Publicidad

“He querido hacer mi camino con mérito propio”: Aníbal Fernández de Soto

En esta entrega de Historias de Vida, la serie creada por Isabel López Giraldo, presentamos a Aníbal Fernández de Soto.

Isabel López Giraldo
21 de noviembre de 2020 - 07:55 p. m.
Aníbal Fernández de Soto y su familia.
Aníbal Fernández de Soto y su familia.
Foto: Archivo Particular
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Mi vocación es el servicio público. Mi mayor motivación está en trabajar por el bien común. Ha sido el ejemplo que siempre he recibido de mi familia.

Orígenes - Ancestros paternos

Las memorias de mi familia se remontan a los inicios de la República. Muchos Fernández de Soto se han destacado en el mundo del derecho, la diplomacia o la política. Es una familia tradicional, podría decirse conservadora en muchos aspectos, y siempre muy cercana a lo público.

La familia, arraigada originalmente en Buga – Valle del Cauca, tiene una particularidad, la de los nombres bíblicos o históricos con que muchos hemos sido bautizados: Abraham, Aníbal, Absalón.

No conocí a mi abuelo Abraham, pues murió en los años cincuenta cuando mi papá tenía dieciocho años y mi tío Guillermo apenas era un recién nacido. Pero conservo imágenes y relatos sobre su vida, y que cuentan que era una persona muy cercana al Derecho, porque la familia en general ha estudiado leyes o ciencias afines: hemos estado llenos de abogados, juristas, algunos magistrados.

Mi abuelo tuvo su paso por el mundo de la justicia y más adelante tuvo una oportunidad en el servicio exterior en una época en que no había embajada en Italia, cuando Colombia rompió relaciones con ese país con ocasión de la Segunda Guerra Mundial, entonces hubo una representación diplomática que estuvo a su cargo.

Vivió un tiempo importante en Roma, solo, sin la familia, y eso explica las dos tandas de hijos que tuvo: los mayores antes del viaje y los menores a su regreso (situación que se repite en la familia por generaciones). Mi papá, a quien le heredé el nombre, vivió entre Buga, Cali y Popayán, ciudad donde nació en 1934 cuando mi abuelo enseñaba en la Universidad del Cauca.

Posteriormente, mi abuelo se instaló en Bogotá, con mi abuela y con sus hijos, y poco después ocurrieron los hechos del 9 de abril. Vivieron en el barrio La Magdalena, ubicado en Teusaquillo, cerca de la Nunciatura y mi papá y sus hermanos estudiaron en el Colegio San Bartolomé La Merced.

En esa época se formó un grupo de amigos muy cercanos, “Los magdalenos”, por el barrio, del que salieron personajes importantes de la vida nacional, como Fabio Lozano Simonelli, nombre en cuyo honor se bautizó la Calle 37 en esa zona de la ciudad, Jaime García Parra, Miguel Santamaría Dávila, entre otros grandes hermanos de la vida con quienes mi papá compartió su juventud y muchas experiencias a lo largo del tiempo. Casi todos, incluidos mi papá y la mayoría de sus hermanos, adelantaron sus estudios universitarios en la Javeriana.

Mi abuelo murió a causa de cáncer, otra herencia que hemos recibido por parte de las dos ramas de la familia. Mi abuela, Cecilia Valderrama, su viuda, asumió una familia de cinco hijos: el mayor de diecinueve y el menor de apenas un año. Entonces mi papá se vio obligado por las circunstancias a jugar el rol del señor de la casa y fue muy activo en su propósito de que sus hermanos salieran adelante.

Mi abuela fue un hito para la época, ejemplo de lo que hoy se conoce como empoderamiento femenino. Además de su rol de mamá, fue relacionista pública en entidades financieras y por más de veinte años directora del Teatro Colón, circunstancia que favoreció a sus hijos que vivieron inmersos en el mundo cultural desde pequeños.

Quienes conocieron a mi papá en su infancia dicen que siempre fue muy metido a grande, líder y muy responsable, una persona de buenas maneras, bien educado, carismático, querido por la gente y así se lo manifestaron a lo largo de su vida. También fue serio y riguroso y desde el colegio sobresalió, incluso siendo el tambor mayor de la banda de guerra del San Bartolomé, un símbolo relevante para la epoca.

Le sugerimos leer Los archivos de Moreno-Durán, una senda de incontables borradores

Como alumno de Derecho de la Javeriana, se destacó por su desempeño y buen criterio y jugó un rol muy activo en la cosa pública. Una vez graduado comenzó a trabajar y, a los veinticinco años, fue nombrado secretario de Educación de Bogotá. Fue muy activo en política, montó el movimiento disidente de los conservadores, la C Azul, que dio grandes golpes de opinión en el Concejo de Bogotá y en la Cámara de Representantes. De ese movimiento surgieron cuatro alcaldes de la capital: Hisnardo Ardila, Carlos Albán Holguín, Augusto Ramírez Ocampo y Aníbal Fernández de Soto.

En sus tempranos veinte combinó el servicio público con su ejercicio profesional. También hizo política, llegó al Concejo y a la Cámara de Representantes. Trabajó en el Gobierno de Carlos Lleras como superintendente Bancario cuando apenas superaba los treinta años. Posteriormente, fue representante de Colombia en el BID, en Washington, ciudad muy importante para la familia por diferentes eventos y donde mis hermanos mayores vivieron unos años de infancia en los Estados Unidos.

Estando en esta responsabilidad, fue nombrado alcalde de Bogotá. Misael Pastrana nombró dos alcaldes en su período presidencial. El primero de ellos fue Carlos Albán, gran amigo de mi papá, muy cercanos y oriundos del Valle, parientes por el Holguín, que es el segundo apellido de mi abuela: Valderrama Holguín. Trabajaron de manera conjunta mucho tiempo desde la C Azul. Mi papá lo reemplazó y fue Alcalde Mayor durante los últimos veinte meses del Gobierno Pastrana.

Su Alcaldía se recuerda por grandes proyectos. Uno de ellos fue la Avenida de los Cerros, lo que hoy se conoce como la Avenida Circunvalar, siendo esta muy diferente al diseño original que comenzaba en la calle 100 con 7ª, pasando por detrás del Seminario Mayor, del colegio Nueva Granada, y desembocando en el barrio Egipto, con carriles exclusivos, salidas tipo autopista que para la época no se veían en el país, también incluía senderos peatonales y ciclo rutas.

Le sugerimos leer Los archivos de Moreno-Durán, una senda de incontables borradores

Así se evidencia en los planos, pero también se encuentran caricaturas y críticas, pues este proyecto generó mucha polémica en el Congreso. Decían que se trataba de una obra faraónica, exagerada y monumental que costaría una fortuna.

El alcalde Alfonso Palacio Rudas, contaba mi papá, manifestaba que ese era un invento de su antecesor para facilitar que quienes trabajaban en el centro pudieron ir a almorzar a sus casas. Entonces terminaron haciendo la vía llena de curvas, angosta y sin espacio para el peatón que todos conocemos.

También se proyectó la Avenida Boyacá, hacia el norte de Suba, de ocho carriles, se separaron terrenos y se hicieron los diseños que desde entonces proyectaban la gran avenida que es hoy. Su administración también aportó mucho en la planificación de Ciudad Salitre, tal vez la parte moderna de Bogotá con mejor ordenamiento y diseño urbano.

Otros hitos de la Alcaldía de mi papá, que valoro mucho por mis intereses profesionales actuales, tienen que ver con el medio ambiente. Durante su periodo como alcalde se expidió el decreto que protege los Cerros Orientales como ecosistema estratégico de la ciudad.

También se construyó el parque La Florida, saliendo por la Calle 80 cerca al puente de guadua, que fue el primer parque público que incluyó campo de golf. Esta es otra reserva con humedal que busca proteger la naturaleza. Fue pensado como el Parque Metropolitano Simón Bolívar, aunque un poco más retirado. Recuerdo que la última conversación que tuve con mi papá, pocas horas antes de su muerte en agosto del 2004, fue sobre este tema porque por esos días había quienes querían usar estos terrenos para desarrollarlos urbanísticamente perdiéndose la reserva. Siendo alcalde, mi papá también sancionó el decreto que introdujo el Himno de Bogotá luego de haber hecho un concurso público. Cada vez que voy al estadio, con mi hijo y con mi esposa a hacerle fuerza a Millonarios, lo entonamos con mucha pasión.

Mi papá ejerció como abogado, asesorando al sector financiero, y también con la industria farmacéutica donde lideró el gremio AFIDRO. Siempre fue activo en política participando en elecciones, siendo candidato o apoyando líderes con los que había trabajado.

Más adelante, en 1977, se le presentó la oportunidad de volver a los Estados Unidos, ya no como representante de Colombia, sino como funcionario del BID en calidad de director jurídico, donde estuvo algunos años.

Fue en esa nueva etapa en Washington cuando yo nací. Mi tío Guillermo se había casado con su novia de universidad, María Consuelo, hija del general Luis Carlos Camacho Leyva, comandante de las Fuerzas Militares, y prima hermana de mi mamá. Mis papás se conocieron con ocasión de su matrimonio, luego se casaron y las dos familias (dos hermanos casados con dos primas hermanas) se instalaron en los Estados Unidos.

