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                                                                                                                                Torre de Tokio: la bendita ere

                                                                                                                                Una columna para acercar a los colombianos a la cultura japonesa.

                                                                                                                                Gonzalo Robledo * / Especial para El Espectador, Tokio

                                                                                                                                Los japoneses sufren con el lambdacismo al hablar español, por las sus eres y erres. / EFE
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Este fenómeno fonético fue bautizado en español con una palabra que suena a enfermedad tropical transmitida por picadura de mosquito: lambdacismo, y sabemos que viajó desde Andalucía, Extremadura y Murcia a países con costas en el Caribe donde, mucho antes del nacimiento del reguetón, escuchábamos frases como “Mi amol, no puedo dejal de amalte”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Existen métodos para remediar el lambdacismo. Pero si usted se llama Araceli, Pilar, Alberto o Gabriel y en su visita a Japón tiene que pedir a quien quiera pronunciar su nombre “aplicar la punta de la lengua al reborde alveolar de la mandíbula superior y la parte anterior de la bóveda palatina”, lo mejor es resignarse a la dicción deformada.

                                                                                                                                La balanza se equilibra cuando en una reunión con japoneses nos comienzan a presentar señores apellidados Shimada, Shoda o Shugyo, que nos explicarán con cortesía la enorme diferencia entre pronunciar “S” o “Sh”. Debido a la ausencia en nuestro idioma del sonido “Sh” (como el inglés she), los hispanohablantes que preguntamos por Shibuya y Shinjuku, las dos estaciones de tren más transitadas de Tokio, sonamos como el cocinero chino de La Ponderosa.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                * Lea las anteriores columnas aquí.

                                                                                                                                Los japoneses sufren con el lambdacismo al hablar español, por las sus eres y erres. / EFE
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Este fenómeno fonético fue bautizado en español con una palabra que suena a enfermedad tropical transmitida por picadura de mosquito: lambdacismo, y sabemos que viajó desde Andalucía, Extremadura y Murcia a países con costas en el Caribe donde, mucho antes del nacimiento del reguetón, escuchábamos frases como “Mi amol, no puedo dejal de amalte”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Existen métodos para remediar el lambdacismo. Pero si usted se llama Araceli, Pilar, Alberto o Gabriel y en su visita a Japón tiene que pedir a quien quiera pronunciar su nombre “aplicar la punta de la lengua al reborde alveolar de la mandíbula superior y la parte anterior de la bóveda palatina”, lo mejor es resignarse a la dicción deformada.

                                                                                                                                La balanza se equilibra cuando en una reunión con japoneses nos comienzan a presentar señores apellidados Shimada, Shoda o Shugyo, que nos explicarán con cortesía la enorme diferencia entre pronunciar “S” o “Sh”. Debido a la ausencia en nuestro idioma del sonido “Sh” (como el inglés she), los hispanohablantes que preguntamos por Shibuya y Shinjuku, las dos estaciones de tren más transitadas de Tokio, sonamos como el cocinero chino de La Ponderosa.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                * Lea las anteriores columnas aquí.

                                                                                                                                Por Gonzalo Robledo * / Especial para El Espectador, Tokio

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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