¿Y los refugiados afganos? Un año entre sueños y pesadillas
Los refugiados afganos continúan en medio de procesos de integración, pero estos todavía son insuficientes, según expertos.
Hace un año, el mundo tenía sus ojos puestos en Afganistán. El regreso de los talibanes al poder dejó imágenes de horror, temor y de miles de personas que trataban de montarse en los aviones de evacuación para salir de allí, con la única certeza de querer huir. Pero esta no ha sido la primera vez que los afganos han tenido que dejar su país. Ellos, tradicionalmente, han estado en diáspora. Durante siglos han buscado refugio, en gran medida, en Pakistán e Irán.
Para no irnos tan lejos, basta recordar los tiempos de la ocupación de la Unión Soviética. Por ese entonces, la migración masiva se dio entre 1979 y 1990, año en el que, según las estimaciones, más de seis millones de afganos entraron a los países vecinos, de acuerdo al artículo “Del pasado al presente: historia de la migración afgana y los migrantes de origen turco”, publicado por el Centro de Estudios de Políticas y Crisis de Ankara. Debido a esto, 4.163 personas se refugiaron en Pakistán y emigraron a Turquía legalmente en 1982, y, como tal, han vivido como ciudadanos de la República de Turquía durante más de 39 años.
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El regreso al poder de los talibanes en Afganistán, luego de gobernar el país entre 1996 y 2001, dejó una pregunta: ¿qué van a hacer los afganos? Frente a ello, la historia reciente dio algunas respuestas. Según Human Rights Watch, “a lo largo de los años, la mayoría de los afganos que han huido de su país han sido acogidos por los vecinos Irán y Pakistán. Otros se han dirigido a Turquía, Alemania e India”. La gran mayoría no regresa nunca a sus casas.
A falta de datos precisos que nos permitan ubicar en dónde están los refugiados afganos hoy, pues las bases de datos de las organizaciones internacionales permanecen desactualizadas o continúan dando estimados, la historia de ese asentamiento previo a la retoma del poder de los talibanes nos da algunas luces sobre los lugares a donde podía huir la más reciente diáspora afgana.
Para 2020, por ejemplo, Pakistán (1′438.000), Irán (780.000) y Alemania (148.000), en ese orden respectivamente, fueron los países que más refugiados afganos recibieron, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Para naciones como Irán o Pakistán, la preocupación es alta. Se necesitan urgentemente que la ayuda internacional aumente para que no colapsen sus sistemas de atención.
Hoy, los miles de personas refugiadas que fueron evacuadas de Kabul tras el regreso de los talibanes todavía viven en la incertidumbre. Aunque pudieron huir de la violencia de su país para perseguir el sueño de un nuevo comienzo, la integración se ha convertido en una enorme pesadilla debido a los obstáculos que se presentan en cada país de acogida.
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Tras ser evacuada de Kabul hacia París en 2021, Farzana Farazo prometió seguir su lucha feminista desde el exilio. Sin embargo, un año después, confiesa estar “deprimida”. Sus esperanzas, como las de otras refugiadas, se vieron frustradas. Esta afgana de la minoría hazara, perseguida por los talibanes, vive todavía con una asociación de acogida en la periferia de París.
“Sinceramente, no he hecho nada especial”, asegura la mujer de 29 años. “Para empezar, no hablo suficiente francés y tenemos una concepción diferente de la acción militante. Aquí, se habla mucho”, añade.
Esta antigua agente de policía, reencontrada por AFP casi doce meses después de la toma de Kabul por parte de los talibanes el 15 de agosto de 2021, dice que no durmió durante meses. Exfiltrada con prioridad por Francia debido a su activismo, sigue clases de francés con una asistente social y espera que le otorguen un alojamiento, pero ha encontrado muchas dificultades, según dice.
“Cuando no te sientes bien, es difícil concentrarse. Como muchas otras, yo era independiente en Afganistán, tenía un trabajo, estaba educada. Entonces, encontrarse desvalida en Francia es difícil y nos hunde en la depresión”, continúa.
Hasta tal punto que muchas de sus compañeras de lucha con las que la AFP se reunió en 2021 declinaron ahora un nuevo encuentro, alegando en varios casos la “vergüenza” de no haber conseguido nada concreto.
No hay datos actualizados que nos permitan saber cuántas personas han salido de Afganistán tras la toma de Kabul en agosto de 2021. La información recopilada por Acnur en 2020 nos ofrece una mirada aproximada a la presencia de refugiados afganos en el mundo antes de la crisis.
