Los colectivos, el brazo armado de Maduro que patrullará Venezuela el 9 de enero
Grupos paramilitares vinculados al régimen de Maduro siembran temor mientras defenderán la “Revolución Bolivariana” el 9 de enero.
“Somos los defensores de la patria, los defensores del proceso revolucionario”, proclama Teodoro Cortez, segundo al mando del ‘Colectivo Catedral’, que sale al paso a las críticas contra estos grupos descritos por la oposición y activistas de derechos humanos como “paramilitares” al servicio del poder.
Los temidos ‘colectivos’ jugaron un papel importante en la represión de las manifestaciones que estallaron tras la proclamación de la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales del 28 de julio, entre denuncias de fraude. Resultado: 28 muertos, 200 heridos, y más de 2.400 detenciones.
Ahora, prometen volver a actuar este jueves, 9 de enero, cuando la oposición tiene programadas manifestaciones en vísperas de la toma de posesión de Maduro para un tercer mandato (2025-2031).
El martes, el ministro de Interior, Diosdado Cabello, reunió a cientos de miembros de los colectivos en un acto y lanzó serias advertencias contra los adversarios de Maduro.
“Fascistas, terroristas, si ustedes se atreven (a interferir con la toma de posesión), se van a arrepentir toda su vida”, dijo Cabello entre aplausos.
Los colectivos, herencia de Hugo Chávez (presidente entre 1999 y 2013 y antecesor de Maduro), sostienen que trabajan por sus comunidades en actividades deportivas, culturales y educativas, pero dejan claro sin rodeos que su prioridad es la “seguridad” de la Revolución Bolivariana.
Colectivos imponen miedo en las protestas
En el centro de Caracas, un mural muestra al icónico Ernesto ‘Che’ Guevara y a Chávez, así como a “mártires” como el líder libio Muamar Kadafi o el general iraní Qasem Soleimani.
Hay un muro, a la vez, reservado para los gobernantes de Rusia, Vladimir Putin; Corea del Norte, Kim Jong Un; y China, Xi Jinping. “Ellos son una fuente de inspiración” para “nuestra independencia total”, dice Rafael Arévalo, de 28 años, tras tomarse un selfie frente a la fachada.
“Los colectivos son una fuerza civil que apoya al gobierno. Están ahí para mantener la paz”, asegura este joven partidario del chavismo.
Es cierto que en ciertas áreas donde los colectivos están fuertemente establecidos, la criminalidad es baja. En Catia, enorme barrio obrero en el oeste de Caracas, Damaris Mujica, de 54 años, es una de las pocas mujeres que dirige un colectivo, “Warairarepano”, llamado así por la montaña que rodea a la ciudad.
“Si tenemos que ser violentos, obviamente lo seremos. Si me pegas, yo te voy a pegar. Si tú quieres hacerme daño, yo no te voy a dejar”, responde ante los cuestionamientos de la oposición.
Los colectivos ayudaron a dispersar las manifestaciones poselectorales, mientras sembraban el terror día y noche, como en Petare, un gigantesco barrio caraqueño, considerado uno de los mayores de América Latina.
“Uno se dice: ‘Si salgo (a protestar), no vuelvo’”, comentó Josumary Gómez, de 32 años, durante las manifestaciones.
“El objetivo de los colectivos es infundir miedo”, dice otro vecino de Petare.
Policía y sus vínculos con los colectivos
“Dan miedo”, coincide Phil Gunson, del International Crisis Group, quien prefiere calificar a los colectivos de grupos “parapoliciales” en vez de “paramilitares”.
“Normalmente, van encapuchados” y “están armados o por lo menos se puede suponer que están armados (...). Al aparecer un grupo grande de motorizados, vestidos de negro, con las caras encubiertas, obviamente a un manifestante o a un grupo de manifestantes desarmados les da mucho miedo. Es lógico”, insiste. “Ha habido gente herida, gente muerta, por estos colectivos”.
Gunson afirma que los colectivos “tienen vínculos directos” con la policía y los órganos de inteligencia y “son financiados por el poder”. Subraya su “total impunidad”.
Aprovechando el apoyo del poder, ciertos colectivos han pasado a comportarse como “bandas criminales” que practican la “extorsión”, según la ONG InSight Crime, que trabaja contra el crimen organizado en América Latina.
Teodoro Cortez y Damaris Mujica rechazan esas acusaciones, niegan recibir dinero estatal y dicen vivir de negocios de sus agrupaciones. Mujica apunta hacia dos puestos de café, una peluquería y un salón de tatuajes propiedad del colectivo.
“Aquí no pedimos ni un centavo”, dice, aunque reconoce que “el dinero” puede haberse convertido en la fuerza impulsora detrás de otros colectivos.
Cortez se dice inmune a las críticas: “¡Nunca daremos un paso atrás! (...). Yo le pido a Dios siempre que todas esas personas que hablan mal de los colectivos vivan mil años porque van a ser mil años de revolución, mil años de los gloriosos colectivos”.