Mi tío Guillermo vivió varios años en Washington, trabajando en la OEA, hasta que fue nombrado vicecanciller en el Gobierno de Belisario Betancur. Nosotros regresamos a Colombia cuando a mi papá lo nombraron presidente de la Cámara de Comercio de Bogotá en 1981. Poco después nació mi hermana menor.

En los ochentas mi papá retomó su ejercicio profesional combinando con algunas actividades políticas. La última vez que se presentó a elecciones fue en el año 1988, cuando yo tenía diez años. Era la primera vez que se elegían alcaldes y gobernadores y mi papá acompañó a Andrés Pastrana en su aspiración a la Alcaldía mientras que encabezaba la lista de la Nueva Fuerza Democrática a la Asamblea Departamental de Cundinamarca.

Mi papá, para financiar su campaña, compró una camioneta Mazda B2000, verde, doble cabina. La usó en los recorridos a los municipios del departamento y al final la rifó entre los simpatizantes. Recuerdo bien esa época en la que lo acompañé en sus giras por el departamento y en eventos proselitistas de la campaña de Pastrana. Me impresionó el cariño que la gente le tenía a mi papá, la simpatía que despertaba, su capacidad de improvisación en los discursos y sus divertidas tácticas para resistirse a las copas de aguardiente, lechona y demás cosas que se ofrecían en las correrías.

Después de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 que había disuelto el Congreso, se designó por seis meses una Asamblea Legislativa denominada Congresito, de la que mi papá hizo parte. Funcionó mientras se hacían elecciones y se reglamentaban los nuevos aspectos de la Constitución para la puesta en marcha del Estado.

Un tiempo después fue nombrado notario de Bogotá. Permaneció en el cargo desde 1993 hasta el 2002, cuando decidió retirarse pues ya quería jubilarse. A sus sesenta y siete años terminó su vida laboral. Durante los últimos dos años de su vida se dedicó a disfrutar, junto a mi mamá, de sus nietos. También remodelaron su apartamento. En agosto del 2004, sin que alcanzara a cumplir setenta años, sufrió un infarto.

Mi papá fue un hombre conciliador, sereno, pausado, de muy buenas maneras, que se equilibraba con el carácter fuerte de mi mamá.

Ancestros maternos

La familia Camacho Leyva ha estado estrechamente vinculada al servicio militar. Hicieron parte de su cúpula: Luis Carlos Camacho Leyva, ministro de Defensa de Turbay Ayala, papá de María Consuelo (esposa de mi tío Guillermo); Bernardo Camacho Leyva, director de la policía durante los años setenta; y Alberto Camacho Leyva, mayor general. Dos fueron odontólogos: Jorge y Jaime. A Alfonso lo describen más como un bohemio. Dos de las mujeres se casaron, Beatriz con un militar, el general Gustavo Matamoros D’Costa, y Elvira con el ortopedista Héctor Piñeros. Cecilia nunca se casó.

Mi abuelo Ernesto, el mayor de los diez hijos, más intelectual, fue académico, le gustaba escribir, y tuvo un programa de televisión. Murió muy joven, apenas si pasaba los cincuenta años. Su carácter firme, frentero, directo, vehemente, lo heredaron sus hijos: Germán es el mayor y mi padrino, a quien quiero muchísimo, vive en los Estados Unidos hace cinco décadas donde conformó su familia y ahora es abuelo. Mi mamá es la mayor de las mujeres en la siguiente generación que, con Germán y ante la ausencia de los viejos, son hoy los decanos de la familia Camacho. Mi tío Eduardo, el menor, también fue militar, ha sido profesor universitario y asesor en temas de seguridad.

Los Camacho, además, son tomadores de pelo, alegres, de sacar guitarra en las reuniones y de hacer grandes almuerzos.

Mi mamá ha sido muy activa y trabajadora, se desenvolvió en el sector financiero manejando clientes empresariales. Su vida laboral comenzó muy joven, se casó por primera vez a los dieciocho años y con su esposo adoptó a mi hermana Catalina. Pero el matrimonio no salió muy bien, entonces se separó y al cabo de un tiempo se casó con mi papá.

La armonía que siempre vivimos fue gracias a que mi mamá se supo ganar a los hijos de mi papá e integrar a Catalina. Este es un reflejo de lo que al comienzo mencioné, pues, así como mi abuelo, mi papá también tuvo dos tandas de hijos, ambas de generaciones distintas. Entre mi hermano mayor y mi hermana menor hay veinte años de diferencia. Curiosamente, mi hermano, que también se ha casado dos veces, tiene un hijo de veinticinco años y una niña de ocho. Igual ocurre con mi tío Guillermo, con una hija de treinta y ocho y otro de veinte. Dadas las brechas generacionales, se generan unas dinámicas muy especiales e interesantes en la familia.

Mi mamá sigue siendo el factor de unidad en la familia. Está siempre pendiente de todos y nos ayuda con cualquier cantidad de tareas caseras, con nuestros hijos, en cualquier cosa que se presente. Sigue siendo muy activa, representa a la comunidad de pacientes en el comité de ética de la Fundación Santa Fe, es vocera de los vecinos de su cuadra ante la alcaldía local y lidera debates sobre seguridad y convivencia en su barrio. Para mí es un gran apoyo, una consejera y un referente como miembro de familia.

Infancia

Mis primeros recuerdos de infancia son de Washington. Los colores de otoño son una imagen imborrable. Las memorias de la casa son más una construcción hecha desde las fotos, pero me resultan muy gratas y me generan felicidad. A mis cuatro años ya estábamos en Colombia, habiendo vivido en diferentes casas de Bogotá.

Mi papá fue un arquitecto frustrado. Tuvo negocios en los que, en asocio con amigos, desarrolló proyectos de conjuntos habitacionales. Primero vivimos en una casa alquilada mientras mis papás se organizaban, pero una vez establecidos, estrenábamos para luego cambiarnos a otra. Esta costumbre hizo parte de la dinámica empresarial de mi papá. Eran las casas de moda, al estilo townhouse, por niveles, donde los pisos tenían una vocación diferente: sala, cocina, comedor, habitaciones, estudio. En mi familia se daban discusiones sobre la forma en que debían ir los closets, a fin de evitar que se maltrataran las camisas de mi papá, por ejemplo, pero también alrededor de los libros, pues las paredes quedaban cubiertas por ellos.

Le sugerimos leer El canario (Cuentos de sábado en la tarde)

Mi hermana Catalina, ocho años mayor que yo, siempre me cuidó muchísimo y jugaba con nosotros. En los cuartos construíamos cuevas y laberintos con cobijas y cojines, lo que disfrutaba enormemente. Era normal que se dieran peleas con mi hermana Mónica, tres años menor, pues somos totalmente diferentes. Me parezco mucho a mi papá en su carácter tranquilo y sereno, mientras que mi hermana es más parecida a mi mamá, más enérgica, firme y brava. Mónica es con quien crecí al lado y somos muy unidos, nos entendemos muy bien.

Con Andrés y Olga nunca vivimos en la misma casa, pero siempre estuvieron presentes. Eran nuestros ídolos. La diferencia de edad hacía que ellos fueran referentes en todo y nos llevaban a los mejores planes: conciertos, karts, caballos, golf, futbol, fincas.

A mi papá siempre le gustó tener finca en tierra fría, plan de chimenea, vacas, árboles frutales. Antes de que yo naciera tuvo finca en Guasca y, cuando mi hermana menor y yo estábamos muy niños, íbamos los fines de semana a la de Subachoque. Vivimos la infancia caminando en medio de cultivos de papa, burros y vacas que ordeñábamos, montando a caballo, embarrados y jugando fútbol. En la finca aprendí a montar en bicicleta. Después de la de Subachoque, tuvimos una en Facatativá, donde mi hermano aún conserva una tierra y una casa que construyó para él y su familia.

Las conversaciones familiares que por lo general se daban durante el almuerzo, pero también en la sala o en el estudio de mi papá, giraban alrededor de la coyuntura nacional, de cómo se estaba conduciendo el país, se sugerían temas para las reuniones que mi papá programaba con sus amigos en las que movían opinión, lo que hoy se conoce como centros de pensamiento para apoyar a los distintos gobiernos. Mi casa fue escenario de reuniones de lo que en su época se conoció como Amigos Ochenta, luego Futuro Colombiano y más tarde Centro de Estudios Colombiano, de los que mi papá fue anfitrión y en las que yo me interesé y prestaba siempre especial atención.

Me encantaba compartir con mi papá en su biblioteca, y a él sentarse en su escritorio del estudio que forraba en libros como el resto de la casa. Leí enciclopedias, biografías y otros libros que mi papá me pasaba al considerar que podían interesarme. Como mi papá fue muy trasnochador, nos quedábamos hasta tarde conversando especialmente en torno a temas políticos y sus experiencias pasadas.

