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Este Jueves Santo, el papa Francisco presidió la Misa de la conmemoración de la Última Cena, cerca al Vaticano, en la cárcel romana Regina Coeli. Durante la celebración religiosa, recordó que esta tradición de lavar los pies era una labor de esclavos en tiempos de Jesús.
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Los hombres que el pontífice escogió para lavar sus pies venían de siete países, entre ellos Colombia: dos filipinos, dos marroquíes, cuatro italianos, un moldavo, un colombiano, un nigeriano y uno de Sierra Leona. De los doce, ocho eran católicos, uno ortodoxo, dos musulmanes y uno budista.
“Jesús quiso hacer este servicio para darnos un ejemplo de cómo nosotros tenemos que servirnos los unos a los otros”, fueron las palabras en la homilía del sumo pontífice.
En 2014 Francisco asistió a la Fundación Don Gnocchi-Centro “Santa María della Providenza”, allí le lavó los pies doce enfermos. En la cárcel de Rebbibia, en la periferia de Roma, le lavó los pies a doce reclusos en 2015. El Jueves Santo de 2016 lo celebró en Castel Nuovo di Porto, un centro de refugiados e inmigrantes y el año anterior también asistió a una cárcel al sur de Roma: la Casa de Reclusión de Paliano.
Esta la cuarta vez, en cinco años de pontificado, que el papa Francisco elige una prisión para el rito del lavatorio de pies.
Para que recuerden su visita, el sumo pontífice deja como don el altar sobre el que celebró la Misa in Coena Domini (la cena del Señor), una obra en bronce del escultor Fiorenzo Bacci de Porcia, que fuera donada al Santo Padre durante la Audiencia general del 12 de noviembre de 2016.