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El empresario que se la jugó por la inclusión

Se estima que en Colombia hay cerca de tres millones de personas en condición de discapacidad. El 52,3% de ellas se encuentran en edad productiva, pero solo un 15,5% tiene algún tipo de trabajo.

Javier González Penagos
25 de septiembre de 2014 - 10:40 p. m.
El arquitecto Augusto Salazar, artífice de la construcción del centro comercial Gran Estación, encontró en la inclusión la clave de su éxito empresarial.  / Gustavo Torrijos - El Espectador
El arquitecto Augusto Salazar, artífice de la construcción del centro comercial Gran Estación, encontró en la inclusión la clave de su éxito empresarial. / Gustavo Torrijos - El Espectador
Foto: GUSTAVO TORRIJOS

Abanderar el programa de inclusión laboral a favor de las personas en condición de discapacidad en Colombia y lograr replicarlo en cinco países de Latinoamérica no fue una tarea fácil para el empresario Augusto Salazar.

Su propia lucha comenzó en 2004, cuando uno de sus hijos quedó en silla de ruedas tras un accidente. Desde entonces, el presidente de la junta directiva del centro comercial Gran Estación emprendió una batalla contra la exclusión desde el anonimato y decidió apostarles a las personas que, como él mismo reconoce, son mal llamadas discapacitadas.

No se trató de un programa para visibilizar su condición o extenderle una mano a quien es víctima de la discriminación, fue toda una política ideada para dignificar el trabajo de seres que por circunstancias ajenas a la vida deben emprender retos y desafíos superiores a los de la mayoría.

De acuerdo con Salazar, su éxito no consistió en ofrecer lástima, sino en promover el optimismo y asegurar un trato igualitario e incluso más riguroso con las personas en condición de discapacidad, a quienes les exige resultados y un rendimiento superior frente a otros trabajadores.

“Es muy rentable trabajar con personas en condición de discapacidad. Nunca utilizan su condición como una disculpa para no cumplir con su labor, además de que son tremendamente eficientes y honestos. Todos ellos sí tienen alternativas y con su trabajo logramos abrir un horizonte en la cultura a favor de la inclusión”, explica Salazar, orgulloso de los resultados que ha obtenido con su programa.

Sólo en Bogotá, Augusto Salazar emplea a 82 personas en condición de discapacidad y entre su equipo de trabajo se cuentan guardias de seguridad, contadores y hasta arquitectos, entre ellos una persona que habla español, sueco, inglés y francés, y quien no había logrado conseguir empleo debido a su condición.

“No me hice solo, somos un equipo que coordinamos, ejecutamos y desarrollamos empresa. Le creemos a Colombia y verdaderamente tenemos a héroes trabajando con nosotros. Una muestra de ello es que el personal de seguridad en condición de discapacidad del centro comercial es el que más resultados da y su índice de ausentismo es de apenas 0,03%. Casi nulo”, declara Salazar.

El proyecto de inclusión laboral que lidera este hombre —en coordinación con aliados estratégicos— no sólo se reduce a darles trabajo a las personas en condición de discapacidad, sino en brindarles herramientas para facilitar su vida mediante programas para que concluyan el bachillerato, se capaciten y cuenten con todos los implementos necesarios para su comodidad como medios de transporte, cojines especializados para el personal en silla de ruedas o sondas vesicales.

“En el centro comercial para nosotros la inclusión en una bandera, somos un ejemplo en Latinoamérica. Puedo decir con orgullo que logramos abrir un horizonte de trabajo, de expectativa y de ejemplo. Reconozco que tengo complejo de inferioridad frente a estas personas. Es un orgullo para mí saber que hay seres mejores que yo”, puntualiza Augusto Salazar.

El único requisito que deben cumplir las personas que laboran allí, de acuerdo con el empresario, es que sean felices y que logren tolerar un ritmo de trabajo exigente y superior, en el que todas sus capacidades sean aprovechadas al máximo en beneficio de su propio bienestar.

 

*Fuente: compañía de seguridad Securitas, aliada de Gran Estación en su programa de inclusión laboral.

 

Por Javier González Penagos

 

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