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Entender que la salud sexual va más allá de la “condonización” es algo que tiene claro Pablo Vallejo. Para él, director del SexLab, el único laboratorio de sexología humana de Colombia, la sexualidad es lo “que pensamos, lo que sentimos y cómo nuestros cuerpos reaccionan” cuando nos excitamos. Por esto, detrás de la primera sala que tiene el laboratorio, ubicado en el edificio de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz en Bogotá, hay una serie de carteles llenos de curiosidades: desde cómo se ve la pulsación de una erección hasta datos que indican que, de 624 mujeres universitarias encuestadas, el 48 % dijo haber sufrido algún tipo de coerción sexual.
Desde que el SexLab nació, en el año 2014, se ha concentrado en tres temas que rodean al sexo: su funcionamiento, la victimización y su educación. Factores que, en palabras de Vallejo, nacido en España y doctor en psicología de la Universidad de Granada, terminan por mezclarse unos con otros.
El último estudio que acaban de terminar y que esperan publicar dentro de un año es sobre si el uso del condón afecta la erección masculina. La elección del tema no fue un capricho. A nivel mundial, el 30 % de los hombres han reportado sufrir CAEP: condom-associated erection problems, o problemas de erección asociados con el uso del condón, lo que explica “un porcentaje de infecciones de transmisión sexual y embarazos no deseados”.
El problema es que a la ciencia le ha costado mucho demostrar si es algo que sucede a nivel fisiológico o si es más bien una “simple sensación”. Parte de que esta incógnita no se haya resuelto tiene que ver con que para saber qué tanto crece el pene con una erección hay que medirlo en estado flácido y durante una erección. “Con la mayoría de condones se necesita una erección para ponerlo, entonces nadie había sido capaz de medir si el incremento cambiaba con condón”, cuenta Vallejo.
La marca colombiana Unique se inventó el primer condón que se puede poner sin erección. Lo bueno, por si no lo sabía, es que en Colombia también se inventó el primer condón que se puede poner sin erección: el Unique. Se trata de un condón que tiene un caucho que agarra la base del pene y tiene un pliego en el centro. Así, cuando el pene se levanta el condón termina de desplegarse. Este condón les permitió lanzarse a hacer el primer estudio para investigar el tema.
Por medio de la página de Facebook del SexLab localizaron a 84 voluntarios. La mitad de ellos actuaron como grupo de control, es decir, se les midió la erección sin condón, mientras los 42 restantes lo usaron. Aunque para medir el nivel de excitación de una persona se puede acudir a distintas variables, como el cambio de temperatura, el pulso en las manos o la conductancia en la piel, el SexLab fue a la fija: midió el cambio en la circunferencia del pene. Midió la erección.
Para lograrlo usaron un aparato que se llama pletismógrafo peneano, una especie de caucho elástico de silicona capaz de medir el cambio en la circunferencia del pene. “Cuando hay erección, la resistencia eléctrica se disminuye y hay un cambio de voltaje que traducimos en milímetros de circunferencia del pene”, explica Vallejo. Para ver esos cambios mejor, el pletismógrafo está conectado a un Biopac, un dispositivo que permite ampliar las señales del cuerpo.
El pletismógrafo peneano, una especie de caucho elástico de silicona, mide el cambio en la circunferencia del pene. Cada voluntario es el encargado de ponerselo.
Pero, claramente, ponerles el aparato a los voluntarios no era suficiente. También tenían que darles algún tipo de estímulo para excitarlos, y en el SexLab nada es casual. Todo está medido y cronometrado. Por casi un año validaron científicamente un video que debería generarle excitación a cualquier hombre heterosexual sano. El producto final empieza con un minuto de un estímulo neutro (por ejemplo, un video de paisajes naturales), seguido de tres minutos de estímulo erótico (uno de sexo oral a ella, uno de sexo oral a él y uno de coito).
Los voluntarios ven el vídeo en una sala en la que están solos mientras en otra sala los monitorean.
Así, uno a uno, a los 84 voluntarios se les midió su erección frente a este video en una sala privada que tiene el laboratorio. A su vez, en una sala contigua, los investigadores podían ver y grabar las pulsaciones en tiempo real. Los resultados del estudio, comenta Vallejo, aún no están disponibles y puede que pase un tiempo antes de que sean públicos.
Estudiar la excitación femenina
El El fotoplestimógrafo vaginal mide la pulsación de la vagina por medio de un receptor fotosensible.En términos fisiológicos, la excitación de una mujer es casi lo mismo que en el hombre: el pulso sanguíneo se concentra en la zona genital, se disminuye en las manos y aumenta la temperatura; la diferencia es que no la podemos ver. Para estudiar esta pulsación en la vagina, el SexLab usa otro aparato: un fotopletismógrafo vaginal. En otras palabras, una especie de tampón de acrílico transparente que se introducen las mujeres en la vagina y que mide la pulsación por medio de un receptor fotosensible. Al igual que el pletismógrafo peneano, este se conecta al Biopac para ampliar las señales corporales.
La mecánica de los videos, en cambio, es distinta. Son seis minutos de estímulo neutro y seis más de estímulo erótico. “La mujer se demora más en llegar a la excitación y el estímulo no está estandarizado como en los hombres. Es menos genitalizado. Siempre es la mujer la que inicia la acción y es positivo, hay besos, caricias, una historia”, explica Vallejo.
Así se visualiza la excitación de una mujer. Aunque por el momento sólo se han dedicado a estudiar la sexualidad heterosexual, ya empezaron a validar los videos estimulantes para lesbianas. Además, otro de sus propósitos es renovar la línea de investigación sobre victimización sexual, que llevaba dos años parada. En sólo en cuatro años, este laboratorio, único en Latinoamérica, ya ha publicado 14 estudios. Investigaciones que no sólo ayudan a entender lo que pasa en un cuerpo excitado, sino qué tan efectiva es la educación sexual, cuáles son nuestros imaginarios sobre las enfermedades de transmisión sexual o qué tan “normalizada” tenemos la violencia sexual. Después de todo, a pesar de ser algo tan elemental en la vida, son poco los científicos dispuestos a escrudiñar qué pasa con el sexo.