Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Donald Trump, convencido de su supuesta invencibilidad, hizo en julio una llamada que complicó su futuro. Desde el comienzo de su administración, las conversaciones telefónicas del presidente estadounidense se han convertido en una extensión de su forma de gobernar: manejando sus propias reglas y rompiendo los protocolos de gobiernos anteriores. Asesores de su administración dicen que el republicano maneja sus llamadas a líderes mundiales con la espontaneidad e informalidad que sus predecesores trataron de evitar, y hoy eso le pasa factura.
El presidente ahora enfrenta un juicio político por la llamada que le hizo a su homólogo ucraniano, Volodymyr Zelenski, en la que le sugiere que reabra una investigación contra Hunter Biden, hijo del exvicepresidente y precandidato presidencial demócrata Joe Biden, por presunta corrupción en la dirección de una compañía ucraniana. Con ello, Trump estaría abusando de su poder presidencial y socavando la integridad de las elecciones de 2020, en las que además se juega su reelección. Tras el estallido del escándalo y las filtraciones sobre la llamada, la Casa Blanca publicó la transcripción de la conversación telefónica entre los dos líderes, en la que queda en evidencia que Trump pidió en por lo menos tres ocasiones que se investigara el caso Biden, además de ofrecer la ayuda del fiscal general de EE. UU., William Barr. Le recomendamos: “Ucraniagate” podría ser el escándalo más grave de Trump
La publicación de la transcripción podría terminar afectando la política exterior estadounidense. “Este es un gran error, un precedente terrible, ya que ningún líder extranjero en el futuro hablará con franqueza con el presidente sobre cualquier llamada futura”, escribió el exembajador de Estados Unidos en Rusia Michael McFaul. Y, además, deja expuestos otros problemas en la Casa Blanca.
Quienes rodean a Trump han quedado sorprendidos por su manera de dirigir las conversaciones. El equipo de asesores del presidente generalmente preparan una página con los puntos a tratar antes de sus llamadas oficiales, pero Trump se ha encargado de llevar el hilo de las charlas solo, sin ayuda. Ignora las recomendaciones y las notas informativas. Mientras las llamadas están en curso, los asesores se ubican en otra sala, lejos del presidente. Aunque pueden monitorear la charla, no tienen la capacidad para guiar a Trump en situaciones críticas. Así lo prefiere él.
Cuando la prensa comenzó a indagar en las llamadas del mandatario a otros líderes mundiales, la Casa Blanca limitó más el acceso a esta información. En julio de 2018, la administración suspendió, sin explicación, los resúmenes de llamadas telefónicas realizadas por el presidente a otros líderes, una práctica común en gobiernos anteriores tanto republicanos como demócratas. Las llamadas se han convertido en un asunto tan secreto, que muy pocas personas dentro del gobierno tienen acceso a tal información. La Casa Blanca ha comenzado a publicar de nuevo información sobre las llamadas, pero en declaraciones breves, sin detalles. Este no fue el único protocolo que cambió Trump. Vea también: ¿Puede ser destituido Trump?
Medios locales, como The New York Times y CNN, señalan que Trump ha preferido usar sus líneas personales. Dos iPhones a los que sus asistentes han bautizado como el “Trump 1” y el “Trump 2”, y le han dado su número de celular personal a por lo menos dos líderes extranjeros recomendándoles que lo llamen personalmente. Estas llamadas se hacen en horario extralaboral. Trump ha defendido el uso de sus iPhones porque los considera más seguros, pese a las advertencias de agentes de espionaje estadounidenses sobre que estas líneas pueden ser intervenidas por espías extranjeros. Aunque acusó a Hillary Clinton en 2016 de usar un servidor de correo personal para asuntos del gobierno, tanto Trump como su entorno fallan en la misma conducta, y esto va en contra de la política de la Ley de Registros Presidenciales.
La llamada a Zelenski no es la primera comunicación polémica del presidente. De hecho, Trump ni siquiera se había posesionado cuando ya estaba causando caos con sus llamadas. El 2 de diciembre de 2016, luego de ganar las elecciones presidenciales, recibió una llamada de la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-Wen, pese a que sus consejeros le recomendaron no hacerlo, ya que no existen relaciones diplomáticas formales entre EE. UU. y Taiwán, y ese acercamiento dañaría las delicadas relaciones con China.
Los asesores también le recomendaron a Trump “no felicitar” a su homólogo ruso, Vladimir Putin, por su victoria en las elecciones de 2018, pero él lo llamó de todas maneras. El 27 de enero de 2017, ya posesionado, Trump llamó al entonces presidente de México, Enrique Peña Nieto. En una filtración se encontró que le ofreció a Peña Nieto “ayuda” con sus problemas señalando que el mexicano no había hecho “un buen trabajo para noquear a los carteles de la droga”. En julio de 2019, el presidente causó revuelo cuando llamó al primer ministro sueco, Stefan Löfven, para interceder a favor de la liberación del rapero A$ap Rocky, quien fue recluido en el país por agresión en una pelea callejera. Incluso se ofreció a pagar la fianza.
Las llamadas de Trump han sido tan polémicas como misteriosas. El inocente llamado de un niño en navidad, al que Trump le dice que no es común creer en Santa Claus a su edad, fue debatido en la prensa. Las conductas del mandatario están bajo el escarnio político y no hay manera de que la transcripción de la llamada con el presidente ucraniano detenga esta tormenta. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ya anunció que le abrirá un proceso de juicio político por el caso de Biden. En esta ocasión los demócratas tienen munición de sobra contra Trump.