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“La vida no tiene sentido” “Me quiero Morir” pueden ser los primeros gritos o signos de alarma que nos alertan sobre la salud emocional y mental de los niños, niñas y adolescentes. Y aunque es un tema tabú y muchos no quieren ni oír hablar del tema, las cifras son elocuentes: en promedio cada 30 horas una persona menor de edad comete suicidio y cada día, 23 intentan suicidarse. Para que no tengan que hacer cuentas, el resultado fatal es que en 2019 perdimos 287 niños, niñas y adolescentes y en ese mismo año 9.975 intentaron suicidarse, con lo que nos dieron un fuerte sacudón y nos dijeron que acá, no estaban a gusto.
Entre tanto, en Bogotá, en el año 2019 se registraron 36 casos de suicidio en menores de edad, alcanzando una tasa nacional de 1.9, de acuerdo con Medicina Legal. En la capital del país, esta problemática fue más recurrente en los niños con 23 casos, superando a los 13 presentados en las niñas.
Todas las personas tenemos afectaciones en nuestra emocionalidad y comportamiento. Pero las niñas, niños y adolescentes suelen vivirlos de manera exacerbada en ciertos momentos de su vida, debido, en parte a los impresionantes cambios físicos, psicológicos, emocionales, relacionales, que viven en su crecimiento y desarrollo. Por supuesto, estos aunados a factores ambientales y determinantes sociales los ayudan y fortalecen, o los debilitan y oscurecen.
Voy a dejar de lado los casos que vienen dados por una afectación a la salud mental psiquiátrica, como la bipolaridad y otros trastornos, para centrarme en aquellos casos en que nosotros como familia, como escuela, como comunidad, podemos detectar, acompañar y ser la primera línea de contención, sin descartar, el apoyo de los profesionales de salud. Y me voy a concentrar el los pre y los adolescentes donde tenemos el principal grupo afectado.
Cambio: ¿A quién no le cuesta trabajo adaptarse al cambio? Miremos cuánto hemos sufrido y renegado de la cuarentena y la pandemia. Ahora, póngase en los zapatos de un adolescente que ve cómo su cuerpo se transforma en un año; cómo, además, su cerebro empieza a retar y correr los límites de la cancha previamente rayada; a explorar nuevos límites, su independencia y autonomía, las nuevas relaciones entre pares; esto, sumado a la explosión hormonal, son un buen caldo de cultivo para experimentar una conmoción en emocional y comportamental.
Las terribles cifras nos llaman a fortalecernos como adultos: maestros, padres, comunidad, para poder identificar esos comportamientos que nos alertan y sobre todo para ser agentes de contención. Familias amorosas, crianza sin violencia y empática, diálogo, escucha activa, generar lazos de confianza, son un buen recipiente para contener a los niños.
Como Alianza por la Niñez Colombiana, queremos expresar que nuestro trabajo se enfoca en la protección integral de la niñez y por ello hemos venido haciendo análisis de diferentes temas en Historia con datos, como el de violencia sexual, violencia intrafamiliar y ahora con el tema de suicidio e intento de suicidio, que puedan servir a la comunidad a entender los fenómenos que afectan a la niñez, pero sobre todo a prevenir cualquier acto que ponga en riesgo la vida, la salud física, emocional y mental de niñas, niños y adolescentes.
Estos datos e informes no los publicamos para asustar, más bien para unirlos: a madres y padres con sus hijos, a unirlos en la crianza amorosa, empática y dialógica que los protege, no solo contra el suicidio, sino que los hace resilientes, fuertes emocionalmente y capaces de resistir ésta y otras pandemias y cambios que los pondrán a prueba.
Les invitamos a visitar en nuestra página https://www.alianzaporlaninez.org.co/ nuestros informes, así como en la plataforma tableau puesta a disposición de la comunidad. https://public.tableau.com/profile/alianza.por.la.ni.ez.colombiana#!/