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Bogotá en siete alcaldes

Un nuevo libro recoge entrevistas con los mandatarios elegidos en la capital por elección popular, excepto Samuel Moreno, para responder la pregunta: ¿Está jodida Bogotá?

Redacción Bogotá
09 de agosto de 2015 - 07:00 p. m.
Archivo particular
Archivo particular

La periodista y política Lariza Pizano quiso remecer el debate de esta época de campaña mirando al pasado reciente de Bogotá. Parada en el presente y diagnosticando un clima de pesimismo, trató de indagar por los orígenes de ese estado de cosas entrevistando a siete de los ocho alcaldes elegidos desde 1988, cuando entró en vigencia la elección popular de mandatarios locales.

El recorrido va de Andrés Pastrana, el primero, a Gustavo Petro, el actual, pasando por Juan Martín Caicedo, Jaime Castro, Antanas Mockus, Enrique Peñalosa y Luis Eduardo Garzón. El único que no entró en el ramillete fue Samuel Moreno, hoy en prisión y recientemente inhabilitado y destituido por la Procuraduría por la corrupción del cartel de la contratación.

Hay distintas respuestas a la pregunta “¿Está jodida Bogotá?”, que da título al libro, al punto que no todos los entrevistados dan una respuesta afirmativa; ni siquiera el prologuista, Eduardo Behrentz, decano de Ingeniería de la Universidad de los Andes, que responde: “Agonizante, mas no jodida”.

El texto resulta interesante, más allá de eso, para reconstruir el camino que esos dirigentes trazaron para Bogotá y los escenarios en los que cada uno se movió desde el considerado segundo cargo más importante en el país.

El Espectador presenta fragmentos de lo dicho por cada personaje sobre su gestión al frente de la capital.

Andrés Pastrana (junio de 1988 – mayo de 1990)

“…un cambio bien significativo fue la privatización del servicio de basuras, que anticipó en Bogotá las leyes 142 y 143 de 1994, que permitieron luego hacer la Empresa de Energía de Bogotá una empresa de capital mixto, y la entrada de capital privado a todos los servicios, promoviendo la eficiencia y garantizando la ampliación adecuada de las redes que aseguran su prestación. En el caso de las basuras, estas se habían convertido en Bogotá en la evidencia más palpable de la ineficacia estatal del desgreño administrativo, y los ciudadanos se sentían impotentes para exigir que se les prestara el servicio, que en ese entonces no llegaba a cerca del 60% de la ciudad”.

“Si bien es cierto que privatizamos el 60% del servicio de aseo, también decidimos fortalecer la Edis (Empresa Distrital de Servicios Públicos) como empresa pública, para que sirviera al 40% de la ciudad reorganizándola y comprando cuarenta vehículos recolectores y equipos adicionales iguales a los de las empresas privadas para que la entidad pública pudiera competir. Sin embargo, pocos años después, la siguiente administración decidió liquidar la empresa pública y dejar sólo en manos de particulares el servicio”.

Juan Martín Caicedo (junio de 1990 – marzo de 1992. Salió destituido)

“A juicio de muchos analistas, en Bogotá lo que había era un volcán a punto de hacer erupción, en el sentido de que en materia tributaria la ciudad no estaba generando los recaudos que requería para funcionar con tranquilidad y, por el contrario, sí tenía unos gastos muy altos. En razón de eso, yo inicié una pelea muy fuerte con las empresas de servicios públicos para desmontar una serie de privilegios desmesurados de directivos y empleados que afectaban las finanzas de la ciudad”.

“Por primera vez, en una alcaldía, y a pesar de la altísima inversión en infraestructura, la reducción de tiempos de viaje de los usuarios de los buses fue considerada una tarea fundamental. Las obras de la Caracas nos permitieron duplicar la velocidad para el transporte colectivo en esa vía”.