Antes de implementarse el tarjetón en las elecciones, se usaban papeletas que se incluían en un sobre para depositar en las urnas. Cada jornada electoral mi casa se convertía en un centro de operaciones a donde llegaban cajas y bultos con afiches, sobres, papeletas y demás. Muchos de los afiches de campaña terminaban guardados en bodegas de la finca, los que luego usábamos para jugar a tiro al blanco.

Colegio

Estudiamos en el Nueva Granada, colegio en el que fui muy feliz. Su sistema de enseñanza se adapta a los estudiantes, permite desarrollar los talentos y ayuda a superar las áreas en que se tienen dificultades. Es considerado un colegio muy costoso y de “élite”, y por tanto puede llegar a ser una burbuja en la que han estudiado los hijos o nietos de presidentes, diplomáticos o de empresarios importantes, en un ambiente muy lejano a la realidad del país. La época del colegio correspondió con los años de apogeo del narcotráfico y la escalada de violencia que se vivió con secuestros y bombas.

Ante la falta de realidad que se vivía en mi colegio, el ancla me la dio mi familia. Sano equilibrio, necesario y afortunado. Mi mamá nos enseñó que el esfuerzo era importante, que las cosas hay que ganárselas, fue vehemente en saber identificar privilegios y en la necesidad de trabajar. También cuando acompañé a mi papá en su actividad política y escuchar sus conversaciones sobre el país despertó en mí mucha conciencia social.

En general fui buen estudiante, sobresalí en ciencias sociales, pero tuve dificultades con matemáticas y ciencias. Me involucré muy activamente en temas de liderazgo, de comunidad, en lo que hoy se conoce como consejos estudiantiles. Tuve un periódico con cinco amigos, lo hicimos como proyecto para una clase de español y lo seguimos publicando por un par de años, fue de oposición al gobierno de Samper, nos indignaba que estuviera en el Gobierno, y así lo consignábamos en los escritos. Participé en los equipos de fútbol y voleibol representando al colegio en competiciones nacionales e internacionales.

Universidad

Siempre tuve muy claro lo que iba a estudiar. Sentí mucha afinidad con el mundo de mi papá y un marcado interés en la historia, la política y la economía. En conversaciones con mis hermanos también pude identificar mi profesión, pues soy el cuarto de cinco hijos, donde los mayores estudiaron Derecho. Me decían que aprovechara mi nacionalidad americana para estudiar afuera, que revisara las opciones tan distintas y novedosas que tenía, pero yo sabía que lo que quería era tener una formación que me permitiera trabajar en temas de país, de Estado, en la cosa pública.

No quería ser abogado, sino estudiar Derecho, dos cosas muy distintas. Busqué la formación integral que la carrera ofrece, el conocimiento del Estado y de las instituciones. La carrera brinda herramientas muy potentes para comprender dimensiones y magnitudes como las que yo buscaba. Ocurre igual con la economía, que es muy amplia, con la ciencia política o las relaciones internacionales. Pero mi papá me recomendó estudiar Derecho y luego especializarme en otra área. Mi hermano mayor tiene una visión diferente, considera que quien estudia la carrera debe ejercerla y especializarse, y él lo hace de manera muy formal y exitosa desde su firma de abogados y además siempre ha sido profesor universitario.

Apliqué a los Andes, pero también a la Javeriana, deseo frustrado de mi papá porque sus hijos fuimos uniandinos, a excepción de mi hermana Mónica que estudió en el Rosario. Me gustó la versatilidad que ofrecía la universidad, el hecho de poder armar mis clases con materias de otras carreras y hacer variaciones. Sumado a las materias de la carrera, tomé fotografía, historia, ciencia política, economía. Esto se ha venido dando en otras universidades, pero en ese momento era una ventaja que sólo se encontraba en los Andes.

Conecté muy bien con la Universidad, hice muy buenos amigos, incluso de otras regiones, se me abrió el mundo en muchos aspectos. El primer día conocí a Juana, mi esposa, cuando recorríamos la sede de la Universidad en una especie de tour que organizaban para primíparos. Nos hicimos amigos, dos años más tarde novios y muy recién graduados nos casamos.

Tuve profesores como Vladimiro Naranjo, Carlos Gaviria, Manuel José Cepeda. Para esa época empezaban a ser visibles juristas que ahora son bastante relevantes como Catalina Botero, actual decana de Derecho en los Andes e Isabel Cristina Jaramillo, aspirante a la Corte Constitucional. Ellas le dieron mucha modernidad a la Facultad en el año 97 cuando el desarrollo jurisprudencial de la Constitución apenas comenzaba.

La Universidad de los Andes se convirtió en gran referente de constitucionalismo moderno, lo que sumaba a un perfil de derecho comercial, económico y de negocios, como había sido tradicional.

Nuestra generación fue conejilla de indias, porque acababa de cambiar el sistema de enseñanza y estrenábamos un nuevo pensum. Ya no eran clases magistrales en las que se aprendían los códigos, sino que se aplicaba un método europeo, el PBL (problem based learning).

No tuvimos preparatorios, así que no estudiamos para un examen final con contenidos de toda la carrera desde el primer semestre, como era lo usual, sino que íbamos cumpliendo ciclos que se evaluaban de forma diferente en cada caso. Debatíamos con los profesores y con invitados especiales, fuimos muy activos.

Esta fue una época magnífica porque si bien uno es adulto, todavía se es estudiante sin mayores responsabilidades. Disfruté de los amigos, mientras que construíamos nuestra relación de noviazgo con Juana. Nos graduamos a mediados del 2002 y nos casamos en febrero del año siguiente y, pese a que estábamos muy jóvenes, contamos siempre con el apoyo de las dos familias.

Me interesaba más en el Derecho Público (contratación estatal, derecho administrativo, derecho internacional). Sin embargo, me pareció indispensable tener las herramientas del Derecho Privado, entonces organicé mis semestres priorizando también materias como títulos valores, sociedades, y demás.

Especialización

Un par de años después de haberme graduado hice una especialización en Economía, pues sentía que complementaba mi formación y conocimientos en dinámicas del Estado. El esfuerzo fue grande pues se estudiaba en las noches.

Este fue un desafío adicional por el momento que estábamos enfrentando como familia pues coincidió con un año emocionalmente muy difícil, el año en el que murió mi papá y mi mamá padeció cáncer. Al final de su vida, mi papá sufrió quebrantos de salud que no logramos confirmar si se trataba de Alzheimer, pues conservó su memoria de largo plazo, pero evidenciaba perderse un poco en temas recientes y en algunas conversaciones. Murió muy joven, de 69 años, cuando yo tenía 25.

Vida profesional

Me gradué de la Universidad con poca experiencia laboral, pues había acompañado durante vacaciones algunos temas que atendía la oficina de una de mis profesoras preferidas, Marta Cediel. También acompañé a mi hermano en tribunales de arbitramento, y a mi papá en la Notaría. Si bien no tenía claro cómo iniciar mi carrera profesional, sí tenía claro que el litigio o la práctica típica de abogado no era lo mío.

Cámara de Comercio de Bogotá

Necesitaba trabajar pues ya me había comprometido con mi novia y quise entrar en una dinámica que me diera independencia. Entonces me vinculé a la Cámara de Comercio de Bogotá después de aplicar a una de las propuestas que había llegado a la Universidad. Me llamó la atención el hecho de que se trataba de un tema empresarial y de ciudad, pero terminé siendo abogado en una oficina jurídica. Pensé que rápidamente podría moverme a algo que encontrara de más interés.

Me desplacé hasta la carrera 9 con calle 16, pleno centro de Bogotá, para asumir el trabajo más aburrido que se pueda uno imaginar, porque tampoco hacía las veces de abogado.

Cuando las sociedades hacen un aumento de capital, cambian la razón social o ajustan sus estatutos, tienen que consignar ese cambio en el registro mercantil. Los abogados de ese departamento reciben, cada dos o tres horas, cerros de papel con las actualizaciones e inscriben dentro del sistema el ajuste. Todo contra reloj.

Pero también conocí gente muy querida, vecinos de pupitre magníficos a los que me he encontrado, con el tiempo, en redes sociales.

Pasados dos meses de período de prueba, el contrato provisional se volvía indefinido y lo aprobé, pero ocurrió una situación que me llevó por otro rumbo.

Cámara de Representantes – Unidad de trabajo legislativo

Roberto Camacho, congresista, primo de mi mamá, me contactó para ofrecerme que lo acompañara haciendo parte de su equipo cuando comenzaba el primer período de la Presidencia de Uribe. Era un momento político muy interesante, de grandes expectativas de cambio, comenzaba a discutirse el famoso referendo, la reforma política, los nuevos códigos penales. Uribe llegó con mucha fuerza, empezó un ajuste del Estado y un plan de desarrollo muy ambicioso que generaron un volumen alto de trabajo en el Congreso. No lo dudé un minuto y acepté inmediatamente.

Además, económicamente también era importante, recuerdo que pasé de ganarme un millón trescientos mil pesos a dos millones trescientos. Este fue el inicio de un camino de mucho impacto en mi proyección profesional que me abrió a un mundo de aprendizaje de la cosa pública por ser el Congreso el escenario donde pasa todo.

