanas: el video “Voces de abril”, que documenta el impacto del confinamiento, fue retirado de la internet, así como el artículo “El pueblo de Shanghái ha alcanzado el límite de su máxima tolerancia”, visto cerca de 20 millones de veces, fue eliminado de la web. Entretanto, por las calles de la ciudad, las personas, golpeando ollas y sartenes, gritaron: “¡Queremos suministros! No queremos morirnos de hambre”.
Para Defelipe, China debe transitar de una política de tolerancia cero frente al coronavirus hacia una política dinámica. Si bien esto no equivale a la idea de “convivir con el virus”, ese enfoque implicaría impulsar la vacunación, sobre todo en la gente mayor, y mejorar los antivirales que circulan en el país. El 18 de abril de 2022, según lo informó el diario del Partido Comunista, el Diario del Pueblo, el 62 % de los mayores de 60 años residentes en Shanghái fueron vacunados por completo, mientras que el 38 % había recibido una vacuna de refuerzo. El porcentaje de personas mayores de 80 años con todas las vacunas es aún menor: 15 %.
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Un factor determinante en medio del panorama será el fortalecimiento de la economía china y su capacidad para responder a los efectos del confinamiento. Métodos de compensación, como subsidios, pueden venir en un corto plazo, pero también la amplitud del gigante asiático hacia nuevos mercados, como los latinoamericanos, pueden ser una opción. Así, al parecer, la apuesta de Xi Jinping para su reelección consta de dos pilares: frenar el coronavirus y apostar por el crecimiento económico. Ahora bien, si bien China, a pesar de la pandemia, creció en un 2,3 % en su PIB en 2020, gracias a haber reducido o aplazado el pago de impuestos para que las empresas pudieran recuperarse y a la reducción de los intereses en los préstamos bancarios para promover la economía, este ha sido el menor incremento del país en los últimos 40 años, sin mencionar que los ciudadanos experimentaron una disminución en su capacidad adquisitiva.