Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Durante la Segunda Guerra Mundial, el régimen Nazi asesinó al menos 200,000 personas clasificadas como enfermos o discapacitados mentales. Medio siglo después, la Sociedad Max Planck de Alemania comisionó a cuatro investigadores independientes la tarea de revisar archivos y colecciones de tejido relacionados con el cruel programa de eutanasia ejecutado por los científicos de la época aliados con los nazis.
“Queremos averiguar quiénes fueron las víctimas, revelar sus biografías y destinos, devolverles así parte de su dignidad humana”, comentó a la revista Science Heinz Wässle, director emérito del departamento de neuroanatomía Instituto Max Planck para la Investigación del Cerebro y quien estará al frente de la iniciativa.
No es la primera vez que los historiadores se asoman al oscuro y cruel programa de investigación médica que pusieron en marcha los nazis. Incluso durante los juicios en Nuremberg, al concluir la Segunda Guerra Mundial, se documentaron los excesos científicos de los alemanes. Pero los encargados del nuevo programa aseguran que a pesar de los diversos intentos, aún no está clara la verdadera dimensión de los programas de investigación que ejecutaron instituciones de muy alto reconocimiento en colaboración con los nazis. Se estima que un 5% de las víctimas de los programas de eutanasia correspondieron a personas con discapacidad mental y sus cerebros fueron extraídos para analizarlos.
“Esto no se trata sólo de especímenes extraviados, sino también sobre la falla para responder adecuadamente a esa oscura historia y conmemorar un pasado trágico”, comentó Martin Keck del Instituto Max Planck de Psiquiatría.
En la década de 1980, tanto el Instituto Max Planck para la Investigación del Cerebro como el Instituto Max Planck de Psiquiatría destruyeron las muestras de tejidos que conservaban de cientos de pacientes. Sin embargo, en los años siguientes los historiadores establecieron que muchos de sus científicos de más alto nivel mantuvieron fuertes lazos con los nazis. La nueva comisión investigadora espera reconstruir en mayor detalle las redes de contactos que permitieron a los científicos de estas instituciones sacar provecho del programa de eutanasia de los nazis. Intentarán también establecer la identidad del mayor número de personas y las muestras de tejidos corresondientes.
Julius Hallervorden, director de neuropatología en el Instituto Max Planck para la Investigación del Cerebro durante la Segunda Guerra Mundial, es un caso emblemático de la impunidad que rodeó a estos científicos. Aunque aceptó haber estado involucrado en el programa de investigación jamás fue procesado. De hecho continuó estudiando “el maravillos mateiral” proveniente de los campos de concentración al terminar la guerra.
Paul Weindling, de la Universidad del Reino Unido, uno de los cuatro miembros de la comisión, calcula que podrían llegar a establecer la identidad de unas 5.000 víctimas. “Todo el mundo sabe que los Nazis llevaron a cabo investigaciones antiéticas, pero nunca se ha realizado una reconstrucción a gran escala de lo que ocurrió”.