Esta experiencia fue muy emocionante pues me dio la oportunidad de entender el mundo político del Congreso, estudiar la agenda legislativa, presenciar los debates de Fernando Londoño, Carlos Gaviria y tantos otros acompañando las sesiones que podían ir hasta la media noche. Fue realmente un inicio en lo público muy importante para mí.

En esa época coincidimos como asesores de congresistas con Angélica Lozano, que trabajaba con Antonio Navarro, con Natalia Ángel, que trabajaba con Carlos Gaviria, y con muchos otros amigos que han seguido en la vida pública.

Ministerio de Relaciones Exteriores – Despacho de la canciller Carolina Barco

Cada ministro tiene un equipo de enlace con el Congreso, y en algún momento supe que estaban buscando uno para la Cancillería. Envié mi hoja de vida por el conducto regular, la jefe de gabinete se la presentó a la ministra Carolina Barco.

Yo ya conocía a la canciller pues sus hijas estudiaron conmigo en el colegio, pero nunca las llamé, quise surtir el proceso y me hicieron dos o tres entrevistas, una de ellas con el vicecanciller.

Desempeñé el cargo de asesor para asuntos del Congreso por dos años y medio, en un pequeño cubículo junto al despacho de la ministra, con vista a Monserrate. De manera permanente salía para el Congreso y me generaba mucha emoción hacer el recorrido desde el Palacio de San Carlos, pasando por el Teatro Colón, por la casa de Manuelita Sáenz, por el colegio San Bartolomé, para llegar al Capitolio y su Salón Elíptico o el recinto del Senado, ver la Casa de Nariño al fondo, la Plaza de Bolívar, Monserrate y La Candelaria donde normalmente almorzaba. Una zona con un encanto histórico porque se constituye en el centro del poder, con los monumentos nacionales, las izadas de bandera, el cambio de guardia, los debates públicos, las protestas.

Haber trabajado de cerca con los parlamentarios, conocer personalmente a los funcionarios del congreso, me permitió ganar mucha confianza como interlocutor, a nombre de la ministra. Aprendí de política exterior asistiendo a debates tan complejos como el pleito con Nicaragua por San Andrés, la guerra de los Estados Unidos contra Irak cuando la oposición cuestionaba al Gobierno por el apoyo político de Colombia a Bush, las dificultades con Venezuela, la repatriación de colombianos.

El Partido Conservador era un pilar fundamental de ese Gobierno, la piedra angular que políticamente lo sostenía cuando el presidente del partido era el senador Carlos Holguín Sardi.

Los conservadores me conocían por mi trabajo con Roberto Camacho, pero también por mi papá y de mi tío, todos de la misma casa política. Carlos Holguín hizo un gran esfuerzo por identificar y reunir a nuevas figuras, funcionarios, servidores públicos afines a la cosa conservadora, para encontrar nuevos cuadros de liderazgo. Entonces hizo varias reuniones a las que invitó a jóvenes interesados desde diferentes escenarios.

Partido Conservador – Secretario Alterno y de Relaciones Internacionales

Entrado el 2006 venían las elecciones parlamentarias, que son fundamentales para el Partido, pero también la reelección de Uribe brindando una oportunidad de éxito.

En ese momento, a mis veintisiete años, Carlos Holguín me ofreció trabajar como secretario alterno y de Relaciones Internacionales del conservatismo.

Coordiné la agenda programática con un grupo de exministros a los que se les había pedido participar, entre otros, Mauricio Cárdenas, Eduardo Pizano, Juan Carlos Echeverry, Carlos Martínez. También la agenda internacional y la relación con los institutos de cooperación internacional. Nos encontrábamos en medio de elecciones, entonces el rol también era político, por lo menos en la medida en que impulsábamos, no a un candidato en particular, sino a las listas por una campaña institucional.

Superada esta campaña venía la reelección de Uribe en la que se conformó un comité estratégico para Bogotá con los partidos que la apoyaban: Cambio Radical, la U y los conservadores. Coordinamos acciones en una campaña de reelección que se dio muy fácil.

Fundación Democracia y Libertad – Director Ejecutivo

Cuando Carlos Holguín pasó a ser el ministro del Interior me encargó mantener la búsqueda permanente de nuevas generaciones que se pudieran involucrar en el ejercicio. Así organizamos un grupo del que hicieron parte Rodrigo Pombo, Víctor Malagón, José Andrés Omeara, Alejandro Salas, Nicolás García, Enrique Gómez, Andrés Mauricio Ramírez, Gonzalo Araujo con quienes tenía amistad e identidad.

Se generaron ideas, empezamos a escribir en publicaciones, a asistir a foros programáticos. En esta etapa conocí de campañas políticas, coaliciones que después se traducen en posiciones de poder en el gabinete. También de partidos, de estrategia, de la relación entre los partidos y el gobierno.

Campaña al Concejo de Bogotá

Con el paso de Holguín al Gobierno, no quise continuar en el rol del Partido y, en cambio sí, probar suerte propia en la política.

En octubre del 2007 se llevaban a cabo las elecciones locales y regionales de alcaldes, concejales y otros cargos. Como me quise presentar al Concejo de Bogotá, entonces me retiré a tiempo para no generar inhabilidades y para dedicarme a montar mi campaña. Esto es otra manera de hacer empresa porque es necesario buscar ingresos, tener una misión y darle propósito, montar una estructura, equipo de trabajo, poner a andar una estrategia.

Fue una apuesta arriesgada por mi falta de experiencia y por el partido que, habiendo sido dominante en la época de mi papá, en ese momento ya comenzaba a ser bastante débil y marginal en la capital, por lo menos en términos electorales.

Desde hace muchos años Bogotá no tiene más de dos o tres concejales conservadores cuando solía tener poco menos de la mitad del total. Entonces ganar una curul a nombre del partido era todo un reto, pero conté con el apoyo de mi esposa que trabajaba, no teníamos hijos, y también con el apoyo de Enrique Gómez Hurtado y Hernán Beltz Peralta, los mayores de la casa conservadora, quienes querían lanzar a las nuevas generaciones. También tuve mucha rivalidad y resistencia al interior del Partido.

Montamos un programa radial, tuvimos periódico y un centro de pensamiento que diera robustez y seriedad a un proyecto que apenas empezaba, porque no solo era mío, sino de muchos que aspiraban ser ediles o concejales en otros municipios. Y me fue bastante bien.

Aproveché el comité programático del Partido Conservador y del que era secretario, invitándolos a que hiciéramos algo parecido para Bogotá. Editamos el libro Bogotá 2020, con visión de mediano plazo, con ideas prácticas, soluciones viables para problemas urbanos. Espero que se logren realizar algún día pues siguen vigentes.

Nunca tuve una estructura política ni la intención de montarla. Era una aspiración genuina, legítima y joven, rompiendo esquemas. Mi campaña fue de colores, lo que me generó reclamos pues se esperaba que la hiciera azul.

Logré votos en todas las localidades de Bogotá, no hubo una que se excluyera, aunque me fue mucho mejor en Usaquén, en Suba y en Chapinero, y alcancé los cerca de ocho mil votos que me había propuesto. Sin embargo, la lista en la que iba era muy débil, tan solo salieron elegidos tres y yo quedé de cuarto. Fue una “derrota exitosa”, mediática.

Recuerdo que en una selección que hicieron las revistas y periódicos de los concejales que consideraban que deberían quedar, todas me incluyeron. Fue una campaña muy bien valorada, aprendí de errores que no repetiré. Pero también gané independencia y me di a conocer con nombre propio.

Estaba convencido de que iba a ganar. Fue un choque grande, pues solo había considerado lo que debía hacer una vez llegara al cargo. Me tomé un par de meses para decantar, repensar y volver a plantear proyectos.

A comienzos del año siguiente me uní al centro de pensamiento del grupo de exministros que me habían apoyado en campaña, Corporación Pensamiento Siglo XXI, del que me ofrecieron la dirección, con sueldo, meta y propósitos claros. Esta oportunidad me dio piso, un espacio para reencaucharme después de la derrota.

Estando ahí logramos un diplomado con la Universidad Javeriana, un periódico universitario, hicimos publicaciones y debates por Internet.

Alta consejería para la reintegración social y económica de personas y grupos alzados en armas - Asesor en asuntos legislativos y políticos

Cuando a Carlos Holguín lo nombraron ministro del Interior y a Frank Pearl consejero para la Reintegración, Nicolás García, compañero de trabajo y de Universidad de Frank e integrante del grupo de jóvenes con quien en el pasado había armado equipo, me llamó para que los pusiéramos en contacto pues tendrían que trabajar muy estrechamente.

Yo había conocido a Frank en mi rol de secretario del Partido Conservador y me ofreció desempeñar el mismo rol que ya había cumplido en la Cancillería. Continué en el Centro de pensamiento, pero actué como su asesor externo.

Se buscaba garantizar una política de reintegración que estuviera inmersa dentro de la legislación que se discutía en ese momento, a través del seguimiento a la agenda legislativa en búsqueda de elementos normativos que pudieran ser aprovechados por la ACR, así como de aquellas iniciativas que pudieran afectar los programas que la entidad impulsa.

