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Antes de que los bogotanos eligieran nuevo alcalde, la candidata Clara López, a través de El Espectador, le preguntó a Enrique Peñalosa si en realidad pensaba que era mejor urbanizar en los terrenos de la Reserva Thomas van der Hammen (gran terreno en el norte declarado área protegida por su valor ecológico). Él no respondió sí o no, pero lanzó las frases que siempre repite cuando se le pregunta por el tema. Recordó que casi toda la reserva “no tiene foresta, sino potreros con vacas. Y pertenece a privados”, y que antes de sembrar árboles, sería necesario comprar sus predios a muy alto precio. Agregó que ya ha advertido el grave costo ambiental de impedir la “urbanización bien hecha”.
Así quedó claro que a él aún no le suena la idea de recuperar este terreno, como no le ha sonado desde 1999 cuando se discutía sobre la expansión del norte de Bogotá y un grupo de expertos urbanos y ambientales se opusieron a planes como la Avenida Longitudinal de Occidente (ALO), por sus impactos en zonas ecológicas, entre ellas las porciones de la reserva.
El alcalde electo no ha ocultado su interés por la expansión urbana en el norte. Esa es su visión de ciudad y, si se trata de un proyecto ambiental, para él resulta más valioso concentrarse en la protección de los cerros orientales, donde quiere hacer un sendero ecológico de 80 kilómetros, o la construcción de un malecón en la ronda del río Bogotá, como parte de la recuperación.
Es importante aclarar que esta visión frente a la reserva Van der Hammen es opuesta a la de la actual administración, que tenía en sus planes hacer de ella el bosque urbano más grande de América, algo que no logró concretar.
Protección
Pero la historia de esta tierra en el norte de Bogotá ha cambiado bastante desde finales de los 90, cuando ambientalistas destacados del país se enfrentaron a Peñalosa por sus planes de urbanización. ¿Qué elementos podrían favorecer la recuperación de la reserva y cuáles la ponen en riesgo? Uno de los principales aspectos que marca diferencia en la zona es que justo en 2011 fue declarada por la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) como Área de Reserva Forestal Productora Regional del Norte. Es decir, por norma, el principal uso de las 1.395 hectáreas de la reserva es forestal y deben protegerse. La recreación debe ser pasiva y otras actividades, como la vivienda o el agro, sólo se pueden hacer siguiendo los lineamientos de autoridades ambientales como la CAR.
Otro paso importante hacia su conservación fue el que dio a finales del año pasado la CAR, cuando expidió el Plan de Manejo Ambiental de la reserva. En él se definieron puntos claros como que no podrían existir más cultivos de flores y la prohibición de construir “nuevas vías, como los anteriores proyectos de la ALO o la Boyacá, que atravesaban esta zona y afectaban los humedales Guaymaral- Conejera”, en aras de proteger esos ecosistemas. Así lo explicó en su momento el director de la CAR, Alfred Ballesteros.
Pero el lío con este punto es que la administración Petro no alcanzó a dejar lista la compra. Apenas pudo hacer algunas ofertas, pero así como hay propietarios interesados en vender, hay otros que se oponen al pensar en el precio que les podrían pagar los urbanizadores. Si esta administración no alcanza a comprar los terrenos, parece poco probable que Peñalosa termine esta tarea. Como se sabe, él alcalde electo resalta que lo que hay en la reserva son costosos potreros.
Y como si fuera poco, la última carta que tenía la actual administración para sacar adelante su plan de tener un gran bosque urbano se fue al traste cuando el Consejo de Estado negó en julio pasado una conciliación entre la CAR y el Acueducto, que permitía usar $136.000 millones para la compra de los terrenos, para recuperación y protección de la reserva. Esto, porque la Procuraduría expuso varias dudas alrededor del proceso como que no estaba claro cuál era el valor de los terrenos. El Distrito, sin embargo, ha dicho que usará recursos de las utilidades de las empresas públicas para comprar los predios, para lo cual necesita al menos $140.000 millones. Aunque la administración Petro parece que se la jugará por la reserva hasta el final, lo cierto es que con cambio de Alcaldía, cada vez es más incierto el futuro de esta zona del norte de Bogotá.
Por ahora, en parcelas de la reserva como el bosque Las Mercedes ya se han sembrado más de 22.000 árboles. Allí hay trabajadores del Jardín Botánico encargados del proceso de germinación de semillas de alisos, arbolocos y otras especies nativas, con las que se intenta darle vida al suelo de la reserva. Porque efectivamente muchas de sus áreas son potrero, que ha sido descuidado, pero que como lo señalan ambientalistas como Julio Carrizosa, son algunas de las tierras más productivas de la región.