Estos refugiados están “inmersos en el proceso de integración” pero es todavía “muy insuficiente”, particularmente en el plano del idioma, estima Didier Leschi, responsable de la Oficina de Inmigración y de Integración de Francia (OFFI), el organismo público encargado de organizar la acogida de refugiados y solicitantes de asilo.
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“Pero ellas tienen más ayudas que el resto de los afganos, que solo pueden contar con el Estado, porque cuentan con redes culturales y profesionales”, dice.
Mursal Sayas, periodista y militante feminista, dice haber tenido “suerte en su mala suerte”. La mujer recibe a la AFP en un apartamento con vistas estupendas de la torre Eiffel, puesto a disposición por una editora que le ha encargado un libro sobre la condición femenina en Afganistán.
“Hemos perdido todo, nuestro país, nuestra libertad, nuestros logros. Hemos sido propulsadas a un país con todo por hacer. Pero Francia se ha convertido en nuestra casa en un momento en que nuestro país se ha hundido en la oscuridad. Entonces, aunque es duro, nuestra responsabilidad es continuar militando, porque podemos hablar, tenemos la libertad de expresión que las chicas en Afganistán ya no tienen. Tenemos que denunciar las injusticias, las desigualdades, el apartheid contra las mujeres”, explica.
Durante los dos primeros meses del nuevo mando talibán, las mujeres organizaron manifestaciones en Afganistán. Pero estas congregaciones casi han desaparecido tras la detención de varias activistas que fueron golpeadas en prisión, según testimonios recibidos por Amnistía Internacional.
Las afganas que han huido del país porque su vida estaba en peligro “son una fuente de energía positiva para nosotras”, declara a la AFP en Kabul una mujer que había participado en estas manifestaciones. “Sabemos que ellas no olvidan a las mujeres de Afganistán”.
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Los problemas de integración se extienden por todos los países de la Unión Europea, que prometieron acoger a unos 40.000 refugiados, según comunicó la comisaria europea del Interior a finales de 2021.
Vale desagregar un poco la posición de Estados Unidos y de Europa en medio del reciente flujo migratorio desde Afganistán. Según se lee en The Conversation, en los últimos 40 años, las tasas de aceptación de refugiados en Estados Unidos han disminuido significativamente: de 200.000 admitidos en 1980 a menos de 50.000 en 2019. Según dicho medio de comunicación, “en los últimos 20 años, Estados Unidos admitió a más de 20.000 refugiados afganos, un promedio de aproximadamente 1.000 por cada año. Pero durante el año fiscal 2020-2021, solo 11.800 refugiados de todo el mundo se establecieron en Estados Unidos, entre ellos solo 495 beneficiarios de visas especiales de inmigrantes afganos”.
Aunque el gobierno de Joe Biden reasentó en viviendas temporales que se instalaron en sitios militares a los 67.380 afganos evacuados en agosto del año pasado, completando la etapa inicial de un esfuerzo masivo para reasentar a las personas que ayudaron a las fuerzas estadounidenses o que se determinó que estaban en peligro en Afganistán, los esfuerzos son minúsculos frente a la cifra total de refugiados que dejó su guerra en Afganistán.
En lo que respecta a Europa, se sabe que entre 2015 y 2016 llegaron alrededor de 300.000 afganos al viejo continente, y se consolidaron como el segundo grupo más grande de solicitantes de asilo y refugio, después de los sirios. La cuestión en esto es que si bien la población proveniente de Afganistán que se ha asentado en Europa es pequeña, la distribución es desigual, según se lee en The Conversation.
En París, un ruido de fondo ha causado a Mursal Sayas un profundo malestar, que ha descrito en un artículo para la revista Courrier International, colocado en una mesilla junto al último número de la revista Paris Match, consagrada al “martirio” de las mujeres afganas.
Vivía todavía en un centro de acogida cuando de pronto “Afganistán desapareció de los medios”, comenta. “Escuchabas decir que había que acoger ucranianos porque son “civilizados” y tienen los ojos azules. Era repugnante”, recuerda.
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¿Tomó la decisión correcta al dejar su país? “Todos los días, cuando me despierto y no puedo ver a mis allegados, eso me duele. Pero cuando pienso que habría podido ser capturada por los talibanes y no hablar nunca más de mis hermanas, encuentro que eso es peor”, resume.
Para otras, el sentimiento de haber caído de clase social se añade a las dificultades de integración y del desarraigo.
