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Las diferencias entre los aficionados a la lidia y los antitaurinos llegaron el pasado domingo a un punto crítico con los hechos violentos que dejaron cerca de 10 heridos y que marcaron el regreso de los toros a Bogotá luego de cinco años. En el ambiente quedaron la incertidumbre y el temor. Apenas se cumplió la primera de las cinco corridas de la temporada 2017, que irá hasta el 19 de febrero. Los seguidores de las corridas tienen miedo de ser agredidos en las fechas que vienen. La pregunta, entonces, es si es posible que las dos partes lleguen a un consenso antes de que las agresiones pasen a mayores. (Vea: Las corridas de toros, otro debate que divide a Bogotá)
Pese a que las diferencias son irreconciliables, ambas partes están de acuerdo en que la violencia no puede ser una vía de manifestación. “Hoy no podemos hablar de intentar un consenso, porque lo primero que tiene que haber es respeto al disenso y por quienes van a un espectáculo legal”, dice Víctor Diusabá, cronista taurino que fue testigo de lo sucedido en la Santamaría y sus alrededores. (Lea: Tensión durante el regreso de los toros)
Los animalistas también rechazaron las agresiones. “Los violentos son ajenos a la manifestación. Es violencia que desconoce una lucha de años para desmontar la tauromaquia”, asegura Natalia Parra, directora de la Plataforma Animales Libres de Tortura, quien agrega que, aunque la meta es que los animales dejen de ser usados para “divertimentos innecesarios”, en una dinámica de negociación, una buena forma sería aplicar lo que expresó la Corte Constitucional: “Que sigan las corridas, pero sin armas cortopunzantes ni la muerte del toro. Sin lastimarlo, aunque entendemos que sólo con ir a la plaza ya se le genera estrés”. (Lea: Ponencia de la Corte Constitucional pide prohibir el maltrato a los toros en las corridas)
Diusabá recalca que, aunque el tema central del debate es la muerte del toro, esa es parte de la esencia de la fiesta brava: “Es una lucha a muerte entre el animal y el hombre”. De paso, explica que las corridas son una vieja tradición en la que las transformaciones son muy lentas. Por ejemplo, pese a que su origen se sitúa alrededor del siglo XV, apenas en 1928 empezaron a ponerles petos a los caballos que usan para picar a los toros. Antes estaban desprotegidos y morían en el choque con el bovino. “Sería bueno sentarse a hablar. Ya luego veremos sobre qué”, concluye Diusabá.
Para Johan Avendaño, experto en convivencia ciudadana de la Universidad Central, es prioritario que el Distrito entre a mediar en la discusión si no quiere que se repitan los problemas de orden público. Incluso cree que una mesa de concertación serviría para intentar matizar las posiciones entre taurinos y antitaurinos o, por lo menos, para concertar la no agresión mientras cada uno toma medidas. (Vea nuestro sondeo: bogotanos opinan sobre el regreso de los toros a la Santamaría)
“Si no se sientan, esta situación podría empeorar. Debemos crear pactos ciudadanos de respeto y plantear una regulación. Pienso que en el mediano plazo hay que tender a la desaparición de la fiesta brava como está concebida, pero eso se da poco a poco. Tampoco se puede anular los derechos de los demás”, agrega el experto.
El caso Manizales
Manizales, ciudad con una amplia tradición taurina, no ha sido ajena a la controversia entre aficionados a la fiesta brava y los animalistas. Allí, desde la academia y la política, han promovido acciones para que sus diferencias no terminen en enfrentamientos. A la fecha, en la capital caldense no se han reportado choques.
El ejemplo se vive en enero, cuando se realiza la temporada de toros. Apartan un lugar en los desfiles de la Feria de Manizales para que los antitaurinos transmitan su mensaje y habilitan un escenario para que realicen un evento cultural a favor de la vida. A esto se suman debates, promovidos desde la academia, con una regla clara: el respeto.
¿Cómo lograrlo? El diputado Juan Sebastián Gómez (Partido de la U), quien lidera la causa animalista en la Asamblea de Caldas, señala que es hora de pasar de la protesta a la propuesta, porque sabe lo difícil que es cambiar a alguien que asume las corridas o cualquier otra cosa como su pasión.
“Es como si un grupo religioso protesta contra un festival de rock. Eso no va a lograr que me deje de gustar el rock. Por eso, lo que debemos hacer es generar conciencia. Esa transformación toma tiempo, pero debe ser pacífica. No es meternos en un debate entre buenos y malos, sino sensibilizar”. Agrega que es hora de promover una reflexión nacional, no sólo contra las corridas, sino contra todo espectáculo que se aproveche de los instintos de los animales por diversión.
Más allá de las acciones políticas, los debates académicos han sido otra estrategia clave. La Universidad de Caldas ha sentado a la misma mesa en dos oportunidades a líderes taurinos y animalistas para discutir alrededor de dos preguntas: ¿el toreo es inmoral? Y ¿debe prohibirse? Los promotores destacan que, si bien son puntos de vista irreconciliables, los encuentros han sido ejercicios de lógica y libertad de expresión.
“Para muchos, el toreo es inmoral porque, teniendo en cuenta el sufrimiento del animal, creen inadecuado el placer que sienten los taurinos frente a la belleza que aprecian en una corrida. A cambio, insisten, los taurinos podrían encontrar ese placer estético en las pinturas o en la música. Sin embargo, los taurinos no lo ven así. Dicen que en el espectáculo hay una adecuada compensación estética que no se consigue en otro tipo de arte”, explicó el profesor Pablo Arango, quien lideró los encuentros.
“Luego de los debates me queda claro que el toreo es arte, así a muchos no nos guste. Sin embargo, acá tenemos un conflicto entre lo estético y lo ético. En la vida las cosas son así… Se manifiesta el carácter trágico de la vida humana, en el que, así hagamos lo mejor, siempre sacrificamos algo de valor. No me gustan las corridas, porque son una barbaridad, pero la vía no es prohibirlas. Seguro eso acabará con los cambios en la cultura”, agregó.
En cuanto a cómo evitar que todo termine en una batalla campal, Arango aclara que es algo que le corresponde a la Policía. “Tenemos una larga tradición de no saber discutir y eso no se cambia de un día para otro. Es algo lento, y seguro seguirá ocurriendo. Es difícil. Si no lo cree, mire lo que ocurre en un deporte como el fútbol, donde por un partido se terminan matando. Si tenemos ese referente, me parece que hasta el momento, a pesar de los golpes, el choque en el toreo ha sido civilizado”, concluyó.
Si alguna entidad u organización quisiera entablar un diálogo, de acuerdo con Alberto Mendoza, profesor de construcción de consensos de la Universidad Javeriana, es fundamental que no se refuercen los fanatismos, pues nadie va a cambiar su visión, y propone “establecer acuerdos sobre prácticas y no sobre principios”. ¿Cuál es la diferencia? Que en las primeras hay que negociar pensando en los demás, mientras que en los segundos cada quien impone su postura.