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Nada les devolverá la visión, pero un año después del inicio de las protestas en Chile y cuando se acerca el plebiscito constitucional ganado en las calles, varios heridos oculares creen que esta pérdida “no puede ser en vano”.
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Son 460 personas con sus ojos mutilados por perdigones o el impacto de bombas lacrimógenas lanzadas por los agentes antidisturbios en las manifestaciones, según el Instituto Nacional de Derechos Humanos.
Ha sido un alto precio a pagar en busca de derechos sociales cercenados por la Constitución heredada de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), pero que “valió la pena” si Chile se embarca en la redacción de una nueva Carta Magna el próximo 25 de octubre, según explicaron a la AFP las propias víctimas en los alrededores de la céntrica Plaza Italia de Santiago.
Este punto ha sido el epicentro de las protestas y en ocasiones de enfrentamientos muy violentos con la policía, donde la mayoría de los heridos oculares recibieron los disparos. Dos de estos heridos quedaron totalmente ciegos: el estudiante Gustavo Gatica, por perdigones, y Fabiola Campillai, una trabajadora impactada por una bomba lacrimógena cuando se dirigía a su trabajo.
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A días del 18 de octubre, el primer aniversario de lo que los chilenos bautizaron como “el estallido”, y a menos de dos semanas del plebiscito, algunas víctimas ven la consulta como un “nuevo inicio y el principio del fin de la dictadura de Pinochet”.
Otros la consideran sólo “migajas”, pero hay también quienes piensan que la violencia de las protestas callejeras sólo le hace daño a un reclamo social que es transversal y condena la violencia.
Valió la pena
El soldador Felipe Riquelme, de 41 años, recibió el disparo de una bomba lacrimógena en uno de sus ojos pese a la máscara de gas industrial que usaba para cubrirse.
“Me asomé detrás de una palmera, vi un policía que me apuntó y eso fue lo último que vi. Sentí un golpe en mi frente y caí. Sentía un zumbido en los oídos, un dolor supergrande”, cuenta a la AFP en el lugar donde ocurrieron los hechos el 22 de noviembre en medio de violentos enfrentamientos.
El impacto le reventó el globo ocular y le fracturó el cráneo, y un año después sigue viendo en sus pesadillas al policía que le disparó.
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Con un parche en el ojo que perdió la visión, dice sentir “pena, rabia y frustración” al no saber quién le disparó, pero afirma que “volvería a la calle”
“De hecho, estoy ahora venciendo mis demonios, temores y pesadillas, porque no puedo dejar que la impunidad gane sobre la democracia”, agrega.
Un mes después del inicio de las protestas y tras las acusaciones de violaciones a los derechos humanos por parte de varios organismos internacionales, la policía chilena anunció la suspensión del uso de perdigones en las protestas pero su utilización continuó para repeler a los manifestantes más violentos.
Ahora que volvieron las manifestaciones en Plaza Italia tras el fin del confinamiento decretado por la pandemia en Santiago, la policía -que afirma hacer frente a una violencia social inusitada en Chile- no ha vuelto a usar las escopetas antidisturbios.
Como el principio del fin
Riquelme es consciente de que una nueva Constitución, si gana la opción “Apruebo”, no le devolverá su ojo ni curará sus cicatrices, y aunque cree que “no es la solución total”, tiene esperanza en el proceso.
Sin embargo Hernán Horta, de 52 años, estima que esta consulta es “una burla, planeada por una clase política con miedo a perder el poder”. El acuerdo político que permitió la realización del plebiscito le parece “migajas” pudiendo tener “la torta entera”.
Horta recibió un perdigón que lo dejó casi ciego de un ojo y con el cráneo “hecho añicos”. La agresión ocurrió mientras participaba de enfrentamientos contra la policía también en la zona de Plaza Italia. “Estaba sacando fotos y le empezaron a pegar a un niño. Cuando crucé, empecé a gritarles y de repente: ‘pum’. Lo único que sentí fue como que se me dobló la cabeza”, describe en la misma calle donde recibió el disparo.
Mostrar los abusos
La fotoperiodista independiente Nicole Kramm, de 30 años, vivió las protestas a través de su cámara y documentó cada día las manifestaciones hasta que el 31 de diciembre, mientras caminaba junto a otras personas rumbo a Plaza Italia, donde esa noche hubo manifestaciones, recibió un balín en el ojo izquierdo.
“No tuve capacidad de reacción, no pude correr ni hacer nada. Me caí inmediatamente al piso y era tanto el dolor que sentía que la cabeza me iba explotar”, dice a la AFP cuando acude por primera vez en un año al lugar donde fue herida. “Parte de mi trabajo es una convicción política y hay que desvelar y denunciar lo que está pasando”, afirma.