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Son muchos los efectos devastadores que sufre una nación a causa de las guerras: hambre, temor, incertidumbre y desestabilidad. Durante los dos meses que se ha prolongado la guerra de Sudán, las consecuencias de los fusiles y la violencia han repercutido mucho más allá.
El conflicto, vale la pena recordar, estalló el pasado 15 de abril, cuando el Ejército y los paramilitares sudaneses (FAR) se enfrascaron en combates por el poder político y administrativo del país. Desde entonces se han presentado más de 10 intentos de treguas y pausas a la guerra, ninguna de ellas respetada. Y desde las ONG de derechos humanos y organismos hay dos conclusiones claras. La primera: mientras ambos bandos se crean con posibilidades de salir victoriosos, el sonido de los fusiles continuará. La segunda: es la población civil la que más ha sentido las repercusiones de la guerra.
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Hasta el momento han muerto al menos 886 personas, la mayoría de ellas en Jartum, la capital, y Darfur. Así lo ha reportado la Organización Mundial de la Salud (OMS), que desde que empezaron los primeros estruendos de la guerra ha seguido semanalmente las cifras de víctimas mortales en Sudán. Sin embargo, los números distan mucho de los que ofrece el Sindicato de Médicos de ese país, que explica que de acuerdo con sus registros, la cifra de muertos ya superó el millar de civiles.
Los heridos, por otra parte, han sido una constante en el conflicto. La OMS estima que más de 6.000 personas han resultado con lesiones leves o graves desde que inició el conflicto. Pero la atención médica se ve complicada, pues los hospitales y las misiones sanitarias son atacadas o han cerrado; y las que aún se mantienen funcionales se ven enfrentadas a cortes de electricidad, amenazas y falta de insumos.
Desplazados y refugiados, el epílogo de una crisis social humanitaria
Otras víctimas del conflicto son las personas que se han visto obligadas a huir de sus hogares para dejar atrás la violencia y que, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la cifra asciende a cerca de 2,2 millones de ciudadanos.
De todos ellos, alrededor de 1,67 millones de personas han sido desplazadas internamente y abandonaron la capital hacia otros estados buscando seguridad; mientras que otras 528.000 personas, entre refugiados, solicitantes de asilo y retornados, cruzaron a países vecinos, de acuerdo con los datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
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Esta situación se ajusta a lo mencionado por Filippo Grandi, alto comisionado de ACNUR, en el último informe de la organización, en lelque critica que los gobiernos y las naciones son “muy rápidos para la guerra, pero muy lentos para ofrecer soluciones”.
Agresiones sexuales
La violencia sexual relacionada con el conflicto preocupa a las organizaciones de la sociedad civil, que han denunciado un aumento de los casos de violencia de género, en particular de violencia sexual y secuestros de mujeres y niñas.
La Oficina de Coordinación para Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) confirmó el 9 de junio al menos 12 casos de violencia sexual contra 37 mujeres desde que comenzara el conflicto en Sudán el 15 de abril, aunque apuntó que la cifra podría ser mayor ante el miedo de las víctimas a denunciar formalmente estas agresiones.
Niños sin familia
Por otro lado, Unicef indicó que más de 13,6 millones de niños necesitan ayuda humanitaria urgente, mientras que el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) alertó de la situación que padecen menores sin familia, después que la semana pasada evacuaran a más de 280 niños, de entre 1 y 15 años, y 70 cuidadores del orfanato de Maygoma, en Jartum, hasta Wad Madani, un lugar más seguro a unos 200 kilómetros al sureste de la capital.
Precisamente, la falta de ayuda humanitaria y de suministros médicos causó la muerte de al menos 71 niños en este orfanato estatal.
Los continuos enfrentamientos tanto en Jartum como en la ciudad próxima de Um Durman han generado una gran falta de alimentos, medicinas y servicios como electricidad, comunicación y agua, cuyos precios se han duplicado, dificultando todavía más el acceso de la población a estos suministros.
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Vecinos de Jartum dijeron a la agencia EFE que la falta de harina para preparar el pan en las panaderías y la falta de gasolina para el transporte duplicaron el precio de una pieza de pan, mientras que otros optaron por beber agua del Nilo, pese al riesgo de infecciones, ante la situación que obligó a otros a desplazarse a zonas más seguras.
Según la OCHA, los mercados locales y la disponibilidad de efectivo se han visto muy afectados por el conflicto. El reabastecimiento de bienes una vez agotadas las existencias locales debido a la escasez de suministros en el país y a la interrupción de las redes de transporte sigue siendo motivo de preocupación.
Desde el estallido del conflicto, el Ejército de Sudán y las FAR acordaron más de una decena de treguas auspiciadas por diferentes mediadores internacionales como Sudán del Sur, que medió en un alto el fuego de una semana de duración, y Arabia Saudí y Estados Unidos, que llevan a cabo una ronda de negociaciones de paz indirectas en la ciudad saudí de Yeda.
Sin embargo, de todas las pausas humanitarias acordadas, las partes enfrentadas solo respetaron íntegramente la última de 24 horas que tuvo lugar entre el pasado sábado y domingo
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