Ucrania, la obsesión de Putin, ¿por qué es tan importante?
Los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y Rusia culminan este miércoles una fundamental ronda de negociaciones sobre la crisis en la frontera ucraniana. Estas son las claves del pulso.
Camilo Gómez Forero
La crisis que se está cocinando en el este de Europa y en Asia Central nos puede parecer algo lejana, pero es crucial que entendamos lo que está en juego, porque podría tener consecuencias desestabilizadoras para todo el mundo. Ya veremos por qué.
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La crisis que se está cocinando en el este de Europa y en Asia Central nos puede parecer algo lejana, pero es crucial que entendamos lo que está en juego, porque podría tener consecuencias desestabilizadoras para todo el mundo. Ya veremos por qué.
Ahora mismo las relaciones entre Rusia y Occidente están en su punto más bajo en décadas y cada vez más factores contribuyen a su ya marcado deterioro. Al ya conocido conflicto ruso-ucraniano, que comenzó en 2014 y tras una breve e ilusoria tregua que se renovó en 2021, se sumó el apoyo de Moscú al dictador bielorruso, Alexander Lukashenko, en su plan para usar una crisis migratoria para desestabilizar Europa.
En el último trimestre del año pasado, Lukashenko permitió y forzó el paso de migrantes provenientes de Oriente Medio por su país hasta la frontera que comparte con Polonia sin ningún control y organización. Esto tenía el único objetivo de conducir a una nueva crisis migratoria en la Unión Europea para que así el bloque retirara las sanciones en su contra a cambio de que este regulara la migración y, en palabras coloquiales, “cerrara el grifo” de migrantes. No lo ha conseguido, pero su plan permanece activo.
Como si no fuera suficiente con esos dos problemas, hace solo unos días estalló una crisis en Kazajistán que se anticipa como un nuevo comodín para Moscú en el tablero de juego con Occidente. En resumen, las protestas por el aumento en el precio del combustible, producto de las reformas en el mercado este que entraron en vigencia el 1° de enero, se expandieron con velocidad por toda esta exrepública soviética y fueron abarcando una gama cada vez más amplia de reclamos, como la desigualdad y la corrupción en la nación.
Para detener las manifestaciones, el presidente de ese país, Kassym-Jomart Tokayev, ordenó a las fuerzas de seguridad “abrir fuego con fuerza letal” e invocó a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) una alianza liderada por Rusia y conformada por exrepúblicas soviéticas, como Armenia y Tayikistán, para responder a lo que calificó como un “intento de golpe de Estado”, Cabe destacar que es la primera vez en la historia que la OTSC, que también se conoce como la “mini-OTAN”, despliega tropas en un país.
Kazajistán, que siempre ha sido parte de la esfera de influencia de Putin, se metió así en la lista de exrepúblicas soviéticas cuya independencia se ve amenazada, pues como dice el secretario de Estado de EE. UU., Anthony Blinken, “la lección de la historia reciente es que una vez que los rusos están en tu casa, a veces es muy difícil lograr que se vayan”. Aunque Tokayev haya asegurado que las tropas se retirarán en dos días, el fantasma de lo que ocurrió en Crimea y de la región del Donbás causa preocupación por lo que pueda ocurrir en Kazajistán.
Como recuerda la profesora de ciencias políticas de la Universidad Penn State Lena Surzkho Harned, la terminología que ha usado Putin para referirse a lo ocurrido en territorio kazajo es muy similar a la que usó cuando dio la orden directa de anexar Crimea, calificando las protestas como disturbios organizados por terroristas con ayuda de gobiernos extranjeros. También cabe recordar que Rusia anunció que retiraría a 10.000 soldados de la frontera con Ucrania en diciembre de 2021 para desescalar el conflicto, pero las tropas y el equipo militar siguen en su lugar. El panorama, entonces, está lleno de incertidumbre.
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Ahora, tenemos entonces hasta acá tres crisis simultáneas en el mapa: Ucrania, con el despliegue militar ruso en la frontera; Bielorrusia, con el uso de migrantes como moneda de cambio, y Kazajistán, con otro despliegue militar pronunciado. ¿Qué tienen en común? Todas estas situaciones comparten los mismos actores e intenciones de fondo.
Por un lado vemos que Estados Unidos y la Unión Europea buscan asegurar la independencia de Ucrania frente a Moscú, a la vez que tratan de posicionarse hacia el este con sigilo a través de este país. Del otro lado del tablero tenemos a Rusia y a Putin, y su obsesión con Ucrania, nación que el líder ruso ve como el elemento central de su visión de la “gran Rusia”. Si los modelos occidentales prosperan en Kiev y esta cae totalmente bajo su influencia, Putin sufriría un gran golpe de confianza. Sin embargo, no son todas sus intenciones. Leer al líder ruso es una tarea imposible.
