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Los guardianes de Yuruparí

Durante cuatro décadas, los pueblos del Pirá Paraná han librado la más dura de las batallas: evitar que su cultura se disuelva en el olvido y las nuevas costumbres. Ahora hacen parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Pablo Correa
28 de noviembre de 2011 - 09:56 p. m.

Cuando Gerardo Reichel-Dolmatoff se internó en las selvas del Vaupés, en los años sesenta, remontó el Orinoco y el Pirá hasta llegar a las malocas de los macunas, pensó que era testigo de los últimos días de una cultura milenaria.

Los misioneros se habían adelantado a los antropólogos una vez más y los niños estaban siendo “educados” en internados donde se les obligaba a rezar a un dios que no conocían, a aprender una lengua ajena y a despreciar los ritos y costumbres de sus abuelos.

Dolmatoff escribió algunos artículos que en realidad eran gritos de auxilio intentando salvar una parte del naufragio cultural que veía pasar frente a sus ojos. El llamado resonó en universidades de Europa y Estados Unidos. Uno de los primeros en atenderlo fue el célebre Stephen Hugh-Jones en Cambridge. Otro, el antropólogo Kaj Arhem, de la Universidad de Gotemburgo (Suecia). Ambos se interesaron en los conocimientos tradicionales de los “chamanes-jaguares de Yuruparí”.

También lo hizo Martin von Hildebrand, hoy director de la Fundación Gaia Amazonas y quien cuenta esta historia. Guarda fresca en su memoria aquella conversación que sostuvo en 1972 con monseñor Belarmino Correa, “amo y señor de la región”.

Martín, con 28 años, le dijo a monseñor que él creía que los pueblos indígenas tenían derecho a su propia cultura y a gobernar el territorio que habitaban.

—Martín, usted va en contra de la historia. Ellos deben integrarse a la civilización.

—Monseñor, la historia no existe, nosotros la hacemos —fue lo que atinó a responder, entendiendo que ya no tendría cupo en uno de los aviones que controlaba el cura y que lo esperaban largas jornadas a remo, río arriba.

“En los años ochenta, el Pirá era considerado el río más distante, el más atrasado del Vaupés”, cuenta Martín. Es en esa época cuando al abogado Roque Roldán, del Incora, le encargan el estudio de un Gran Resguardo del Vaupés. Y se considera la posibilidad de crear otro alrededor del río Mirití. Ambas ideas se extraviaron en la burocracia del Incora por unos años.

Por suerte, durante su campaña a la Presidencia, Alfonso López Michelsen apoyó la idea de los nuevos resguardos y finalmente se aprobaron. Era un paso más hacia el rescate de las culturas indígenas del Vaupés.

Pero si querían la independencia y volver a escribir su propio destino, los cinco pueblos que comparten el territorio (macuna, barazano, bará, edulia y tatuyo) debían resolver las guerras intestinas que les impedían trabajar unidos. Los indígenas invitaron a la Fundación Gaia Amazonas a trabajar juntos. Necesitaban apoyo. Crearon la Asociación de Capitanes y Autoridades Tradicionales Indígenas del río Pirá Paraná (Acaipi).

“Lo primero que decidieron fue hacer un estudio dirigido por los payés, kumús o chamanes”, recuerda Martín. La idea era que los jóvenes que habían perdido los conocimientos tradicionales comenzaran a investigar su propia cultura dirigidos por los más viejos. Que aprendieran los orígenes de la cultura, la comida, los rituales y sus restricciones, qué significa la energía y la limpieza de la energía que recorre la naturaleza”.

Así aparecieron los calendarios ecológicos, donde se explica la época seca o femenina y la época de lluvias o masculina. Trazaron su propia cartografía social. Localizaron los lugares sagrados.

“Lo interesante, comenta Martín, es que una cultura que en los años 70 iba a desaparecer y en los 80 era considerada la más atrasada del Vaupés, gracias a esta investigación se ha vuelto un ejemplo en todo el departamento”. Más aún, del mundo entero, ahora que la Unesco la inscribió en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Fabio Valencia, capitán indígena macuna, como el resto de su comunidad recibió con alegría la noticia que llegó desde Indonesia. Es un reconocimiento que confirma que van por el camino correcto. Aunque eso no significa que están del todo a salvo de amenazas. Una de ellas es la misma de hace 500 años: el oro.

En el Parque Nacional Natural Yaigojé Apaporis, donde se encuentra uno de los lugares sagrados de su cultura, el raudal Yuisi, existe un yacimiento que reclama la empresa canadiense Cosigo Ltda. La Corte Constitucional tiene la tarea de fallar una tutela sobre el caso en las próximas semanas.

Los chamanes del Yuruparí confían en ganar una vez más la batalla. Ahora más que nunca.

Por Pablo Correa

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