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Más de 120.000 personas resultaron heridas por gases lacrimógenos o balas disparadas por la policía durante protestas en todo el mundo desde 2015, según un informe publicado el miércoles.
La asociación Physicians for Human Rights (PHR), la Red Internacional de Organizaciones de Libertades Civiles (INCLO) y la fundación británica Omega han revisado los informes médicos de las masivas manifestaciones en Chile y Colombia, las concentraciones del movimiento de chalecos amarillos en Francia, las marchas antirracistas de Black Lives Matter, y las protestas a favor de la democracia en Hong Kong y Birmania, entre otras.
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Sobre la base de estos datos, su informe “Lethal in Disguise” (letalidad disfrazada) describe el impacto que tiene en la salud el uso de armas no letales utilizadas por las fuerzas policiales en todo el mundo frente al “ejercicio legítimo de un derecho democrático”.
Según el informe, los gases lacrimógenos y otros irritantes químicos hirieron a 119.113 personas en los últimos siete años, el 4% de las cuales requirió hospitalización o cirugía. Al menos 14 personas murieron tras inhalar estos gases.
Los llamados proyectiles de “defensa”, incluidas las balas de goma, hirieron a 2.190 personas, el 65% de ellas en los ojos. Al menos 945 personas quedaron con secuelas de por vida y 12 fallecieron tras este impacto, cuentan los autores del estudio, que también describen las consecuencias de granadas de aturdimiento, cañones de agua o porras.
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Según ellos, las fuerzas del orden, incluso en los países democráticos, tienden a abusar de su poder frente a los movimientos de protesta que se han multiplicado desde principios del siglo XXI.
En lugar de dispersar a las multitudes, “esto conduce a menudo a que se renueven las tensiones y se produzca una escalada de los conflictos”, lamentan, y recomiendan una mejor regulación y un uso no indiscriminado de estas armas, así como una mejor formación de los agentes para su utilización.
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