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El nivel de urbanización de una población tiene un importante impacto en la diversidad y abundancia de bacterias y hongos presentes tanto en los hogares como en la población. Mientras los hogares rurales poseen más bacterias y menos hongos, en las ciudades ocurre a la inversa. Esto podría tener efectos en la salud humana, como aumentar la predisposición a ciertas enfermedades no transmisibles, según concluyó un estudio realizado en poblaciones de Perú y Brasil.
Considerando que la urbanización provoca cambios en la dieta, las casas y la exposición al medio, expertos de Inglaterra, Estados Unidos, Perú y Brasil buscaron determinar si el universo de microbios que hay en los hogares y en sus habitantes también se ve afectado.
Para ello, en su estudio, publicado en Nature Microbiology, analizaron poblaciones en la Amazonia con diferentes grados de urbanización y tomaron muestras en distintas partes de las casas y del cuerpo de los habitantes.
Las muestras fueron recolectadas en Checherta, un pueblo aislado en la selva amazónica peruana; el poblado rural Puerto Almendra, en Perú; la ciudad peruana de Iquitos, y la metrópoli Manaos, en Brasil.
En esta ciudad, además, incluyeron viviendas de bajos y medianos ingresos, para ampliar la perspectiva. Eso permitió tener un espectro de muestras de casas que iban desde chozas de paja sin paredes y casas de madera sin cañerías, hasta inmuebles con mayores comodidades.
Las colectas se hicieron en paredes, pisos, camas o hamacas, sillas, mesas, grifos o contenedores de agua, entre otros. Las muestras humanas se tomaron en la piel del brazo, mano y pie, además de muestras orales, nasales, anales y fecales.
Con ello los científicos determinaron que la diversidad de bacterias que hay en las casas disminuye mientras el ambiente se vuelve más urbano. Pero en el caso de los hongos ocurre lo opuesto.
En efecto, al comparar las muestras, hongos como malassezia, aspergillus y candida —asociados a la piel— fueron más abundantes en ambientes urbanos y también en sus habitantes. Por ejemplo, muestras tomadas de los pies de los habitantes de bajos ingresos evidenciaron diferentes marcadas para candida (0,66 % en Checherta versus 8,24 % en Manaos) y aspergillus (0,23 % en Checherta versus 6,03 % en Manaos).
Así, el estudio determinó que los habitantes de los hogares rurales o selváticos estaban expuestos a menos hongos que colonizan el cuerpo, en comparación con los citadinos.
“Este último resultado nos sorprendió”, dijo a SciDev.Net María Gloria Domínguez-Bello, académica del Departamento de Bioquímica y Microbiología de la Universidad de Rutgers, en Estados Unidos, y coautora del estudio. “Estamos tratando de comprender cómo se altera el ambiente natural con las ciudades. Lo que pasa con los hongos es algo que no entendemos bien aún”, agrega.
Una de las razones de la mayor presencia de los hongos en las ciudades podría ser la temperatura más cálida que suele haber en los hogares urbanos, donde el intercambio de aire es más reducido, al igual que la luz natural. Pero los productos de limpieza también podrían jugar un rol crucial.
Los investigadores observaron que la diversidad de productos químicos que terminan adheridos a las superficies interiores de los hogares aumenta drásticamente con la urbanización, pues hallaron que las moléculas derivadas de medicamentos y agentes de limpieza estaban en el interior de los hogares urbanos, pero no en las casas rurales.
Con los datos obtenidos, los investigadores creen que un mayor uso de productos antimicrobianos y de limpieza en los entornos urbanos haría que los hongos sean menos sensibles a estos agentes y aumente su presencia.
“Por un lado, los productos de limpieza son buenísimos porque con ellos controlamos los focos de infección, pero por otro están limitando la exposición de los bebés a los microorganismos”, lo que hace que el sistema inmune no se desarrolle como debiera, dijo Domínguez-Bello. Esa sería una de las explicaciones posibles de que las llamadas enfermedades modernas —como el asma o las alergias, entre otras— sean hoy una epidemia, agregó.
Asimismo, estudios anteriores realizados por los investigadores hallaron que la microbiota humana también se ve afectada por la urbanización. En esta investigación en particular observaron que la diversidad de hongos en la microbiota disminuye con la urbanización.
“Este estudio demuestra que el grado de urbanización se correlaciona con cambios en la composición del microbioma. En este contexto, una caracterización exhaustiva y extensiva del microbioma de las poblaciones sudamericanas en distintos contextos de urbanización aportará nuevos datos sobre esta relación y su rol en la salud. Este es el objetivo principal de Latinbiota, un proyecto internacional que actualmente llevamos a cabo en colaboración con más de 10 países latinoamericanos”, comentó a SciDev.Net Gregorio Iraola, investigador del Instituto Pasteur de Montevideo (Uruguay), que lidera ese estudio regional.
Latinbiota busca analizar y caracterizar la microbiota de la población de Latinoamérica y cuenta con el apoyo del Instituto Sanger de Inglaterra. El trabajo se construye sobre la base de que la dieta de la región —diferente a la europea, por ejemplo— puede condicionar la composición de microorganismos presentes en los intestinos. Conocer estas características puede ayudar a evaluar el uso de fármacos cuyo efecto puede afectarse por la composición de la microbiota, y diseñar tratamientos a la medida para la población regional.
Nuevos escenarios
Si bien los resultados del trabajo no se pueden generalizar a todas las ciudades, sí dan una idea de lo que está ocurriendo, dijo a SciDev.Net Gonzalo Osorio, académico del Programa de Microbiología del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, quien no fue parte del estudio. “Aunque puede haber diferencias específicas según el lugar, las consecuencias serían las mismas”, agregó.
Por otro lado, entender qué pasa con estos microorganismos es cada vez más importante en el contexto del cambio climático. “Las bacterias dependen mucho de la temperatura. Solo un pequeño cambio en ella puede aumentar enormemente su proliferación”, explica el experto.
“Cuando se habla de polvo o tierra se los asocia con algo sucio. Y eso no es así. No se trata de que todos volvamos a vivir a la selva, pero sí de volver a tener contacto con la tierra”, dice María Gloria Domínguez-Bello. Esta limitación hace más importante el entender cómo la vida en las ciudades afecta a estos microorganismos para lograr proteger a los que son beneficiosos para el ser humano.