“Estoy en crisis identitaria”, reconoce Rada Akbar, una artista llegada a Francia hace un año. “Y me va a tomar tiempo gestionar esto, no puedo simplemente convertirme en una nueva persona”, admite la diseñadora de 34 años, que quiere mostrar las “pérdidas invisibles” de la cultura afgana durante el conflicto con los talibanes. El combate tampoco ha terminado para ella. Pero en una palabra resume lo que ha ocurrido con las esperanzas de agosto de 2021: “pesadilla”.
*Con información de AFP
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Hace un año, el mundo tenía sus ojos puestos en Afganistán. El regreso de los talibanes al poder dejó imágenes de horror, temor y de miles de personas que trataban de montarse en los aviones de evacuación para salir de allí, con la única certeza de querer huir. Pero esta no ha sido la primera vez que los afganos han tenido que dejar su país. Ellos, tradicionalmente, han estado en diáspora. Durante siglos han buscado refugio, en gran medida, en Pakistán e Irán.
Para no irnos tan lejos, basta recordar los tiempos de la ocupación de la Unión Soviética. Por ese entonces, la migración masiva se dio entre 1979 y 1990, año en el que, según las estimaciones, más de seis millones de afganos entraron a los países vecinos, de acuerdo al artículo “Del pasado al presente: historia de la migración afgana y los migrantes de origen turco”, publicado por el Centro de Estudios de Políticas y Crisis de Ankara. Debido a esto, 4.163 personas se refugiaron en Pakistán y emigraron a Turquía legalmente en 1982, y, como tal, han vivido como ciudadanos de la República de Turquía durante más de 39 años.
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El regreso al poder de los talibanes en Afganistán, luego de gobernar el país entre 1996 y 2001, dejó una pregunta: ¿qué van a hacer los afganos? Frente a ello, la historia reciente dio algunas respuestas. Según Human Rights Watch, “a lo largo de los años, la mayoría de los afganos que han huido de su país han sido acogidos por los vecinos Irán y Pakistán. Otros se han dirigido a Turquía, Alemania e India”. La gran mayoría no regresa nunca a sus casas.
A falta de datos precisos que nos permitan ubicar en dónde están los refugiados afganos hoy, pues las bases de datos de las organizaciones internacionales permanecen desactualizadas o continúan dando estimados, la historia de ese asentamiento previo a la retoma del poder de los talibanes nos da algunas luces sobre los lugares a donde podía huir la más reciente diáspora afgana.
Para 2020, por ejemplo, Pakistán (1′438.000), Irán (780.000) y Alemania (148.000), en ese orden respectivamente, fueron los países que más refugiados afganos recibieron, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Para naciones como Irán o Pakistán, la preocupación es alta. Se necesitan urgentemente que la ayuda internacional aumente para que no colapsen sus sistemas de atención.
Hoy, los miles de personas refugiadas que fueron evacuadas de Kabul tras el regreso de los talibanes todavía viven en la incertidumbre. Aunque pudieron huir de la violencia de su país para perseguir el sueño de un nuevo comienzo, la integración se ha convertido en una enorme pesadilla debido a los obstáculos que se presentan en cada país de acogida.
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Tras ser evacuada de Kabul hacia París en 2021, Farzana Farazo prometió seguir su lucha feminista desde el exilio. Sin embargo, un año después, confiesa estar “deprimida”. Sus esperanzas, como las de otras refugiadas, se vieron frustradas. Esta afgana de la minoría hazara, perseguida por los talibanes, vive todavía con una asociación de acogida en la periferia de París.
“Sinceramente, no he hecho nada especial”, asegura la mujer de 29 años. “Para empezar, no hablo suficiente francés y tenemos una concepción diferente de la acción militante. Aquí, se habla mucho”, añade.
Esta antigua agente de policía, reencontrada por AFP casi doce meses después de la toma de Kabul por parte de los talibanes el 15 de agosto de 2021, dice que no durmió durante meses. Exfiltrada con prioridad por Francia debido a su activismo, sigue clases de francés con una asistente social y espera que le otorguen un alojamiento, pero ha encontrado muchas dificultades, según dice.
“Cuando no te sientes bien, es difícil concentrarse. Como muchas otras, yo era independiente en Afganistán, tenía un trabajo, estaba educada. Entonces, encontrarse desvalida en Francia es difícil y nos hunde en la depresión”, continúa.