También se hizo una labor de enlace con los miembros del Congreso y los Partidos, en desarrollo de las estrategias de comunicación de la ACR y con el objeto de lograr consensos políticos alrededor de los esfuerzos que se habían adelantado por parte del Gobierno Nacional, las organizaciones no gubernamentales y el sector privado en torno a la Política de Reintegración del Estado colombiano.

Maestría en Acción Política y Participación Ciudadana – Fundación Carolina

Estando en ese rol me gané una beca de la Fundación Carolina para estudiar en España la maestría en Acción Política y Participación Ciudadana. Viajé con mi esposa, permanecimos por un año, tiempo que ella también aprovechó para estudiar. Fue un año magnífico, inolvidable.

En esta maestría confluyen personas de perfil similar al mío, con experiencia e interés en la política y el servicio público, y de diferentes países latinoamericanos, muchos de ellos ahora son congresistas, otros funcionarios públicos.

Asociación nacional de empresarios – ANDI – Director ejecutivo Cámara de la Industria de Bebidas

Un año más tarde regresamos, repartí hojas de vida, participé en un proceso de selección con un Head Hunter para un cargo en la ANDI, en el que salí elegido después de pasar todos los filtros y de presentar los exámenes requeridos.

El presidente de la Asociación para ese momento era Luis Carlos Villegas, quien después fue mi jefe como ministro de Defensa, alguien muy cercano al gobierno y protagonista de las grandes discusiones del país, un líder empresarial importante de quien aprendí muchísimo.

Como gremio industrial, la ANDI está dividida en cámaras y yo dirigí la Industria de Bebidas, que para ese momento era nueva. Atiende empresas como Coca Cola, Bavaria, Postobón.

La Cámara es un referente gremial que trabaja por el posicionamiento positivo de las categorías de bebidas, mantiene una alta representatividad sectorial, genera interlocución eficaz ante todos los grupos de interés y formula propuestas proactivas para la promoción de estilos de vida activos y saludables de los consumidores, todo con la visión de ser un excelente veedor de los intereses de sus afiliados.

Esta oportunidad me introdujo a un mundo diferente, hizo que me probara en otro escenario, conocí el sector empresarial en un gremio que tiene mucho de lo público y en el que tendí puentes entre los distintos actores.

Paternidad

Para este momento me sentía mucho más asentado en lo profesional, con más experiencia, mejor remunerado, al igual que mi esposa. Fue el momento perfecto para pensar en tener hijos.

Juana trabajaba en el Ministerio de Defensa cuando surgió el viaje a España. En ese momento Juan Manuel Santos era el ministro y su viceministro Juan Carlos Pinzón. A nuestro regreso, ya a finales del Gobierno de Uribe, se vinculó a una firma de abogados y con Frank Pearl en temas de paz. Fue entonces cuando quedó embarazada.

Con el cambio de gobierno, el presidente Santos nombró en el viceministerio de defensa a Yaneth Giha, con quien mi esposa ya había trabajado en el ministerio. Una vez en el cargo, Yaneth se comunicó con Juana, de seis meses de embarazo, para invitarla a trabajar con ella como directora de Ciencia y Tecnología. Mi esposa, sin dudarlo, aceptó y empezó una época profesional muy valiosa. Poco después llegó a nuestra vida José María, en diciembre de 2010.

Vivía muy cerca mi oficina y la dinámica laboral era más tranquila para mí, mientras Juana entraba al agite del servicio público. Podía almorzar casi todos los días en mi casa, pasar tiempo pendiente de nuestro hijo. Fue una etapa muy especial y agradable.

Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible – Director General de Ordenamiento Ambiental Territorial

En octubre de 2011, por la época de mi cumpleaños, recibí dos llamadas con pocos días de diferencia. Una de Frank Pearl, recién nombrado ministro por el presidente Santos en el nuevo Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, me proponía que le ayudara a montar esa nueva institucionalidad desde la Dirección General de Ordenamiento Ambiental y Territorial y del Sistema Nacional Ambiental.

También me llamó Mauricio Cárdenas, recién nombrado ministro de Minas y Energía, a quien había conocido en el Comité Programático del Partido Conservador, para que lo acompañara desde la Jefatura de la Oficina de Asuntos Sociales y Ambientales.

Esta doble circunstancia se presentó pese a que yo no había participado en la campaña de Juan Manuel Santos a la Presidencia, pues me había dedicado a ser papá y a mi responsabilidad gremial, pero a los dos ministros los conocía, y son extraordinarios.

Eran dos excelentes opciones, pero me decidí por la dirección que me ofrecía Frank. Hice varias reflexiones, pues con mi esposa habíamos decidido que mientras ella estuviera en el gobierno yo permanecería en la ANDI para generar equilibrio, pero mi vocación de servicio terminó influyendo en la decisión.

La otra consideración fue conocer a fondo el tema ambiental que siempre me había generado atracción y curiosidad. Además, me interesó el hecho de tratarse de una institución que apenas nacía con la oportunidad de ayudar a crearla, aplicando los conocimientos adquiridos en el máster en Acción Política, Participación Ciudadana y Fortalecimiento Institucional en el Estado de Derecho.

Llegué al Ministerio por invitación, no por política, ni para pagar favores, ni por lazos familiares. Hice mi tarea de manera silenciosa, comencé a jugar un rol que me abrió el camino para que, durante los siguientes ocho años, ocupara responsabilidades que nunca imaginé tener y menos a esa edad.

Frank contó con un equipo de extraordinarias calidades, comenzando por la viceministra Adriana Soto. Tuvo que delegar muchos temas de forma permanente pues en ese momento había asumido otra responsabilidad que no se conocía, cuando fue nombrado por el presidente Santos como plenipotenciario en la fase exploratoria que dio inicio al proceso de paz.

Su primer anillo de trabajo adquirió, por tanto, un protagonismo relevante, de mayor visibilidad en el gobierno y hacia afuera. El área que yo tenía a cargo, en la práctica un viceministerio – de hecho, hoy en día lo es, estaba a cargo de la relación con las autoridades locales y subnacionales y con las comunidades.

Fue así como a mis treinta y dos años enfrenté retos grandes ante las regiones, con los Gobernaciones, Alcaldías y Congreso de la República, atendía temas de participación ciudadana, era el coordinador político, y lideré la agenda con las CAR.

Enfrentábamos el fenómeno de La Niña, lo que no fue nada fácil. Fuimos adquiriendo más relevancia y espacio frente al resto del Gobierno y quedé en el radar de la Casa de Nariño y de los asesores del presidente Santos.

Desde esa posición contribuí con la puesta en marcha de la nueva institucionalidad del sector, particularmente generando esquemas de trabajo conjunto con las autoridades ambientales regionales. También me concentré en la promoción de mecanismos de educación y participación ciudadana en temas ambientales y de sostenibilidad.

En retrospectiva, me hubiera gustado permanecer más en Ambiente, porque tengo sembrada la semilla de lo verde, la responsabilidad ambiental y de sostenibilidad, temas que he querido llevar a las otras posiciones que he ocupado.

Ministerio del Interior - Viceministro para la participación e igualdad de derechos

Nueve meses después fui nombrado viceministro del Interior. Aprendí que en el Gobierno muchas veces las personas de confianza terminan siendo una ficha de ajedrez que el presidente va moviendo según las circunstancias.

Mi responsabilidad en el ministerio del interior fue liderar la formulación, adopción y seguimiento de las políticas públicas relativas a los asuntos políticos, los derechos humanos y las libertades fundamentales, la participación ciudadana, los asuntos étnicos y de consulta previa, la política para la población LGBTI y la atención a la población víctima y en situación de vulnerabilidad. También tenía a cargo evaluar la ejecución de los compromisos internacionales y la política pública nacional en materia de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario y asistir al ministro en la función de enlace y coordinación con el Congreso de la República.

Estuve encargado de la interlocución con los grupos étnicos, indígenas, afrodescendientes, raizales. Enfrenté una de las muchas crisis que se han presentado con los indígenas del Cauca cuando el proceso de paz estaba en curso, desplegué acciones concretas y desarrollé, casi por inercia y llevado por el momento, destrezas en negociación porque fue una época de concertación permanente, de mucho diálogo con las comunidades.

Estando aquí, conocí la Colombia profunda: desde Nabusímake en la Sierra Nevada con los arahuacos, las comunidades del Pacífico en el Chocó, los indígenas Nukak en el Guaviare, los Wayuu en la Guajira, los Awá en Nariño.

También me involucré en temas de seguridad, porque esas conversaciones con las comunidades versan sobre los fenómenos de deforestación, minería ilegal y otra cantidad de asuntos que evidencian unas sinergias que permiten identificar diferentes elementos que coinciden en las zonas apartadas. En lo rural hay todo un mundo de oportunidades para el país que no se pueden desestimar.

Pero también presidí la Junta Directiva de la Imprenta Nacional de Colombia y la Junta Nacional de Bomberos. Fui delegado del ministro en las Juntas o Consejos Directivos del Instituto Colombiano de Desarrollo Rural INCODER, la Unidad de Restitución de Tierras y el Fondo de Inversión para la Paz.

