Torre de Tokio: Adiós a Shinzo Abe
Una columna para acercar a los colombianos a la cultura de Japón. Hoy, la volatilidad de la política en ese país.
Gonzalo Robledo * / Especial para El Espectador, Tokio
Cuentan que Margaret Thatcher aconsejaba a otros políticos occidentales que se disponían a viajar a Japón, no molestarse en memorizar el nombre del primer ministro pues, les advertía, “es posible que cuando usted se baje del avión, ya lo hayan cambiado”.
La gran volatilidad de la política japonesa dio lugar a 17 cambios de gobierno en los 25 años que van desde 1987 hasta 2012. Por motivos políticos, enfermedad, escándalos financieros o corrupción, algunos primeros ministros aguantaron poco menos de dos años. Uno que se apellidaba Uno, tuvo un lío de quimonos con una geisha y le tocó dimitir en 69 días.
Es por eso que la longevidad en el cargo es el principal legado del primer ministro Shinzo Abe, quien anunció su dimisión el pasado 28 de agosto después de haber batido el récord de casi ocho años seguidos (2.799 días), como jefe del ejecutivo nipón.
Aquejado de una colitis ulcerosa, Abe se retira sin haber llevado a cabo ninguno de sus proyectos estrella, entre ellos un ambicioso programa económico que pretendía poner fin a la deflación, y la firma del tratado de paz con Rusia, pendiente desde 1945. Tampoco pudo inaugurar los Juegos Olímpicos de Tokio, y una serie de escándalos por favoritismo, sumados al mal manejo de la pandemia, habían mermado su popularidad.
Abe falló además en su propósito de revisar la Constitución pacifista para dar paso a su añorado rearme. Como castigo por los desmanes de las tropas japonesas en Asia en la primera mitad del siglo pasado, Estados Unidos impuso al final de la Segunda Guerra mundial una Carta Magna que prohibía fundar un ejército con capacidad para participar en conflictos internacionales. Desde entonces, políticos con simpatías nacionalistas como Abe, anhelan un Japón con misiles intercontinentales y derecho a atacar fuera de sus fronteras.
Shinzo Abe pertenece a una estirpe política conservadora de tres generaciones que, por casualidad, han visitado todas Colombia. Su abuelo, Nobusuke Kishi, primer ministro entre 1957 y 1960 y considerado por algunos historiadores como un Maquiavelo en quimono, estuvo en Colombia en 1977.
Su padre, Shintaro, visitó Bogotá siendo ministro de Exteriores en 1985 y Abe mismo viajó a esa capital dos veces, en 2008 y 2014. Su primera visita fue con motivo del centenario de las relaciones diplomáticas nipo-colombianas. Es esa ocasión su esposa, Akie, describió en su blog una Colombia tétrica basada en los vívidos relatos de asesinatos y secuestros que le obsequiaron sus anfitriones en Bogotá, el entonces presidente Álvaro Uribe y su canciller Fernando Araújo.
El cargo de primer ministro en Japón lo suele ocupar el presidente del Partido Liberal Democrático (PLD), una fuerza conservadora que nombrará un interino hasta que se termine el período estipulado de Abe, en septiembre de 2021. El nombre de Abe suena ahora para dirigir el comité organizador de los Juegos Olímpicos, aplazados para el año entrante. Si la pandemia remite y las vacunas alcanzan, será la oportunidad de estar presente cuando una de sus obras inconclusas se complete.
* Periodista colombiano radicado en Japón. Aquí puede leer las demás columnas sobre el tema.
Cuentan que Margaret Thatcher aconsejaba a otros políticos occidentales que se disponían a viajar a Japón, no molestarse en memorizar el nombre del primer ministro pues, les advertía, “es posible que cuando usted se baje del avión, ya lo hayan cambiado”.
La gran volatilidad de la política japonesa dio lugar a 17 cambios de gobierno en los 25 años que van desde 1987 hasta 2012. Por motivos políticos, enfermedad, escándalos financieros o corrupción, algunos primeros ministros aguantaron poco menos de dos años. Uno que se apellidaba Uno, tuvo un lío de quimonos con una geisha y le tocó dimitir en 69 días.
Es por eso que la longevidad en el cargo es el principal legado del primer ministro Shinzo Abe, quien anunció su dimisión el pasado 28 de agosto después de haber batido el récord de casi ocho años seguidos (2.799 días), como jefe del ejecutivo nipón.
Aquejado de una colitis ulcerosa, Abe se retira sin haber llevado a cabo ninguno de sus proyectos estrella, entre ellos un ambicioso programa económico que pretendía poner fin a la deflación, y la firma del tratado de paz con Rusia, pendiente desde 1945. Tampoco pudo inaugurar los Juegos Olímpicos de Tokio, y una serie de escándalos por favoritismo, sumados al mal manejo de la pandemia, habían mermado su popularidad.
Abe falló además en su propósito de revisar la Constitución pacifista para dar paso a su añorado rearme. Como castigo por los desmanes de las tropas japonesas en Asia en la primera mitad del siglo pasado, Estados Unidos impuso al final de la Segunda Guerra mundial una Carta Magna que prohibía fundar un ejército con capacidad para participar en conflictos internacionales. Desde entonces, políticos con simpatías nacionalistas como Abe, anhelan un Japón con misiles intercontinentales y derecho a atacar fuera de sus fronteras.
Shinzo Abe pertenece a una estirpe política conservadora de tres generaciones que, por casualidad, han visitado todas Colombia. Su abuelo, Nobusuke Kishi, primer ministro entre 1957 y 1960 y considerado por algunos historiadores como un Maquiavelo en quimono, estuvo en Colombia en 1977.
Su padre, Shintaro, visitó Bogotá siendo ministro de Exteriores en 1985 y Abe mismo viajó a esa capital dos veces, en 2008 y 2014. Su primera visita fue con motivo del centenario de las relaciones diplomáticas nipo-colombianas. Es esa ocasión su esposa, Akie, describió en su blog una Colombia tétrica basada en los vívidos relatos de asesinatos y secuestros que le obsequiaron sus anfitriones en Bogotá, el entonces presidente Álvaro Uribe y su canciller Fernando Araújo.
El cargo de primer ministro en Japón lo suele ocupar el presidente del Partido Liberal Democrático (PLD), una fuerza conservadora que nombrará un interino hasta que se termine el período estipulado de Abe, en septiembre de 2021. El nombre de Abe suena ahora para dirigir el comité organizador de los Juegos Olímpicos, aplazados para el año entrante. Si la pandemia remite y las vacunas alcanzan, será la oportunidad de estar presente cuando una de sus obras inconclusas se complete.
* Periodista colombiano radicado en Japón. Aquí puede leer las demás columnas sobre el tema.