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Los desafíos de una nueva realidad “a cielo abierto”

Trasladar algunos escenarios a las calles es la apuesta para reactivar la capital, mitigando el riesgo de propagar el virus en espacios cerrados. ¿Cómo enfrentar este panorama en una ciudad con déficit de espacio público?

Manuela Valencia Gómez
31 de agosto de 2020 - 02:06 a. m.
La idea es replantear la visión del espacio público, para que sea usado como un escenario cultural y comercial.
La idea es replantear la visión del espacio público, para que sea usado como un escenario cultural y comercial.
Foto: JOSE VARGAS ESGUERRA

Luego de que las calles fueran por meses el mayor temor de los bogotanos, en la “nueva realidad” que propone el Distrito serán el escenario más adecuado para recuperar de forma progresiva la cotidianidad, reactivando la economía y la recreación de la ciudad. Su argumento es que los espacios abiertos garantizan distanciamiento social y evitan las aglomeraciones.

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La apuesta es que establecimientos como los restaurantes trasladen sus mesas a los andenes y avenidas, que los gimnasios pongan a disposición sus máquinas al aire libre y que escuelas artísticas dicten sus clases a cielo abierto. Sin embargo, hay factores que involucran mayores esfuerzos para evitar que la medida tenga efectos contraproducentes y se convierta en un nuevo problema para la ciudad.

Por un lado, según cifras oficiales del Departamento Administrativo de la Defensoría de Espacio Público (DADEP), Bogotá tiene un déficit de espacio público, si se tiene en cuenta que el estándar mundial recomienda 15 metros cuadrados por habitante y la capital solo tiene 4,5. Esto se traduce en que hay pocas zonas públicas y áreas de esparcimiento público. Sin embargo, hay zonas, como plazas centrales, en las que precisamente el Distrito planea hacer los pilotos a cielo abierto, como la atención de restaurantes al aire libre.

Aunque esta es una estrategia que busca la reactivación económica, hay quienes advierten que es una medida que representaría un desequilibrio de beneficios. Así lo cree el concejal Carlos Carrillo (Polo Democrático), quien indica que no se ha realizado una caracterización juiciosa sobre los negocios que se han quebrado, para priorizar las medidas. “En las localidades donde hay mayor carencia de espacio público hay restaurantes de barrio y otros establecimientos que no tendrán cómo adaptarse a esa nueva realidad”.

Un argumento similar expone la cabildante Lucía Bastidas (Alianza Verde), quien cree que es importante tener en cuenta las características de la ciudad para no caer en un desequilibrio. “Muchas veces estos protocolos se planean detrás de un escritorio, sin tener en cuenta las particularidades territoriales. Por ejemplo, en lugares como la calle 19 con 5ª, que tiene andenes angostos, no hay suficiente espacio público como lo tiene la Zona G. Entonces se puede caer en un desequilibrio por estratos y zonas, sin beneficiar a todos los que lo necesitan por igual”, expresó.

Formales vs. informales

Otro de los puntos por discutir es el manejo de un mismo espacio de convivencia y productividad entre comercio formal e informal. Ómar Oróstegui, analista en asuntos urbanos, dice que esta situación generará tensiones entre estos dos sectores, teniendo en cuenta que, aunque cuentan con los mismos derechos para el uso del espacio público, la ocupación de los formales está reglamentada y la de los informales no.

“Esta es una oportunidad para repensar el aprovechamiento, diseño y recuperación del espacio público, para determinar si hace falta una política seria al respecto, y así llegar a acuerdos para avalar otro tipo de actividades en este espacio”, comentó Oróstegui.

Por su parte, la concejal Bastidas sugiere hacer controles sobre las condiciones en las que trabajen los informales, para evitar discusiones y desorden. “No podemos generar guerras entre formales e informales. Y no se trata de ir en contra o a favor de algunas de las partes, pero sí debemos respetar la formalidad, que son los que pagan impuestos, y a los ambulantes garantizarles condiciones dignas”.

Seguridad

Sin duda, uno de los mayores retos de ocupar las calles es garantizar que los espacios destinados para actividades económicas y recreativas sean seguros. Para enfrentarlo, María Fernanda Rojas, concejal de Alianza Verde, comentó que debe haber una estrecha articulación con la estación de Policía de cada localidad y aumentar el número de efectivos. Para Carlos Núñez, socio fundador de la firma Arquitectura en Estudio (ARE), la solución está en reforzar la iluminación y el mobiliario de las calles, así como un mayor acompañamiento de las autoridades.

“Se deben promover áreas urbanas de usos mixtos (vivienda, trabajo y comercio) con diferentes usuarios, que las habiten a diferentes momentos del día. Asimismo, en la medida en que haya más ojos y apropiación del espacio, este se vuelve más seguro. Todo esto se logra a través del diseño urbano y la arquitectura, lo que aplica para diferentes tipos de espacios, desde parques hasta áreas peatonales comerciales”, aseguró Núñez.

En este orden de ideas, el que viene será un período de aprendizaje, en el que los resultados de los planes pilotos permitan repensar las políticas públicas sobre el uso del espacio público, las acciones a tomar frente a su aprovechamiento y evaluar qué tan efectivo es trasladar a las calles diferentes actividades para reactivar la economía, en una ciudad con déficit de espacio para la gente (70 % actualmente).

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