Para resumir mi paso por el Ministerio del Interior diría que lideré la política de derechos humanos y coordiné las instancias de diálogo entre el Gobierno y los grupos étnicos, entre otras responsabilidades.

Durante este tiempo, jugué un papel clave en la interlocución con los indígenas Nasa en el Cauca y arahuacos en la Sierra Nevada de Santa Marta. También lideré un ambicioso proceso de participación y representación de las comunidades negras en el país con ocasión del 20 aniversario de la ley 70 de 1993 y construí con el pueblo raizal un estatuto para garantizar los derechos de la población nativa del archipiélago de San Andrés y Providencia. Además, fui representante del Gobierno en las mesas de diálogo que se establecieron en el marco de numerosas protestas y movilizaciones sociales que concluyeron con el paro agrario de mediados de 2013.

Ministerio de Agricultura y Desarrollo rural - Viceministro de desarrollo rural

La mayoría de los paros que me tocó enfrentar como viceministro del Interior, fueron paros agrarios, de campesinos, de comunidades rurales, como el famoso del 2013: “El tal paro nacional agrario no existe”. Entonces, el presidente Santos me dijo: “Como usted atendió buena parte de los acuerdos con las comunidades campesinas, ahora vaya al Ministerio de Agricultura y cumpla las promesas que hizo”.

Este ministerio se estaba reformando, el cargo que asumí era nuevo, y significó un capítulo aparte para la institucionalidad rural. En el ministerio entendí que había un viceministerio para los cultivos, las cuestiones sanitarias, crediticias. El que a mí me correspondía, tenía una visión más para el campesino: acceso a tierras, generación de capacidades y provisión de bienes públicos. Atendí sus necesidades relacionadas con vivienda, educación, vías de acceso y su capacidad de generar ingresos.

En ese momento ya estaba cerrado el primer punto del Acuerdo de Paz y ya era público, justamente en materia de desarrollo agrario integral. El propósito que me impuse en el viceministerio fue precisamente darle estructura para que se cumpliera lo acordado y se ejecutara de manera ordenada.

Hacer este montaje fue muy retador por el momento que vivía el país, porque además se presentaron muchos paros y fue crítico el tema de la movilización cocalera. Y fue complejo porque estábamos en proceso de reelección en el que, si bien uno como funcionario no participa en la campaña, si teníamos el reto de fortalecer al Gobierno asegurando que el giro ordinario de las actividades se cumpliera cabalmente.

Es un sector muy difícil, institucionalmente muy débil y politizado, con instituciones anacrónicas y paquidérmicas. Si realmente queremos sacar adelante el potencial que tenemos en temas agropecuarios y rurales, se tiene que hacer una gran intervención en esa institucionalidad porque lo que se ha venido haciendo no es suficiente.

Disfruté y aprendí mucho esta etapa. Coordiné el inicio de la implementación del capítulo de desarrollo agrario integral que para la época ya había sido acordado en las negociaciones de paz entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC. Igualmente, seguí representando al Gobierno en distintos escenarios de diálogo y concertación con la población rural, abordando temáticas como la sustitución de cultivos ilícitos, el acceso a tierras y la agricultura familiar campesina.

Presidencia de la República: Ministerio para el Posconflicto, los derechos humanos y la seguridad - Director de seguridad

Tuve un breve paso por la Presidencia. Trabajé tres meses con el General Naranjo, quien en ese momento era negociador en La Habana, pero también ministro para el Posconflicto. Lo conocí muy de cerca, una persona fuera de serie.

Ya tenía la responsabilidad de iniciar la implementación de los acuerdos. De alguna manera fui una especie de su número dos, mientras él estaba en Cuba.

Parte de lo que yo había hecho en el Ministerio de Agricultura estaba relacionado con este cargo, como la responsabilidad de implementar el punto uno del Acuerdo. Ahora debía estructurar otros, particularmente en función de las adversidades y amenazas en las zonas de implementación.

Ministerio de Defensa - Viceministro para las políticas y asuntos internacionales

Se presentó un cambio en el Gabinete. Juan Carlos Pinzón, hasta ese momento ministro de Defensa, asumió la Embajada en Washington, y, Luis Carlos Villegas, el embajador saliente, asumió el Ministerio de Defensa. Un enroque. Villegas, con quien ya había trabajado en la ANDI, me invitó a que lo acompañara como su viceministro para las políticas y asuntos internacionales.

Recuerdo que el presidente al principio no estuvo de acuerdo con mi cambio porque quería tenerme más cerca ayudándole al General Naranjo, pero finalmente aceptó ante la insistencia del ministro Villegas.

Este tiempo fue el más extraordinario que tuve en el Gobierno. Permanecí tres años que me permitieron echar raíces en el rol que asumí. El aprecio por las fuerzas armadas es enorme, pude conectarme con temas familiares. Me resultó muy útil que mis tíos militares me enseñaran los diferentes rangos, las insignias, los símbolos de las fuerzas. Además, había adelantado el curso integral de defensa nacional en el 2011, un regalo de mi esposa que valoro mucho por lo aprendido y las relaciones que construí en ese momento.

Una vez en el cargo me encontré a varios de los generales con los que había estudiado, ahora con rango superior. Aprendí mucho del universo de los temas de seguridad. Y también aprendí cómo el sector defensa es transversal a todos los temas del país. Por ejemplo, las Fuerzas Armadas juegan un papel trascendental en temas ambientales, desde el cuidado de las fuentes hídricas, de contención de amenazas a la biodiversidad y a la deforestación, minería ilegal y temas costeros. Siendo tan grandes como son, en esa misma proporción debe ser su contribución en frentes tan diversos como son la mitigación del cambio climático, la reducción de emisiones en los batallones, en fin.

El Ministerio de Defensa es un capítulo realmente fascinante en mi carrera. Es el ministerio más fuerte de todos junto con el Ministerio de Hacienda que maneja los recursos. La capacidad de mover el Estado está allí, su dimensión es enorme, los temas que atiende tienen un impacto importante: narcotráfico, seguridad ciudadana, paz. En mi paso por este viceministerio fui testigo y participé en muchas reuniones de trabajo en las que desde el mas alto nivel se construyeron en conjunto con las fuerzas armadas la arquitectura del acuerdo de paz.

Luego vino la implementación, entonces, presenciar la dejación de armas fue realmente algo muy emocionante, como lo fue el ver a los militares protegiendo a las FARC, su eterno enemigo, en las zonas veredales, y que se sumara el apoyo y respaldo internacional. Fueron muchas las situaciones que construyeron país.

En este cargo, lideré la actualización de políticas contra el narcotráfico y la extracción ilícita de minerales. También formulé una nueva política ambiental para el sector defensa, acompañé y asesoré a las fuerzas armadas en el diseño de los planes de campaña para el posconflicto, profundicé la capacitación en derechos humanos para los miembros de la fuerza pública y avancé en el fortalecimiento de capacidades y procedimientos en materia de ciberseguridad y ciberdefensa.

También contribuí con la aprobación en el Congreso de una agenda legislativa para el sector en temas como reclutamiento, código de policía e instrumentos internacionales que le permitieron a Colombia su vinculación con la OTAN, entre otros. La agenda internacional del sector defensa también fue central en esta gestión, destacándose la estrecha colaboración que siempre mantuvimos con los Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico, el fortalecimiento de las relaciones con la Unión Europea y la OTAN, el compromiso de las fuerzas militares y la policía en operaciones de mantenimiento de paz con la ONU y la importante cooperación en seguridad que Colombia brinda a países en Centroamérica, el Caribe y los países fronterizos.

Con la firma del acuerdo de paz con las FARC, mi labor desde el Viceministerio de Defensa se orientó a la coordinación de esfuerzos entre la fuerza pública, la cooperación internacional y las entidades del Estado para asegurar una adecuada implementación del componente de desmovilización y dejación de armas.

Viví un momento histórico para el país durante ocho años, de manera condensada, siendo muy joven y estando al pie del cañón. Experimenté algo que jamás imaginé y por eso lo viví tan intensamente, tan agradecido, comprometido y entusiasta. El aprendizaje y la reflexión de vida fueron muy profundos. Quedaron muy dentro de mí los símbolos patrios y sentí muy profundamente el himno, la bandera, las insignias de la institución gracias también a la historia de mi familia.

Entonces, durante el Gobierno Santos también hice parte de las juntas o consejos directivos de INCODER, Unidad de Restitución de Tierras, UPRA, Fondo de Inversiones para la Paz, Imprenta Nacional, Dirección Nacional de Bomberos, Agencia de Renovación del Territorio y la Agencia Nacional de Minería. Este último, entre 2013 y 2018, en representación del presidente de la República.

Realmente fueron 8 años en donde tuve el privilegio de conocer transversalmente el Estado y contribuir con la puesta en marcha de grandes apuestas para el país.

Terminó el Gobierno con todo lo que eso implica, con la nostalgia propia de cerrar una etapa y la satisfacción del deber cumplido.