Hasta tal punto que muchas de sus compañeras de lucha con las que la AFP se reunió en 2021 declinaron ahora un nuevo encuentro, alegando en varios casos la “vergüenza” de no haber conseguido nada concreto.
No hay datos actualizados que nos permitan saber cuántas personas han salido de Afganistán tras la toma de Kabul en agosto de 2021. La información recopilada por Acnur en 2020 nos ofrece una mirada aproximada a la presencia de refugiados afganos en el mundo antes de la crisis.
Estos refugiados están “inmersos en el proceso de integración” pero es todavía “muy insuficiente”, particularmente en el plano del idioma, estima Didier Leschi, responsable de la Oficina de Inmigración y de Integración de Francia (OFFI), el organismo público encargado de organizar la acogida de refugiados y solicitantes de asilo.
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“Pero ellas tienen más ayudas que el resto de los afganos, que solo pueden contar con el Estado, porque cuentan con redes culturales y profesionales”, dice.
Mursal Sayas, periodista y militante feminista, dice haber tenido “suerte en su mala suerte”. La mujer recibe a la AFP en un apartamento con vistas estupendas de la torre Eiffel, puesto a disposición por una editora que le ha encargado un libro sobre la condición femenina en Afganistán.
“Hemos perdido todo, nuestro país, nuestra libertad, nuestros logros. Hemos sido propulsadas a un país con todo por hacer. Pero Francia se ha convertido en nuestra casa en un momento en que nuestro país se ha hundido en la oscuridad. Entonces, aunque es duro, nuestra responsabilidad es continuar militando, porque podemos hablar, tenemos la libertad de expresión que las chicas en Afganistán ya no tienen. Tenemos que denunciar las injusticias, las desigualdades, el apartheid contra las mujeres”, explica.
Durante los dos primeros meses del nuevo mando talibán, las mujeres organizaron manifestaciones en Afganistán. Pero estas congregaciones casi han desaparecido tras la detención de varias activistas que fueron golpeadas en prisión, según testimonios recibidos por Amnistía Internacional.
Las afganas que han huido del país porque su vida estaba en peligro “son una fuente de energía positiva para nosotras”, declara a la AFP en Kabul una mujer que había participado en estas manifestaciones. “Sabemos que ellas no olvidan a las mujeres de Afganistán”.
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Aunque el gobierno de Joe Biden reasentó en viviendas temporales que se instalaron en sitios militares a los 67.380 afganos evacuados en agosto del año pasado, completando la etapa inicial de un esfuerzo masivo para reasentar a las personas que ayudaron a las fuerzas estadounidenses o que se determinó que estaban en peligro en Afganistán, los esfuerzos son minúsculos frente a la cifra total de refugiados que dejó su guerra en Afganistán.
En lo que respecta a Europa, se sabe que entre 2015 y 2016 llegaron alrededor de 300.000 afganos al viejo continente, y se consolidaron como el segundo grupo más grande de solicitantes de asilo y refugio, después de los sirios. La cuestión en esto es que si bien la población proveniente de Afganistán que se ha asentado en Europa es pequeña, la distribución es desigual, según se lee en The Conversation.
En París, un ruido de fondo ha causado a Mursal Sayas un profundo malestar, que ha descrito en un artículo para la revista Courrier International, colocado en una mesilla junto al último número de la revista Paris Match, consagrada al “martirio” de las mujeres afganas.
Vivía todavía en un centro de acogida cuando de pronto “Afganistán desapareció de los medios”, comenta. “Escuchabas decir que había que acoger ucranianos porque son “civilizados” y tienen los ojos azules. Era repugnante”, recuerda.
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¿Tomó la decisión correcta al dejar su país? “Todos los días, cuando me despierto y no puedo ver a mis allegados, eso me duele. Pero cuando pienso que habría podido ser capturada por los talibanes y no hablar nunca más de mis hermanas, encuentro que eso es peor”, resume.
Para otras, el sentimiento de haber caído de clase social se añade a las dificultades de integración y del desarraigo.
“Estoy en crisis identitaria”, reconoce Rada Akbar, una artista llegada a Francia hace un año. “Y me va a tomar tiempo gestionar esto, no puedo simplemente convertirme en una nueva persona”, admite la diseñadora de 34 años, que quiere mostrar las “pérdidas invisibles” de la cultura afgana durante el conflicto con los talibanes. El combate tampoco ha terminado para ella. Pero en una palabra resume lo que ha ocurrido con las esperanzas de agosto de 2021: “pesadilla”.
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