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“Somos los defensores de la patria, los defensores del proceso revolucionario”, proclama Teodoro Cortez, segundo al mando del ‘Colectivo Catedral’, que sale al paso a las críticas contra estos grupos descritos por la oposición y activistas de derechos humanos como “paramilitares” al servicio del poder.
Los temidos ‘colectivos’ jugaron un papel importante en la represión de las manifestaciones que estallaron tras la proclamación de la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales del 28 de julio, entre denuncias de fraude. Resultado: 28 muertos, 200 heridos, y más de 2.400 detenciones.
Ahora, prometen volver a actuar este jueves, 9 de enero, cuando la oposición tiene programadas manifestaciones en vísperas de la toma de posesión de Maduro para un tercer mandato (2025-2031).
El martes, el ministro de Interior, Diosdado Cabello, reunió a cientos de miembros de los colectivos en un acto y lanzó serias advertencias contra los adversarios de Maduro.
“Fascistas, terroristas, si ustedes se atreven (a interferir con la toma de posesión), se van a arrepentir toda su vida”, dijo Cabello entre aplausos.
Los colectivos, herencia de Hugo Chávez (presidente entre 1999 y 2013 y antecesor de Maduro), sostienen que trabajan por sus comunidades en actividades deportivas, culturales y educativas, pero dejan claro sin rodeos que su prioridad es la “seguridad” de la Revolución Bolivariana.
Colectivos imponen miedo en las protestas
En el centro de Caracas, un mural muestra al icónico Ernesto ‘Che’ Guevara y a Chávez, así como a “mártires” como el líder libio Muamar Kadafi o el general iraní Qasem Soleimani.
Hay un muro, a la vez, reservado para los gobernantes de Rusia, Vladimir Putin; Corea del Norte, Kim Jong Un; y China, Xi Jinping. “Ellos son una fuente de inspiración” para “nuestra independencia total”, dice Rafael Arévalo, de 28 años, tras tomarse un selfie frente a la fachada.
“Los colectivos son una fuerza civil que apoya al gobierno. Están ahí para mantener la paz”, asegura este joven partidario del chavismo.
Es cierto que en ciertas áreas donde los colectivos están fuertemente establecidos, la criminalidad es baja. En Catia, enorme barrio obrero en el oeste de Caracas, Damaris Mujica, de 54 años, es una de las pocas mujeres que dirige un colectivo, “Warairarepano”, llamado así por la montaña que rodea a la ciudad.
“Si tenemos que ser violentos, obviamente lo seremos. Si me pegas, yo te voy a pegar. Si tú quieres hacerme daño, yo no te voy a dejar”, responde ante los cuestionamientos de la oposición.
Los colectivos ayudaron a dispersar las manifestaciones poselectorales, mientras sembraban el terror día y noche, como en Petare, un gigantesco barrio caraqueño, considerado uno de los mayores de América Latina.
“Uno se dice: ‘Si salgo (a protestar), no vuelvo’”, comentó Josumary Gómez, de 32 años, durante las manifestaciones.
“El objetivo de los colectivos es infundir miedo”, dice otro vecino de Petare.
Policía y sus vínculos con los colectivos
“Dan miedo”, coincide Phil Gunson, del International Crisis Group, quien prefiere calificar a los colectivos de grupos “parapoliciales” en vez de “paramilitares”.
“Normalmente, van encapuchados” y “están armados o por lo menos se puede suponer que están armados (...). Al aparecer un grupo grande de motorizados, vestidos de negro, con las caras encubiertas, obviamente a un manifestante o a un grupo de manifestantes desarmados les da mucho miedo. Es lógico”, insiste. “Ha habido gente herida, gente muerta, por estos colectivos”.
Gunson afirma que los colectivos “tienen vínculos directos” con la policía y los órganos de inteligencia y “son financiados por el poder”. Subraya su “total impunidad”.
Aprovechando el apoyo del poder, ciertos colectivos han pasado a comportarse como “bandas criminales” que practican la “extorsión”, según la ONG InSight Crime, que trabaja contra el crimen organizado en América Latina.
Teodoro Cortez y Damaris Mujica rechazan esas acusaciones, niegan recibir dinero estatal y dicen vivir de negocios de sus agrupaciones. Mujica apunta hacia dos puestos de café, una peluquería y un salón de tatuajes propiedad del colectivo.
“Aquí no pedimos ni un centavo”, dice, aunque reconoce que “el dinero” puede haberse convertido en la fuerza impulsora detrás de otros colectivos.
Cortez se dice inmune a las críticas: “¡Nunca daremos un paso atrás! (...). Yo le pido a Dios siempre que todas esas personas que hablan mal de los colectivos vivan mil años porque van a ser mil años de revolución, mil años de los gloriosos colectivos”.
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