Ecopetrol – Vicepresidente de Desarrollo Sostenible

Había conocido al presidente de Ecopetrol por razones de mi trabajo en el Ministerio de Defensa. A principios del 2018 me ofreció la Vicepresidencia de Desarrollo Sostenible de le empresa. Espectacular! Pero yo estaba tan comprometido con mis responsabilidades en el Gobierno que busqué tener una conversación con el presidente Santos para contarle de la oportunidad que se me presentaba.

Su reacción me generó mucha satisfacción y aun mayor compromiso. Consideró que se trataba de una magnífica oportunidad profesional para mí. Me manifestó que él estaba muy complacido con mi trabajo y quería que lo acompañara hasta el final del periodo. Yo hablé con el presidente de Ecopetrol, como también lo hizo el presidente Santos, y fue muy generoso al acordar que me esperaban en la empresa unos meses hasta terminar mis labores en el gobierno. Fue así como entregué mi cargo el 7 de agosto del 2018, me tomé quince días de vacaciones y el 1 de septiembre estaba asumiendo nuevas funciones.

Lo que más me interesaba de Ecopetrol, más allá de mi rol como un vicepresidente en la empresa más grande del país, era que se trataba de esa área en particular, la de Desarrollo Sostenible, en donde toda mi experiencia se confluía, ahora en el mundo de los hidrocarburos frente a los temas de desempeño ambiental, de inversión social, seguridad física y el relacionamiento con comunidades. Era como agregar cada uno de los viceministerios por los que había pasado a mi nuevo cargo.

Esta fue una experiencia extraordinaria que valoro enormemente. En el equipo directivo hay personas muy valiosas de las que se aprende mucho, la remuneración es muy buena y conocí a fondo el sector que representa el primer renglón económica del país. En últimas lo que hice fue aprovechar mi trayectoria para traducirla en realizaciones en el marco de las estrategias de la empresa y en sus acciones, para contribuir al desarrollo de las regiones, apoyar a comunidades, obtener la licencia social para avanzar en las actividades de la industria.

Ecopetrol es una fuente importante de recursos para la nación y por eso tiene que estar totalmente alineada con las grandes apuestas de país, empezando por los temas ambientales. Es el responsable de casi el 5% de las emisiones totales del país, entonces todo lo que se pueda hacer en reducción de emisiones es poco.

El Gobierno del presidente Duque estaba empezando e inició el ejercicio de sus talleres Construyendo País. Precisamente, participando en ellos, recorrí el territorio nacional con los demás vicepresidentes y el presidente de la empresa para que se familiarizaran con esas dinámicas, con las propuestas del Plan de Desarrollo, para armar agendas de inversión social a cuatro años, afines con las prioridades del Gobierno, y para construir una visión compartida del desarrollo territorial.

La agenda de inversión socio ambiental que construimos fue de cerca de dos billones de pesos, y fueron ejecutados en el 2019 cerca de trescientos mil millones, lo que rompió los estándares.

La percepción de favorabilidad de los grupos de interés de Ecopetrol pasó de 58% a 72%, triplicamos la actividad en inversión socio ambiental, nos comprometimos en temas de largo plazo como educación, deporte, infraestructura y proyectos alrededor del agua.

Esto fue posible gracias a un equipo muy comprometido, gente de gran compromiso y muy valiosa con los que tuve la oportunidad de trabajar. Tuve más de trescientas personas a cargo en todo el país. Yo estaba acostumbrado a liderar equipos grandes, por ejemplo, en el Ministerio de Defensa eran ciento cincuenta funcionarios a mi cargo, pero en Ecopetrol tuve el doble y dispersos por todas las regiones donde la empresa tiene presencia, más de 300 municipios. Trabajé muy de cerca con los gobernadores, lo que se me facilitaba también porque a todos los conocía por mi labor en el Gobierno. Hubo muchas sinergias que resultaron muy útiles para el comité directivo de la empresa, para el Gobierno y para las regiones.

Ahora bien, es una empresa con una cultura organizacional difícil que puede generar frustración. Además, es una empresa que no es ajena a las dinámicas de lo público. El Gobierno se apoya mucho en Ecopetrol y para algunos sectores políticos no era aceptable que alguien del Gobierno Santos estuviera a cargo de los temas que yo lideraba en la empresa. Pienso que uno debe estar donde quiere estar, pero también donde quieren que uno esté.

Mi plan de trabajo me permitió sacar adelante los hitos más importantes que le había planteado a la junta. Demostré que la ambiciosa estrategia que había estructurado era efectiva y respondía a las necesidades de la empresa, de las regiones y del Gobierno. Terminé el 2019 con excelentes resultados superando las metas que me había trazado y las expectativas que me plantearon cuando llegué. Finalmente cerré ese capítulo en febrero de 2020.

Proyección

Por primera vez en mi vida he tenido el tiempo de pensar en lo que quiero para mí y para mi familia, me he dado la oportunidad de revisar la experiencia vivida, las lecciones y los aprendizajes. Ahora reviso qué quiero hacer con todo esto.

Estoy disfrutando a mi hijo en este tiempo que coincidió con la cuarentena.

Trabajo en mi columna de opinión, escribo un libro sobre temas que tuve la oportunidad de conocer en estos años y ejerzo como consultor y asesor en asuntos públicos, desarrollo rural sostenible y seguridad.

Roberto Camacho estuvo más de veinte años en el Congreso, pero falleció en un accidente de helicóptero durante su campaña al Senado en 2005. Él decía que: “Uno en el Congreso termina convirtiéndose en experto en ideas generales”.

A veces pienso en ese comentario y me identifico, porque el haber pasado por tantas responsabilidades en este tiempo me ha dado un panorama muy completo y transversal del país. Pero a veces puede ser difícil enfocarse en temas para especializarse. Esas son parte de las reflexiones durante estos meses de cuarentena cuando pienso sobre mi futuro.

Quisiera tener otra experiencia académica a nivel de maestría, quizás en Administración Pública. Buscaría quizás una forma de organizar mi experiencia, concretar ideas sobre los temas que he trabajado y darle rigor técnico a algunas propuestas que puedan surgir.

No tengo ninguna aspiración específica en el servicio público, los cargos no son metas. El Congreso es un escenario en el que me sentiría cómodo, lo conozco y me gusta, al tiempo que reconozco que necesita que se le eleve el nivel al debate político.

Me gustaría también tener una experiencia en el servicio exterior, trabajar por Colombia desde afuera. Sería apasionante y de un aprendizaje enorme.

Roberto me preguntó alguna vez que me vio asombrado con las exposiciones de un ministro en algún debate en el Congreso: ¿Usted qué cree que se necesita para ser ministro? A lo que contesté que trayectoria, conocimiento del tema, experiencia política, entidad política. Y me respondió: “Lo único que se necesita para ser ministro es que lo nombren”. Porque hay gente que uno no se explica cómo ha ocupado esas posiciones y otras que nunca tuvieron la oportunidad a pesar de tener todos los méritos. Yo creo que el cargo de ministro es uno al que no se aspira, sino que le ofrecen.

También me gustaría volverme a probar en un escenario empresarial o gremial. Cuando he tenido oportunidad de hacerlo, siento que lo he hecho muy bien.

Son muchos caminos y no hay un orden particular.

En este momento estoy en un rol independiente, casi que emprendiendo en mi ejercicio profesional. Ha sido interesante, tengo muchas ideas y creo que esta pandemia nos ha demostrado que tenemos que mirar de forma diferente el desarrollo, particularmente en zonas rurales de alta complejidad por los factores tan diversos que confluyen en ellas. Quiero estar en las conversaciones de país y sociedad, para hacer diferencia e impulsar las causas que valen la pena.

También quiero generar una estabilidad para mi hogar y he entendido que los equilibrios entre lo laboral, lo familiar, lo económico, lo personal hay que buscarlos y trabajar para conseguirlos.

Familia

Juanita Rodríguez Kattah, es una mujer extraordinaria, viene de una formación francesa y su familia es de origen libanés. Tiene unas costumbres y tradiciones que, para mí, viniendo de una familia goda, bogotana medio valluna, hizo mucho contraste, lo que me resultó muy atractivo e interesante.

Es hija única, siempre vivió en la misma casa, que también fue de sus bisabuelos, de sus abuelos y de sus padres. Es una mujer firme, aplomada, de carácter, vehemente, exitosa, referente en lo profesional y muy trabajadora.

En sus vacaciones de colegio y mientras estudiaba en la universidad, siempre trabajó. En la universidad lo hizo en una firma de abogados, primero como patinadora, luego como asistente, asociada y siguió su carrera ascendente. Recibió el ejemplo de su mamá que ha sido muy trabajadora, e incluso tuvo un restaurante donde Juanita hizo las veces de Host.

Nos casamos en febrero del 2003 cuando ella trabajaba en una firma de abogados muy prestigiosa donde permaneció poco menos de ocho años.

Nuestro propósito siempre ha sido escalar académica y profesionalmente juntos, de la mano, construir un proyecto de vida juntos. Así, cuando hice la especialización en economía, Juana la hizo en Negocios Internacionales, en España estudió Derecho Internacional Humanitario, también hizo una práctica en la Cruz Roja. Trabajó en el Ministerio de Defensa como directora de Ciencia, Tecnología e Innovación, lo que le abrió un mundo en el que hoy es referente.