“El problema es que no sabemos qué quiere Putin. ¿Está probando? ¿Está invadiendo? ¿Les está dando una lección a los ucranianos? No lo sabemos. Y entonces es difícil hacer cualquier cosa porque no sabemos qué quiere y hasta dónde está dispuesto a llegar”, le dijo Alexander Motyl, experto en política soviética y possoviética de la Universidad de Rutgers, a Vox.
No tenemos forma de saber qué quiere Putin en realidad, si con su comportamiento belicoso pretende una verdadera invasión de un territorio exsoviético para poner en marcha su visión de la “gran Rusia”, si está probando que puede hacerlo o si solo quiere recordarles a todos que es todavía un protagonista y busca conservar su influencia en el mundo. Sin embargo, la lista de demandas que le presentó a la OTAN para negociar una desescalada del conflicto con Ucrania, por la que se reunieron durante toda esta semana Moscú y los países que componen dicho tratado, manifiesta su deseo más ferviente: detener cualquier tipo de ampliación de la OTAN.
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Las crisis que tenemos se reducen entonces a un auténtico juego de tronos en el tablero geopolítico. Una parte, la OTAN, quiere avanzar hacia el este y otra, Moscú, la quiere detener. Putin, a través de estos tres países, solo ha expuesto las armas que tiene para mostrar que protegerá sus intereses a toda costa.
Pero la alteración del mapa ha despertado también una respuesta a Putin, una que no esperaba. La UE está particularmente preocupada por el desarrollo de los despliegues de Moscú en Ucrania y ahora en Kazajistán, así como por sus ejercicios militares en Bielorrusia. Ven esto como una amenaza existencial a la arquitectura de su seguridad. Y esa postura belicosa de Putin ha llevado incluso a que los países bálticos reabran el debate sobre integrar la OTAN.
El presidente de Finlandia, Sauli Niinisto, y la primera ministra, Sanna Marin, recordaron que está la posibilidad de una alienación militar cuando lo deseen. En Suecia, su vecina, el ministro de Defensa, Peter Hulqvist, y la primera ministra, Magdalena Andersson, han dicho que quieren aumentar la cooperación con dicha organización. El debate interno en estos países por una membresía aumenta, aunque con mucha prudencia, pues Rusia ha prometido una “respuesta militar” a cualquier expansión de la OTAN.
Entonces la herramienta de Putin para evitar lo que teme está conduciendo precisamente al debate sobre ello. El panorama es complicado, pues el conflicto solo muestra escalar. Y eso es porque las negociaciones que se han producido surgen con muchos problemas, pues una de las partes, la rusa, se sentó a la mesa de diálogo con poca capacidad de compromiso y presentando altas exigencias de entrada. Como señala la historiadora Françoise Thom, especialista en Rusia, las exigencias de Moscú equivalen a “un chantaje orquestado”.
“En una palabra, Rusia exige que la OTAN se suicide y que Estados Unidos quede reducido al papel de una potencia regional”, escribió Thom en Desk Russie.
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Acá es donde entran las consecuencias para el mundo, pues en medio de la confrontación y esas negociaciones tan complicadas para reducir el conflicto están las armas nucleares. Como señala John Erath, director sénior de políticas del Centro para el Control de Armas y la No Proliferación, Rusia depende en gran medida de su capacidad nuclear para la intimidación. Su arsenal nuclear es lo que hace tan relevante y peligroso un conflicto con Ucrania, pues se subraya el posible uso nuclear en una guerra. Lo que necesita hacer Occidente en este momento es desarrollar políticas para reducir el riesgo de la proliferación y confrontación nuclear. Sin embargo, las propuestas para responder a la agresión rusa se han centrado siempre en ayuda militar o sanciones económicas, ambas hasta ahora inefectivas.
Ahora que la OTAN ha descartado muchas de las demandas de Moscú, y ante la falta de compromisos del Kremlin en el diálogo, las oportunidades de convenios se han reducido. Erath propone empujar a Rusia a un mayor control de armas nucleares. Es difícil. Para esto se necesitaría una estrategia que remarque la necesidad de una solución pacífica para el conflicto y el compromiso de ambas partes. Una negativa rusa a un mayor control y a un diálogo pacífico golpearía la credibilidad internacional de Putin, dice el experto. Pero también se puede buscar fortalecer a Ucrania como un Estado, brindar la asistencia en seguridad adecuada y aplicar las herramientas de control de armas existentes. La OTAN debe comenzar a revisar sus fichas en el tablero para evitar que el conflicto continúe escalando.
Las conversaciones del Consejo OTAN-Rusia continuarán el miércoles en Bruselas con una reunión presidida por el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en la que participarán embajadores de los miembros del tratado. Estados Unidos estará representado por su vicesecretaria de Estado, Wendy Sherman, y Rusia por su viceministro de Exteriores, Alexander Grushko. El jueves se reunirá en Viena el Consejo Permanente de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Según lo comunicado el martes por Moscú luego del diálogo con EE. UU., el panorama no es optimista.
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