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Entre risas y personajes extravagantes se celebró la ceremonia de los Ig Nobel, una versión alternativa y un poco paródica de los cotizados Nobel que premia las investigaciones más curiosas (y a veces inútiles) en el mundo de la ciencia. “Hacer reír y luego pensar” es su lema.
El galardón en física, por ejemplo, se lo llevó un grupo de científicos de Estados Unidos y Taiwán por descifrar la enigmática “ley de la orina”. Con su estudio, el equipo llegó a la conclusión de que los mamíferos mayores de tres kilos de peso tardan en orinar 21 segundos en promedio. Para hacerle honor a su descubrimiento, uno de los científicos pasó a recibir su premio usando el bizcocho del inodoro como collar.
Por otra parte, Michael Smith, estudiante de posgrado de la Universidad de Cornell, fue reconocido por sacrificar su cuerpo a favor de la ciencia. Con el fin de descubrir el punto del cuerpo más sensible a la picadura de una abeja, el científico eligió 25 partes de su cuerpo donde el animal lo picaría tres veces. Entre los puntos designados también estaba su pene. ¿Su conclusión? Los lugares más dolorosos son el tallo del pene, el labio superior y la aleta de la nariz.
En la categoría de medicina se llevaron el premio un grupo de científicos que publicaron varios estudios sobre las consecuencias biomédicas de besarse apasionadamente, y en el campo de biología el premio se lo llevó el asombroso descubrimiento de que cuando se le pone un palo en la cola a una gallina camina como un dinosaurio.
Entre otras curiosidades los premios nos permiten afirmar que la expresión “¿eh?” es universal, investigación que obtuvo el premio en lingüística, y que existe una receta para descocer parcialmente un huevo ya cocido, un descubrimiento que, por lo prometedor, se llevó el Ig Nobel de química.