Actualmente es una de las mujeres más reconocidas en temas de seguridad digital, ciberseguridad y ciberdefensa, de innovación tecnológica.

Luego del Ministerio de Defensa se fue a Ministerio de las TIC, donde ocupó varios cargos hasta ser viceministra. Es una voz autorizada en el tema de empoderamiento femenino, girl power, feminista, y sus causas siempre están asociadas al tema de género.

Actualmente trabaja en la Universidad EAN, como vicerrectora, donde Brigitte Baptiste es rectora. Con Brigitte trabajé un tiempo en mi etapa en el Ministerio de Ambiente.

Juana es un gran miembro de familia. Está pendiente de todos sus abuelos, tías, primos y por mi lado también. Cumpleaños, fechas importantes siempre están en su radar. Y es una gran mamá de José María. Lo conoce mejor que nadie. Mientras que es la que más lo consiente, también es la que más le exige. Tienen una relación muy especial en la que coinciden en el mundo del teatro y las artes.

Admiro mucho la capacidad y el esfuerzo de Juana para sobresalir en su trabajo y ser la mejor mamá.

Su hijo

José María, nació en diciembre del 2010 y ha sido solo felicidad. Vive rodeado de sus abuelos y de la familia. Es un niño sano, alegre, histriónico, inquieto, brillante. Aprendió a leer sólo, a los tres años, cuando pegábamos las monas del álbum, y ahí comenzó a unir letras que se convirtieron en palabras. Asiste a Misi Producciones, hace tap, coro, sin ser el mejor cantante, pero es tan agradable y simpático que se come el escenario y ya protagonizó la obra de teatro En Busca de la Felicidad.

Estudia en el Liceo Francés, debate que perdí con mi esposa pues yo lo quería en mi colegio. Es muy buen estudiante en un colegio exigente. También es muy inquieto con la tecnología, es YouTuber, juega video juegos y, aunque le gusta la actividad física, no es su mayor fortaleza. Le gusta el fútbol, es experto en jugadores, de equipos, de la historia de los mundiales.

En esta cuarentena me propuse que dominara la bicicleta y aprendiera a jugar ping pong. Juega muy bien golf. Es un plan que disfruto mucho con él. Parece un adulto por su vocabulario tan amplio, por los temas en los que se desenvuelve en las conversaciones. Se sabe las banderas y capitales del mundo, también los gentilicios.

Le encanta participar en conversaciones de grandes, típico de hijo único. Tuvimos que aplazar su primera comunión debido a la pandemia y parece que ahora retomaremos ese proceso antes de terminar el año.

Es mi mayor felicidad Jose Maria.

Reflexiones

¿Qué te ha significado llevar tus apellidos?

Ha sido difícil evadirlos pues son evidentes y me relacionan de inmediato con mis familiares. He querido hacer mi camino con mérito propio. Para mí es, sobre todo, una gran responsabilidad: honrar el nombre y el legado.

¿Conservador de partido y por tradición familiar, y de pensamiento liberal?

Mi actitud es más liberal hacia la vida, muy diferente en muchos aspectos a la de mis padres porque provengo de una familia tradicional, conservadora, católica, de instituciones. Tengo mucho de eso pues así me formaron, pero me siento bastante más liberal, no sólo en lo político.

Me gusta más el talante de centro, de unión, de concertación, de acuerdos sobre lo fundamental. Creo que el país y el mundo necesitan de una actitud constructiva, que tienda puentes, se libere de pasiones extremas.

¿En qué te basas para ejercer con profesionalismo?

He demostrado siempre un compromiso con valores y principios éticos. Soy una persona que escucha y pregunta cuando no sabe. Pienso antes de actuar. Aprendo en cada etapa laboral y he buscado consolidar un sólido respaldo académico, también valoro las relaciones y vínculos construidos durante mi ejercicio profesional.

Para ejercer con profesionalismo se requiere, además, sentido común, rodearse de buenos equipos, saber cuándo y a quién preguntar, y deben tomarse riesgos medidos.

Si bien es necesario estudiar a profundidad los temas, en el Gobierno se trabaja con el sentido de urgencia que opaca lo importante, porque se tiene que estar actuando de manera permanente y sobre la marcha.

Pero creo que la mejor base para ejercer mi labor siempre ha estado en el trabajo en equipo. Saber identificar las fortalezas en cada uno, empoderar, ser generoso en lo profesional con los compañeros. A mí me ha funcionado muy bien.

¿Dónde deberías estar en este momento?

En algún plan familiar o con amigos cercanos. Estamos dedicados cada fin de semana de esta cuarentena a escoger un país del mundo al que no hemos ido y preparamos algún plato típico, hacemos investigación que nos permita conocer más sobre su cultura y datos curiosos, también disfrutamos con los videos de YouTube.

Así hemos ido a Islandia, Turquía, Cuba, Montenegro, islas del Pacífico y muchos otros sitios. La idea es que, al final de la cuarentena superadas las restricciones de la pandemia, los repasemos para que en una próxima oportunidad de vacaciones visitemos el destino que más nos haya generado interés.

¿A qué lugar perteneces?

A mi hogar. Pero también a donde estén mis amigos. Me hace falta compartir con ellos, jugar fútbol, jugar golf, jugar cartas. Pertenezco a mi entorno íntimo, es donde más cómodo y tranquilo me siento.

¿A qué época perteneces?

A la actual. Si bien hay muchas cosas del pasado que me generan cierta nostalgia, como cuando era prestante ser un senador de la República; o se le consideraba héroe al que había hecho una buena tarea en bien de su comunidad; o había símbolos e ideas muy arraigadas, pero que hoy se han perdido, al mismo tiempo había cosas inaceptables como la inequidad de género, o la discriminación por razones de raza.

Hoy somos conscientes del entorno, del ambiente y creo que esta pandemia nos ha enseñado que tenemos que cambiar radicalmente muchas cosas para dejarle un mejor mundo a nuestros hijos. Quiero ser motor de esos cambios.

¿Qué color eres?

Azul. Es el color del uniforme de mi colegio, de Millonarios y es el que más uso en mi ropa, en mis corbatas. Me gusta el azul del cielo, en especial el de Madrid que a veces se vive en Bogotá. Me da tranquilidad. El color del mar desde arriba, de una piscina con vista a las montañas,

Pero también me atrae mucho el verde, por la naturaleza, y otras cosas que representa.

¿Qué elemento de la naturaleza eres?

Me gusta la tierra, porque genera vida y eso lo vínculo con mi rol de padre: me encanta transmitir conocimiento y acompañar a mi hijo a crecer, como lo hacen los árboles.

¿Con qué animal te identificas?

Con los que expresan nobleza. Pienso en un caballo, en un perro o en un oso.

¿Qué es el tiempo en tu vida?

No me afana, no me angustia. No tengo metas en función del tiempo, quizás porque he vivido los últimos años de manera frenética, hoy estoy mucho más calmado. Miro el futuro con calma.

¿Qué riesgo no tomarías?

Aquellos que pudieran atentar contra mi vida o contra la de otros, tampoco los que puedan afectar a mi entorno personal. Pero riesgos profesionales he asumido muchos, de manera calculada, medida y analizada.

¿Cuáles son tus pilares fundamentales?

En todo, tratar de ser una buena persona: tener empatía, ser consciente del otro, de lo que lo rodea. Este es el valor supremo que se puede expresar en muchas formas, como no hacer daño, ser solidario, hacer lo correcto, ser honesto, reconocer errores, pedir perdón.

¿Qué te gusta dejar en las personas que se acercan a ti?

Confianza. En mi trabajo, en mi amistad, en lo que digo. También respeto, a la persona, a sus ideas, a sus roles.

¿Cómo quieres ser recordado el día de mañana?

Como alguien bueno que contribuyó, que construyó, que ayudó.

¿Cuál debería ser tu epitafio?

El que escriba mi hijo José María.

No tengo ninguna aspiración específica en el servicio público, los cargos no son metas.

Por Isabel López Giraldo

Temas recomendados:

 

Aguijón(28065)23 de noviembre de 2020 - 12:35 p. m.
Este publireportaje tan mamón solamente lo leen el autor y el beneficiario. Que la vida e$a familia ha $ido lo público, no no$ cabe duda.¿Qué pasa en El Espectador? Qué descaro!!
William(d3ie3)22 de noviembre de 2020 - 03:24 p. m.
Que bodrio. El Espectador en estas?
Carlosé Mejía(19865)22 de noviembre de 2020 - 01:09 p. m.
Como alguien ya lo dijo, el burócrata que protagoniza esta sección no tiene la culpa de ser un colombiano tan privilegiado pero su historia patentiza las profundas diferencias que impiden el avance de nuestro país. Un niño bien con derecho a todo, pegado al servicio público y que no aporta ni cambia nada.
H. Callejas(4167)22 de noviembre de 2020 - 02:24 a. m.
El señor no tiene la culpa, pero el mérito es ser de una tradicional familia goda llena de privilegios.
Pedro(18355)22 de noviembre de 2020 - 02:13 a. m.
¿idealizado?
Ver más comentarios
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar