Tras 6 meses del ataque de Hamás contra Israel, Gaza se convirtió en un cementerio
Un panorama de lo que ha pasado en el Estado judío, entre las manifestaciones contra Netanyahu, el riesgo de ataques de países vecinos y el clamor por la liberación de los rehenes, además de la situación en Gaza, que está en riesgo de hambruna y donde han fallecido más de 33.000 personas desde el 7 de octubre.
María José Noriega Ramírez
David Kerpel les repetía a los grupos de turistas que recibía en Tierra Santa que Israel era una potencia regional y que Hamás tenía miedo de hacer un ataque contra ellos. “Me choqué con una pared el 7 de octubre”, aseguró. “La fe ciega sobre los sistemas de seguridad ha dado un vuelco y ahora hay una desconfianza grande”. En estos seis meses que se cumplen desde que milicianos de ese grupo atacaron el Estado judío, matando alrededor de 1.200 personas, lo que desencadenó una contraofensiva israelí devastadora en Gaza, que le ha valido acusaciones de genocidio, dice que estar informado se ha convertido casi en una necesidad para sobrevivir: “La gente está pegada a las noticias para reaccionar rápido a lo que pasa, para que no nos vuelvan a sorprender”.
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David Kerpel les repetía a los grupos de turistas que recibía en Tierra Santa que Israel era una potencia regional y que Hamás tenía miedo de hacer un ataque contra ellos. “Me choqué con una pared el 7 de octubre”, aseguró. “La fe ciega sobre los sistemas de seguridad ha dado un vuelco y ahora hay una desconfianza grande”. En estos seis meses que se cumplen desde que milicianos de ese grupo atacaron el Estado judío, matando alrededor de 1.200 personas, lo que desencadenó una contraofensiva israelí devastadora en Gaza, que le ha valido acusaciones de genocidio, dice que estar informado se ha convertido casi en una necesidad para sobrevivir: “La gente está pegada a las noticias para reaccionar rápido a lo que pasa, para que no nos vuelvan a sorprender”.
Sobre las tensiones con países alrededor, como Irán, confiesa que el asunto es complicado, sobre todo después de la muerte de siete miembros de la Guardia Revolucionaria en un ataque en Damasco, Siria, atribuido a Tel Aviv, sobre el cual Teherán prometió venganza. De hecho, el portavoz del ejército israelí, Daniel Hagari, afirmó el jueves que sus tropas están desplegadas en todas las fronteras, listas para una variedad de escenarios: “En los últimos seis meses hemos estado en una guerra en múltiples frentes. Estamos en alerta máxima en todos los ámbitos (...). Los aviones están preparados para la defensa y el ataque”.
En consecuencia, se suspendieron los permisos de vacaciones y se incrementó el número de personas y de reservistas. Uno de los temores que hay es que Irán realice una ofensiva con misiles o drones, o que lo haga alguna de sus milicias satélites en la región, como Hezbolá, desde el Líbano. Kerpel, como otros, está a la expectativa de conocer qué va a pasar: “Puede que nos quieran dar un golpe, lo han dicho algunos analistas, pero no uno tan fuerte que implique arrastrar a Estados Unidos a una guerra regional. Algo así tampoco lo querría el Líbano, pues está viendo la destrucción que hay en Gaza y teme que pueda terminar así”.
Pero las tensiones no acaban allí. Esta semana Israel vivió una de las protestas más grandes desde el 7 de octubre: miles de personas salieron a las calles a manifestarse contra el gobierno de Benjamin Netanyahu, exigiendo su renuncia. Entre quienes marcharon y se pararon frente al Parlamento, en Jerusalén, estuvieron algunos de los familiares de las 130 personas que permanecen como rehenes de Hamás, sobre las cuales se presume que 32 han fallecido en cautiverio y las demás están expuestas a hambre, sed e incluso tortura y violencia sexual, luego del secuestro de unas 250 tras el ataque perpetrado cerca de la frontera con Gaza.
Ellos se aferran a la tregua de noviembre, con la que fueron liberadas 105 personas a cambio de 240 presos palestinos, y a la escasa información que han recibido de sus seres queridos desde entonces. Pero el tiempo pasa y mantener la esperanza cada vez es más difícil: “Netanyahu está improvisando todas las decisiones que toma. No sabe qué hacer. Somos un país fuerte, pero parece que tenemos al gobierno más débil en la historia de Israel”, le dijo una mujer a la agencia EFE. Otros, sin embargo, creen que la situación sobrepasa al primer ministro y que alcanzar un acuerdo con Hamás no es sencillo.
El viernes se supo que el Estado judío permitiría la entrega “temporal” de ayuda humanitaria en la Franja de Gaza, a través del puerto de Asdod y el paso de Erez, y que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU exigió el cese de la venta de armas a Israel, invocando el riesgo de genocidio. Con el enclave asediado desde octubre y al borde de la hambruna, Odette Yidi David, vocera de la comunidad palestina en Colombia, piensa que ya no hay palabras para describir el horror que se está viviendo hoy: “Gaza se ha convertido en un cementerio de niños y también de todos y cada uno de los principios del derecho internacional”. Allí, 33.091 personas han muerto desde el 7 de octubre, según las autoridades sanitarias controladas por Hamás.
De regreso de Ginebra, Suiza, donde participó de la conferencia “Construyendo puentes con la sociedad civil internacional para atender la nakba (catástrofe) en curso”, organizada por el Comité para el Ejercicio de los Derechos Inalienables del Pueblo Palestino de la ONU, Yidi David dijo: “Cuando acabe la agresión militar apenas podremos constatar la magnitud de las atrocidades cometidas. El proceso de reparación y reconstrucción será muy largo. Lo urgente ahora es el fin del genocidio y de la colonización. Gaza está destruida y Cisjordania es un archipiélago de pequeñas comunidades palestinas rodeadas por asentamientos (unos 130, donde viven alrededor de 500.000 judíos, junto a 2,7 millones de palestinos), carreteras exclusivas para colonos y el muro de segregación”.
El hambre, además, se ha convertido en un arma de guerra, según múltiples denuncias. Oxfam presentó un estudio que muestra que los habitantes del norte de la Franja de Gaza viven con menos de 245 calorías por día, lo que es “menos que una lata de fríjoles”. En medio de ello, el ingreso por tierra de la asistencia humanitaria ha sido bloqueado varias veces y los palestinos han muerto tratando de alcanzar la ayuda que algunos países, entre ellos Estados Unidos, han lanzado desde el aire. Además, más de 100 fallecieron al lado de los convoyes, algunos arrollados y otros baleados por fuerzas israelíes, como pasó a finales de febrero. A esto se suma que 200 trabajadores humanitarios han sido asesinados en medio de los enfrentamientos: siete de ellos, que trabajaban en la ONG World Central Kitchen, fallecieron esta semana. Algunas organizaciones, como Anera y Proyecto Hope, anunciaron su salida del enclave palestino.
Pero esto, según Nadia Silhi Chahin, abogada y candidata a doctora en derecho, no es algo nuevo: “En Gaza, desde antes de octubre, Israel ya estaba cometiendo el crimen de lesa humanidad de persecución y crímenes de guerra contra la población palestina. Desde antes del genocidio, del cual se ha hablado desde Naciones Unidas y otras instancias, ya había pobreza, desempleo e impedimentos para acceder a derechos humanos, como la vida, pues Israel periódicamente bombardeaba la Franja. Además, la gente no tenía derecho a entrar o salir sin autorización”. Ante este panorama, al menos para ella, los terceros países tienen la obligación moral y jurídica de hacer algo con respecto a las acciones de Israel frente al pueblo palestino.
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