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Project Syndicate Quarterly publica con regularidad predicciones de pensadores líderes y comentaristas en posiciones inmejorables acerca de un tema de preocupación mundial. Tras un año tumultuoso, definido por la guerra de agresión de Rusia a Ucrania, el retorno de la amenaza nuclear, la creciente tensión entre potencias mundiales, crisis humanitarias y económicas en cadena, y la parálisis permanente de varias entidades de gobernanza global, pedimos a los columnistas que respondan si están de acuerdo o no con la siguiente afirmación: “Tras un año marcado por la guerra y los conflictos geopolíticos, la paz y la diplomacia experimentarán una recuperación en 2023”.
Oscar Arias
No puedo predecir lo que ocurrirá en Ucrania, pero si la amenaza de usar armas nucleares se concretara, las consecuencias serías catastróficas más allá de cualquier pronóstico. Al mejorar la capacidad de sus arsenales, desplegar nuevas armas y mantener políticas de primer uso nuclear -todo esto mientras se amenaza con bravuconería-, algunos estados con armamento nuclear nos están llevando peligrosamente al borde del precipicio. Si adoptan políticas que prohíban el primer uso de armas nucleares, estos estados podrían ayudar a evitar un desastre. Medidas de este tipo irían en la línea de la campaña presidencial del Presidente estadounidense Joe Biden y reforzarían el avance desde el exceso de énfasis en el nacionalismo militarista hacia la seguridad y la cooperación humanas a nivel global.
En términos más generales, también se necesita un enfoque centrado en la seguridad humana para enfrentar el cambio climático, la protección de los mares, la salud pública y la pérdida de biodiversidad. La ciencia nos obliga a hacer este cambio. No podemos seguir poniendo en riesgo a la humanidad, y nunca debemos olvidar que pueden ocurrir avances inesperados si las negociaciones comienzan con una actitud de buena fe. Eso es lo que puso fin a tres guerras civiles en América Central en la década de 1980 -en Guatemala, El Salvador y Nicaragua-, en momentos en que pocos creían que eso era posible. Yo sabía que lo era, y me esforcé por hacer que la paz se convirtiera en realidad. La casa de la paz no se construye sola: nosotros somos sus carpinteros.
Óscar Arias, Premio Nobel de la Paz, fue presidente de Costa Rica de 1986 a 1990 y de 2006 a 2010.
Beatrice Fihn
Hoy el riesgo de que ocurra una guerra nuclear es el más alto en muchos años, y el temor a un Armagedón nuclear ha vuelto al primer plano de la conciencia pública. Pero en todo el debate de 2022 sobre el potencial uso de armas nucleares pequeñas, las llamadas “bombas tácticas”, se prestó muy poca atención al devastador efecto que incluso una detonación de baja potencia tendría sobre la población y el medio ambiente. Esto está ayudando a horadar al tabú nuclear. Las acciones tomadas por Rusia en 2022 revelaron que las armas nucleares ya no se están usando para mantener la seguridad y la estabilidad mediante una disuasión efectiva, sino para coaccionar, intimidad y facilitar una agresión ilegal. Vemos que en el futuro inmediato hay un creciente peligro de que otros actores imiten el precedente que ha establecido Vladimir Putin.
Los riesgos son grandes, pero hay esperanza. El Tratado de las Naciones Unidas sobre la Prohibición de las Armas Nucleares entró en vigor en 2021 y hoy tiene 91 países firmantes y 68 ratificaciones. Pone a las armas nucleares en la misma categoría que las armas biológicas y las minas antipersonales, que la mayoría de los países rechaza y están prohibidas por las leyes internacionales. Las amenazas nucleares rusas han alertado a la gente, llevando a personas de a pie a manifestarse en las calles como forma de protesta y motivando a que más gobiernos expresen su rechazo a la idea de usarlas. Más países se unirán al TPAN en 2023, lo que afianzará el tabú contra las armas nucleares y nos acercará más a deshacernos de esta amenaza existencial para el mundo.
Beatrice Fihn es directora ejecutiva de la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares, que recibió el Premio Nobel de la Paz en 2017.
Omezzine Khelifa
Un año marcado por el retorno a la guerra en suelo europeo ha puesto en duda la capacidad de los líderes mundiales de evitar la inestabilidad global y la desigualdad creciente. Frente a las flagrantes violaciones a las leyes internacionales, es imposible no ver las falencias de las instituciones encargadas del mantenimiento de la paz. Las insuficiencias de las vías diplomáticas apuntan a la necesidad de un cambio sistémico radical, pero la mayoría de los líderes mundiales actuales no lo reconocen, y estoy convencida de que solo una nueva generación de políticos puede hacernos salir del estancamiento. Para reforzar una paz sostenible y eficaz se necesitan soluciones innovadoras. A la hora de enfrentar los complejos problemas del cambio climático, la pobreza creciente y los conflictos armados, la receta de siempre ya no funcionará.
En Europa, los Estados Unidos, África y otros lugares a donde me lleva mi trabajo, he visto un creciente impulso hacia la inclusión de voces nuevas y marginadas en las instancias de toma de decisiones. Las incubadoras de líderes políticos -es decir, organizaciones que apoyan el ingreso a la política activa de activistas y líderes comunitarios- son una nueva fuente de esperanza para quienes creemos que se necesita un liderazgo mejor y más consciente para dar respuesta a los crecientes desafíos que vive el planeta.
En el lúgubre contexto actual, el retorno en 2023 al mantenimiento de la paz y la diplomacia podrían parecer ilusiones vanas. Pero si invertimos en nuevos talentos políticos, podríamos ser capaces de cerrar la brecha entre los líderes que tenemos y los que necesitamos.
