Rafael Uribe, retratado

Se conocen más detalles sobre la vida del arquitecto señalado de abusar y asesinar a Yuliana Samboní. Lo describen como encantador, de un fantástico sentido del humor, pero impulsivo y hasta grosero.

Redacción Bogotá
12 de diciembre de 2016 - 02:00 a. m.
Rafael Uribe Noguera durante la audiencia en la que una juez lo envió a prisión. / Archivo particular
Rafael Uribe Noguera durante la audiencia en la que una juez lo envió a prisión. / Archivo particular
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

El cuerpo de Yuliana Andrea Samboní fue sepultado con rituales cristianos bajo la tierra de su vereda natal, El Tambo (Cauca), luego del doloroso regreso que tuvo que emprender su familia desde Bogotá, donde la pequeña de siete años fue torturada, violada y asesinada el pasado 4 de diciembre. Ahora la atención se centra en el sospechoso de su crimen, el arquitecto Rafael Uribe Noguera, y en la resolución de la última arista del caso: la muerte de Fernando Merchán, vigilante del edificio Equus 66, donde apareció el cuerpo de la niña.

Con el foco puesto sobre su figura, se empezaron a revelar detalles de la vida de Uribe Noguera, de 38 años. En una carta conocida por El Espectador, alguien que prefiere mantenerse en el anonimato, pero que asegura haber sido “una de las mujeres que pasó por la vida de Rafael Uribe”, lo perfila. Era “una persona encantadora, con un sentido del humor fantástico y una pasión por la vida que inspiraba a salir corriendo a vivirla al máximo”, sin embargo, “había algo en él que no encajaba. Era como si una parte de su ser se desincronizara del resto”.

La mujer, quien dice haberlo conocido hace cinco años, describe rasgos contradictorios. Uribe Noguera era un deportista, nadaba, jugaba fútbol y tenis. Le gustaba estar en contacto con la naturaleza e incluso meditaba. Pero al mismo tiempo era “irregular, impulsivo, complejo y hasta grosero. A veces las discusiones parecían más de un muchachito de bachillerato que de un hombre hecho y derecho”, asegura.

Y pese a que terminaron su relación, ella siempre estuvo al tanto de lo que sucedía con Uribe Noguera, cuyos últimos años, dice, han estado marcados por las drogas, el alcohol y las prostitutas. “Sin duda, los límites se desdibujaron para él y su necesidad de saciarse resultó en esta tragedia”.

En la carta hay una descripción del apartamento en Equus 66 donde fue torturada, violada y asesinada la pequeña. Allí, debajo del jacuzzi, junto a su sistema eléctrico, las autoridades encontraron el cuerpo. “Su apartamento era pequeño, sencillo, con buen gusto e identidad, e incluso conservaba un viejo sofá que había pertenecido al despacho de su abuelo. Su casa vivía impeca ble, él vivía impecable y olía a colonia de bebé”.

De Uribe Noguera se sabía que estudió arquitectura en la Universidad Javeriana, donde su papá fue decano, y que se graduó del bachillerato en el reputado Gimnasio Moderno. Allí sobresalió por sus condiciones atléticas y llegó a ser el jefe de la banda de guerra del colegio. Sobre su infancia se han conocido pocos detalles. Daniel Coronell, columnista de la revista Semana, contó que Uribe Noguera fue testigo de una de las bombas que el cartel de Medellín puso en Bogotá.

En enero de 1993, meses antes de morir en medio de un operativo en Medellín, Pablo Escobar le ordenó a Carlos Mario Alzate Urquijo, alias Arete, que coordinara la explosión de un carro bomba. Uribe Noguera, entonces de 14 años, presenció la detonación de los 80 kilos de dinamita que afectaron el vehículo que conducía su mamá y le causaron heridas en un ojo a su hermana Catalina, quien, junto con su hermano Francisco, hoy está en el radar de la Fiscalía por la presunta alteración de la escena del crimen de Yuliana Samboní.

Uribe Noguera sigue recluido y aislado de los demás presos en la cárcel La Picota, donde aguarda a que el ente investigador lo acuse formalmente del secuestro, abuso, tortura y feminicidio de la pequeña. Entretanto, se espera el desarrollo de la historia del último protagonista que se sumó al caso Samboní, Fernando Merchán, el vigilante del edificio Equus 66 que apareció muerto el pasado viernes en su casa, en la localidad de Kennedy, junto a una carta en la que pedía perdón a su familia y se declaraba inocente. De él, el fiscal general, Néstor Humberto Martínez, dijo que era una pieza clave en la investigación de lo que sucedió con la pequeña.

Este lunes serán revelados los resultados de la necropsia que Medicina Legal le hizo al cuerpo de Merchán, para determinar las causas de su muerte que, hasta ahora, se atribuye a un suicidio. Sin embargo, Sandra Merchán, sobrino del vigilante, aseguró a Noticias RCN que “para mí no fue un suicidio, quiero que la Fiscalía investigue bien, porque no puede quedar como otra muerte impune”.

La ciudadanía está al tanto de que las autoridades sigan dando luces sobre el caso Samboní, que ahora se enfoca en las figuras del principal sospechoso y del vigilante muerto.

Por Redacción Bogotá

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar