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Cada intento de alcanzar la paz se ve camuflado por nuevos ataques en Sudán. Este miércoles, las conversaciones para alcanzar una tregua entre el Ejército de Sudán y las Fuerzas de Apoyo Rápido fracasaron una vez más debido a que ambas partes, enfrentadas desde mediados de abril, se acusan mutuamente de no cumplir los mínimos necesarios para empezar a hablar de paz y diálogo.
Durante los últimos días ambos grupos se reunieron en Arabia Saudita para alcanzar negociaciones que permitieran pausar durante algunos días las agresiones y las ofensivas militares. Según ONG, es necesaria la instalación de una tregua, pues el conflicto ha dejado 1.800 muertos y los efectos de la guerra han obligado a casi 1.4 millones de personas a salir del país.
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El Ejército, por su parte, anunció la suspensión de “su participación en las negociaciones”, que también fueron organizadas por Estados Unidos. Así lo confirmó una fuente diplomática, que explicó que los castrenses tomaron esta decisión debido a que “los rebeldes nunca aplicaron uno de los puntos del acuerdo de tregua temporaria que prevé su retirada de los hospitales y viviendas y no cesan de romperla”.
Vale la pena recordar que el conflicto estalló desde el 15° de abril. Desde ese día Abdel Fatah al Burhan, cabeza del Ejército, y Mohamed Daglo, líder paramilitar, se han enfrentado en Jartum, la capital, y Darfour, convirtiéndolos en campos de guerra.
Mientras que el Ejército dijo en un comunicado que sus tropas “han repelido un ataque desesperado en Al Obaid (capital del estado céntrico de Kordofan) e infligido grandes pérdidas a la milicia rebelde”, las FAR denunciaron “bombardeos aéreos y con artillería pesada” contra sus posiciones en Jartum.
“Las Fuerzas Armadas atacaron hoy temprano una posición de las FAR en la Casa de la Moneda en Jartum (...) respondimos con decisión al ataque, haciendo retroceder a los extremistas y tomando el control total de un centro de planificación estratégica”, dijeron los paramilitares en un comunicado.
Los mediadores sauditas y estadounidenses indicaron este lunes que ambas partes habían acordado extender cinco días una tregua humanitaria vigente desde el 22 de mayo, que sin embargo fue violada con frecuencia con ataques aéreos, fuego de artillería y movimientos de blindados.
El conflicto, que ha dejado al menos 1.800 muertos, según la Organización ACLED, y casi un millón y medio de desplazados y refugiados, según la ONU, sigue matando y obligando a las familias a abandonar sus hogares. Por ejemplo, Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas, alertó que las consecuencias humanitarias como la migración o el hambre podrían repercutir en toda la región.
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Ninguna de las hasta ahora nueve pausas alcanzadas desde el estallido de los combates, el 15 de abril, ha sido respetada por las dos partes en conflicto.
Si bien los dos afirman su cumplimiento con el alto el fuego, el Ejército acusa a las FAR de incumplirlo mediante la ocupación de instalaciones civiles y de servicios, incluidos hospitales y viviendas de civiles en barrios residenciales, mientras que los paramilitares culpan a las fuerzas armadas de atacar centros médicos e instalaciones civiles.
Según la llamada “Declaración de Yeda”, firmada el 11 de mayo y con la que fue alcanzado el “breve alto el fuego”, ambos bandos se comprometen a facilitar la llegada y la distribución de ayuda en “todo Sudán”, pero también a desocupar las instalaciones civiles y de servicios, y evitar daño a los civiles o el uso de personas como “escudos humanos”.
Pero analistas coinciden en que este conflicto se prolongara a medida que ambos actores de la guerra sigan creyéndose con chances de ganar. Mauricio Jaramillo Jassir, politólogo y profesor de la Universidad del Rosario, explicó a El Espectador que “es muy difícil que se consiga la paz si no viene desde adentro”. Por ende, opina el experto, la intención de acabar la guerra debe nacer desde el Ejército o los paramilitares, algo que hasta el momento no se ha visto.
Antes del nuevo conflicto Sudán ya era uno de los países más pobres del mundo. Ahora, después de casi siete semanas de guerra, 25 de los 45 millones de sudaneses ya no pueden sobrevivir sin ayuda humanitaria, indicó la ONU.
Denunciaron también “bombardeos aéreos y con artillería pesada contra barrios residenciales” en el norte de Jartum y la vecina ciudad de Um Durman, y afirmaron que “los misiles alcanzaron instalaciones públicas, incluida la sede de una agencia de la ONU” en la capital, sin dar a conocer más detalles.
Esas nuevas acusaciones mutuas se producen mientras continúa, con dificultades y en gran secretismo, el diálogo indirecto entre representantes del Ejército y las FAR en la ciudad de Yeda, en el mar Rojo, con la mediación de Estados Unidos y Arabia Saudí.
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Ese diálogo, que empezó el pasado 6 de mayo, ha tenido como resultado una tregua humanitaria de siete días que entró en vigor el pasado día 22 y fue prorrogada el pasado lunes para otros cinco días con la esperanza de poder convencer a las partes enfrentadas de un alto el fuego permanente.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el conflicto ha dejado al menos 850 muertos y más de 5.500 heridos.
Los enfrentamientos también han provocado el desplazamiento interno y externo de más de 1,3 millones de personas, de acuerdo con la ONU.
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