Omezzine Khelifa es fundadora y directora ejecutiva de Mobdiun – Creative Youth, una organización de impacto social que trabaja con líderes juveniles para ayudar a construir una democracia pacífica en Túnez.
Minxin Pei
No estoy de acuerdo con la afirmación. Es imposible predecir lo que ocurrirá en la guerra entre Rusia y Ucrania en 2023, pero los riesgos de una escalada son grandes y reales. Más aún, las tensiones en otras partes del mundo, especialmente en el este asiático, también podrían intensificarse, incluso si termina la guerra de Ucrania.
De hecho, es muy probable que la rivalidad estratégica sinoestadounidense se eleve una vez se haya recuperado un entorno más estable en Ucrania, ya que las autoridades y estrategas de Washington, DC, redirigirán su atención y recursos hacia la confrontación con China. De manera más importante, la guerra ha envenenado relaciones clave entre países importantes y expuesto profundas fisuras en el orden internacional. Eso significa que hemos entrado a una era diferente y mucho más peligrosa, una que ciertamente no acabará en 2023.
Minxin Pei, profesor de Gobierno en el Claremont Mckenna College, es miembro sénior no residente del German Marshall Fund de los Estados Unidos.
Joseph S. Nye, Jr.
Me temo que el clima para la paz y la diplomacia no mejorará en 2023. La invasión de Vladimir Putin a Ucrania se basó en el error de cálculo de que esta era parte del “mundo ruso” y no un estado legítimo. Ahora ha ayudado involuntariamente a reforzar el patriotismo ucraniano. Me parece que es difícil ver a Putin retrocediendo ni a Ucrania renunciando a su territorio.
En Asia, el Presidente chino Xi Jinping ha consolidado su poder y reiterado su pretensión de hacer que Taiwán quede bajo el control de Beijing. A medida que se ralentice el crecimiento chino, el Partido Comunista se volverá cada vez más al nacionalismo y a la diplomacia del “lobo guerrero” como fuentes de legitimidad. Ninguna de estas situaciones resulta prometedora para la diplomacia.
Joseph S. Nye, Jr., es profesor en Harvard y autor de Do Morals Matter? Presidents and Foreign Policy from FDR to Trump (¿Importa la moral? Presidentes y política exterior desde FDR hasta Trump).
* Traducido del inglés por David Meléndez Tormen. Copyright: Project Syndicate, 2022. www.project-syndicate.org
2023: un año de dudas
Presentación de los editores de la serie Pensadores globales.
ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR
El año 2022 estuvo signado por regresos sombríos y truculentos: volvió la guerra severa a Europa —y con ella, la política nuclear arriesgada—; volvieron al mundo la inflación elevada y la amenaza de la estanflación; y a los países en desarrollo volvieron las hambrunas y la pobreza extrema, junto con otros problemas, revirtiendo décadas de avances sostenidos.
Con el descubrimiento de nuevas señales del ritmo y la escala abrumadores del derretimiento de los glaciares en la Antártida y Groenlandia, también fue un año en que se evidenciaron crudamente los daños —en gran medida, irreversibles— que el cambio climático está desatando sobre el planeta. Y con el inusitado tercer nombramiento de Xi Jinping como presidente de China, ese país continuará su retroceso hacia una dictadura al estilo de Mao.
En términos más amplios, en 2022 continuaron los acontecimientos mundiales peligrosos —entre ellos, la pandemia de la COVID-19, el aparente retroceso (o, al menos, amesetamiento) de la globalización, y niveles de deuda elevados e insostenibles en las economías en desarrollo y emergentes—. Los espasmos de inestabilidad política y desorden civil en Sri Lanka, el Líbano, Ghana y Surinam podrían presagiar caos en otros lugares.
Respecto de las amenazas a la democracia en términos más amplios, 2022 ofreció tanto motivos para el optimismo como para la preocupación. Más allá de unos pocos tropiezos, Kenia logró llevar adelante sus elecciones presidenciales y el traspaso pacífico del poder, lo que ofrece cierta esperanza para otros países en la región. En Estados Unidos, el Comité del 6 de enero reveló con sorprendente detalle cuán cerca estuvo el expresidente Donald Trump de orquestar el primer golpe de Estado en la historia del país después de perder las elecciones en 2020, aunque las encuestas posteriores mostraron que el trabajo del Comité tuvo poco impacto sobre la opinión pública.
Mientras tanto, en Francia, el presidente Manuel Macron ganó la reelección contra una populista de extrema derecha, pero perdió la mayoría parlamentaria con la que contó su partido durante el primer mandato. En Brasil, los votantes mostraron su descontento con el presidente Jair Bolsonaro, pero —siguiendo el ejemplo de Trump— Bolsonaro mostró un total desprecio por las normas democráticas y la voluntad del pueblo. Y en Italia y Suecia llegaron al poder partidos de extrema derecha, confirmando el duradero atractivo de las fuerzas populistas-nacionalistas para muchos votantes.
Finalmente, con el rápido ajuste de las políticas monetarias, llegó a su fin una luna de miel extraordinariamente prolongada para las empresas, las finanzas y la tecnología. Estallaron burbujas y quedó expuesta la inviabilidad de muchos modelos de negocios ante la ausencia de condiciones financieras extremadamente laxas y una liquidez que parecía ilimitada. Los trastornos en las cadenas de aprovisionamiento, las nuevas sanciones y las medidas de seguridad nacional, junto con la escasez de mano de obra y otros factores plantean desafíos incluso para las empresas más fuertes y sólidas. La llamada Gran Moderación, que los responsables de las políticas prolongaron después de la crisis financiera de 2008, parece haber desaparecido definitivamente. Nos guste o no, el año entrante revelará más, sin dudas, lo que eso significa.
* Traducción al español por Ant-Translation. Copyright: Project Syndicate, 2022 www.project-syndicate.org