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Una célebre encuesta realizada a finales del siglo pasado reveló que los japoneses no querían tiempo libre, porque no sabían qué hacer con él. Desde entonces, Japón figura en los estudios mundiales sobre vacaciones y descanso como un archipiélago infatigable que profesa un desdén casi perverso por aquello que en la cultura latina tiene rango de patrimonio intangible de la humanidad: el no hacer absolutamente nada. (Recomendamos: Lea más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).
Aunque en Tokio la gente se sienta en los parques a mirar el paisaje o jugar Candy Crash, y su oferta de ocio en museos y estadios es apabullante, las estadísticas revelan que muchos habitantes del país del sol naciente consideran las vacaciones un incordio. Cuando el gobierno decretó dos días libres para celebrar la entronización del emperador Naruhito, en 2019, miles de súbditos del monarca estuvieron a punto de protagonizar una insólita sublevación.
Los dos festivos se sumaron a otros ocho días de asueto y el total arrojó las vacaciones más largas decretadas desde 1948. Llovieron los reproches en las redes sociales por producir un empacho de tiempo inútil. Los empleados independientes se quejaron por la caída de ingresos tras la reducción de días laborables y muchos asalariados dijeron sentirse agobiados con el tiempo remanente después de visitar a sus padres, ver una película o cenar con los amigos.
Como abanderado habitual de los derechos civiles, el diario liberal Asahi adoptó una postura beligerante, acusó al partido del gobierno de generar tiempo muerto en beneficio de sus propios intereses y enumeró inconveniencias del descanso masivo, como embotellamientos de tráfico y escasez de hospitales.
Parte del apego nipón al puesto de trabajo se atribuye a su pasión artesana por el oficio bien hecho, sin importar el ingente número de horas de dedicación. También influye un tácito mandamiento laboral que impide al oficinista abandonar su escritorio hasta que lo haga su jefe inmediato.
Los más críticos aseguran que, más que trabajar, los japoneses disfrutan estando en la empresa tomando té, y citan la clasificación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), donde Japón figuraba en 2018 como el país del G7 con el peor desempeño en productividad laboral.
Pero productivos o no, lo cierto es que los japoneses a cualquier edad encuentran pretexto para mantenerse ocupados. El padre de una amiga empezó a tomar clases de español cuando se jubiló a los 65 años y en dos años respondía con fluidez a una entrevista televisiva que le hice. Después me invitó a conocer su bar favorito, donde demostró su erudición en bodegas de whisky y procesos de destilación, confirmando que, aun levantando el codo, no paraba de estudiar.
* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.