Jaime Castro (junio de 1992 – diciembre de 1994)

“Puse la casa en orden. Era tal el despelote que cuando me posesioné, mi antecesor, su secretario de Hacienda y su tesorero estaban privados de la libertad, de manera injusta, pero ese hecho repercutía en la vida administrativa del Distrito. También corrieron la misma suerte varios concejales. Con mi gestión el Distrito recuperó la gobernabilidad que había perdido. También recuperó las finanzas públicas de la ciudad y les dio sostenibilidad. Creé, además, las condiciones para que Mockus y Peñalosa hicieran los buenos gobiernos que hicieron”.

Antanas Mockus (enero de 1995 – abril de 1997. Renunció. Enero de 2001 – diciembre de 2003)

“En la primera alcaldía, el foco eran la cultura ciudadana y el fortalecimiento de los gobiernos locales. La comprensión de que la ciudad funciona en parte por normas sociales y que los ciudadanos mismos pueden ayudar a mantener los niveles de cooperación. El respeto a la ley obtenido por la vía pedagógica cambia radicalmente el modelo previo, en donde el alcalde “atendía” las funciones ampliando coberturas en salud y educación, además de construir o entregarle a la ciudad el mayor número de puentes posibles y suprimiendo parte de los andenes para mejorar la circulación de los carros”.

“Si no hubiéramos implementado la sobretasa a la gasolina, ni vendido la mitad de las acciones de la Empresa de Energía, no habríamos logrado, ni Enrique Peñalosa, ni yo, hacer todo lo que hicimos desde la Alcaldía”.

Enrique Peñalosa (enero de 1998 – diciembre de 2000)

“Recuperar el espacio público peatonal fue extremadamente difícil. Nadie se había atrevido en décadas siquiera a intentar recuperar esos espacios. San Victorino y El Cartucho eran un símbolo de la impotencia del Estado. Y por supuesto, nadie se habría atrevido a hacer lo obvio en un sector necesitado de parques, que era comprar –incluso mediante la expropiación, que se hizo necesaria- los campos del Club El Country para hacer un parque”.

“Transmilenio fue, antes que nada, una revolución democrática: si los ciudadanos son iguales, un bus con cien pasajeros tiene derecho a cien veces más espacio en la vía que un carro con uno. Los buses de Transmilenio tienen un poder simbólico en términos de democracia, cuando pasan rápido al lado de un trancón. Eso es casi una foto de la democracia en funcionamiento”.

Luis Eduardo Garzón (enero de 2004 – diciembre de 2007)

“A pesar de ser el primer gobierno de izquierda de la ciudad, nunca fue un gobierno de pobres contra ricos”.

“…la política de Bogotá sin Hambre no fue la creación de comedores comunitarios, no; eso era parte. La Bogotá sin Hambre era promover la seguridad alimentaria a través de huertas caseras, agricultura urbana, red de tenderos, bancos de alimentos, trueque entre departamentos, suplementos vitamínicos, restaurantes escolares en colegios y megacolegios. Esa era la política alimentaria, e iba mucho más allá de regalar leche y pan”.

Gustavo Petro (enero de 2012 – diciembre de 2015)

“Si alguien va ahora a un barrio en el borde extremo de Ciudad Bolívar podrá encontrar las calles pavimentadas, las aceras recién construidas, el mejoramiento de las fachadas, los niños en el colegio o yendo a un jardín. No quiere decir que todo esté resuelto, pero, quiero ser enfático, los últimos alcaldes hemos coincidido en eso: la apuesta por la inclusión y la superación de la pobreza tradicional. Ahora la pobreza no requiere grandes intervenciones, sino acupuntura. La nueva pobreza se trata de manera diferente, focalizada, manzana por manzana, para detectar al desnutrido, al que no tiene un peso, al viejo, al indigente, al que tiene problemas con las drogas, para darle la atención que necesita, casi una solución personalizada. Y en eso hemos tenido relativo éxito, ese es un poco el sentido del proyecto de la Bogotá Humana: entender la diversidad y atenderla en todas sus dimensiones. Por eso es que cuando un periodista afirma tajantemente que la ciudad es un caos, se está refiriendo sólo a parte de la ciudad”.

 

¿Está jodida Bogotá?

Lariza Pizano. Colaboración de Vivian Ortiz

Semana Libros

168 páginas

 

Por Redacción Bogotá

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