¿Tambalea la corona? el nuevo monarca llega a unir un reino cada vez más dividido
La institución de la monarquía es cada vez más cuestionada. La coronación de una figura impopular, como lo ha sido Carlos III, puede desestabilizarla aún más.
José David Escobar Franco
El nuevo rey Carlos III la tiene difícil. Aunque su deber será unir al país, por décadas ha sido una figura divisoria: se ganó el odio de miles tras haberle sido infiel a su primera esposa, la princesa Diana de Gales, con su actual esposa y ahora reina consorte Camilla Shand. En julio, el Sunday Times informó que los hermanos medios del terrorista Osama bin Laden donaron US$1,2 millones al Fondo de Caridad del Príncipe de Gales en 2013. De hecho, una encuesta de Ipsos, hecha en abril, demostró que casi la mitad de los británicos pensaban que lo mejor sería que Carlos le permitiera a su hijo Guillermo ser rey.
Además, Carlos III llega al trono en un momento tenso para su país. Su madre murió dos días después de posesionar formalmente a la conservadora Liz Truss como primera ministra. Truss, también una figura divisoria, enfrenta una crisis de inflación sin precedentes, manifiesta particularmente en un alza en los precios del gas que, se espera, empeorará con el invierno. Truss, pro-Brexit, ha manifestado una línea dura frente a Escocia, territorio británico donde ganó la opción de permanecer en la Unión Europea y donde, por años, se ha caldeado un movimiento independentista frente al Reino Unido. La nueva primera ministra dijo en campaña que no permitiría un nuevo referéndum por la independencia de ese país y, entre sus primeras movidas, ha intentado bloquear el avance de leyes que benefician a la población transgénero en Escocia. Y aunque el problema de los escoceses es con el gobierno y no directamente con la monarquía, una eventual separación de Escocia se le atribuirá al rey.
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A eso se suma que el Reino Unido está comenzando a experimentar los efectos de jugar solo por cuenta de su salida de la UE. Frente a ello, la primera ministra se ha manifestado dispuesta a reconsiderar el Protocolo de Irlanda del Norte, un acuerdo que garantiza que la frontera terrestre entre Irlanda del Norte, parte del Reino Unido, y la República de Irlanda, miembro de la UE, siga siendo invisible y respete el acuerdo de paz que puso fin a décadas de violencia. En virtud de ese acuerdo, Irlanda del Norte sigue siendo parte de los acuerdos comerciales con la UE.
Carlos III no solo llega en un momento de alta polarización en el Reino Unido, sino que su sola llegada implicará cuantiosos gastos que probablemente serán impopulares en tiempos de inflación y donde cada vez más gente se pregunta si se justifica sostener a la monarquía mediante impuestos. Así lo considera al internacionalista Alejandro Lozano, experto en temas de la realeza, quien realizó su posgrado en el London School of Business and Finance de la Universidad de Gales. Para Lozano, si en los próximos días no se toman decisiones políticas cuidadosamente medidas, se alimentará la idea de que la monarquía es una institución romantizada, pero obsoleta.
Dicha idea existe desde años atrás en el Reino Unido. En 2014, Alex Salmond, primer ministro escocés, dijo en campaña por el referéndum independentista que, una vez la reina falleciera, su país debía prescindir de la monarquía, la cual calificó como una figura “anacrónica y dañina para la democracia”. Su declaración respondía a que pese la tensión con el gobierno británico, en su país la reina era una figura también popular, pero no así su descendencia.
Así, la sensación es que Carlos III no llenará el trono como sí lo hizo su madre y, claro, tendrá la carga de ser constantemente comparado con ella. “Si la monarquía y Carlos no logran ser el anclaje y el pilar de estabilidad que siempre han sido incluso en tiempos turbulentos, veremos un reinado que no durará hasta su muerte”, afirma al respecto Érika Ruiz Sandoval, internacionalista y asociada del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi). Además, “si Liz Truss no relaja sus propuestas de mano dura no solo tendrá problemas serios de gobernabilidad, sino que dividirá aún más al país”.
Un falso cuento de hadas
Ruiz anota que el problema va más allá de las fronteras del Reino Unido, pues la corona goza de poca legitimidad en los países de la Mancomunidad, que una vez fueron colonias y hoy son democracias consolidadas o en proceso de serlo.
“En Kenya existe un cuento de hadas que dice que Isabel II llegó acá siendo princesa y se devolvió siendo reina”, afirma el corresponsal de CNN en Kenya Larry Madowo, refiriéndose a cuando la entonces princesa visitó Kenya en 1952 y se enteró allí de la muerte de su padre, “pero ese también fue el inicio de la rebelión del Mau Mau, donde miles de keniatas lucharon por la independencia de la colonia británica y fueron torturados y enviados a campos de concentración por los ingleses”. Como Madowo, miles de habitantes de los territorios de la Mancomunidad no honran la memoria de la reina, pues ven en ella el símbolo del colonialismo y racismo que ha azotado a sus países.
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En 2018, consecuencia de la política migratoria de la entonces primera ministra, Theresa May, se deportaron del Reino Unido 100 personas de la llamada generación Windrush, migrantes laborales que habían llegado desde las Antillas en 1948 para reconstruir el país devastado por la guerra. Se consideró un humillante recordatorio para los caribeños de que necesitaban visa para ir al país donde vivía su jefa de Estado.
Aun así, pareció tomar por sorpresa a Guillermo de Inglaterra y su esposa, Kate Middleton, cuando en marzo, durante su gira por las islas del Caribe, cada uno de sus gestos, como saludar a los niños locales con una reja de por medio o realizar un desfile militar, fueron tomados como una ofensa y los propios políticos de esos países les expresaron su voluntad de independencia. Aunque Guillermo dijo que lamentaba la esclavitud y que esa era una mancha en la historia del Reino Unido, no ha existido una disculpa formal ni un intento de reparación económica.
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El nuevo rey Carlos III la tiene difícil. Aunque su deber será unir al país, por décadas ha sido una figura divisoria: se ganó el odio de miles tras haberle sido infiel a su primera esposa, la princesa Diana de Gales, con su actual esposa y ahora reina consorte Camilla Shand. En julio, el Sunday Times informó que los hermanos medios del terrorista Osama bin Laden donaron US$1,2 millones al Fondo de Caridad del Príncipe de Gales en 2013. De hecho, una encuesta de Ipsos, hecha en abril, demostró que casi la mitad de los británicos pensaban que lo mejor sería que Carlos le permitiera a su hijo Guillermo ser rey.
Además, Carlos III llega al trono en un momento tenso para su país. Su madre murió dos días después de posesionar formalmente a la conservadora Liz Truss como primera ministra. Truss, también una figura divisoria, enfrenta una crisis de inflación sin precedentes, manifiesta particularmente en un alza en los precios del gas que, se espera, empeorará con el invierno. Truss, pro-Brexit, ha manifestado una línea dura frente a Escocia, territorio británico donde ganó la opción de permanecer en la Unión Europea y donde, por años, se ha caldeado un movimiento independentista frente al Reino Unido. La nueva primera ministra dijo en campaña que no permitiría un nuevo referéndum por la independencia de ese país y, entre sus primeras movidas, ha intentado bloquear el avance de leyes que benefician a la población transgénero en Escocia. Y aunque el problema de los escoceses es con el gobierno y no directamente con la monarquía, una eventual separación de Escocia se le atribuirá al rey.
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A eso se suma que el Reino Unido está comenzando a experimentar los efectos de jugar solo por cuenta de su salida de la UE. Frente a ello, la primera ministra se ha manifestado dispuesta a reconsiderar el Protocolo de Irlanda del Norte, un acuerdo que garantiza que la frontera terrestre entre Irlanda del Norte, parte del Reino Unido, y la República de Irlanda, miembro de la UE, siga siendo invisible y respete el acuerdo de paz que puso fin a décadas de violencia. En virtud de ese acuerdo, Irlanda del Norte sigue siendo parte de los acuerdos comerciales con la UE.
Carlos III no solo llega en un momento de alta polarización en el Reino Unido, sino que su sola llegada implicará cuantiosos gastos que probablemente serán impopulares en tiempos de inflación y donde cada vez más gente se pregunta si se justifica sostener a la monarquía mediante impuestos. Así lo considera al internacionalista Alejandro Lozano, experto en temas de la realeza, quien realizó su posgrado en el London School of Business and Finance de la Universidad de Gales. Para Lozano, si en los próximos días no se toman decisiones políticas cuidadosamente medidas, se alimentará la idea de que la monarquía es una institución romantizada, pero obsoleta.
Dicha idea existe desde años atrás en el Reino Unido. En 2014, Alex Salmond, primer ministro escocés, dijo en campaña por el referéndum independentista que, una vez la reina falleciera, su país debía prescindir de la monarquía, la cual calificó como una figura “anacrónica y dañina para la democracia”. Su declaración respondía a que pese la tensión con el gobierno británico, en su país la reina era una figura también popular, pero no así su descendencia.
Así, la sensación es que Carlos III no llenará el trono como sí lo hizo su madre y, claro, tendrá la carga de ser constantemente comparado con ella. “Si la monarquía y Carlos no logran ser el anclaje y el pilar de estabilidad que siempre han sido incluso en tiempos turbulentos, veremos un reinado que no durará hasta su muerte”, afirma al respecto Érika Ruiz Sandoval, internacionalista y asociada del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi). Además, “si Liz Truss no relaja sus propuestas de mano dura no solo tendrá problemas serios de gobernabilidad, sino que dividirá aún más al país”.
Un falso cuento de hadas
Ruiz anota que el problema va más allá de las fronteras del Reino Unido, pues la corona goza de poca legitimidad en los países de la Mancomunidad, que una vez fueron colonias y hoy son democracias consolidadas o en proceso de serlo.
“En Kenya existe un cuento de hadas que dice que Isabel II llegó acá siendo princesa y se devolvió siendo reina”, afirma el corresponsal de CNN en Kenya Larry Madowo, refiriéndose a cuando la entonces princesa visitó Kenya en 1952 y se enteró allí de la muerte de su padre, “pero ese también fue el inicio de la rebelión del Mau Mau, donde miles de keniatas lucharon por la independencia de la colonia británica y fueron torturados y enviados a campos de concentración por los ingleses”. Como Madowo, miles de habitantes de los territorios de la Mancomunidad no honran la memoria de la reina, pues ven en ella el símbolo del colonialismo y racismo que ha azotado a sus países.
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En 2018, consecuencia de la política migratoria de la entonces primera ministra, Theresa May, se deportaron del Reino Unido 100 personas de la llamada generación Windrush, migrantes laborales que habían llegado desde las Antillas en 1948 para reconstruir el país devastado por la guerra. Se consideró un humillante recordatorio para los caribeños de que necesitaban visa para ir al país donde vivía su jefa de Estado.
Aun así, pareció tomar por sorpresa a Guillermo de Inglaterra y su esposa, Kate Middleton, cuando en marzo, durante su gira por las islas del Caribe, cada uno de sus gestos, como saludar a los niños locales con una reja de por medio o realizar un desfile militar, fueron tomados como una ofensa y los propios políticos de esos países les expresaron su voluntad de independencia. Aunque Guillermo dijo que lamentaba la esclavitud y que esa era una mancha en la historia del Reino Unido, no ha existido una disculpa formal ni un intento de reparación económica.
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