Después de cuatro años, David García vuelve a la dirección de la Orquesta Filarmónica de Bogotá (OFB). Está convencido de que la música tiene que salir a las calles y buscar a los espectadores. La música, según él, debe ser un placer de todos. Por esto, mañana, en la iglesia Santa Lucía (diagonal 44 Sur N.º 20-15) se realizará el concierto de apertura de la OFB. La entrada será libre y quienes asistan serán los primeros en escuchar la obra Concierto para oboe del compositor chileno José Luis Domínguez.
La música tiene un poder transformador en cualquier sociedad. Transforma a quien la escribe, a quien la interpreta y a quien la oye. “Lo que uno siente al escucharla es intraducible a cualquier lenguaje”, asegura García, quien cree ciegamente en que Colombia debe, ante todo, apostarle a una educación que integre la música como eje fundamental.
La educación de la música
El director de la OFB considera que la enseñanza de la música en todos los colegios del país debería estar incluida en la Constitución, como es el caso de Suiza. Más que por un ideal, defiende esta propuesta porque ha visto con sus propios ojos los resultados de este modelo.Durante su primera dirección, entre 2013 y 2015, se puso en marcha un plan de formación musical en los colegios oficiales de Bogotá. Hace cinco años, el proyecto llegó a nueve localidades, con la participación de 19.000 estudiantes. Para este año, el programa amplió su cobertura a 17 localidades y a 26.000 niños de 32 instituciones educativas, quienes se formarán en diferentes áreas musicales.
“Una orquesta filarmónica sinfónica no puede concebirse sin un proyecto educativo detrás”, asegura García. Por tal razón, el objetivo de la OFB durante este cuatrienio será mantener los buenos resultados, mejorar la oferta musical (450 conciertos al año) e intensificar el impulso de programas como los centros de formación musical, centros filarmónicos hospitalarios y las orquestas juveniles y prejuveniles.
Un proyecto musical público y nacional va más allá de formar y requiere que la sociedad se familiarice con los ritmos típicos de Colombia. En este sentido, y con la ilusión de llegar a nuevos públicos, la dirección de la OFB desea acabar con la frontera entre lo popular y lo clásico. Por este motivo, García manifestó que crearán “una nueva agrupación, que será una orquesta de cámara, de música andina, del altiplano colombiano, que incluya bambucos y pasillos. Esta será la primera orquesta pública con semejante impulso”.
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En los teatros y en las calles
El hogar tradicional de la Orquesta Filarmónica de Bogotá ha sido el auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional. Este espacio, donde cada sábado se reunían sus músicos, estará cerrado al menos dos años debido a que se realizarán trabajos de remodelación.Frente a esta eventualidad, García es optimista y asegura que, en su lugar, “convertiremos a la ciudad en nuestro escenario principal”. Esto significa sacar los instrumentos al parque, a la plaza de mercado, a la iglesia, al andén. Sacar la música del auditorio, tal vez por unos días, y acercarla al ciudadano de a pie.
Aun así, llevar la música a las calles es una tarea que ya comenzó. El sábado 1.º de febrero, la Big Band de la OFB se unió a la programación cultural de la jornada antitaurina. No obstante, si retrocedemos unos meses, la Filarmónica se tomó, junto a músicos de conservatorio y otras agrupaciones, el parque de los Hippies, y protagonizaron uno de los eventos más conmovedores y sorpresivos de los últimos años: el cacerolazo sinfónico.
Durante este evento, y sin olvidar las dos jornadas adicionales, los artistas demostraron que ellos, quizá más que cualquier otro gremio en el país, tienen una enorme sensibilidad humana, les preocupan la injusticia social, las desigualdades y los derechos humanos, les preocupa la vida.
En cuanto a la participación de la OFB, García relata que “cuando creamos todas las orquestas juveniles se dio un proceso muy bonito: los muchachos no tenían los medios necesarios para tocar en las orquestas y se creó una enorme expectativa sobre cómo los músicos podrían también participar y conectarse con lo que estaba pasando en el país”.
Lo anterior significó una reflexión importante, profunda, que sacó a los jóvenes de la burbuja que a veces puede ser el mundo de la música. Fue entonces cuando, según García, “entendieron y entendimos que no era solamente tocar encerrados en un teatro, sino que había que estar en la calle. Ser vendedores ambulantes de la cultura y de la música”.
Que la música sea un placer de todos. Que la música sea la médula de la educación. Que la música sea lo que cada uno quiere (o necesite) que sea. Estos son los principios con los que David García guiará esta nueva etapa de la OFB, una institución que se ha consolidado como un baluarte de la cultura nacional y que deja a cualquiera al borde de citar a Nietzsche y afirmar que la vida sin música sería un error.
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